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161
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1.47M
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---|---|---|---|---|
Pombo,Rafael | <XXI | Ayacucho | ¡Ay! me hieren la vista los aceros;
¿Quién osa desafiarlos frente a frente,
Si esa es la flor de Iberia que valiente
Negó tributo a los franceses fieros?
Mas... mirad unos jóvenes guerreros
De cuyo pecho se apodera ardiente
El ansia de ver libre, independiente,
Su Patria, de sicarios extranjeros.
¡Ah! ya los veis lanzarse impetuosos...
Embestir a los viejos veteranos
¡Tintos en sangre alzarse victoriosos!
«¡Triunfo y perdón!» escuchan los tiranos,
Y gritan a los héroes generosos:
«¡Libres sois para siempre, americanos!» | es |
Machado,Antonio | <XXI | ¡Oh_Tarde_Luminosa! | ¡Oh tarde luminosa!
El aire está encantado.
La blanca cigüeña
dormita volando,
y las golondrinas se cruzan, tendidas
las alas agudas al viento dorado,
y en la tarde risueña se alejan
volando, soñando...
Y hay una que torna como la saeta,
las alas agudas tendidas al aire sombrío,
buscando su negro rincón del tejado.
La blanca cigüeña,
como un garabato,
tranquila y disforme, ¡tan disparatada!,
sobre el campanario. | es |
Pizarnik,Alejandra | <XXI | Se_Fuga_La_Isla | Se fuga la isla
Y la muchacha vuelve a escalar el viento
y a descubrir la muerte del pájaro profeta
Ahora
es el fuego sometido
Ahora
es la carne
la hoja
la piedra
perdidos en la fuente del tormento
como el navegante en el horros de la civilización
que purifica la caída de la noche
Ahora
La muchacha halla la máscara del infinito
y rompe el muro de la poesía | es |
Bolaño,Roberto | <XXI | Devoción_De_Roberto_Bolaño | A finales de 1992 él estaba muy enfermo
Y se había separado de su mujer
Esa era la puta verdad :
Estaba solo y jodido
y solía pensar que le quedaba poco tiempo
pero los sueños, ajenos a la enfermedad,
qcudían cada noche
con una fidelidad que conseguía asombrarlo
Los sueños que lo trasladaban a ese país mágico
que él y nadie más llamaba México D.F.
y Lisa y la voz de Mario Santiago
leyendo un poema
y tantas otras cosas buenas y dignas
de los más encendidos elogios
Enfermo y solo,l él soñaba
y afrontaba lo días que marchaban inexorables
hacia el fin del otro año.
Y de ello extraía un poco de fuerza y de valor.
México, los pasos fosforescentes de la noche,
la música que sonaba en las esquinas
donde antaño se helaban las putas
(en el corazón de hielo de la Colonia Guerrero)
le proporcionaban el alimento que necesitaba
para apretar los dientes
y no llorar de miedo | es |
Pardo_García,Germán | <XXI | Valles_Que_Amé:_Frugal_Harinería | Valles que amé: frugal harinería
del frumentario alcor hecho manojos.
Punzaduras del aire y los abrojos.
Helechos de arbolada simetría.
Aleros de textil mampostería.
Sabor del pasto, enérgicos rastrojos
y águilas saeteando con los ojos
campamentos de leve cetrería.
Simple enseñanza de tu verde escuela,
con utensilios de cristal que vuela
como alfiler azul de loma en loma.
Esta es tu ciencia que me diste exacta.
Óyela aún en mi sigilo intacta
y antes que muera, de mis manos toma. | es |
Bañuelos,Juan | <XXI | Tlatelolco_En_1521_Y_1968 | Oh, bebedor de la noche, ¿por qué te disfrazas ahora?1
¿Todo es igual acaso? ¿Tengo que repetir
lo que el augur grabó en el silencio de la piedra
curtida por el viento?
«...esparcidos están los cabellos,
destechadas las casas,
enrojecidos sus sus muros.
Gusanos pululan por calles y plazas
y en las paredes están salpicados los sesos;
masticamos salitre, el agua se ha acedado.
Esto ha hecho el Dador de Tlatelolco,
cuando nuestra herencia es una red de agujeros».
¿Todo es igual que ayer, entonces?
¿Ensartaremos cráneos como cuentas
y se ha de repetir lo que el augur
grabó en el silencio de la piedra?
¿Con coágulos de sangre escribiremos México?
Yo el residuo, el superviviente, hablo:
No haremos diálogo con la Casa de la Niebla. | es |
García_Lorca,Federico | <XXI | Cazador | ¡Alto pinar!
Cuatro palomas por el aire van.
Cuatro palomas
vuelan y tornan.
Llevan heridas
sus cuatro sombras.
¡Bajo pinar!
Cuatro palomas en la tierra están.
Cuatro palomas
vuelan y tornan.
Llevan heridas
sus cuatro sombras.
¡Bajo pinar!
Cuatro palomas en la tierra están.
¡Bajo pinar!
Cuatro palomas en la tierra están. | es |
Huerta,Efraín | <XXI | Nuestras | Nuestras
Vidas
Son los
Ríos
Que van
A dar
Al
Amar
Que es
El vivir | es |
Gelman,Juan | <XXI | Necesidades | el individuo que difiere de sus pares
que perturba o escandaliza a su familia o sociedad
suele ser calificado de insano acusado de enfermedad mental y
perseguido como enfermo
este acto de psiquiatría llena necesidades importantes
el individuo que ve piernas azules de mujer volar
arbolitos cantar el mundo heder
es encerrado golpeado con electricidad insulina médicos
este acto de psiquiatría llena necesidades importantes
¿necesidades del volar o cantar?
¿necesidades del individuo que difiere de sus pares
que perturba o escandaliza a su familia o sociedad y es
calificado de insano acusado de enfermedad mental y perseguido como
enfermo?
¿otras necesidades?
¿necesidades del individuo que no difiere de sus pares
que no perturba o escandaliza a su familia o sociedad
que no es calificado de insano acusado de enfermedad mental ni
perseguido como enfermo?
¿piernas azules de mujer volar no?
¿ni arbolitos cantar ni mundo heder?
este acto de psiquiatría llena necesidades importantes
los jabalíes de oro se están comiendo a yvonne
¿necesidades del volar o cantar?
¿necesidades del individuo que difiere de sus pares
que perturba o escandaliza a su familia o sociedad y es
calificado de insano acusado de enfermedad mental y perseguido como
enfermo?
¿otras necesidades?
¿necesidades del individuo que no difiere de sus pares
que no perturba o escandaliza a su familia o sociedad
que no es calificado de insano acusado de enfermedad mental ni
perseguido como enfermo?
¿piernas azules de mujer volar no?
¿ni arbolitos cantar ni mundo heder?
este acto de psiquiatría llena necesidades importantes
los jabalíes de oro se están comiendo a yvonne | es |
Unamuno,Miguel_de | <XXI | De_Ti,_Luna,_Al_Claror,_Aqueste_Valle | De Ti, Luna, al claror, aqueste valle
de amarguras remeda blanco lago
de lágrimas, de noche; su verdura
como el haz de las aguas, y sus rocas
islotes en que aguardan desterradas
su libertad las almas. Arrecidas
tiemblan—¡las pobres!—cual las hojas secas
de noviembre en el chopo de la orilla
del río que no posa, y recogiéndolas
cuando caen en su seno, al mar las lleva.
Así del leño de la cruz prendidas
tiemblan, pobres, las almas al hostigo
del cierzo de la sima tenebrosa,
que lleva en vilo su temblor sonoro,
cual miserere de las secas hojas,
sollozos de pasión que en sí no cabe.
Forman las almas el follaje prieto
del árbol de la cruz, por él unidas
en hermandad de amor, y se estremecen
en corro a la cabeza coronada
por la melena, negra cual la noche,
del blanco Nazareno; y cuando, al cabo,
el cierzo del abismo las arranca
de la copa del árbol misterioso,
van a caer rodando por el pecho
blanco del Cristo, y a su pie se pierden
en el río de sangre que las lleva
de la vida eternal al mar sin fondo.
Río de sangre que al fulgor de luna,
del corazón del Cristo, por el lecho
de este valle de lágrimas se lleva,
crujiendo en remolino congojoso,
rebaños de almas, ahornagadas hojas.
Y esa tu sangre zapa los cimientos
del baluarte de aquella archienemiga
de la humana familia, y que es la madre
del hastío y la desesperación. | es |
Panero,Leopoldo | <XXI | Para_Inventar_A_Dios,_Nuestra_Palabra | Para inventar a Dios, nuestra palabra
busca, dentro del pecho,
su propia semejanza y no la encuentra,
como las olas de la mar tranquila,
una tras otra, iguales,
quieren la exactitud de lo infinito
medir, al par que cantan...
Y Su nombre sin letras,
escrito a cada instante por la espuma,
se borra a cada instante
mecido por la música del agua;
y un eco queda solo en las orillas.
¿Qué número infinito
nos cuenta el corazón?
Cada latido,
otra vez es más dulce, y otra y otra;
otra vez ciegamente desde dentro
va a pronunciar Su nombre.
Y otra vez se ensombrece el pensamiento,
y la voz no le encuentra.
Dentro del pecho está.
Tus hijos somos,
aunque jamás sepamos
decirte la palabra exacta y Tuya,
que repite en el alma el dulce y fijo
girar de las estrellas. | es |
Arturo,Aurelio | <XXI | Todavía | Cantaba una mujer, cantaba
sola creyéndose en la noche,
en la noche, felposo valle.
Cantaba y cuanto es dulce
la voz de una mujer, esa lo era.
Fluía de su labio
amorosa la vida...
la vida cuando ha sido bella.
Cantaba una mujer
como en un hondo bosque, y sin mirarla
yo la sabía tan dulce, tan hermosa.
Cantaba, todavía
canta... | es |
Gutiérrez_Albelo,Emeterio | <XXI | Y,_Como_Rica_Esencia... | Ser un lírico orfebre. Consagrar estos días
a esculpir un ensueño florido y perfumado.
Igual que un monje artista, detrás de un historiado
vitral, devotamente, miniar alegorías.
Cincelar camafeos, raras orfebrerías.
Pulir un florentino puñal, damasquinado.
Moldear una copa sobre un seno nevado.
Y engarzar, verso a verso, cegantes prederías...
Señor: pasar deseo de mi vida de esta suerte,
como Juan de Segovia, a quién besó la muerte
mientras ladraba un cáliz con fervorosa unción.
Y, como rica esencia de las vidas paganas,
en mis ánforas griegas y cráteras romanas
exprimir, gota a gota, mi propio corazón. | es |
Jaimes_Freyre,Ricardo | <XXI | Rosa_Ideal | Eres la rosa ideal
que fue la princesa-rosa,
en la querella amorosa
de un menestral provenzal.
Si tú sus trovas quisieras,
llegarían, como un ruego,
los serventesios de fuego
en armoniosas hogueras.
Darías al vencedor
los simbólicos trofeos,
en los galantes torneos
de la ciencia del amor.
Incensado por el aura
de la dulce poesía
en tus manos dejaría
su cetro Clemencia Isaura.
Serías el lirio humano
que halló un rey bajo su tienda,
en la brumosa leyenda
de un minnesinger riniano.
En ti vería el guerrero
perlas y rocío, como
en el tesoro del gnomo
que descubrió un hechicero.
Tendrías un camarín
por las hadas adornado,
en un palacio encantado
de las márgenes del Rhin.
Y en las noches de las citas,
bajo el rayo de la luna,
envidiaran tu fortuna
Loreleys y Margaritas.
Mientras pensativo y triste,
junto a la cruz de un sendero,
estrechara un caballero
la banda azul que le diste,
en tu ventana ojival
dulcemente reclinada,
oirías la balada
del ardido Parsifal.
Y de un juglar, que ha traído
su arpa cubierta de flores,
la historia de los amores,
de Crimilda y de Sigfrido.
En tu blanco camarín
por las hadas adornado,
resonaría el sagrado
cántico de Lohengrín...
Ya mi pálida quimera
se ha enredado, como una ave
en la onda, crespa y suave,
de tu blonda cabellera. | es |
Lumbela,Amado | XXI | Veo_Naves_Hermosas_Hendiendo_Por_Mis_Mares | Veo naves hermosas hendiendo por mis mares
de cristalinas aguas que el fondo me revelan
y a luminosas huestes que en buen rumbo las llevan.
Veo la estirpe humana crecer en sus riberas,
adormecidos unos y otros que tienden velas
entre oleajes suaves y amagos de tormenta.
En cada paso paz, en cada campo flor,
en cada hombre un sueño, en cada ser un don,
cada brizna de tierra es armonía plena.
Yo vivo estas visiones sin pócimas ni hierbas,
quiere mi ente ser la libertad que alberga,
mas solo soy barquilla que a puerto fiel navega. | es |
Larrosa_Hornos,Isabel | XXI | Otro_Año_Ha_Pasado | Otro año ha pasado,
otro año que no ha logrado borrar
tu imagen, madre mía...
Cuánto dolor siente mi pecho
y cuánta angustia hay en mi alma
hoy, siento madre,
que te necesito...
Cuántas cosas hubiera querido decirte
cuántas veces quise
abrazarte y mimarte...
cuántas, pero cuántas veces
quise besarte y no lo hice
¡Oh madre mía!
Cuántas veces yo te veía fuerte
cariñosa y dulce.
Tú eras como el cielo azul
que me cobijaba,
el sol que me iluminaba
y me daba vida.
Madre tú estás en mí
Con tu rostro dulce,
y con tu mirada cariñosa y buena.
Hoy que no te tengo...
te imagino madre
allá en el cielo rodeada de ángeles
y que las estrellas
con brillo infinito
forman una corona
para poner sobre tu frente
todo el brillo que tú
en vida a mi alma diste— | es |
Pizarnik,Alejandra | <XXI | La_Que_Murió_De_Su_Vestido_Azul_Está_Cantando | La que murió de su vestido azul está cantando. Canta
imbuida de muerte al sol de su ebriedad. Adentro de su canción
hay un vestido azul, hay un caballo blanco, hay un corazón verde
tatuado con los ecos de los latidos de su corazón muerto.
Expuesta a todas las perdiciones, ella canta junto a una niña
extraviada que es ella: su amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la
niebla verde en los labios y del frío gris en los ojos, su voz
corroe la distancia que se abre entre la sed y la mano que busca el
vaso. Ella canta. | es |
Díaz_Mirón,Salvador | <XXI | Basta_De_Timidez._La_Gloria_Esquiva_ | Basta de timidez. La gloria esquiva
Al que por miedo elude la pelea
Y con suspiros lánguidos rastrea,
Acogido a la sombra de la oliva.
Sólo una tempestad brusca y altiva
Encumbra la pasión y la marea,
¡Y en empinados vórtices pasea
El abismo de abajo en el de arriba!
¡Oh rebelde¡ ¡Conquista la presea;
goza de la hermosura inebriativa
y horror a los demás tu dicha sea!
Arrostra por la gracia la diatriba,
¡Y en empinados vórtices pasea
El abismo de abajo en el de arriba! | es |
Arciniegas,Ismael_Enrique | <XXI | Antonio_Y_Cleopatra | Ambos, en la terraza, miraban bajo urente
Y sofocante cielo, el Egipto dormido,
Y atravesando el Delta, el Nilo en dos partido
Que a Sais y a Bubaste desliza su corriente.
Y el Romano sentía, bajo el peto luciente,
Ya cautivo soldado, en un sueño abstraído,
Sobre él plegarse, y luego caer desfallecido
El cuerpo que a su seno juntaba abrazo ardiente.
Entre el bruno cabello, su rostro fatigado
Volvió a él, de invencibles perfumes embriagado,
Y le tendió los labios y los ojos serenos;
Y reclinado en ella, Antonio, a quien subyuga
El amor, en sus ojos de puntos de oro llenos,
Vio todo un mar inmenso con galeras en fuga. | es |
Otero,Blas_de | <XXI | [Cuerpo_De_Mujer;_Río_De_Oro] | Cuerpo de la mujer, río de oro
donde, hundidos los brazos, recibimos
un relámpago azul, unos racimos
de luz rasgada en un frondor de oro.
Cuerpo de la mujer o mar de oro
donde, amando las manos, no sabemos,
si los senos son olas, si son remos
los brazos, si son alas solas de oro...
Cuerpo de la mujer, fuente de llanto
donde, después de tanta luz, de tanto
tacto sutil, de Tántalo es la pena.
Suena la soledad de Dios. Sentimos
la soledad de dos. Y una cadena
que no suena, ancla en Dios almas y limos.
Cuerpo de la mujer o mar de oro
donde, amando las manos, no sabemos,
si los senos son olas, si son remos
los brazos, si son alas solas de oro...
Cuerpo de la mujer, fuente de llanto
donde, después de tanta luz, de tanto
tacto sutil, de Tántalo es la pena.
Suena la soledad de Dios. Sentimos
la soledad de dos. Y una cadena
que no suena, ancla en Dios almas y limos.
Cuerpo de la mujer, fuente de llanto
donde, después de tanta luz, de tanto
tacto sutil, de Tántalo es la pena.
Suena la soledad de Dios. Sentimos
la soledad de dos. Y una cadena
que no suena, ancla en Dios almas y limos.
Suena la soledad de Dios. Sentimos
la soledad de dos. Y una cadena
que no suena, ancla en Dios almas y limos. | es |
Iriarte,Tomás_de | <XXI | El_Retrato_De_Golilla | De frase extranjera el mal pegadizo,
hoy a nuestro idioma gravemente aqueja,
pero habrá quien piense que no habla castizo,
si por lo anticuado, lo usado no deja.
Voy a entretenelle con una conseja,
y porque le traiga más contentamiento,
en su mesmo estilo referillo intento
mezclando dos hablas, la nueva y la vieja.
No sin hartos celos, un pintor de hogaño
vía como agora gran loa y valía
alcanzan algunos retratos de antaño;
y el no remedallos a mengua tenía:
por ende, queriendo retratar un día
a cierto rico home, señor de gran cuenta,
juzgó que lo antiguo de la vestimenta
estima de rancio al cuadro daría.
Segundo Velázquez creyó ser con esto:
y ansí que del rostro toda la semblanza
hubo trasladado, golilla le ha puesto,
y otros atavíos a la antigua usanza.
La tabla a su dueño lleva sin tardanza,
el cual, espantado, fincó des que vido
con añejas galas su cuerpo vestido;
magüer que le plugo la faz abastanza.
Empero una traza le vino a las mientes
con que al retratante dar su galardón.
Guardaba, heredadas de sus ascendientes,
antiguas monedas en un viejo arcón.
Del Quinto Fernando muchas de ellas son,
allende de algunas de Carlos Primero,
de entrambos Filipos, Segundo y Tercero;
y henchido de todas le endonó un bolsón.
«Con estas monedas, o siquier medallas,
—el pintor le dice—, si voy al mercado,
tornaré a mi casa con muy buen recado».
—«¡Pardiez!» —dijo el otro—: «¿no me habéis pintado
en traje que un tiempo fue muy señoril,
y agora le viste sólo un alguacil?
Cual me retratasteis, tal os he pagado».
«Llevaos la tabla; y el mi corbatín,
»pintadme al proviso, en vez de golilla;
cambiadme esa espada en el mi espadín;
y en la mi casaca trocad la ropilla;
ca non habrá naide en toda la villa
que al verme en tal guisa conozca mi gesto;
»vuestra paga entonces contaros he presto
en buena moneda corriente en Castilla».
Ora, pues, si a risa provoca la idea
que tuvo aquel sandio moderno pintor,
¿no hemos de reírnos siempre que chochea
con ancianas frases un novel autor?
Lo que es afectado, juzga que es primor;
habla puro a costa de la claridad,
y no halla voz baja para nuestra edad,
si fue noble en tiempo del Cid Campeador.
Si es vicioso el uso de voces extranjeras modernamente introducidas, también lo es, por el contrario, el de las anticuadas. | es |
Ibarbourou,Juana_de | <XXI | Soy_Campana_Rota | Soy campana rota,
Nardo sin olor..
Fuente que ha perdido
Su vivo rumor.
Sólo espinas largas
iVtis rosales dan.
Soy de un trigo negro
Que hace amargo el pan.
¿Para qué me quieres
Si no tengo aromas?
¿Para qué me quieres
Si sequé mis pomas?
El estambre de oro
Que mi vida dió,
En un polvo oscuro
Ya se diluyó.
Anda, di a la Muerte
Que aguardando estoy.
Anda, di a la Muerte
Que de bronce soy.
Que ya mis pupilas
No saben llorar,
Y que labios míos
No pueden besar.
Anda, que el rey Midas
Pasó por aquí,
Y en estatua de oro
Transformada fui.
Vete, no murmures
Más esa palabra
Que en mi encanto puede
Ser de abracadabra.
No me digas nada,
No lamentes más.
Si la estatua siente
Te arrepentirás. | es |
Machado,Manuel | <XXI | No_Sé_Odiar,_Ni_Amar_Tampoco | No sé odiar, ni amar tampoco.
Y en mi vida inconsecuente,
amo, a veces, como un loco
u odio de un modo insolente.
Pero siempre dura poco
lo que quiero y lo que no...
¡Qué sé yo!
Ni me importa...
Alegre es la vida. Y corta,
pasajera.
Y es absurdo,
y es antipático y zurdo
complicarla
con un ansia de verdad
duradera
y expectante.
¿Luego?... ¡Ya!
La verdad será cualquiera.
Lo precioso es el instante
que se va. | es |
Pizarnik,Alejandra | <XXI | Ahora | ahora
en esta hora inocente
yo y la que fui nos sentamos
en el umbral de mi mirada | es |
Nazario,Amadeo | XXI | Ese_Gran_Descubridor | Ese gran descubridor,
Que hace varias lunas vino,
Y hasta estas playas de amor
Trajo su lejano vino.
Joyas prendas y calor
Compró el ingenuo cariño
De mi pueblo cimarrón,
Que nunca vio su destino.
Mas, no culpo a Colón,
Pero sí a los citadinos
Que salieron de peón
Y cumplieron con su sino.
Ay! Taino cimarrón
Si yo te lo hubiera dicho
La opresión del Español
Mató tu fiero destino.
Joyas prendas y calor
Compró el ingenuo cariño
De mi pueblo cimarrón,
Que nunca vio su destino.
Mas, no culpo a Colón,
Pero sí a los citadinos
Que salieron de peón
Y cumplieron con su sino.
Ay! Taino cimarrón
Si yo te lo hubiera dicho
La opresión del Español
Mató tu fiero destino.
Mas, no culpo a Colón,
Pero sí a los citadinos
Que salieron de peón
Y cumplieron con su sino.
Ay! Taino cimarrón
Si yo te lo hubiera dicho
La opresión del Español
Mató tu fiero destino.
Ay! Taino cimarrón
Si yo te lo hubiera dicho
La opresión del Español
Mató tu fiero destino. | es |
García_Cabrera,Pedro | <XXI | Segundo_Sueño._Aparición_Del_Objeto_Amoroso | Con el oído en tierra de mi cuerpo
—de bruces en la artesa de mí mismo,
a oscuras la espiral de mis relojes
y en un cepo de inercias—
me escucho galopar en tu distancia.
En las hojitas verdes del sonido,
en estos cielos ávidos que bajan
a beber en un cuenco de grisúes
los ecos de un letargo de horizontes,
en esta fuerza alada que se basta
a derribar zodiacos y titanes,
en los vivos heraldos del silencio,
tu primavera acústica se acerca.
Y llega por planicies interiores,
por delgados senderos verticales,
de puntillas pisando alas heridas,
en volandas de vidrios transparentes.
Te esperaba en las verjas del insomnio
y es en la arena de mis playas hondas
donde la caracola de tus nardos,
apaisada de nácares dormidos,
despierta en los delfines de mis venas,
reposa en un latir de porcelanas.
Ella eres tú, manando el soliloquio
de las aguas en vilo de los mares
y los anales diáfanos del viento.
De sus fríos cerámicos de concha
sube el frufrú de una amistad de seda
en un rumor de sangre transparente.
Esa eres tú, volumen de mi sueño
y espacio de mis tardes pensativas.
Oh estrellita de circo, te has caído
desde el alto columpio de mi frente.
No me digas que no. Se te conoce
en esa punta izquierda que te dobla
la babucha oriental de la aventura.
No me sigas negando. Te prometo
que no te borraré de mis penumbras
ni ha de rondar tu alcázar de muñecas
un viviente cerrojo de dragones.
Dime que sí, que fuiste bosquejada
al nivel del costado de la ausencia
por un redondo volapié de armiños.
Te dejaré jugar contigo misma
en los cabellos sueltos de las fuentes.
Y tendrás carne blanca como un río.
Y en tus nítidos fondos los reflejos
te moverán la voz del pensamiento
con lengua de cristal.
Alargaré tu nombre de llanura
hasta el pie del anillo de mis sienes.
Y tenderé mi voz en tus mesetas
cuando las soledades me desborden.
Ellas serán espejos donde puedas
extraer la raíz de mis glaciares
elevando tus manos a mis sienes.
Y tendrás altitud de cordillera
y vibración de selva en tu espesura.
Así te iba sacando poco a poco
del costado de agua de mi sueño.
Pájara pinta, pícale los labios.
Verde limón, madúrate en sus senos.
Isla de mayo, súbete a sus hombros.
Fuego apacible, córrele las venas.
Alta caricia, vuélame en su frente.
Trigo, reclámala. Tórtola, arrúllala.
Y cuando por mis venas tropezaba,
tanteando vitrales y paredes,
a gatas por estrechos pasadizos
y a cuestas la espiral de mis relojes,
buscando una salida en las tinieblas,
me descubrí de globo derribado
en el amanecer de una sonrisa. | es |
Fuertes,Gloria | <XXI | En_Defensa_Del_Taco | El taco.
Nada de que es pobreza de lenguaje
es todo lo contrario
riqueza y libertad de nuestro idioma.
¡Coño con los señores académicos que no
sueltan uno!
(así les va en la vida).
El taco evita bofetadas
bronquitis y altercados,
es ético, gracioso y sano
«canto por no llorar».
Yo taqueo por no matar. | es |
Cardenal,Ernesto | <XXI | ¿Has_Oído | ¿Has oído
gritar de noche
al oso-caballo
oo-oo-oo-oo
o al coyote
solo en la noche
de luna
uuuuuuuuuuuuuú?
pues eso mismo
son estos versos. | es |
Fuertes,Gloria | <XXI | El_Amor_Te_Convierte_En_Rosal | El amor te convierte en rosal
y en el pecho te nace
esa espina robusta como un clavo
donde el demonio cuelga su uniforme.
Al tocar lo que amas te quemas en los dedos,
y sigues sigues hasta abrasarte todo;
después,
ya en pie de nuevo,
tu cuerpo es otra cosa,
...es la estatua de un héroe muerto en algo,
al que no se le ven las cicatrices. | es |
Walsh,María_Elena | <XXI | Una_Nena | Había una nenita en Tacuarí
que solamente hablaba con la i.
¡Qué papelón, un día,
delante de su tía,
en lugar de «papá», dijo «pipí»! | es |
Cisneros_Flores,Marcela | XXI | ¿Cómo_Amas?_¿Qué_Es_El_Amor? | ¿Cómo amas? ¿qué es el amor?
Amor, es tomar tu mano en la mía,
¡Y estoy tomando la mano de Dios en la mía!
Es tener claro y puro el corazón,
¡Es tener el alma y la sonrisa de un niño!
¡Es sentir que puedes volar al paraíso!
¡Amar, es bañarnos con la luz de las estrellas!
¡Amar, es mirar la luna de cabeza!
¡Amar, es poder tocar el sol y no quemarse!
Amor, amar es no buscarte, solo encontrarnos,
soñar juntos, ¡sin ser dos!
¡sentirme fuerte en mi debilidad,
porque tú eres mi fuerza!... | es |
Darío,Rubén | <XXI | ¿Que_No_Hay_Alma?_¡Insensatos! | ¿Que no hay alma? ¡Insensatos!
Yo la he visto: es de luz...
(Se asoma a tus pupilas
cuando me miras tú.)
¿Que no hay cielo? ¡Mentira!
¿Queréis verle? Aquí está.
(Muestra, niña gentil,
ese rostro sin par,
y que de oro lo bañe
el sol primaveral.)
¿Que no hay Dios? ¡Qué blasfemia!
Yo he contemplado a Dios...
(En aquel casto y puro
primer beso de amor,
cuando de nuestras almas
las nupcias consagró.)
¿Que no hay infierno? Sí, hay...
(Cállate, corazón,
que esto bien por desgracia,
lo sabemos tú y yo.)
¿Que no hay cielo? ¡Mentira!
¿Queréis verle? Aquí está.
(Muestra, niña gentil,
ese rostro sin par,
y que de oro lo bañe
el sol primaveral.)
¿Que no hay Dios? ¡Qué blasfemia!
Yo he contemplado a Dios...
(En aquel casto y puro
primer beso de amor,
cuando de nuestras almas
las nupcias consagró.)
¿Que no hay infierno? Sí, hay...
(Cállate, corazón,
que esto bien por desgracia,
lo sabemos tú y yo.)
¿Que no hay Dios? ¡Qué blasfemia!
Yo he contemplado a Dios...
(En aquel casto y puro
primer beso de amor,
cuando de nuestras almas
las nupcias consagró.)
¿Que no hay infierno? Sí, hay...
(Cállate, corazón,
que esto bien por desgracia,
lo sabemos tú y yo.)
¿Que no hay infierno? Sí, hay...
(Cállate, corazón,
que esto bien por desgracia,
lo sabemos tú y yo.) | es |
Panero,Juan_Luis | <XXI | Recuerdo_En_Fin_De_Año_Para_Joan_Vinyoli | Querido Vinyoli, en esta tarde
de violenta tramontana, oscuro azul de mar,
miro las Islas Medas, remolinos de gaviotas,
alada espuma sobre la espuma blanca,
y me llega, imagen persistente, su recuerdo,
en el día final del año de su muerte.
Golpe y crujido de árboles y viento,
terca madera, ramas furiosas,
frío que corta tras el cristal cerrado
y la pesada sombra de la noche que viene.
De pronto, salvado, un último rayo de sol
ilumina, entre nubes, rocas salvajes,
levantadas olas, gaviotas en su vuelo,
luz venciendo a la noche
en un dorado fugitivo.
A sus palabras, a las que oí y a las que leo,
a su recuerdo, asocio esta imagen sin tiempo de la vida. | es |
Arciniegas,Ismael_Enrique | <XXI | ¡María_Lugarda_Ospina! | ¡María Lugarda Ospina!
«Marichuela! Marichuela!»
Tu vida jacarandosa
Y tu sonrisa, que abierta
Flor parecía, si fueron
En Santa Fe soñolienta
De los devotos escándalo
Y hasta motivo de prédicas
En los pulpitos, deleite
Fueron también como néctar
De un Virrey cuyo fastidio
Consuelo halló en tu belleza.
Encerrada en un convento,
De novicia, y en espera
Del día en que le cortaran
Las ensortijadas trenzas,
Y viéndose ya de novia
De Cristo, tendida en tierra
Y en las sienes azahares,
En la quietud de su celda,
Junto a su lecho, pasaba
De su rosario las cuentas
Cuando venía la noche
Con su silencio y tristeza.
—«Seré del Señor la esposa»,
Murmuraba; y su alma llena
De esperanzas celestiales,
E inclinada la cabeza,
Ascendía entre visiones,
Tan blancas cual su inocencia.
Pero antes de ir al convento,
Por imposición paterna,
Muchas veces recordaba
Que vio por la vez primera,
En la Catedral, un día,
Al Virrey Solís, de tierna
Mirada, pálido el rostro,
Y de atractiva presencia,
Joven, vestido de blanco,
Y con profundas ojeras,
Como de quien reza mucho,
O de aquel que mucho peca.
Su sangre, quieta hasta entonces,
Ardiente sintió en las venas,
Y que el corazón un vuelco
Le dio de pronto con fuerza,
Y del Virrey no apartaba
Las ondas pupilas negras,
Y de rezar olvidose
Por mirarlo con fijeza.
Lo vio salir bajo palio;
Tras él salía la Audiencia
Y un sacerdote tres veces
El incensario en la puerta
Batió ante él. Sólo su imagen
Quedó ante los ojos de ella.
(María Lugarda Ospina!
«Marichuela, Marichuela»
Así como bella fuiste,
Qué dulce tu nombre suena!)
Las cuentas sigue pasando
En la quietud de su celda.
«Qué hermoso el Virrey! Qué hermoso!
Así soñadora piensa».
«Mas, dice, quizá es pecado
Ese recuerdo que llega». | es |
Brines,Francisco | <XXI | El_Visitante_Me_Abrazó,_De_Nuevo | El visitante me abrazó, de nuevo.
Era la juventud que regresaba,
y se sentó conmigo. Un cansancio
venía de su boca, sus cabellos
traíanpolvo del camino, débil
luz en los ojos. Se contaba a sí mismo
las tristes cosas de su vida, casi
se repetía en él mi pobre vida.
Arropado en las sombras lo miraba.
La tarde abandonó la sala quieta
cuando partió. Me dijo que fue grato
vivir con él (la juventud ya lejos),
que era una fiesta de alegría. Solo
volví a quedar cuando dejó la casa.
Veía el sillón la luna, y en la sala
se ven brillar los astros. Es un hombre
cansado de esperar, que tiene viejo
su torpe corazón, y que a los ojos
no le suben las lágrimas que siente. | es |
Hahn,Óscar | <XXI | Toma_Este_Matamoscas_Y_Extermina_A_Los_Ángeles | Toma este matamoscas y extermina a los ángeles,
después con grandes uñas arráncales las alas.
Ya veo sus muñones, ya los veo arrastrarse:
desesperadamente tratan de alzar el vuelo.
Toma este insecticida. Oigo sus toses blancas
prenderse y apagarse. Una puesta de sol
o una puesta de ángeles es lo mismo sin duda
porque la noche ahora levanta su joroba
y ellos se van hundiendo lentamente en el suelo.
Levanta el pie despacio. Así mismo. Tritúralos.
Que les saquen las plumas con agua hirviendo y pongan
esos cuerpos desnudos en las fiambrerías.
Ahora me van pasando sudarios de juguete
y ataúdes con cuerda. Ahora me van pasando
las cruces más pequeñas, para que se entretengan
los infantes difuntos. Pásame el insectario,
los alfileres negros. Toma este matamoscas
y extermina a los ángeles. | es |
Pombo,Rafael | <XXI | Estudiando_La_Cubana | Estudiando la cubana
De qué manera no hacer
Ejercicio (por creer
Que esto es costumbre villana,
Cuando la máquina humana
Pierde sin él su eficiencia).
Tuvo la óptima ocurrencia
De la volanta, en la cual
Se arrellana muy formal
Y hace arrastrar su indolencia.
Máquina sin ejercicio
Se oxida y gasta y altera;
Mas la elegante habanera
Lo ha declarado un suplicio;
Y apelando al artificio
Para hacer que anda y no andar.
Puso al hamaca espaldar,
De coche o quitrín la injerta,
Sale allí a dormir despierta,
Y eso llama pasear.
pasear. | es |
Hahn,Óscar | <XXI | Esperando_El_Ascensor | Cuando entro en tu boca
la punta de mi lengua en tu lengua
mi mano izquierda en tu seno derecho
tú vas retrocediendo poco a poco
y yo te empujo contra la puerta del ascensor
que se abre de golpe y caemos al abismo
uno encima del otro
del sexto
al quinto
al cuarto
al tercer piso
hasta rebotar en el sótano
y salir disparados hacia arriba
porque todo final encuentra sus alas
cuando entro en tu boca | es |
Caro,Miguel_Antonio | <XXI | Solo_Y_A_Paso_Lento_Y_Pensativo | Solo y a paso lento y pensativo
Cruzando voy campiñas apartadas,
Y si de hombre presumo ver pisadas
Aléjome azorado y fugitivo.
Amo la soledad: en ella esquivo
Del indiscreto vulgo las miradas,
Que pudiera en mis ojos reflejadas
Las llamas ver en que abrasado vivo.
Confidentes serán de mis pesares
Agrio monte, honda selva, mustia playa,
Y no me turbará mortaltestigo.
Mas no hallo tan selváticos lugares
Ni senda tan oculta, que no vaya
Yo con Amor hablando y él conmigo. | es |
Arciniegas,Ismael_Enrique | <XXI | Elegía | Bajo un Cristo de mármol, que sombrea una palma,
Descansa para siempre la amada de mi alma.
Bajo un Cristo que se alza con los brazos abiertos,
La amada de mi alma descansa entre los muertos.
Era un lirio en figura de mujer. Era un lirio
Que la vida apagaba como llama de un cirio.
Abstraída en sus sueños, a todo indiferente,
Vivía vida interna, vivía mentalmente,
Porque fue la incansable, la errabunda viajera
Del azul y lejano país de la Quimera,
Donde abrirse veía, bajo un cielo risueño,
Los lirios no tocados, las rosas del Ensueño.
Del tropel de los hombres esquivó la alegría,
Flor pálida, flor triste, flor de Melancolía.
Desligada de cuanto seduce y enamora,
No pidió a las tinieblas de la noche, la aurora,
Porque en su mente ardía siempre una clara estrella,
Y su mundo de sueños iba siempre con ella.
Ya, bajo extraños cielos, en edades remotas,
Desde alcázar sombrío, junto al mar, las gaviotas
Volar miraba, mientras entre las grises brumas
Llegaban a la playa deshechas las espumas;
Y a la senda lejana, que alumbraban los rojos
Rayos del sol poniente, dirigía los ojos
En vano. Y no llegaba su señor, el guerrero,
El del caballo árabe, el del cortante acero,
El del penacho blanco.
Ya era Beatriz o Laura;
Ya en los Juegos Florales era Clemencia Isaura,
Y, Reina de la fiesta, bajo luces y flores,
Los cánticos oía de errantes trovadores,
Que en el feudal castillo loaban su pureza,
Y al son de bandolines cantaban su belleza.
De negro terciopelo vestida, y larga cola,
De perlas adornada, y al cuello blanca gola,
Por verdes alamedas con el amado iba
En noches estrelladas y diáfanas.
Furtiva,
La luna, los miraba tras el ramaje espeso,
En tanto que vibraba la música de un beso.
Ya alzábanse en su mente fantásticas las calles,
Llenas de luz y cantos, de un ideal Versalles,
Y de acordadas músicas al dulce y vago son,
De damas y galanes poblábase el Trianón,
Y sobre altos tacones descansando su pie
Era allí por su garbo la reina del minué...
Porque fne la incansable, la errabunda viajera,
Del azul y lejano país de la Quimera.
Amó el silencio. Vida de quietud fue su vida;
De un ideal Ensueño la casta prometida,
Buscó el silencio siempre, buscó el recogimiento,
Y así nutrió en la calma de luz su pensamiento.
Amó los versos tristes, los que cantan dolores
Recónditos y mudos, y hablan de secas flores
Que marcan una página; de soles extinguidos
Que alumbraron la dicha de dos almas; de nidos
Donde cayó la nieve; de los blancos pañuelos
Que en la playa se agitan diciendo Adiós; de anhelos
Imposibles; de plantas que punzan los abrojos...
¡De nombres que son lágrimas eternas en los ojos!
En su alma cantaba la armonía.
El piano,
Amado confidente, fue dócil a su mano,
Y evocaban sus notas las leyendas del Rhin;
La barca con el cisne del rubio Lohengrin;
La luna sobre campos cubiertos por la nieve;
La luna sobre lagos y sobre el mar; el leve
Rumor del aura; el beso de un labio en la agonía:
Las flores del sepulcro; la cama dura y fría
De tierra donde duerme lo que en la vida amamos;
La trenza de cabellos que en lágrimas bañamos;
Por el ser que agoniza la postrimer plegaria,
Y el grito en las tinieblas del alma solitaria.
A mi memoria vuelve, como en felices días,
A evocar del pasado recuerdos y alegrías;
La muerte, de sus sombras calladas, la devuelve
Intacta ante mis ojos, y torno a verla...
Y vuelve
De traje gris vestida, su color preferido;
Un ramo de violetas sobre el pecho prendido
(Las flores que ella amaba);
la cabellera oscura
Y crespa, en dos partida; delgada la cintura;
Esbelta; el busto breve como de estatua griega;
Pálida como lago tranquilo donde riega
Su luz la luna en noche de invierno; las pupilas
Negras, con puntos de oro, y en torno azules lilas;
La voz nerviosa y rápida; larga y fina la mano;
La boca, dos botones de rosa en el verano,
Y como perla de agua que al claro sol se irisa,
Como radiante estrella, su púdica sonrisa.
Así fue, y así vive. Vive así, casta y pura,
En mi memoria, espejo do esplende su hermosura
De nostálgica virgen, con nostalgia del cielo,
Con nostalgia de mundos que conoció su anhelo,
Con nostalgia de edades remotas. Es la estrella
Que surge de las sombras, más diáfana y más bella.
Como tronchado lirio la vi sobre su lecho,
Como una flor de nieve: las manos sobre el pecho
Y un crucifijo en ellas; el cuerpo frío, inerte;
En sus mejillas pálidas las huellas de la muerte:
Entornados los párpados; la nariz afilada,
Y mustia ya la boca como una rosa ajada.
Entonces, junto a ella, mudo caí de hinojos,
Postrada el alma, y llenos de lágrimas los ojos,
Y como ofrenda última de un casto y triste amor,
Cubrí de blancas flores aquella muerta flor.
¿Amó? ¿Cruzó su éxtasis una imagen querida?
¿De un ideal Ensueño fue solo prometida?
Cuando en las tardes grises, sentada en su ventana,
Hundía las pupilas en la extensión lejana,
¿El que la amó en silencio, y ambicionó la gloria
Por ella solamente, pasó por su memoria?
En las noches sin sueño, cuando callaba todo
En su alcoba de virgen, y, en la almohada el codo,
A la luz de una lámpara, dejaba el pensamiento
Libre vagar cual ave que va a mercad del viento,
¿No evocó su memoria los tristes corazones
Que vieron en silencio morir sus ilusiones,
Que nunca su ternura quisieron compartida,
Y sin amor pasaron callados por la vida?...
De níveos azahares la cabellera ornada,
De blanco, y con el velo de casta desposada,
¿Vio su noche de bodas, y vio el hogar tranquilo,
La alcoba en la penumbra, de un puro amor asilo,
Y con el alma inquieta, y el corazón opreso,
Sintió sobre sus labios el anhelado beso?
¿Amó? ¿Cruzó sus sueños una imagen querida?
Dormid, dormid con ella, secretos de su vida,
En tanto que en silencio, y en noche sin aurora,
Un alma, sola y triste, sobre su tumba llora!
ella
Adiós
ella | es |
Bolaño,Roberto | <XXI | No_Esperes_Nada_Del_Combate | No esperes nada del combate.
El combate busca la sangre.
Y se justifica con la sangre.
Detrás de las piernas de la reina
Dulcemente abiertas a la verga
Del rey, se mueven las cabañas
Quemadas, los cuerpos sin cabeza,
La noble mirada hechizada por la muerte. | es |
Bolaño,Roberto | <XXI | ¿Te_Acuerdas_Del_Triunfo_De_Alejandro_Magno,_De_Gustave_Moreau? | ¿Te acuerdas del Triunfo de Alejandro Magno, de Gustave Moreau?
La belleza y el terror, el instante de cristal en que se corta
la respiración. Pero tu no te detuviste bajo esa cúpula
en penumbras, bajo esa cúpula iluminada por los feroces
rayos de armonía. Ni se te cortó la respiración.
Caminaste como un mono infatigable entre los dioses
pues sabías —o tal vez no— que el Triunfo desplegaba
sus armas bajo la caverna de Platón: imágenes,
sombras sin sustancia, soberanía del vacío. Tú querías
alcanzar el árbol y el pájaro, los restos
de una pobre fiesta al aire libre, la tierra yerma
regada con sangre, el escenario del crimen donde pacen
las estatuas de los fotógrafos y de los policías, y la pugnaz vida
a la intemperie. ¡Ah, la pugnaz vida a la intemperie! | es |
Hernández,Miguel | <XXI | Elegía_Primera | Atraviesa la muerte con herrumbrosas lanzas,
y en traje de cañón, las parameras
donde cultiva el hombre raíces y esperanzas,
y llueve sal, y esparce calaveras.
Verdura de las eras,
¿qué tiempo prevalece la alegría?
El sol pudre la sangre, la cubre de asechanzas
y hace brotar la sombra más sombría.
El dolor y su manto
vienen una vez más a nuestro encuentro.
Y una vez más al callejón del llanto
lluviosamente entro.
Siempre me veo dentro
de esta sombra de acíbar revocada,
amasado con ojos y bordones,
que un candil de agonía tiene puesto a la entrada
y un rabioso collar de corazones.
Llorar dentro de un pozo,
en la misma raíz desconsolada
del agua, del sollozo,
del corazón quisiera:
donde nadie me viera la voz ni la mirada,
ni restos de mis lágrimas me viera.
Entro despacio, se me cae la frente
despacio, el corazón se me desgarra
despacio, y despaciosa y negramente
vuelvo a llorar al pie de una guitarra.
Entre todos los muertos de elegía,
sin olvidar el eco de ninguno,
por haber resonado más en el alma mía,
la mano de mi llanto escoge uno.
Federico García
hasta ayer se llamó: polvo se llama.
Ayer tuvo un espacio bajo el día
que hoy el hoyo le da bajo la grama.
¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres!
Tu agitada alegría,
que agitaba columnas y alfileres,
de tus dientes arrancas y sacudes,
y ya te pones triste, y sólo quieres
ya el paraíso de los ataúdes.
Vestido de esqueleto,
durmiéndote de plomo,
de indiferencia armado y de respeto,
te veo entre tus cejas si me asomo.
Se ha llevado tu vida de palomo,
que ceñía de espuma
y de arrullos el cielo y las ventanas,
como un raudal de pluma
el viento que se lleva las semanas.
Primo de las manzanas,
no podrá con tu savia la carcoma,
no podrá con tu muerte la lengua del gusano,
y para dar salud fiera a su poma
elegirá tus huesos el manzano.
Cegado el manantial de tu saliva,
hijo de la paloma,
nieto del ruiseñor y de la oliva:
serás, mientras la tierra vaya y vuelva,
esposo siempre de la siempreviva,
estiércol padre de la madreselva.
¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla,
pero qué injustamente arrebatada!
No sabe andar despacio, y acuchilla
cuando menos se espera su turbia cuchillada.
Tú, el más firme edificio, destruido,
tú, el gavilán más alto, desplomado,
tú, el más grande rugido,
callado, y más callado, y más callado.
Caiga tu alegre sangre de granado,
como un derrumbamiento de martillos feroces,
sobre quien te detuvo mortalmente.
Salivazos y hoces
caigan sobre la mancha de su frente.
Muere un poeta y la creación se siente
herida y moribunda en las entrañas.
Un cósmico temblor de escalofríos
mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos.
Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
veo un bosque de ojos nunca enjutos,
avenidas de lágrimas y mantos:
y en torbellino de hojas y de vientos,
lutos tras otros lutos y otros lutos,
llantos tras otros llantos y otros llantos.
No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo,
que al calor de los besos
sentiste, entre dos largas hileras de puñales,
largo amor, muerte larga, fuego largo.
Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.
Pero el silencio puede más que tanto instrumento.
Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.
Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.
Verdura de las eras,
¿qué tiempo prevalece la alegría?
El sol pudre la sangre, la cubre de asechanzas
y hace brotar la sombra más sombría.
El dolor y su manto
vienen una vez más a nuestro encuentro.
Y una vez más al callejón del llanto
lluviosamente entro.
Siempre me veo dentro
de esta sombra de acíbar revocada,
amasado con ojos y bordones,
que un candil de agonía tiene puesto a la entrada
y un rabioso collar de corazones.
Llorar dentro de un pozo,
en la misma raíz desconsolada
del agua, del sollozo,
del corazón quisiera:
donde nadie me viera la voz ni la mirada,
ni restos de mis lágrimas me viera.
Entro despacio, se me cae la frente
despacio, el corazón se me desgarra
despacio, y despaciosa y negramente
vuelvo a llorar al pie de una guitarra.
Entre todos los muertos de elegía,
sin olvidar el eco de ninguno,
por haber resonado más en el alma mía,
la mano de mi llanto escoge uno.
Federico García
hasta ayer se llamó: polvo se llama.
Ayer tuvo un espacio bajo el día
que hoy el hoyo le da bajo la grama.
¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres!
Tu agitada alegría,
que agitaba columnas y alfileres,
de tus dientes arrancas y sacudes,
y ya te pones triste, y sólo quieres
ya el paraíso de los ataúdes.
Vestido de esqueleto,
durmiéndote de plomo,
de indiferencia armado y de respeto,
te veo entre tus cejas si me asomo.
Se ha llevado tu vida de palomo,
que ceñía de espuma
y de arrullos el cielo y las ventanas,
como un raudal de pluma
el viento que se lleva las semanas.
Primo de las manzanas,
no podrá con tu savia la carcoma,
no podrá con tu muerte la lengua del gusano,
y para dar salud fiera a su poma
elegirá tus huesos el manzano.
Cegado el manantial de tu saliva,
hijo de la paloma,
nieto del ruiseñor y de la oliva:
serás, mientras la tierra vaya y vuelva,
esposo siempre de la siempreviva,
estiércol padre de la madreselva.
¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla,
pero qué injustamente arrebatada!
No sabe andar despacio, y acuchilla
cuando menos se espera su turbia cuchillada.
Tú, el más firme edificio, destruido,
tú, el gavilán más alto, desplomado,
tú, el más grande rugido,
callado, y más callado, y más callado.
Caiga tu alegre sangre de granado,
como un derrumbamiento de martillos feroces,
sobre quien te detuvo mortalmente.
Salivazos y hoces
caigan sobre la mancha de su frente.
Muere un poeta y la creación se siente
herida y moribunda en las entrañas.
Un cósmico temblor de escalofríos
mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos.
Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
veo un bosque de ojos nunca enjutos,
avenidas de lágrimas y mantos:
y en torbellino de hojas y de vientos,
lutos tras otros lutos y otros lutos,
llantos tras otros llantos y otros llantos.
No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo,
que al calor de los besos
sentiste, entre dos largas hileras de puñales,
largo amor, muerte larga, fuego largo.
Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.
Pero el silencio puede más que tanto instrumento.
Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.
Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.
El dolor y su manto
vienen una vez más a nuestro encuentro.
Y una vez más al callejón del llanto
lluviosamente entro.
Siempre me veo dentro
de esta sombra de acíbar revocada,
amasado con ojos y bordones,
que un candil de agonía tiene puesto a la entrada
y un rabioso collar de corazones.
Llorar dentro de un pozo,
en la misma raíz desconsolada
del agua, del sollozo,
del corazón quisiera:
donde nadie me viera la voz ni la mirada,
ni restos de mis lágrimas me viera.
Entro despacio, se me cae la frente
despacio, el corazón se me desgarra
despacio, y despaciosa y negramente
vuelvo a llorar al pie de una guitarra.
Entre todos los muertos de elegía,
sin olvidar el eco de ninguno,
por haber resonado más en el alma mía,
la mano de mi llanto escoge uno.
Federico García
hasta ayer se llamó: polvo se llama.
Ayer tuvo un espacio bajo el día
que hoy el hoyo le da bajo la grama.
¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres!
Tu agitada alegría,
que agitaba columnas y alfileres,
de tus dientes arrancas y sacudes,
y ya te pones triste, y sólo quieres
ya el paraíso de los ataúdes.
Vestido de esqueleto,
durmiéndote de plomo,
de indiferencia armado y de respeto,
te veo entre tus cejas si me asomo.
Se ha llevado tu vida de palomo,
que ceñía de espuma
y de arrullos el cielo y las ventanas,
como un raudal de pluma
el viento que se lleva las semanas.
Primo de las manzanas,
no podrá con tu savia la carcoma,
no podrá con tu muerte la lengua del gusano,
y para dar salud fiera a su poma
elegirá tus huesos el manzano.
Cegado el manantial de tu saliva,
hijo de la paloma,
nieto del ruiseñor y de la oliva:
serás, mientras la tierra vaya y vuelva,
esposo siempre de la siempreviva,
estiércol padre de la madreselva.
¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla,
pero qué injustamente arrebatada!
No sabe andar despacio, y acuchilla
cuando menos se espera su turbia cuchillada.
Tú, el más firme edificio, destruido,
tú, el gavilán más alto, desplomado,
tú, el más grande rugido,
callado, y más callado, y más callado.
Caiga tu alegre sangre de granado,
como un derrumbamiento de martillos feroces,
sobre quien te detuvo mortalmente.
Salivazos y hoces
caigan sobre la mancha de su frente.
Muere un poeta y la creación se siente
herida y moribunda en las entrañas.
Un cósmico temblor de escalofríos
mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos.
Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
veo un bosque de ojos nunca enjutos,
avenidas de lágrimas y mantos:
y en torbellino de hojas y de vientos,
lutos tras otros lutos y otros lutos,
llantos tras otros llantos y otros llantos.
No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo,
que al calor de los besos
sentiste, entre dos largas hileras de puñales,
largo amor, muerte larga, fuego largo.
Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.
Pero el silencio puede más que tanto instrumento.
Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.
Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.
Siempre me veo dentro
de esta sombra de acíbar revocada,
amasado con ojos y bordones,
que un candil de agonía tiene puesto a la entrada
y un rabioso collar de corazones.
Llorar dentro de un pozo,
en la misma raíz desconsolada
del agua, del sollozo,
del corazón quisiera:
donde nadie me viera la voz ni la mirada,
ni restos de mis lágrimas me viera.
Entro despacio, se me cae la frente
despacio, el corazón se me desgarra
despacio, y despaciosa y negramente
vuelvo a llorar al pie de una guitarra.
Entre todos los muertos de elegía,
sin olvidar el eco de ninguno,
por haber resonado más en el alma mía,
la mano de mi llanto escoge uno.
Federico García
hasta ayer se llamó: polvo se llama.
Ayer tuvo un espacio bajo el día
que hoy el hoyo le da bajo la grama.
¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres!
Tu agitada alegría,
que agitaba columnas y alfileres,
de tus dientes arrancas y sacudes,
y ya te pones triste, y sólo quieres
ya el paraíso de los ataúdes.
Vestido de esqueleto,
durmiéndote de plomo,
de indiferencia armado y de respeto,
te veo entre tus cejas si me asomo.
Se ha llevado tu vida de palomo,
que ceñía de espuma
y de arrullos el cielo y las ventanas,
como un raudal de pluma
el viento que se lleva las semanas.
Primo de las manzanas,
no podrá con tu savia la carcoma,
no podrá con tu muerte la lengua del gusano,
y para dar salud fiera a su poma
elegirá tus huesos el manzano.
Cegado el manantial de tu saliva,
hijo de la paloma,
nieto del ruiseñor y de la oliva:
serás, mientras la tierra vaya y vuelva,
esposo siempre de la siempreviva,
estiércol padre de la madreselva.
¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla,
pero qué injustamente arrebatada!
No sabe andar despacio, y acuchilla
cuando menos se espera su turbia cuchillada.
Tú, el más firme edificio, destruido,
tú, el gavilán más alto, desplomado,
tú, el más grande rugido,
callado, y más callado, y más callado.
Caiga tu alegre sangre de granado,
como un derrumbamiento de martillos feroces,
sobre quien te detuvo mortalmente.
Salivazos y hoces
caigan sobre la mancha de su frente.
Muere un poeta y la creación se siente
herida y moribunda en las entrañas.
Un cósmico temblor de escalofríos
mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos.
Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
veo un bosque de ojos nunca enjutos,
avenidas de lágrimas y mantos:
y en torbellino de hojas y de vientos,
lutos tras otros lutos y otros lutos,
llantos tras otros llantos y otros llantos.
No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo,
que al calor de los besos
sentiste, entre dos largas hileras de puñales,
largo amor, muerte larga, fuego largo.
Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.
Pero el silencio puede más que tanto instrumento.
Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.
Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.
Llorar dentro de un pozo,
en la misma raíz desconsolada
del agua, del sollozo,
del corazón quisiera:
donde nadie me viera la voz ni la mirada,
ni restos de mis lágrimas me viera.
Entro despacio, se me cae la frente
despacio, el corazón se me desgarra
despacio, y despaciosa y negramente
vuelvo a llorar al pie de una guitarra.
Entre todos los muertos de elegía,
sin olvidar el eco de ninguno,
por haber resonado más en el alma mía,
la mano de mi llanto escoge uno.
Federico García
hasta ayer se llamó: polvo se llama.
Ayer tuvo un espacio bajo el día
que hoy el hoyo le da bajo la grama.
¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres!
Tu agitada alegría,
que agitaba columnas y alfileres,
de tus dientes arrancas y sacudes,
y ya te pones triste, y sólo quieres
ya el paraíso de los ataúdes.
Vestido de esqueleto,
durmiéndote de plomo,
de indiferencia armado y de respeto,
te veo entre tus cejas si me asomo.
Se ha llevado tu vida de palomo,
que ceñía de espuma
y de arrullos el cielo y las ventanas,
como un raudal de pluma
el viento que se lleva las semanas.
Primo de las manzanas,
no podrá con tu savia la carcoma,
no podrá con tu muerte la lengua del gusano,
y para dar salud fiera a su poma
elegirá tus huesos el manzano.
Cegado el manantial de tu saliva,
hijo de la paloma,
nieto del ruiseñor y de la oliva:
serás, mientras la tierra vaya y vuelva,
esposo siempre de la siempreviva,
estiércol padre de la madreselva.
¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla,
pero qué injustamente arrebatada!
No sabe andar despacio, y acuchilla
cuando menos se espera su turbia cuchillada.
Tú, el más firme edificio, destruido,
tú, el gavilán más alto, desplomado,
tú, el más grande rugido,
callado, y más callado, y más callado.
Caiga tu alegre sangre de granado,
como un derrumbamiento de martillos feroces,
sobre quien te detuvo mortalmente.
Salivazos y hoces
caigan sobre la mancha de su frente.
Muere un poeta y la creación se siente
herida y moribunda en las entrañas.
Un cósmico temblor de escalofríos
mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos.
Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
veo un bosque de ojos nunca enjutos,
avenidas de lágrimas y mantos:
y en torbellino de hojas y de vientos,
lutos tras otros lutos y otros lutos,
llantos tras otros llantos y otros llantos.
No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo,
que al calor de los besos
sentiste, entre dos largas hileras de puñales,
largo amor, muerte larga, fuego largo.
Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.
Pero el silencio puede más que tanto instrumento.
Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.
Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.
Entro despacio, se me cae la frente
despacio, el corazón se me desgarra
despacio, y despaciosa y negramente
vuelvo a llorar al pie de una guitarra.
Entre todos los muertos de elegía,
sin olvidar el eco de ninguno,
por haber resonado más en el alma mía,
la mano de mi llanto escoge uno.
Federico García
hasta ayer se llamó: polvo se llama.
Ayer tuvo un espacio bajo el día
que hoy el hoyo le da bajo la grama.
¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres!
Tu agitada alegría,
que agitaba columnas y alfileres,
de tus dientes arrancas y sacudes,
y ya te pones triste, y sólo quieres
ya el paraíso de los ataúdes.
Vestido de esqueleto,
durmiéndote de plomo,
de indiferencia armado y de respeto,
te veo entre tus cejas si me asomo.
Se ha llevado tu vida de palomo,
que ceñía de espuma
y de arrullos el cielo y las ventanas,
como un raudal de pluma
el viento que se lleva las semanas.
Primo de las manzanas,
no podrá con tu savia la carcoma,
no podrá con tu muerte la lengua del gusano,
y para dar salud fiera a su poma
elegirá tus huesos el manzano.
Cegado el manantial de tu saliva,
hijo de la paloma,
nieto del ruiseñor y de la oliva:
serás, mientras la tierra vaya y vuelva,
esposo siempre de la siempreviva,
estiércol padre de la madreselva.
¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla,
pero qué injustamente arrebatada!
No sabe andar despacio, y acuchilla
cuando menos se espera su turbia cuchillada.
Tú, el más firme edificio, destruido,
tú, el gavilán más alto, desplomado,
tú, el más grande rugido,
callado, y más callado, y más callado.
Caiga tu alegre sangre de granado,
como un derrumbamiento de martillos feroces,
sobre quien te detuvo mortalmente.
Salivazos y hoces
caigan sobre la mancha de su frente.
Muere un poeta y la creación se siente
herida y moribunda en las entrañas.
Un cósmico temblor de escalofríos
mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos.
Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
veo un bosque de ojos nunca enjutos,
avenidas de lágrimas y mantos:
y en torbellino de hojas y de vientos,
lutos tras otros lutos y otros lutos,
llantos tras otros llantos y otros llantos.
No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo,
que al calor de los besos
sentiste, entre dos largas hileras de puñales,
largo amor, muerte larga, fuego largo.
Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.
Pero el silencio puede más que tanto instrumento.
Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.
Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.
Entre todos los muertos de elegía,
sin olvidar el eco de ninguno,
por haber resonado más en el alma mía,
la mano de mi llanto escoge uno.
Federico García
hasta ayer se llamó: polvo se llama.
Ayer tuvo un espacio bajo el día
que hoy el hoyo le da bajo la grama.
¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres!
Tu agitada alegría,
que agitaba columnas y alfileres,
de tus dientes arrancas y sacudes,
y ya te pones triste, y sólo quieres
ya el paraíso de los ataúdes.
Vestido de esqueleto,
durmiéndote de plomo,
de indiferencia armado y de respeto,
te veo entre tus cejas si me asomo.
Se ha llevado tu vida de palomo,
que ceñía de espuma
y de arrullos el cielo y las ventanas,
como un raudal de pluma
el viento que se lleva las semanas.
Primo de las manzanas,
no podrá con tu savia la carcoma,
no podrá con tu muerte la lengua del gusano,
y para dar salud fiera a su poma
elegirá tus huesos el manzano.
Cegado el manantial de tu saliva,
hijo de la paloma,
nieto del ruiseñor y de la oliva:
serás, mientras la tierra vaya y vuelva,
esposo siempre de la siempreviva,
estiércol padre de la madreselva.
¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla,
pero qué injustamente arrebatada!
No sabe andar despacio, y acuchilla
cuando menos se espera su turbia cuchillada.
Tú, el más firme edificio, destruido,
tú, el gavilán más alto, desplomado,
tú, el más grande rugido,
callado, y más callado, y más callado.
Caiga tu alegre sangre de granado,
como un derrumbamiento de martillos feroces,
sobre quien te detuvo mortalmente.
Salivazos y hoces
caigan sobre la mancha de su frente.
Muere un poeta y la creación se siente
herida y moribunda en las entrañas.
Un cósmico temblor de escalofríos
mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos.
Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
veo un bosque de ojos nunca enjutos,
avenidas de lágrimas y mantos:
y en torbellino de hojas y de vientos,
lutos tras otros lutos y otros lutos,
llantos tras otros llantos y otros llantos.
No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo,
que al calor de los besos
sentiste, entre dos largas hileras de puñales,
largo amor, muerte larga, fuego largo.
Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.
Pero el silencio puede más que tanto instrumento.
Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.
Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.
Federico García
hasta ayer se llamó: polvo se llama.
Ayer tuvo un espacio bajo el día
que hoy el hoyo le da bajo la grama.
¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres!
Tu agitada alegría,
que agitaba columnas y alfileres,
de tus dientes arrancas y sacudes,
y ya te pones triste, y sólo quieres
ya el paraíso de los ataúdes.
Vestido de esqueleto,
durmiéndote de plomo,
de indiferencia armado y de respeto,
te veo entre tus cejas si me asomo.
Se ha llevado tu vida de palomo,
que ceñía de espuma
y de arrullos el cielo y las ventanas,
como un raudal de pluma
el viento que se lleva las semanas.
Primo de las manzanas,
no podrá con tu savia la carcoma,
no podrá con tu muerte la lengua del gusano,
y para dar salud fiera a su poma
elegirá tus huesos el manzano.
Cegado el manantial de tu saliva,
hijo de la paloma,
nieto del ruiseñor y de la oliva:
serás, mientras la tierra vaya y vuelva,
esposo siempre de la siempreviva,
estiércol padre de la madreselva.
¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla,
pero qué injustamente arrebatada!
No sabe andar despacio, y acuchilla
cuando menos se espera su turbia cuchillada.
Tú, el más firme edificio, destruido,
tú, el gavilán más alto, desplomado,
tú, el más grande rugido,
callado, y más callado, y más callado.
Caiga tu alegre sangre de granado,
como un derrumbamiento de martillos feroces,
sobre quien te detuvo mortalmente.
Salivazos y hoces
caigan sobre la mancha de su frente.
Muere un poeta y la creación se siente
herida y moribunda en las entrañas.
Un cósmico temblor de escalofríos
mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos.
Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
veo un bosque de ojos nunca enjutos,
avenidas de lágrimas y mantos:
y en torbellino de hojas y de vientos,
lutos tras otros lutos y otros lutos,
llantos tras otros llantos y otros llantos.
No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo,
que al calor de los besos
sentiste, entre dos largas hileras de puñales,
largo amor, muerte larga, fuego largo.
Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.
Pero el silencio puede más que tanto instrumento.
Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.
Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.
¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres!
Tu agitada alegría,
que agitaba columnas y alfileres,
de tus dientes arrancas y sacudes,
y ya te pones triste, y sólo quieres
ya el paraíso de los ataúdes.
Vestido de esqueleto,
durmiéndote de plomo,
de indiferencia armado y de respeto,
te veo entre tus cejas si me asomo.
Se ha llevado tu vida de palomo,
que ceñía de espuma
y de arrullos el cielo y las ventanas,
como un raudal de pluma
el viento que se lleva las semanas.
Primo de las manzanas,
no podrá con tu savia la carcoma,
no podrá con tu muerte la lengua del gusano,
y para dar salud fiera a su poma
elegirá tus huesos el manzano.
Cegado el manantial de tu saliva,
hijo de la paloma,
nieto del ruiseñor y de la oliva:
serás, mientras la tierra vaya y vuelva,
esposo siempre de la siempreviva,
estiércol padre de la madreselva.
¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla,
pero qué injustamente arrebatada!
No sabe andar despacio, y acuchilla
cuando menos se espera su turbia cuchillada.
Tú, el más firme edificio, destruido,
tú, el gavilán más alto, desplomado,
tú, el más grande rugido,
callado, y más callado, y más callado.
Caiga tu alegre sangre de granado,
como un derrumbamiento de martillos feroces,
sobre quien te detuvo mortalmente.
Salivazos y hoces
caigan sobre la mancha de su frente.
Muere un poeta y la creación se siente
herida y moribunda en las entrañas.
Un cósmico temblor de escalofríos
mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos.
Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
veo un bosque de ojos nunca enjutos,
avenidas de lágrimas y mantos:
y en torbellino de hojas y de vientos,
lutos tras otros lutos y otros lutos,
llantos tras otros llantos y otros llantos.
No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo,
que al calor de los besos
sentiste, entre dos largas hileras de puñales,
largo amor, muerte larga, fuego largo.
Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.
Pero el silencio puede más que tanto instrumento.
Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.
Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.
Vestido de esqueleto,
durmiéndote de plomo,
de indiferencia armado y de respeto,
te veo entre tus cejas si me asomo.
Se ha llevado tu vida de palomo,
que ceñía de espuma
y de arrullos el cielo y las ventanas,
como un raudal de pluma
el viento que se lleva las semanas.
Primo de las manzanas,
no podrá con tu savia la carcoma,
no podrá con tu muerte la lengua del gusano,
y para dar salud fiera a su poma
elegirá tus huesos el manzano.
Cegado el manantial de tu saliva,
hijo de la paloma,
nieto del ruiseñor y de la oliva:
serás, mientras la tierra vaya y vuelva,
esposo siempre de la siempreviva,
estiércol padre de la madreselva.
¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla,
pero qué injustamente arrebatada!
No sabe andar despacio, y acuchilla
cuando menos se espera su turbia cuchillada.
Tú, el más firme edificio, destruido,
tú, el gavilán más alto, desplomado,
tú, el más grande rugido,
callado, y más callado, y más callado.
Caiga tu alegre sangre de granado,
como un derrumbamiento de martillos feroces,
sobre quien te detuvo mortalmente.
Salivazos y hoces
caigan sobre la mancha de su frente.
Muere un poeta y la creación se siente
herida y moribunda en las entrañas.
Un cósmico temblor de escalofríos
mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos.
Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
veo un bosque de ojos nunca enjutos,
avenidas de lágrimas y mantos:
y en torbellino de hojas y de vientos,
lutos tras otros lutos y otros lutos,
llantos tras otros llantos y otros llantos.
No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo,
que al calor de los besos
sentiste, entre dos largas hileras de puñales,
largo amor, muerte larga, fuego largo.
Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.
Pero el silencio puede más que tanto instrumento.
Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.
Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.
Se ha llevado tu vida de palomo,
que ceñía de espuma
y de arrullos el cielo y las ventanas,
como un raudal de pluma
el viento que se lleva las semanas.
Primo de las manzanas,
no podrá con tu savia la carcoma,
no podrá con tu muerte la lengua del gusano,
y para dar salud fiera a su poma
elegirá tus huesos el manzano.
Cegado el manantial de tu saliva,
hijo de la paloma,
nieto del ruiseñor y de la oliva:
serás, mientras la tierra vaya y vuelva,
esposo siempre de la siempreviva,
estiércol padre de la madreselva.
¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla,
pero qué injustamente arrebatada!
No sabe andar despacio, y acuchilla
cuando menos se espera su turbia cuchillada.
Tú, el más firme edificio, destruido,
tú, el gavilán más alto, desplomado,
tú, el más grande rugido,
callado, y más callado, y más callado.
Caiga tu alegre sangre de granado,
como un derrumbamiento de martillos feroces,
sobre quien te detuvo mortalmente.
Salivazos y hoces
caigan sobre la mancha de su frente.
Muere un poeta y la creación se siente
herida y moribunda en las entrañas.
Un cósmico temblor de escalofríos
mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos.
Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
veo un bosque de ojos nunca enjutos,
avenidas de lágrimas y mantos:
y en torbellino de hojas y de vientos,
lutos tras otros lutos y otros lutos,
llantos tras otros llantos y otros llantos.
No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo,
que al calor de los besos
sentiste, entre dos largas hileras de puñales,
largo amor, muerte larga, fuego largo.
Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.
Pero el silencio puede más que tanto instrumento.
Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.
Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.
Primo de las manzanas,
no podrá con tu savia la carcoma,
no podrá con tu muerte la lengua del gusano,
y para dar salud fiera a su poma
elegirá tus huesos el manzano.
Cegado el manantial de tu saliva,
hijo de la paloma,
nieto del ruiseñor y de la oliva:
serás, mientras la tierra vaya y vuelva,
esposo siempre de la siempreviva,
estiércol padre de la madreselva.
¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla,
pero qué injustamente arrebatada!
No sabe andar despacio, y acuchilla
cuando menos se espera su turbia cuchillada.
Tú, el más firme edificio, destruido,
tú, el gavilán más alto, desplomado,
tú, el más grande rugido,
callado, y más callado, y más callado.
Caiga tu alegre sangre de granado,
como un derrumbamiento de martillos feroces,
sobre quien te detuvo mortalmente.
Salivazos y hoces
caigan sobre la mancha de su frente.
Muere un poeta y la creación se siente
herida y moribunda en las entrañas.
Un cósmico temblor de escalofríos
mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos.
Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
veo un bosque de ojos nunca enjutos,
avenidas de lágrimas y mantos:
y en torbellino de hojas y de vientos,
lutos tras otros lutos y otros lutos,
llantos tras otros llantos y otros llantos.
No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo,
que al calor de los besos
sentiste, entre dos largas hileras de puñales,
largo amor, muerte larga, fuego largo.
Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.
Pero el silencio puede más que tanto instrumento.
Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.
Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.
Cegado el manantial de tu saliva,
hijo de la paloma,
nieto del ruiseñor y de la oliva:
serás, mientras la tierra vaya y vuelva,
esposo siempre de la siempreviva,
estiércol padre de la madreselva.
¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla,
pero qué injustamente arrebatada!
No sabe andar despacio, y acuchilla
cuando menos se espera su turbia cuchillada.
Tú, el más firme edificio, destruido,
tú, el gavilán más alto, desplomado,
tú, el más grande rugido,
callado, y más callado, y más callado.
Caiga tu alegre sangre de granado,
como un derrumbamiento de martillos feroces,
sobre quien te detuvo mortalmente.
Salivazos y hoces
caigan sobre la mancha de su frente.
Muere un poeta y la creación se siente
herida y moribunda en las entrañas.
Un cósmico temblor de escalofríos
mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos.
Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
veo un bosque de ojos nunca enjutos,
avenidas de lágrimas y mantos:
y en torbellino de hojas y de vientos,
lutos tras otros lutos y otros lutos,
llantos tras otros llantos y otros llantos.
No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo,
que al calor de los besos
sentiste, entre dos largas hileras de puñales,
largo amor, muerte larga, fuego largo.
Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.
Pero el silencio puede más que tanto instrumento.
Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.
Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.
¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla,
pero qué injustamente arrebatada!
No sabe andar despacio, y acuchilla
cuando menos se espera su turbia cuchillada.
Tú, el más firme edificio, destruido,
tú, el gavilán más alto, desplomado,
tú, el más grande rugido,
callado, y más callado, y más callado.
Caiga tu alegre sangre de granado,
como un derrumbamiento de martillos feroces,
sobre quien te detuvo mortalmente.
Salivazos y hoces
caigan sobre la mancha de su frente.
Muere un poeta y la creación se siente
herida y moribunda en las entrañas.
Un cósmico temblor de escalofríos
mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos.
Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
veo un bosque de ojos nunca enjutos,
avenidas de lágrimas y mantos:
y en torbellino de hojas y de vientos,
lutos tras otros lutos y otros lutos,
llantos tras otros llantos y otros llantos.
No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo,
que al calor de los besos
sentiste, entre dos largas hileras de puñales,
largo amor, muerte larga, fuego largo.
Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.
Pero el silencio puede más que tanto instrumento.
Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.
Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.
Tú, el más firme edificio, destruido,
tú, el gavilán más alto, desplomado,
tú, el más grande rugido,
callado, y más callado, y más callado.
Caiga tu alegre sangre de granado,
como un derrumbamiento de martillos feroces,
sobre quien te detuvo mortalmente.
Salivazos y hoces
caigan sobre la mancha de su frente.
Muere un poeta y la creación se siente
herida y moribunda en las entrañas.
Un cósmico temblor de escalofríos
mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos.
Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
veo un bosque de ojos nunca enjutos,
avenidas de lágrimas y mantos:
y en torbellino de hojas y de vientos,
lutos tras otros lutos y otros lutos,
llantos tras otros llantos y otros llantos.
No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo,
que al calor de los besos
sentiste, entre dos largas hileras de puñales,
largo amor, muerte larga, fuego largo.
Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.
Pero el silencio puede más que tanto instrumento.
Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.
Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.
Caiga tu alegre sangre de granado,
como un derrumbamiento de martillos feroces,
sobre quien te detuvo mortalmente.
Salivazos y hoces
caigan sobre la mancha de su frente.
Muere un poeta y la creación se siente
herida y moribunda en las entrañas.
Un cósmico temblor de escalofríos
mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos.
Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
veo un bosque de ojos nunca enjutos,
avenidas de lágrimas y mantos:
y en torbellino de hojas y de vientos,
lutos tras otros lutos y otros lutos,
llantos tras otros llantos y otros llantos.
No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo,
que al calor de los besos
sentiste, entre dos largas hileras de puñales,
largo amor, muerte larga, fuego largo.
Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.
Pero el silencio puede más que tanto instrumento.
Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.
Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.
Muere un poeta y la creación se siente
herida y moribunda en las entrañas.
Un cósmico temblor de escalofríos
mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos.
Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
veo un bosque de ojos nunca enjutos,
avenidas de lágrimas y mantos:
y en torbellino de hojas y de vientos,
lutos tras otros lutos y otros lutos,
llantos tras otros llantos y otros llantos.
No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo,
que al calor de los besos
sentiste, entre dos largas hileras de puñales,
largo amor, muerte larga, fuego largo.
Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.
Pero el silencio puede más que tanto instrumento.
Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.
Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.
Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
veo un bosque de ojos nunca enjutos,
avenidas de lágrimas y mantos:
y en torbellino de hojas y de vientos,
lutos tras otros lutos y otros lutos,
llantos tras otros llantos y otros llantos.
No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo,
que al calor de los besos
sentiste, entre dos largas hileras de puñales,
largo amor, muerte larga, fuego largo.
Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.
Pero el silencio puede más que tanto instrumento.
Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.
Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.
No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo,
que al calor de los besos
sentiste, entre dos largas hileras de puñales,
largo amor, muerte larga, fuego largo.
Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.
Pero el silencio puede más que tanto instrumento.
Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.
Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.
Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.
Pero el silencio puede más que tanto instrumento.
Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.
Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.
Pero el silencio puede más que tanto instrumento.
Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.
Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.
Silencioso, desierto, polvoriento
en la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.
Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.
Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.
Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria. | es |
Girondo,Oliverio | <XXI | Todos_Los_Intermedios_Pudresienes_De_Espera_De_Esqueleto_De_Lluvia_Sin_Persona | Todos los intermedios pudresienes de espera de esqueleto de lluvia sin persona
cuando no neutros lapsus micropulpos engendros del sotedio
pueden antes que cóncavos ausentes en seminal yacencia
ser otros flujos ácidos del diurno sueño insomne
otros sorbos de páramo
tan viles vivas bilis de nonadas carcomas diametrales
aunque el sabor no cambie
y Ofelia pura costa sea un pescado reflejo de rocío de esclerosada túnica sin lastre
un fósil loto amóvil entre remansos muslos puros juncos de espasmo
un maxilar de luna sobre un canto rodado
tierno espectro fluctuante del novilunio arcaico dromedario
lejos ya de su neuro dubitabundo exnovio psiquisauce
aunque el sabor no cambie
y cualquier lacio cuajo invista nuevos huecos ante los ídem lodos expartos bostezantes
peste con veste huéspedes del macrobarro grávido de muerte
y hueros logros de horas lagrimales
aunque el sabor no cambie
y el menos yo del uno en el total por nada
beato saldo de excoito amodorrado malentetando el asco
explore los estratos de su ámbito si sino
cada vez menos cráter
aunque el sabor no cambie
cada vez más burbúja de algánima no náyade
más amplio menos tránsfuga
tras sus estancas sienes de mercurio
o en las finales radas de lo obsceno de marismas de pelvis bajo el agua
con su no llanto arena y sus mínimas muertes navegables
aunque el sabor no cambie
y sólo erecto espeso mascaduda insaciado en progresiva resta
ante el incierto ubicuo muy quizás equis deífico se malciña la angustia interrogante
aunque el sabor no cambie | es |
Fercey,Cristina_De | XXI | Soñé,_Con_Tus_Besos | Soñé, con tus besos,
tus labios tan puros,
mis labios besando.
Sentí junto al mío,
el calor de tu cuerpo.
Besé tus cabellos,
tus ojos, tu cuello.
Me embargó la dicha
el calor de tu aliento.
Estreché en mis brazos
de madre que adora,
tu cuerpo, en delirio
¡Con celos de loba!
Te besaba tanto... ¡Tanto!
que cansado,
te estreché rendido
en mis brazos, amado...
¿Cuánto tiempo fuiste,
niño en mi regazo?
¿Bien junto a mi pecho,
durmiendo en mis brazos?...
La luz de la aurora
se infiltró en mi lecho.
Vi mis brazos fríos,
cerrados, vacíos...
como en un delirio...
...¡Apretar mi pecho!... | es |
Morales,Rafael | <XXI | Todo_Cayó._Sobre_La_Piel_Templada | Todo cayó. Sobre la piel templada,
frío celeste se cuajó amarillo,
la vida se apagó. La madrugada
flota en los ojos, sin color, sin brillo.
Para alta rama que se eleva pura
iba la frente en tierno movimiento,
ansia de vida, chorro de ternura...:
tesoro fue del inclemente viento.
Apenas si las manos..., si la boca...,
apenas si los ojos..., la mirada...
Todo, Señor, nacía, y ya es la roca,
es la roca, Señor, la tierra helada.
¿Por qué fue desterrada la azucena,
por qué la alondra se quedó sin vuelo,
por qué el aire de mayo se hizo pena
bajo la dura soledad del cielo? | es |
Flórez,Julio | <XXI | Toma_Mi_Cuerpo,_Madre,_Te_Lo_Entrego | Toma mi cuerpo, madre, te lo entrego
ensangrentado... como me lo diste;
sólo que a ti va ahora mudo y ciego,
menos lloroso... sí... pero más triste.
Gracias. madre; fue hermoso, tuvo suerte,
el mejor vino y el amor más loco
gozó en la lucha pero poco a poco
lo echó el Asco en los brazos de la muerte.
Dale un gran beso de perdón; no llores,
no vayas a llorar; agradecida
pronto lo estrechará la madre Tierra.
¡Tú y ella, mis dos madres, mis amores!
¡Alégrate: la vida, la gran vida
comienza en toda tumba que se cierra! | es |
López,Luis_Carlos | <XXI | De_Perfil | Cutis garapiñado,
nariz curva de anzuelo,
y del gorro, que porta a medio lado,
surge la hirsuta rebelión del pelo.
La brusca pincelada
de la ceja, enfocando la azogada
mirada socarrona, una mirada
de bebedor de whiskey.
Es una coma
y un signo musical, bajo un violento
golpe de luz, la oreja.
Y la cachimba vieja,
la panza gris de la cachimba asoma
por un bigote ahumado y soñoliento.
whiskey | es |
Vega,Lope_Félix_de | <XXI | Canta_Amarilis,_Y_Su_Voz_Levanta | Canta Amarilis, y su voz levanta
mi alma desde el orbe de la luna
a las inteligencias, que ninguna
la suya imita con dulzura tanta.
De su número luego me trasplanta
a la unidad, que por sí misma es una,
y cual si fuera de su coro alguna,
alaba su grandeza cuando canta.
Apártame del mundo tal distancia,
que el pensamiento en su Hacedor termina,
mano, destreza, voz y consonancia.
Y es argumento que su voz divina
algo tiene de angélica sustancia,
pues a contemplación tan alta inclina.
De su número luego me trasplanta
a la unidad, que por sí misma es una,
y cual si fuera de su coro alguna,
alaba su grandeza cuando canta.
Apártame del mundo tal distancia,
que el pensamiento en su Hacedor termina,
mano, destreza, voz y consonancia.
Y es argumento que su voz divina
algo tiene de angélica sustancia,
pues a contemplación tan alta inclina.
Apártame del mundo tal distancia,
que el pensamiento en su Hacedor termina,
mano, destreza, voz y consonancia.
Y es argumento que su voz divina
algo tiene de angélica sustancia,
pues a contemplación tan alta inclina.
Y es argumento que su voz divina
algo tiene de angélica sustancia,
pues a contemplación tan alta inclina. | es |
Champourcín,Ernestina_de | <XXI | Goce_Íntimo_Y_Quedo_En_Que_El_Alma_Se_Admira | Goce íntimo y quedo en que el alma se admira
de su propia belleza:
minuto de egoísmo eterno como el mundo,
divina complacencia
de todo lo creado
al contemplarse mudo
en la múltiple esfera del corazón humano.
Delirante alegría
de palpar la consciencia que hace cierta la vida.
¡Silencioso placer de escucharse sin miedo
y arrancar a la nada nuestros propios secretos,
mientras huye la tierra, bulliciosa y maldita! | es |
Aridjis,Homero | <XXI | La_Casa_Sin_Puerta | La casa sin puerta. La ventana sin vidrios. El tejado con las tejas rotas. La jaula con los alambres torcidos y sin pájaro. La vaca
en el lodo. El perro echado, lleno de moscas. El tapete roído. El barril de pulque desfondado. El gallo sin cresta. La carretilla sin
ruedas, recargada en la pared. Un hombre flaco, barbón, con el pantalón parchado, los zapatos sin calcetines, bebe de un jarro
agujerado. Dos rancheros bajo un árbol, con los sombreros sobre la frente, empuñan sus machetes.
Kilómetros y kilómetros de llano, de nadie, de cactos y de polvo. | es |
Arciniegas,Ismael_Enrique | <XXI | Selva_Tropical | ¡Alta selva, morada de la sombra!
Cual se solaza el alma en tu frescura,
Sobre tu muelle alfombra,
Bajo tu dombo inmenso de verdura.
En ti el génesis late, en ti se agita
La savia creadora;
Eres arpa salvaje, vibradora,
Donde la vida universal palpita.
Los árboles, pilastra de tu arcada,
Se retuercen leprosos,
En la inmensa hondonada;
Y muestran vigorosos
Sus blancas barbas, que remece el viento,
Cual guerreros pendones
De gigantes en ancho campamento.
Y el río entre los antros pavorosos
Donde ruedan las aguas turbulentas,
Al chocar en los altos pedrejones
Salta en recios turbiones,
Y ruge cual si fuera las Tormentas
Cabalgando en los negros Aquilones.
En la orilla, debajo de las frondas,
Se ve el plumaje de las garzas blancas
Y allá, del pasto entre las verdes ondas,
Los toros muestran sus lucientes ancas.
En la cálida hora del bochorno;
Abrasa el sol y enerva;
Se inclina mustia la naciente yerba,
Y arroja el suelo un hábito de horno.
Se ven del tigre en el fangal las marcas;
Y en la vaga penumbra, entre las quiebras,
Junto a las negras charcas
Yacen aletargadas las culebras.
Trasciende el aura a vírgenes efluvios;
El humo de la roza, azul y blanco
Sube de la montaña por el flanco,
Y alzan las cañas sus airones rubios,
Del sol de los fulgores,
Como penachos de indios vencedores;
Y traen a la vega, bulliciosos,
Los vientos tropicales,
El ruido de los plátanos hojosos
Y el lejano rumor de los maizales.
Y en la playa desierta,
Sobre la seca arena, perezosos,
Cual negros troncos, con la jeta abierta,
Descansan los caimanes escamosos.
En la cercana loma,
En un recodo del camino, asoma
Feliz pareja de labriegos.
Ella,
Núbil, fornida y bella,
De ojos negros y ardientes, y de roja
Boca virgínea, y de apretado seno
Que forma curva en la camisa floja;
Y él, atlético y lleno
De juventud y vida, musculoso,
Con muñecas de recia contextura,
Hechas como muñecas de coloso
De alguna raza extraña,
Para domar el potro en la llanura,
Para tumbar el roble en la montaña.
Y la feliz pareja al fin se pierde,
Entre la selva enmarañada y verde.
Pan jadea, de lúbricos ardores
Henchido el pecho, bajo el cielo urente
Y pasa un soplo sensual, ardiente,
Fecundando los nidos y las flores. | es |
Mutis,Álvaro | <XXI | Y_Ahora_Que_Sé_Que_Nunca_Visitaré_Estambul | Y ahora que sé que nunca visitaré Estambul,
me entero que me esperan en la calle de Shidah Kardessi,
en el cuarto que está encima de la tienda del oculista.
Un golpe de aguas contra las piedras de la fortaleza,
me llamará cada día y cada noche
hasta cuando todo haya terminado.
Me llamará sin otra esperanza
que la del azar agridulce
que tira de los hilos neciamente
sin atenter la música
ni seguir el asunto en el libreto.
Entretanto, en la calle de Shidah Kardessi
tomo posesión de mis asuntos
mientras se extiende el tiempo
en ondas crecientes y sin pausa
desde el cuarto que está encima
de la tienda del oculista. | es |
Coronado,Carolina | <XXI | Improvisada_En_El_Liceo_De_Madrid | Del íntimo del alma agradecida
una voz exhalar sólo quisiera,
una voz tan profunda y tan sentida,
que cual yo me conmuevo, os conmoviera;
pero a bondad tan dulce sorprendida,
yo no puedo cantar por más que quiera;
y temblando y confusa en este instante
no encuentro ni una voz, ni un consonante. | es |
Jovellanos,Gaspar_Melchor | <XXI | Verdes_Campos,_Florida_Y_Ancha_Vega | Verdes campos, florida y ancha vega,
donde Bernesga próvido reparte
su onda cristalina; alegres prados,
antiguos y altos chopos, que su orilla
bordáis en torno, ¡ah, cuánto gozo, cuánto
a vuestra vista siente el alma mía!
¡Cuán alegres mis ojos se derraman
sobre tanta hermosura! ¡Cuán inquietos,
cruzando entre las plantas y las flores,
ya van, ya vienen por el verde soto
que al lejano horizonte dilatado
en su extensión y amenidad se pierde!
Ora siguen las ondas transparentes
del ancho río, que huye murmurando
por entre las sonoras piedrezuelas;
ora de presto impulso arrebatados
se lanzan por las bóvedas sombrías
que a lo largo del soto, entretejiendo
sus copas, forman los erguidos olmos,
y mientras van acá y allá vagando,
la dulce soledad y alto silencio
que reina aquí, y apenas interrumpen
el aire blando y las canoras aves,
de paz mi pecho y de alegría inundan.
¿Y hay quien de sí y vosotros olvidado
viva en afán o muera en el bullicio
de las altas ciudades? ¿Y hay quien, necio,
del arte las bellezas anteponga,
nunca de ti, oh Natura, bien copiadas,
a ti, su fuente y santo prototipo?
¡Oh ceguedad, oh loco devaneo,
oh míseros mortales! Suspirando
vais de contino tras la dicha, y mientras
seguís ilusos una sombra vana
os alejáis del centro que la esconde.
¡Ah! ¿dónde estás, dulcísimo Batilo,
que no la vienes a gozar conmigo
en esta soledad? Ven en su busca
do sin afán probemos de consuno
tan süaves delicias: corre, vuela,
y si la sed de más saber te inflama,
no creas que entre gritos y contiendas
la saciarás. ¡Cuitado!, no lo esperes,
que no escondió en las aulas rumorosas
sus mineros riquísimos Sofía.
Es más noble su esfera: el universo
es un código; estúdiale, sé sabio.
Entra primero en ti, contempla, indaga
la esencia de tu ser y alto destino.
Conócete a ti mismo, y de otros entes
sube al origen. Busca y examina
el orden general, admira el todo,
y al Señor en sus obras reverencia.
Estos cielos, cual bóveda tendidos
sobre el humilde globo, esa perenne
fuente de luz, que alumbra y vivifica
toda la creación, el numeroso
ejército de estrellas y luceros,
a un leve acento de su voz sembrados,
cual sutil polvo en la región etérea;
la luna en torno presidiendo augusta
de su alto carro a la callada noche;
esta vega, estos prados, este hojoso
pueblo de verdes árboles, que mueve
el céfiro con soplo regalado;
ésta, en fin, varia y majestuosa escena,
que de tu Dios la gloria solemniza,
a sí te llama y mi amistad alienta.
Ven, pues, Batilo, y a su santo nombre
juntos cantemos incesantes himnos
en esta soledad. Aquí un alcázar,
cuyo cimiento baña respetuoso
el río, y cuyas torres eminentes
a herir se atreven las sublimes nubes,
ofrece asilo a la virtud, que humilde
en él se oculta y vive respetada.
Huyendo un día del liviano mundo,
halló tranquilo, inalterable albergue
entre los hijos del patrón de España,
que adornados de blancas vestiduras
y la cruz roja en los ilustres pechos
llevando, aquí sus leyes reconocen,
y a Dios entonan santas alabanzas,
perenne incienso enviando hasta su trono.
¡Ah!, si no es dado a nuestra voz, Batilo,
turbar su trono con profano acento,
ven, y en silencio al Padre Omnipotente
humilde y pura adoración rindamos.
Después iremos a gozar, subidos
en el alto terrero, de la escena
noble y augusta que se ofrece en torno.
De allí verás el tortüoso giro
con que el Bernesga la atraviesa, y cómo,
su corriente por ella deslizando,
ora se pierde en la intrincada selva,
cual de su sombra y soledad ansioso,
ora en mil arroyuelos dividido,
isletas forma, cuyo breve margen
va de rocío y flores guarneciendo.
Después reúne su caudal, y cuando,
robadas ya las aguas del Torío,
baña orgulloso los lejanos valles,
súbito llega do sediento el Esla
sus claras ondas y su nombre traga.
Allí Naturaleza solemniza
tan rica unión, poblando todo el suelo
de verdor y frescura. Verás cómo
buscan después al Órbigo, que a ellos
corre medroso, huyendo de su puente,
del celebrado puente que algún día
tembló a los botes de la fuerte lanza
con que su paso el paladín de Asturias
de tantos caballeros catalanes,
franceses y lombardos defendiera.
Aún dura en la comarca la memoria
de tanta lid, y la cortante reja
descubre aún por los vecinos campos
pedazos de las picas y morriones,
petos, caparazones y corazas,
en los tremendos choques quebrantados.
Mas si el amor patriótico te inflama
y de otro tiempo los gloriosos timbres
te place recordar, sígueme, y juntos
observemos la cumbre venerable
de los montes de Europa, el ardua cumbre
do nunca pudo el vuelo victorioso
de las romanas águilas alzarse,
que si ambicioso, sin ganarla, quiso
dar al orbe la paz un día Octavio,
cuando triunfara de su humilde falda,
su paso ella detuvo, y, no rendida,
ella fijó los términos del mundo.
Ve allí también do un día se acogiera
del árabe acosado el pueblo ibero,
su cuello al yugo bárbaro negando.
¡Oh venerable antemural! ¡Oh tiempo
de horror y de tumulto! ¡Oh gran Pelayo!
¡Oh valientes astures! A vosotros
su gloria debe y libertad la patria.
A vosotros la debe, y sin el triunfo
de vuestro brazo, el valle, do fogosa
mi canto enciende la española musa,
fuera para un tirano berberisco
hoy por sus fuertes hijos cultivado,
y la dorada mies para sustento
de un pueblo esclavo y vil en él creciera.
De infamia tal salvola vuestro esfuerzo:
de vuestro brazo a los mortales golpes
cayó aterrado el fiero mauritano;
su sangre inundó el suelo, y con las aguas
del Bernesga mezclada, llevó al hondo
océano su afrenta y vuestra gloria.
Ven, pues, Batilo, ven, y tu morada
por este valle mágico trocando,
la vana ciencia, la ambición y el lujo
a los livianos pechos abandona,
y el tuyo, no, para ellos no nacido,
con tan gratas memorias alimenta. | es |
Paz,Octavio | <XXI | Niña | Entre la tarde que se obstina
y la noche que se acumula
hay la mirada de una niña.
Deja el cuaderno y la escritura
todo su ser dos ojos fijos.
En la pared la luz se anula.
¿Mira su fin o su principio?
Ella dirá que no ve nada.
Es transparente el infinito.
Nunca sabrá que lo miraba. | es |
Ruoppolo,Pablo | XXI | Ya_No_Corre_El_Agua_Por_La_Cascada_De_Tus_Ojos | Ya no corre el agua por la cascada de tus ojos,
Ya no se derrama el mar en tu sonrisa,
Ya la noche no duerme en tu pelo,
Ya al suspirar no desatas tu implacable brisa.
Ya no descansa soñando el universo en tu cuello,
Ya no habita cercano el horizonte en tu espalda,
Ya no se vara la alegre melancolía en tus senos,
Ya no despiertas con tu eterna voz al alba.
Ya no escribes la historia de mi vida con tus manos,
Ya no marcas la dolida Tierra con tus pies,
Ya no vela el secreto de la fruta en tu cintura.
Ya no te sostienes de banales metáforas de lo vano,
Ya no te yergues de frágiles castillos de miel,
Ahora que te conozco, descubro tu verdadera hermosura. | es |
Riechmann,Jorge | <XXI | 25 | De repente el olor de las mimosas
como una antorcha que respira o como
una ola inmemorial que besa
la desnudez expectante de la playa.
No es más que la puerta
que se abre, pero pone en movimiento
un aire donde cuaja
toda la dulzura de este precario otoño. | es |
Jiménez_Domínguez,Jesús | XXI | Sonata_Para_Dos_Cuerpos_Fugitivos | Pronto se borrará la vereda y vendrá el invierno
a inocularnos su soledad en un recodo de la nostalgia,
nos dejará en la piel una coraza de luna y de tomillo,
una mugre de flores que no podremos conjurar jamás.
Con los huesos de las ratas que más nos amaron
te haré para primavera un collar de lamentos,
oiremos llover un aguardiente que helará los girasoles
y, olvidados ya de las luciérnagas y de sus órbitas,
comulgaremos de un cuenco el excremento seco de las tórtolas;
arroz será o celeste semilla que nos salve de lo que somos:
príncipes abdicados del labio de dios con los ojos
robados para el museo eterno de las urracas. | es |
García_Lorca,Federico | <XXI | Su_Luna_De_Pergamino | Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene
por un anfibio sendero
de cristales y laureles.
El silencio sin estrellas,
huyendo del sonsonete,
cae donde el mar bate y canta
su noche llena de peces.
En los picos de la sierra
los carabineros duermen
guardando las blancas torres
donde viven los ingleses.
Y los gitanos del agua
levantan por distraerse,
glorietas de caracolas
y ramas de pino verde.
*
Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene.
Al verla se ha levantado
el viento que nunca duerme.
San Cristobalón desnudo,
lleno de lenguas celestes,
mira la niña tocando
una dulce gaita ausente.
Niña, deja que levante
tu vestido para verte.
Abre en mis dedos antiguos
la rosa azul de tu vientre.
*
Preciosa tira el pandero
y corre sin detenerse.
El viento-hombrón la persigue
con una espada caliente.
Frunce su rumor el mar.
Los olivos palidecen.
Cantan las flautas de umbría
y el liso gong de la nieve.
¡Preciosa, corre, Preciosa,
que te coge el viento verde!
¡Preciosa, corre, Preciosa!
¡Míralo por dónde viene!
Sátiro de estrellas bajas
con sus lenguas relucientes.
*
Preciosa, llena de miedo,
entra en la casa que tiene,
más arriba de los pinos,
el cónsul de los ingleses.
Asustados por los gritos
tres carabineros vienen,
sus negras capas ceñidas
y los gorros en las sienes.
El inglés da a la gitana
un vaso de tibia leche,
y una copa de ginebra
que Preciosa no se bebe.
Y mientras cuenta, llorando,
su aventura a aquella gente,
en las tejas de pizarra
el viento, furioso, muerde.
Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene.
Al verla se ha levantado
el viento que nunca duerme.
San Cristobalón desnudo,
lleno de lenguas celestes,
mira la niña tocando
una dulce gaita ausente.
Niña, deja que levante
tu vestido para verte.
Abre en mis dedos antiguos
la rosa azul de tu vientre.
*
Preciosa tira el pandero
y corre sin detenerse.
El viento-hombrón la persigue
con una espada caliente.
Frunce su rumor el mar.
Los olivos palidecen.
Cantan las flautas de umbría
y el liso gong de la nieve.
¡Preciosa, corre, Preciosa,
que te coge el viento verde!
¡Preciosa, corre, Preciosa!
¡Míralo por dónde viene!
Sátiro de estrellas bajas
con sus lenguas relucientes.
*
Preciosa, llena de miedo,
entra en la casa que tiene,
más arriba de los pinos,
el cónsul de los ingleses.
Asustados por los gritos
tres carabineros vienen,
sus negras capas ceñidas
y los gorros en las sienes.
El inglés da a la gitana
un vaso de tibia leche,
y una copa de ginebra
que Preciosa no se bebe.
Y mientras cuenta, llorando,
su aventura a aquella gente,
en las tejas de pizarra
el viento, furioso, muerde.
Niña, deja que levante
tu vestido para verte.
Abre en mis dedos antiguos
la rosa azul de tu vientre.
*
Preciosa tira el pandero
y corre sin detenerse.
El viento-hombrón la persigue
con una espada caliente.
Frunce su rumor el mar.
Los olivos palidecen.
Cantan las flautas de umbría
y el liso gong de la nieve.
¡Preciosa, corre, Preciosa,
que te coge el viento verde!
¡Preciosa, corre, Preciosa!
¡Míralo por dónde viene!
Sátiro de estrellas bajas
con sus lenguas relucientes.
*
Preciosa, llena de miedo,
entra en la casa que tiene,
más arriba de los pinos,
el cónsul de los ingleses.
Asustados por los gritos
tres carabineros vienen,
sus negras capas ceñidas
y los gorros en las sienes.
El inglés da a la gitana
un vaso de tibia leche,
y una copa de ginebra
que Preciosa no se bebe.
Y mientras cuenta, llorando,
su aventura a aquella gente,
en las tejas de pizarra
el viento, furioso, muerde.
Preciosa tira el pandero
y corre sin detenerse.
El viento-hombrón la persigue
con una espada caliente.
Frunce su rumor el mar.
Los olivos palidecen.
Cantan las flautas de umbría
y el liso gong de la nieve.
¡Preciosa, corre, Preciosa,
que te coge el viento verde!
¡Preciosa, corre, Preciosa!
¡Míralo por dónde viene!
Sátiro de estrellas bajas
con sus lenguas relucientes.
*
Preciosa, llena de miedo,
entra en la casa que tiene,
más arriba de los pinos,
el cónsul de los ingleses.
Asustados por los gritos
tres carabineros vienen,
sus negras capas ceñidas
y los gorros en las sienes.
El inglés da a la gitana
un vaso de tibia leche,
y una copa de ginebra
que Preciosa no se bebe.
Y mientras cuenta, llorando,
su aventura a aquella gente,
en las tejas de pizarra
el viento, furioso, muerde.
Frunce su rumor el mar.
Los olivos palidecen.
Cantan las flautas de umbría
y el liso gong de la nieve.
¡Preciosa, corre, Preciosa,
que te coge el viento verde!
¡Preciosa, corre, Preciosa!
¡Míralo por dónde viene!
Sátiro de estrellas bajas
con sus lenguas relucientes.
*
Preciosa, llena de miedo,
entra en la casa que tiene,
más arriba de los pinos,
el cónsul de los ingleses.
Asustados por los gritos
tres carabineros vienen,
sus negras capas ceñidas
y los gorros en las sienes.
El inglés da a la gitana
un vaso de tibia leche,
y una copa de ginebra
que Preciosa no se bebe.
Y mientras cuenta, llorando,
su aventura a aquella gente,
en las tejas de pizarra
el viento, furioso, muerde.
¡Preciosa, corre, Preciosa,
que te coge el viento verde!
¡Preciosa, corre, Preciosa!
¡Míralo por dónde viene!
Sátiro de estrellas bajas
con sus lenguas relucientes.
*
Preciosa, llena de miedo,
entra en la casa que tiene,
más arriba de los pinos,
el cónsul de los ingleses.
Asustados por los gritos
tres carabineros vienen,
sus negras capas ceñidas
y los gorros en las sienes.
El inglés da a la gitana
un vaso de tibia leche,
y una copa de ginebra
que Preciosa no se bebe.
Y mientras cuenta, llorando,
su aventura a aquella gente,
en las tejas de pizarra
el viento, furioso, muerde.
Preciosa, llena de miedo,
entra en la casa que tiene,
más arriba de los pinos,
el cónsul de los ingleses.
Asustados por los gritos
tres carabineros vienen,
sus negras capas ceñidas
y los gorros en las sienes.
El inglés da a la gitana
un vaso de tibia leche,
y una copa de ginebra
que Preciosa no se bebe.
Y mientras cuenta, llorando,
su aventura a aquella gente,
en las tejas de pizarra
el viento, furioso, muerde.
Asustados por los gritos
tres carabineros vienen,
sus negras capas ceñidas
y los gorros en las sienes.
El inglés da a la gitana
un vaso de tibia leche,
y una copa de ginebra
que Preciosa no se bebe.
Y mientras cuenta, llorando,
su aventura a aquella gente,
en las tejas de pizarra
el viento, furioso, muerde.
El inglés da a la gitana
un vaso de tibia leche,
y una copa de ginebra
que Preciosa no se bebe.
Y mientras cuenta, llorando,
su aventura a aquella gente,
en las tejas de pizarra
el viento, furioso, muerde.
Y mientras cuenta, llorando,
su aventura a aquella gente,
en las tejas de pizarra
el viento, furioso, muerde. | es |
Buesa,José_Ángel | <XXI | Únicamente_El_Río_Conoce_Tu_Secreto | Únicamente el río conoce tu secreto,
ese secreto tuyo que es el secreto mío.
El río es un hombre de corazón inquieto
pero el amor se aleja como el agua del río.
Únicamente el río nos vio por la vereda,
y el rumor de sus aguas era como un reproche.
Tu piel era más blanca bajo la magra seda,
como el deslumbramiento de la nieve en la noche.
No importa que huya el agua como un amor de un día;
mi amor, igual que el río, se quedará aunque huya.
Únicamente el río supo que fuiste mía,
para que mí alma fuera profundamente tuya.
El río es como un viaje para el sueño del hombre,
el hombre, es como el río, un gran dolor en viaje.
Únicamente el río te oyó decir mí nombre
cuando las hojas secas decoraron tu traje.
Sí. El río es como un hombre de corazón inquieto
que va encendiendo hogueras y se muere de frío.
Únicamente el río conoce tu secreto.
Únicamente el río. | es |
Bécquer,Gustavo_Adolfo | <XXI | Rima_Xlix | Alguna vez la encuentro por el mundo,
y pasa junto a mí;
y pasa sonriéndose, y yo digo:
—¿Cómo puede reír?
Luego asoma a mi labio otra sonrisa,
máscara del dolor,
y entonces pienso: —Acaso ella se ríe,
como me río yo. | es |
Flórez,Julio | <XXI | El_Bogotano | Correcto en el vestido; por su semblante
nunca pasa una sombra de duelo insano:
así va por las calles el bogotano,
siempre fino y alegre, siempre elegante.
Entre amigos y damas luce el chispeante
ingenio, que derrocha cortés y llano;
y como es un modelo de cortesano,
ama así... a la ligera: por ser galante.
Al hundirse en el lecho tras el quebranto
de una noche de danzas y de emociones,
se apodera de su alma cruel desencanto,
y mira, entristecido, por los rincones
del oscuro cerebro, vagar, en tanto,
deshojadas y mustias sus ilusiones. | es |
Fuertes,Gloria | <XXI | Hay_Quien_Dice_Que_Estoy_Como_Una_Cabra | Hay quien dice que estoy como una cabra,
lo dicen, lo repiten, ya lo creo,
pero soy una cabra muy extraña
que lleva una medalla y siete cuernos.
¡Cabra! En vez de mala leche yo soy llanto.
¡Cabra! Por lo más peligroso me paseo.
¡Cabra! Me llevo bien con alimañas todas.
¡Cabra! Escribo en los tebeos.
Vivo sola. Cabra sola
—que no quise cabrito en compañía—,
cuando subo a lo alto de ese valle
siempre encuentro un lirio de alegría.
Y vivo por mi cuenta, cabra sola,
que yo a ningún rebaño pertenezco.
Si sufrir es estar como una cabra,
entonces sí lo estoy, no dudar de ello. | es |
Ibarbourou,Juana_de | <XXI | Enigma | ¿De qué jugo negro, de qué zumo amargo,
De agua de qué pozo taciturno y largo
Se nutre mi alma, ácida y salobre
Cual vinos guardados en tazas de cobre?
¿Qué savias, ¡oh, dioses!, sorben sus raíces
Torcidas y grises
Cual ramas de higuera
Que no fué vemada por la primavera?
Cardo del hastío, que ha ungido la sombra
Con su aceite negro, y que nunca asombra
La luz con sus dagas, la secó la angustia
Como una corola que al fuego se amustia.
Y el polen de oro fué polen de cal.
Y la savia dulce fué sudor de sal.
Se estrujó en capullo, sus brotes sorbió,
Y ya nunca, nunca más fragancias dio.
Si un día florece de nuevo, ¿será
Otra vez un lirio, o acaso dará
Un cáliz extraño, negro, atormentado
Que lleve en sus hojas un dardo clavado?
¡Oh, Dios, ¿cuál será
La flor que mi alma salobre dará?¹ | es |
Gelman,Juan | <XXI | La_Forma | Alma que ahora pensás: decí por qué en amor la soledad es forma de la luz. | es |
García_Aleixandre,Fernando | XXI | Primer_Beso | Beso a los once años
beso que nunca se olvida
que diste una tarde, tal vez a escondidas
nervioso, con miedo, con prisas
beso de los once años
con el corazón por bandera
y el alma llena de vida.
Recuerda el corazón ese beso
que te llenaba la piel de alegría
la memoria también recuerda
y luchas por poder regresar a aquel día
pero otros besos te lo impiden
besos que ya no fueron dulces
que te arrancaron ilusiones
y te dieron tristezas aprendidas.
¿Recuerdas?, tu corazón aleteaba
mientras tus manos inquietas
pugnaban por otra piel
por una caricia soñada, prometida,
mientras tu inexperiencia todo era
y tu corazón latía y latía
tu corazón
aquel corazón de fiesta que tenías.
Tus labios vírgenes de otros
empujaban la niñez hacia fuera
y sin tu saberlo con ese beso entregabas
toda tu inocencia perdida,
mientras esperabas ver pasar la vida
sentado en la cima del mundo
cuando el mundo era un jardín,
cuando eran inacabables los días.
Ahora, cuando ya la montaña se achica
recuerdas aquel beso lejano
ese beso de hace ya tantos días
tantos, que ya ni siquiera cuentas,
pero en esas tardes de otoño
cuando tus ojos son barrera de lágrimas
y la soledad en tu hombro
se ríe y porfía
recuerdas aquel beso a los once
y tú, solo tú sabes ahora
Después de tanto tiempo pasado,
Dios
cuanto valía. | es |
Pardo_García,Germán | <XXI | Proximidad_De_La_Tierra | A ti, siempre hacia ti, tierra cercana.
A ti los movimientos de la vida
y la última sombra, detenida
un instante en la luz de la mañana.
Nunca diré: "la tierra está lejana";
pues, sólo al conversar de tu medida,
tu forma corporal tiembla escondida
en el calor de la palabra humana.
A ti camina el ser. Mas lo decimos
con la suprema angustia de encontrarte
para siempre en la paz que no apresuras,
porque la mostrarás en los racimos
perfectos del silencio, al ofrendarte
en la divinidad de tus criaturas. | es |
Aleixandre,Vicente | <XXI | Humana_Voz | Duele la cicatriz de la luz,
duele en el suelo la misma sombra de los dientes,
duele todo,
hasta el zapato triste que se lo llevó el río.
Duelen las plumas del gallo,
de tantos colores
que la frente no sabe qué postura tomar
ante el rojo cruel del poniente.
Duele el alma amarilla o una avellana lenta,
la que rodó mejilla abajo cuando estábamos dentro del agua
y las lágrimas no se sentían más que al tacto.
Duele la avispa fraudulenta
que a veces bajo la tetilla izquierda
imita un corazón o un latido,
amarilla como el azufre no tocado
o las manos del muerto a quien queríamos.
Duele la habitación como la caja del pecho,
donde las palomas blancas como sangre
pasan bajo la piel sin pararse en los labios
a hundirse en las entrañas con sus alas cerradas.
Duele el día, la noche,
duele el viento gemido,
duele la ira o espada seca,
aquello que se besa cuando es de noche.
Tristeza. Duele el candor, la ciencia,
el hierro, la cintura,
los límites y esos brazos abiertos, horizonte
como corona contra las sienes.
Duele el dolor. Te amo.
Duele, duele. Te amo.
Duele la tierra o uña,
espejo en que estas letras se reflejan. | es |
Gala,Antonio | <XXI | Agua_Me_Daban_A_Mí | Agua me daban a mí.
Me la bebí.
No se qué cosa sentí.
A orillas del mar amargo,
por el alba de Abril,
labios de arena y espuma,
agua me daban a mí.
La llama contra la llama,
el clavel sobre el jazmín,
al mediodía de Agosto
me la bebí.
En qué breñal se echaba
la tarde a malmorir.
Cuando se helaron las fuentes
no sé qué cosa sentí. | es |
Figueroa,Francisco_de | <XXI | Soneto_Iv | Deja, Fili, gozar un poco al prado
De su preciado honor, deja las flores
Esmaltadas de perlas, las colores
Vivas mostrar, que Flora hoy les ha dado.
Deja vivir en libre alegre estado
Las Ninfas de este valle y los pastores
Del monte sin envidia y sin ardores,
Y mira cual está Tirsi parado;
Que dispuesto a morir dice tendido
Sobre la yerba de aquel verde llano:
Ya ves el fin de tu deseo cumplido.
¡Ay por quien tantas lágrimas en vano
Tantos suspiros hasta aquí he esparcido,
Y ahora esparcirá sangre esta mano! | es |
Jiménez,Juan_Ramón | <XXI | No_Recordar_Nada... | No recordar nada...
Que me hunda la noche callada,
como una bandada
blanda y acabada.
(Que no quede nada...
Que pase la mujer amada
por una dejada
estancia soñada)
No desear nada...
Perderse en la idea sagrada,
como una dorada
sombra en la alborada. | es |
Montobbio,Santiago | <XXI | Para_La_Verdadera_Dignidad_La_Sociedad_No_Tiene_Asiento | Para la verdadera dignidad la sociedad no tiene asiento;
pero eso se comprueba luego, y así primero fueron
los inexistentes triunfos pequeños, el manso ruido
de la colaboración diaria, esperanzadoras señales todas
del inicio
de una tan gloriosa como inevitable carrera literaria que nacía
de un extraño entusiasmo por las cosas
y también de las mordidas
lagunas de la sombra. Y aunque nunca
entendiste esas cosas con exceso
estuviste cerca, silenciosa columna
fuiste del sigilo y para navegar
por esas aguas de tu corazón
día a día hiciste pan muy blanco.
Pero para tu escondido quehacer diario
al cabo de los años resulta muy poco
y muy pobre el contrapeso del regalo —aburrido
además de ocasional— de algunos libros,
como recalentados ya los dedicados versos
y aún menos tolerable te parece el valor
de unos pretendidamente dolorosos
insomnios a destiempo. Y así dichoso,
de verdad dichoso será el día
en que comprendas todo eso y te decidas
a dejar ya para siempre abandonado
a tan miserable y estúpido sujeto. | es |
Darío,Rubén | <XXI | La_Estéril_Gran_Señora_Desespera | La estéril gran señora desespera
y odia su gentil talle
cuando pasa la pobre cocinera
con seis hijos y medio por la calle. | es |
Lugones,Leopoldo | <XXI | Alma_Venturosa_ | Al promediar la tarde de aquel día,
Cuando iba mi habitual adiós a darte,
Fue una vaga congoja de dejarte
Lo que me hizo saber que te quería.
Tu alma, sin comprenderlo, ya sabía...
Con tu rubor me iluminó al hablarte,
Y al separarnos te pusiste aparte
Del grupo, amedrentada todavía.
Fue silencio y temblor nuestra sorpresa;
Más ya la plenitud de la promesa
Nos infundía un júbilo tan blando,
Que nuestros labios suspiraron quedos...
Y tu alma estremecíase en tus dedos
Como si se estuviera deshojando. | es |
González_Cano,Cándida | XXI | Saber_Que_Estás_Ahí | Saber que estás ahí,
Cuando atravieso
Esa puerta.
Me voy, me alejo,
Me escapo.
Y sé
Que estás ahí,
Atravesando
Esa puerta.
Tú siempre
Estás ahí. | es |
Vaeza_Grego,Alfredo_Horacio | XXI | Sabes | El inmortal ruido sacudió mis plantas
¿Estas hecha como ellos quieren?
Soy el trueno de tu cama blanca.
El espejo si sabe los caminos.
¿Tendrás fuego?, hoy estoy tan bajo
Es el viento pronto de penas.
Solo la luz blanca cambiaria el signo,
más, serias roca sin tus movimientos.
Las fresas captan quien es
El mural del mundo en el que vivo | es |
Góngora,Luis_de | <XXI | Ni_En_Este_Monte,_Este_Aire,_Ni_Este_Río | Ni en este monte, este aire, ni este río
Corre fiera, vuela ave, pece nada,
De quien con atención no sea escuchada
La triste voz del triste llanto mío;
Y aunque en la fuerza sea del estío
Al viento mi querella encomendada,
Cuando a cada cual de ellos más le agrada
Fresca cueva, árbol verde, arroyo frío,
A compasión movidos de mi llanto,
Dejan la sombra, el ramo y la hondura,
Cual ya por escuchar el dulce canto
De aquel que, de Strimón en la espesura,
Los suspendía cien mil veces. ¡Tanto
Puede mi mal, y pudo su dulzura!
Y aunque en la fuerza sea del estío
Al viento mi querella encomendada,
Cuando a cada cual de ellos más le agrada
Fresca cueva, árbol verde, arroyo frío,
A compasión movidos de mi llanto,
Dejan la sombra, el ramo y la hondura,
Cual ya por escuchar el dulce canto
De aquel que, de Strimón en la espesura,
Los suspendía cien mil veces. ¡Tanto
Puede mi mal, y pudo su dulzura!
A compasión movidos de mi llanto,
Dejan la sombra, el ramo y la hondura,
Cual ya por escuchar el dulce canto
De aquel que, de Strimón en la espesura,
Los suspendía cien mil veces. ¡Tanto
Puede mi mal, y pudo su dulzura!
De aquel que, de Strimón en la espesura,
Los suspendía cien mil veces. ¡Tanto
Puede mi mal, y pudo su dulzura! | es |
Diego,Eliseo | <XXI | Hermanos | El ron de mis mayores me protege
contra el terror de ya no ser mañana.
Timor mortis conturbat me.
Me dice el frágil ido aquí a mi lado
que él es mi hermano, y es verdad.
Timor mortis conturbat me.
Por nuestras venas corre el ron que un día
sobre el cofre del muerto se durmió.
Timor mortis conturba me.
El leve ausente aquí a mi lado es viejo
como fambién, a la verdad, soy yo.
Timor morfis confurba nos.
Solos, a solas, con el ron, los dos. | es |
Coronel_Urtecho,José | <XXI | Oda_A_Rubén_Darío | (Acompañamiento de papel de lija)
Burlé tu león de cemento al cabo.
Tú sabes que mi llanto fue de lágrimas,
i no de perlas. Te amo.
Soy el asesino de tus retratos.
Por vez primera comimos naranjas.
Il ny a pas de chocolat —dijo tu ángel de la guarda.
Ahora podías perfectamente
mostrarme tu vida por la ventana
como unos cuadros que nadie ha pintado.
Tu vestido de emperador, que cuelga
de la pared, bordado de palabras,
cuánto más pequeño que ese pajama
con que duermes ahora,
que eres tan sólo un alma.
Yo te besé las manos.
"Stella —tú hablabas contigo mismo—
llegó por fin después de la parada",
i no recuerdo qué dijiste luego.
Sé que reímos de ello.
(Por fin te dije: "Maestro, quisiera
ver el fauno".
Mas tú: "Vete a un convento").
Hablamos de Zorrilla. Tu dijiste:
"Mi padre" i hablamos de los amigos.
"Et le reste est literature" de nuevo
tu ángel impertinente.
Tú te exaltaste mucho.
"Literatura todo —el resto es esto".
Entonces comprendimos la tragedia.
Es como el agua cuando
inunda un campo, un pueblo
sin alboroto i se entra
por las puertas i llena los salones
de los palacios —en busca de un cauce,
del mar, nadie sabe.
Tú que dijiste tantas veces "Ecce
Homo" frente al espejo
i no sabías cuál de los dos era
el verdadero, si acaso era alguno.
(¿Te entraban deseos de hacer pedazos
el cristal?) Nada de esto
(mármol bajo el azul) en tus jardínes
—donde antes de morir rezaste al cabo—
donde yo me paseo con mi novia
i soy irrespetuoso con los cisnes.
(Acompañamiento de tambores)
He tenido una reyerta
con el Ladrón de tus Corbatas
(yo mismo cuando iba a la escuela),
el cual me ha roto tus ritmos
a puñetazos en las orejas...
Libertador, te llamaría,
si esto no fuera una insolencia
contra tus manos provenzales
(i el Cancionero de Baena)
en el "Clavicordio de la Abuela"
—tus manos, que beso de nuevo,
Maestro.
En nuestra casa nos reuníamos
para verte partir en globo
i tú partías en una galera
—después descubrimos que la luna
era una bicicleta—
y regresabas a la gran fiesta
de la apertura de tu maleta.
La Abuela se enfurecía
de tus sinfonías parisienses,
i los chicuelos nos comíamos
tus peras de cera.
(Oh tus sabrosas frutas de cera)
Tú comprendes.
Tú que estuviste en el Louvre,
entre los mármoles de Grecia,
y ejecutaste una marcha
a la Victoria de Samotracia,
tú comprendes por qué te hablo
como una máquina fotográfica
en la plaza de la Independencia
de las Cosmópolis de América,
donde enseñaste a criar Centauros
a los ganaderos de las Pampas.
Porque, buscándome en vano
entre tus cortinajes de ensueño,
he terminado por llamarte
"Maestro, maestro",
donde tu música suntuosa
es la armonía de tu silencio...
(¿Por qué has huido, maestro?)
(Hay unas gotas de sangre
en tus tapices).
Comprendo.
Perdón. Nada ha sido.
Vuelvo a la cuerda de mi contento.
¿Rubén? Sí. Rubén fue un mármol
griego. (¿No es esto?)
"Alls right with the world", nos dijo
con su prosaísmo soberbio
nuestro querido sir Roberto
Browning. Y es cierto.
(Con pito)
En fin, Rubén,
paisano inevitable, te saludo
con mi bombín,
que se comieron los ratones en
mil novecientos veinte i cin-
co. Amén. | es |
Bolaño,Roberto | <XXI | Plaza_De_La_Estación | Bajo el cielo gris — pero nada es permanente,
cercada o protegida por alerces desnudos
la plaza se introduce en la realidad.
Del surtidor cubierto de musgo apenas sale
un chorro de agua y un arco de hierro
en el otro extremo compone un gesto
vagamente escultórico el soporte perdido
de algo que ya no veremos. Ni la lluvia
es necesaria ni las sombras femeninas
de la mente. La plaza se recompone al alejarse,
su quietud es mérito del viajero. Aquí,
en el páramo quedan las líneas, apenas
los bocetos de su clara disposición agónica. | es |
Aleixandre,Vicente | <XXI | Quinto_Par_9 | Demasiado solo está el caballero. ¿Lo es? El licenciado pertenece al Consejo.
Aquí quizás estaba una tarde cuando el artista quiso
pronunciarlo, engendrarlo.
Pues a otra vida nace quien, así retenido, proyectado amanece e
inmerso aquí levántase.
Helo aquí justamente
cuando en pie nos contempla.
Acaba de despegar sus ropas negras de ese cuero curtido donde sentado
estuvo,
curtido castellano mate y tibio que hundido quedó —mirad— de
un cuerpo.
No hay extrañeza en esos ojos. Un castellano mira
con sosiego cualquiera sea el espacio, el tiempo a que se asome.
Sus ojos mirarían aún más allá;
están hechos
de pensamientos grave y ulterior... Nada hay nuevo,
pues hasta el más morir, que sería más vivir,
previsto está en sus ojos.
El licenciado es magro, cenceño, ardido. Negro,
su pelo, coronando una frente cansada, y siempre erguida. Arrugas
se embeben en la barba nunca prolija, ancha
la torneada nariz. ¿Cristiano viejo? Laso
en ese pelo escaso más que corvino, y dura
en su negror rebelde al tiempo, tenaz, bajo estas luces.
Se ha levantado y viste de negro. Ah, sí, el artista
le d ijo ; «Así
estarás como tú eres, como serás, y duras».
Y vio en los ojos, puso
una sombra dudosa, dudante, y dentro la firmeza. ¿Dudar?
Del tiempo, de ese fluir mojado donde el pintor decía
querer poner su tabla por que siguiese
el curso.
Y detrás la firmeza, esa quietud que el grave
señor siente a su espalda, donde se apoya, un muro.
La eternidad.
El caballero extiende
su mano, en pie, la aplica apenas
sobre el tablero y casi
sonríe. Dura. Dura.
Posiblemente sabe e ignora, aduce
y gasta. Retiene, y brilla inmóvil
esa pupila intensa donde una gota ha ardido
sin consumirse, ¡y hela!
Cortés te llama, y casi él se responde. Mas
acércate
y verás que pregunta. Mira: sálvale. | es |
Juarroz,Roberto | <XXI | Cuarta_Poesía_Vertical._Número_1 | La vida dibuja un árbol
y la muerte dibuja otro.
La vida dibuja un nido
y la muerte lo copia.
La vida dibuja un pájaro
para que habite el nido
y la muerte de inmediato
dibuja otro pájaro.
Una mano que no dibuja nada
se pasea entre todos los dibujos
y cada tanto cambia uno de sitio.
Por ejemplo:
el pájaro de la vida
ocupa el nido de la muerte
sobre el árbol dibujado por la vida.
Otras veces
la mano que no dibuja nada
borra un dibujo de la serie.
Por ejemplo:
el árbol de la muerte
sostiene el nido de la muerte,
pero no lo ocupa ningún pájaro.
Y otras veces
la mano que no dibuja nada
se convierte a sí misma
en imagen sobrante,
con figura de pájaro,
con figura de árbol,
con figura de nido.
Y entonces, sólo entonces,
no falta ni sobra nada.
Por ejemplo:
dos pájaros
ocupan el nido de la vida
sobre el árbol de la muerte.
O el árbol de la vida
sostiene dos nidos
en los que habita un solo pájaro.
O un pájaro único
habita un solo nido
sobre el árbol de la vida
y el árbol de la muerte. | es |
Altolaguirre,Manuel | <XXI | La_Primavera_Vendrá | La primavera vendrá
cuando tu mano cerrada
iracunda contra el frío,
se abra despacio en el aire;
cuando tu boca pronuncie
sus nuevas flores de música;
cuando tus dos ojos negros
formen su nido en las ramas.
Somos árboles que, juntos,
sentimos la primavera
que quiere subir al cielo,
interior niño que quiere
trepar y asoma sus manos
que brotan primaverales. | es |
Acuña,Manuel | <XXI | Mi_Alma,_La_Pobre_Mártir | Mi alma, la pobre mártir
De mis ensueños dulces y queridos,
La viajera del cielo, que caminas
Con la luz de un delirio ante los ojos,
No encontrando a tu paso más que abrojos
Ni sintiendo en tu frente más que espinas;
Sacude y deja el luto
Con que la sombra del dolor te envuelve,
Y olvidando el gemir de tus cantares
Deja la tumba y a la vida vuelve.
Depón y arroja el duelo
De tu tristeza funeral y yerta,
Y ante la luz que asoma por el cielo
En su rayo de amor y de consuelo,
Saluda al porvenir que te despierta.
Transforma en sol la luna
De tus noches eternas y sombrías;
Renueva las sonrisas que en la cuna
Para hablar con los ángeles tenías;
Y abrigando otra vez bajo tu cielo,
De tus horas de niña la confianza,
Diles tu último adiós a los dolores,
Y engalana de nuevo con tus flores
Las ruinas del altar de tu esperanza
Ya es hora de que altivas
Tus alas surquen el azul como antes,
Ya es hora de que vivas,
Ya es hora de que cantes;
Ya es hora de que enciendas en el ara
La blanca luz de las antorchas muertas,
Y de que abras tu templo a la que viene
En nombre del amor ante sus puertas.
Bajo el espeso y pálido nublado
Que enluta de tu frente la agonía,
Aun te es dado que sueñes, y aun te es dado
Vivir para tus sueños todavía...
Te lo dice su voz, la de aquel ángel
Cuya memoria celestial y blanca
Es el solo entre todos tus recuerdos
Que ni quejas ni lágrimas te arranca...
Su voz dulce y bendita
Que cuando tu dolor aún era niño,
Bajaba entre tus cánticos de muerte,
Mensajera de amor a prometerte
La redención augusta del cariño...
Y yo la he visto, ¡mi alma! desgarrando
Del manto de la bruma el negro broche
Y encendiendo a la luz de su mirada,
Esas dulces estrellas de la noche
Que anuncian la alborada...
Yo he sentido el perfume voluptuoso
Del crespón virginal que la envolvía,
Y he sentido sus besos, y he sentido
Que al acercarse a mí se estremecía...
¡Si, mi pobre cadáver, desenvuelve
Los pliegues del sudario que te cubre
Levántate, y no caves
Tu propia tumba en un dolor eterno!...
La vuelta de las aves
Te anuncia ya que terminó el invierno:
Saluda al sol querido
Que en el Levante de tu amor asoma,
Y ya que tu paloma vuelve al nido,
Reconstruyele el nido a tu paloma. | es |
Bolaño,Roberto | <XXI | Vienen_Danzando_Por_La_Colina_El_Loro_Que_Habla | Vienen danzando por la colina el Loro que habla, el Mono que
gesticula y el Lagarto que mira y sobrevive.
Descubrirte es tener el alma como esponja seca
y estrujarla hasta el fin del mar o el comienzo del mundo:
así, arde un mapa en los sueños de un niño;
arde una casa en una nube que arde.
Sólo veo tu sonrisa como un arco iris blanco sobre los
manicomios.
¿Es que estoy solo?
Si te amé yo no puedo estar solo; todo perdura.
¿Si te amé por qué enumero las camas donde hemos fornicado?
Y el fin de la mar no está en los náufragos
ni en los faros solitarios como aerolitos solitarios,
sino en los pobres bañistas alborozados
—piel negra bikini, peones mordidos y tostados—
y en una muchacha, sentada en la arena, descansando.
Y Amor golpeará tu puerta y verás navegantes remando
en los canales de tu corazón.
¿Y el trompo de la libertad bailará en tu uña?
¿Y si no te amo por qué enumero las camas donde hemos fornicado?
Y amor vendrá con Lucha de Clases
en un punto decisivo
¡Bang, bang!
De la infrarrealidad venimos, ¿a dónde vamos? | es |
García_Montero,Luis | <XXI | Más_Allá_De_La_Sombra | Más allá de la sombra
te delatan tus ojos,
y te adivino tersa,
como un mapa extendido
de asombro y de deseo.
Date por muerta
amor,
es un atraco.
Tus labios o la vida. | es |
Martí,José | <XXI | La_Fatiga_Y_Las_Sábanas_Sacudo | La fatiga y las sábanas sacudo:
Cuando no se es feliz, abruma el sueño
Y el sueno, tardo al infeliz, y el miedo
A ver la luz que alumbra su desdicha
Resístense los ojos,— y parece
No que en plumones mansos se ha dormido
Sino en los brazos negros de una fiera.
Al aire luminoso, como al río
El sediento peatón, dos labios se abren:
El pecho en lo interior se encumbra y goza
Como el hogar feliz cuando recibe
En Año Nuevo a la familia amada;—
Y brota, frente al sol, el pensamiento!
Más súbito, los ojos se oscurecen,
Y el cielo, y a la frente va la mano
Cual militar que el pabellón saluda:
Los muertos son, los muertos son, devueltos
A la luz maternal: los muertos pasan.
Y sigo a mi labor, como creyente
A quien unge en la sien el sacerdote
De rostro liso y vestiduras blancas—
Practico: en el divino altar comulgo
De la Naturaleza: es mi hostia el alma humana. | es |
Hahn,Óscar | <XXI | Paisajes_De_Invierno | El río duerme en su cauce de hielo
como si esperara el Juicio Final
Si tuviera que volver a mi casa
¿a dónde volvería?
El cementerio está cubierto de nieve
Apenas sobresalen las lápidas
como si todavía los muertos
quisieran decirnos sus nombres
Nada fluye ni cae ahora
La eternidad ha encontrado su sitio en el mundo | es |
Zafra_Moreno,Arturo | XXI | Usamos_La_Cerveza_Como_Calmante | Usamos la cerveza como calmante
para algunos dolores innatos
como el latido de una caja roja
que se esconde en nuestro pecho
—si se esconde, por algo será—
Pero toda medicina tiene
efectos secundarios
como las ganas locas de ir al baño
y exprimir cada gota de tu verga
hasta que vuelva a su compostura.
Pero, al igual que la morfina,
la cerveza es adictiva
y le coges cariño a mear cada 10 minutos
y a olvidar partes de una noche
y al olor ácido de tu propia pota
cuando sale una parte por la nariz
y respiras hondo, y más hondo
hasta que el alcohol se cambie por aire fresco
y poder volver al principio de la cadena.
Levantarte de la taza del váter, beber agua del grifo,
pasarte la mano por la barbilla para no dejar
rastro del ritual que acabas de hacer
y salir a la calle, o al bar
o donde coño estés bebiendo
—el sitio es lo de menos—
Todo ese proceso es adictivo.
Y la adicción halla su límite en la decadencia
más inhumana y reprobable que exista en
el paladar de un borracho.
Todo preso que se precie
—aunque sea de una prisión de cristal—
acaba bailando con el sonido metálico
de sus cadenas
Y algunos llegan a beber mientras mean—
Como yo me enamoro mientras lloro...
Ésta es la decadencia más inhumana
del ciclo del agua. | es |
Teresa_de_Jesús,Santa | <XXI | Pues_La_Estrella | Pues la estrella
es ya llegada,
vaya con los Reyes
la mi manada.
Vamos todas juntas
a ver el Mesías,
pues vemos cumplidas
ya las profecías.
Pues en nuestros días,
es ya llegada,
vaya con los Reyes
la mi manada.
Llevémosle dones
de grande valor,
pues vienen los Reyes,
con tan gran hervor.
Alégrese hoy
nuestra gran Zagala,
vaya con los Reyes
la mi manada.
No cures, Llorente,
de buscar razón,
para ver que es Dios
aqueste garzón.
Dale el corazón,
y yo esté empeñada:
vaya con los Reyes
la mi manada. | es |
Chocano,José_Santos | <XXI | Padre_Nuestro | Errante explorador, que por la umbría
selva entró alguna vez, y que con firme
mano grabó su nombre en débil tronco
de arbusto protector, que le dio lecho
de hojas muertas de sed, al soplo airado
del Destino, tal vez torne su rumbo
hacia el paraje aquel, cuando ya el tiempo
haya puesto vigor entre las venas
del arbusto y el tronco haya ensanchado:
y entonces gozará con ver su nombre,
que vivirá a través de las edades,
como revelación de un alma, en medio
de estas mudas y eternas soledades!...
¡Cómo no has de gozar, si eres poeta,
al leer las estrofas que escribiste
en tus radiantes noches; cuando el viento
agitaba la pálida bujía,
con su hálito de musa; y solo, y mudo,
te golpeaban la frente pensadora;
y cabalgabas en el verso alado,
que corría... y corría... y más corría,
atravesando sombra, y después sombra,
y después sombra, y sombra todavía!...
Ahí están tus recuerdos: ahí, inmobles
mariposas disecas, tus ideales
crucificados sin piedad, tus sueños
coronados de espinas, tus locuras
con sus sangrientas púrpuras rasgadas;
ahí encuentras placer: el placer mismo
del hijo vuelto de lejanas tierras,
que va a besar la tumba de sus padres;
el placer mismo del labriego anciano,
que pasea en sus campos donde nunca
podrá otra vez arar; el placer triste
—ya que envueltos en miel hay aguijones—
del inválido que oye las trompetas
y no puede alistarse en sus legiones.
Más que el explorador que su nombre halla
en uri tronco del bosque, más que el bardo
que halla un recuerdo suyo en cada estrofa,
goza el padre que mira concentrarse
toda la luz de su alma, todo el fuego
de su cuerpo viril, cual en el foco
de inmaculada lente, en su hijo amado
que retorna ese amor como un reflejo,
ya que el padre en el hijo hallará siempre,
en cuerpo de crisol, alma de espejo!
¡Oh qué dicha mayor sentirse padre,
verse una y otra vez reproducido
en un hijo y en otro! ¡Acaso sea
un misterio eucarístico el que logra
que el padre, transformándose en los hijos,
como un lampo de sol en cien destellos,
se sienta integramente en cada uno
y ame en un solo amor a todos ellos!...
Así Dios goza desde su alto solio
en ver rodar los mundos a sus plantas;
goza en oírse por sesenta siglos
alabado en la Tierra, y por mil veces
en otros mundos mil; en ver las nuevas
vidas que brotan de la misma muerte;
en ver la estéril lucha de los males
contra el bien inmortal; en el arrullo
de la oración, que llega hasta su oído,
por más que el can de la herejía ladre:
así Dios goza y goza; pero tiene
una dicha-mayor:
¡La de ser Padre! | es |
López_Velarde,Ramón | <XXI | Tu_Paz_—¡Oh_Paz_De_Cada_Día!— | Tu paz —¡oh paz de cada día!—
y mi dolor que es inmortal,
se han de casar, Amada mía,
en una noche cuaresmal.
Quizá en un Viernes de Dolores,
cuando se anuncian ya las flores
y en el altar que huele a lirios
el casto pecho de María
sufre por nos siete martirios;
mientras la luna, Amada mía,
deja caer sus tenues franjas
de luz de ensueño sideral
sobre las místicas naranjas
que, por el arte virginal
de las doncellas de la aldea,
lucen banderas de papel
e irisaciones de oropel
sobre la piel que amarillea.
Fuensanta: al amor aventurero
de cálidas mujeres, azafatas
súbditas de la carne, te prefiero
por la frescura de tus manos gratas.
Yo te convido, dulce Amada,
a que te cases con mi pena
entre los vasos de cebada
la última noche de novena.
Te ha de cubrir la luna llena
con luz de túnica nupcial
y nos dará la Dolorosa
la bendición sacramental.
Y así podré llamarte esposa,
y haremos juntos la dichosa
ruta evangélica del bien
hasta la eterna gloria.
AMÉN.
Quizá en un Viernes de Dolores,
cuando se anuncian ya las flores
y en el altar que huele a lirios
el casto pecho de María
sufre por nos siete martirios;
mientras la luna, Amada mía,
deja caer sus tenues franjas
de luz de ensueño sideral
sobre las místicas naranjas
que, por el arte virginal
de las doncellas de la aldea,
lucen banderas de papel
e irisaciones de oropel
sobre la piel que amarillea.
Fuensanta: al amor aventurero
de cálidas mujeres, azafatas
súbditas de la carne, te prefiero
por la frescura de tus manos gratas.
Yo te convido, dulce Amada,
a que te cases con mi pena
entre los vasos de cebada
la última noche de novena.
Te ha de cubrir la luna llena
con luz de túnica nupcial
y nos dará la Dolorosa
la bendición sacramental.
Y así podré llamarte esposa,
y haremos juntos la dichosa
ruta evangélica del bien
hasta la eterna gloria.
AMÉN.
Fuensanta: al amor aventurero
de cálidas mujeres, azafatas
súbditas de la carne, te prefiero
por la frescura de tus manos gratas.
Yo te convido, dulce Amada,
a que te cases con mi pena
entre los vasos de cebada
la última noche de novena.
Te ha de cubrir la luna llena
con luz de túnica nupcial
y nos dará la Dolorosa
la bendición sacramental.
Y así podré llamarte esposa,
y haremos juntos la dichosa
ruta evangélica del bien
hasta la eterna gloria.
AMÉN.
Yo te convido, dulce Amada,
a que te cases con mi pena
entre los vasos de cebada
la última noche de novena.
Te ha de cubrir la luna llena
con luz de túnica nupcial
y nos dará la Dolorosa
la bendición sacramental.
Y así podré llamarte esposa,
y haremos juntos la dichosa
ruta evangélica del bien
hasta la eterna gloria.
AMÉN.
Te ha de cubrir la luna llena
con luz de túnica nupcial
y nos dará la Dolorosa
la bendición sacramental.
Y así podré llamarte esposa,
y haremos juntos la dichosa
ruta evangélica del bien
hasta la eterna gloria.
AMÉN.
Y así podré llamarte esposa,
y haremos juntos la dichosa
ruta evangélica del bien
hasta la eterna gloria.
AMÉN.
AMÉN. | es |
Cruz,Juana_Inés_de_la | <XXI | _Endechas_Irregulares_Demostrando_Afectos_De_Un_Favorecido,_Que_Se_Ausenta | Divino dueño mío,
si al tiempo de partirme
tiene mi amante pecho
alientos de quejarse,
oye mis penas, mira mis males.
Aliéntese el dolor,
si puede lamentarse,
y a la vista de perderte
mi corazón exhale
llanto a la tierra, quejas al aire.
Apenas tus favores
quisieron coronarme,
dichoso más que todos,
felices como nadie,
cuando los gustos fueron pesares.
Sin duda el ser dichoso
es la culpa más grave,
pues mi fortuna adversa
dispone que la pague
con que a mis ojos tus luces falten,
¡Ay, dura ley de ausencia!
¿quién podrá derogarte,
si a donde yo no quiero
me llevas, sin llevarme,
con alma muerta, vivo cadáver?
¿Será de tus favores
sólo el corazón cárcel
por ser aun el silencio
si quiero que los guarde,
custodio indigno, sigilo frágil?
Y puesto que me ausento,
por el último vale
te prometo rendido
mi amor y fe constante,
siempre quererte, nunca olvidarte. | es |
Fuertes,Gloria | <XXI | ...Porque_Sin_Pedirlo_Ni_Beberlo | ...Porque sin pedirlo ni beberlo
nos enviaron al pelotón de los torpes
nos ordenaron atacar antes de defendernos,
nos obligaron a pegar
tiros, antes de a hacernos el amor.
Porque yo no entiendo por qué,
nos enseñaron a nadar antes que a andar,
a entrar en fuego sin ser bombero.
No es que no seamos capaces,
es que no sabemos cómo comer,
...no nos han enseñado los que saben
Reconocer que somos sub-desarrollados,
niños sin colegio, de una aldea antropófaga,
llamada mundo. | es |
Huerta,Efraín | <XXI | Manifiesto_Nalgaísta | El gran río penetró la roca viva
y se adelgazó hasta el miedo y el estruendo
se hizo rayo se hizo ruina se hizo tonto esqueleto
y hoy padece a lo largo de pieles de tigre
a la orilla del cocodrilo que me sueña
y me hunde en el naufragio
de su carne tan blanca
oh carne nacarada en medio
de la arena
como tú
y estas dos medallas de oro que muerdo
dalias de vida y de martirio
y en ellas me retrato y consigo el descenso
al dulce infierno de tu vientre
y de nuevo los dientes
ah malditos
ah maldita tú también
larga bestia ululante despierta lengua
en aquel círculo de asesinos
(Pierde toda esperanza
amor mío)
de almas danzantes albas
cool cool cool cool jazz
¡Bríndamelo por fin!
Aleluya Aleluya magnífico Grijalva
muerto de frío de rocas y pañuelos rojos
Piérdete
adelgázate hasta la soledad
de los cocodrilos que agonizan
al pie de mi medio siglo
y de mi alcohol
cohol cohol cohol cohol jazz
cool cool cool cool jazz
marinera manía
de pintar escribir declamar pagar impuestos
luz renta etcétera
y luego abrazarte
bajo el diluvio de sones antillanos y misas lubas
y volver a abrazarte hasta el arte y el hartazgo
y aleluyarte hasta no sé cuando
dormida y abrumada purificada
putificada
¡Aleluya! ¡Aleluya!
poetas elotes tiernos calaveritas apaleadas
poetas inmensos reyes del eliotazgo
baratarios y pancistas
grandísimos quijotes de su tiznadísima chingamusa
perdónenme grandes y pequeños pequeñísimos poetas
(Soy acaso el Hijo de Sánchez de la poesía
¿Peralvillo Tepito Incorporated?
Alors los invito a discurrir
pespunte limpio
por el nuevo Paseo la Anti-Reforma) | es |
Altolaguirre,Manuel | <XXI | Soy_El_Que_Fui | Mi cuerpo duerme y no duerme
prendido al calor del lecho.
Ya soy una multitud
bajo blancos paños. Sueño
que soy una nube. Voy
navegando los cielos.
Mi pie lejano levanta
una montaña. Mi seno
es un abismo profundo.
Picores breves, pequeños,
señalan luces despiertas
en las turbias ondas. Puedo
ser yo pero soy el que fui.
Ante su Presencia tiemblo. | es |
Gil_Segura,F._Javier | XXI | Se_Rompe_La_Tarde_Gris | Se rompe la tarde gris
con el relámpago centelleante
de tu recuerdo.
Llueve sobre mojado,
esperando tu cálido abrazo
bajo la difuminada luna que nos guardará.
Mañana
tu magia y la mía, tornarán
expresiones desesperadas
en crujientes risas,
ancladas en un lugar cualquiera,
en un momento eterno. | es |
Zerón,Lina | XXI | ¿Remordimientos_Yo? | ¿Remordimientos yo?
Qué va.
Si para dormir exhausta
cuento mis pecados cotidianos
en vez de borreguitos negros.
Con el roce de tus labios,
con mis ganas de vivir me atraganto,
con las escamas de tu lengua,
entre mis recuerdos y tu olvido,
entre tus muslos y los míos,
entre mi edad madura
y tus ojos de niño
voy al sueño. | es |
Caballero_Bonald,José_Manuel | <XXI | Guárdate_De_Leteo | Defenderé el recuerdo que me queda
de aquella calle inhóspita
detrás de la estación de Copenhague.
Defenderé contra mí mismo
ese recuerdo, cuando
gastado ya el valor de una experiencia
que la literatura prestigiara,
en frágiles nociones se estaciona
la prefiguración de un mundo torvo
que es del placer la copia menos nítida.
No volver ya sino reconstruir
de lejos, por inercia, el anhelante
derredor de la noche: los difusos
cuerpos estacionados
en la acera, la luz de las vitrinas
vibrando entre la bruma y el grasiento
vaho adherido a los zaguanes
donde la identidad del sexo se abolía.
Pero aquella emoción en parte desglosada
de una historia banal, actúa
como la remuneración de un vicio solitario
en la distancia: ese recuerdo que defenderé,
que me defenderá
contra la sordidez de la virtud. | es |
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