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Benítez_Reyes,Felipe
<XXI
Un_Punto_De_Partida,_Alguna_Idea
Un punto de partida, alguna idea transformada en un ritmo, un decorado abstracto vagamente o bien simbólico: el jardín arrasado, la terraza que el otoño recubre de hojas muertas. Quizás una estación de tren, aunque mejor un mar abandonado: Gaviotas en la playa, pero quién las ve, y adónde volarán. Y la insistencia en la imagen simbólica de la playa invernal: un viento bronco, y las olas llegando como garras a la orilla. O el tema del jardín: un espacio de sombra con sonido de caracola insomne. Un escenario propicio a la elegía. Unas palabras convertidas en música, que basten para que aquí se citen gaviotas, y barcos pesarosos en la línea del horizonte, y trenes que cruzan las ciudades como torres decapitadas. Aquí se cita un ángel ciego y un paisaje y un reloj pensativo. Y aquí tiene su lugar la mañana de oro lánguido, la tarde y su caída hacia un mundo invisible, la noche con toda su leyenda de pecado y de magia. Siempre habrá sitio aquí para la luna, para el triunfante sol, para esas nubes del crepúsculo desangrado: metáfora del tiempo que camina hacia su fin. La música de un verso es un viaje por la memoria. Y suena a instrumento sombrío. De tal modo que siempre sus palabras van heridas de música de muerte: Gaviotas en la playa... O bien ese jardín: Todo es de nieve y sombra, todo glacial y oscuro. El viento arrastra un verso tras otro, en esta soledad. Arrastra papeles y hojas secas y un sombrero de copa del que alguien extrae mágicamente un verso final: Una luz abatida en esta playa. Y hay un lugar en él para la niebla, y un cauce para el mar, y un buque que se aleja. En cualquier verso tiene su veneno el suicida, su refugio el que huye del hielo del olvido. Puede cada verso nombrar desde su engaño el engaño que alienta en cada vida: un lugar de ficción, un espejismo, un decorado que se desmorona, polvoriento, si se toca. Pero es sorprendente comprobar que las viejas palabras ya gastadas, la cansina retórica, la música silenciosa del verso, en ocasiones nos hieren en lo hondo al recordarnos que somos la memoria del tiempo fugitivo, ese tiempo que huye y que refugia —como un niño asustado de lo oscuro— detrás de unas palabras que no son más que un simple ejercicio de escritura. Gaviotas en la playa, pero quién las ve, y adónde volarán. Una luz abatida en esta playa.
es
Moreno_Villa,José
<XXI
Nunca_Más_Desaparece
Nunca más desaparece. Nunca se descuelga Dios dos veces A la manzana que rueda del otero, sigue la sierpe con su banderín; y ya sabéis que la cazuela donde todo se guisa se llama mundo por antonomasia. De todas las angustias de la juventud, queda una sombra en el esternón. A ver cómo barres tú la cocina, porque ya sabes que en el triángulo hay un secreto muy sabroso. Guarda tu pierna, porque a veces huelen los zánganos la melancolía, y no es cosa de poner el cristal, con florecillas y todo, al socaire de la mitra, ni del barbecho. Tu juventud es una maravilla sin concurso, y por encima de los garabatos. Si quisieran traer del estanco los paquetitos de humo celeste, cabalgaríamos otra vez en el olvido, con las crines en la corriente de la ventana. Llegarían entonces los estudiantes a vernos, porque la felicidad es objeto de estudio, y en el estanque donde se bañan las hormigas echaríamos cohetes de erudición y sal ingenua. No sabe nadie cómo fatiga el Parnaso cuando se mastican virutas de academos. En cambio, la portera y el sacristán, se solazan como la yerbabuena y la manzanilla. Fíjate bien en el horario de la torre, porque el cu-cú se parece a tu tía la muda, enemiga de los sarmientos poderosos. Tengo aquí unas tijeritas de cuerno, que sirvieron para rapar a los que llegaron sonámbulos. Si te parece, haremos las migas en el poyete, frente al mar, mientras se descuajan los picos y los navegantes ocasionan tormentas. No hay para qué pensar que la vida se descubre en el revés de la juventud; ni hay que pensar en el sendero amarillo cuando la pantorrilla es un angelus domine. Mira si en el portamonedas ríen los dólares, o si la cabalgata sigue por la espina dorsal. Eso, sí. Entonces, entre los relinchos, rebuznos, maullidos y aleluyas del coro eclesiástico, silbarán las balas del frenesí. Entonces acudirán todos los vientres a retozo; y los espirituales irán a limpiar sus parásitos bajo el balcón de la manceba premiada.
es
Chocano,José_Santos
<XXI
Montañesa:_Entré_A_Cazar
Montañesa: entré a cazar en tu bosque y me perdí. Por tres noches no dormí, caminando sin cesar y pensando sólo en ti. La primera noche yo vi un extiaño no sé qué, que en el musgo resbaló: era un boa que pasó restregándose en mi pie. La segunda noche vi el revuelo de un cóndor; y en las sombras distinguí que, sin duda para ti, en su pico iba una flor. La tercera noche fue la que me hizo suspirar. Cuando menos lo pensé, un zarpazo de jaguar: en el pecho se me ve. Montañesa: herido estoy, Las heridas son por ti. Tres amantes tienes hoy; y, de celos ya no soy ni la sombra del que fui. ¡Ah! No vayas a pensar que a tu bosque he de volver. ¡Más terrible suele ser que una zarpa de jaguar una mano de mujer!
es
Jiménez,Juan_Ramón
<XXI
Luz_Última
Luz en la selva en sombra, ¿te has perdido? ¡Que el sol se fue, luz en la selva en sombra! Luz, mira: ¡te has quedado jugando con las verdes hojas! Di: ¿que harás ya, si el sol tuyo se fue? ... Luz, ven a esta hoja blanca, y mi sentimiento oscuro, eternamente, niña rosa, dora.
es
Fuertes,Gloria
<XXI
A_Veces_Me_Sucede_Que_No_Me_Pasa_Nada
A veces me sucede que no me pasa nada, ni sangre ni saliva se mueve en mis canutos; la mente se me para y el beso se me enquista y a siglos con pelusa me saben los minutos. El río es un idiota, un terrible obediente, el mar sigue llamándole como a can hechizado el mal esclavo húmedo, se arrastra por los suelos; —ya se me están quedando los pies fríos—. ¿Qué voz triste el trapero, que tiene por su saco? El día se despeina, la Rufa está preñada, la vaca de Pedrito me sigue haciendo señas, a veces me sucede que no me pasa nada...
es
Cadenas,Rafael
<XXI
Vivo
Vivo ¿a quién debo este honor? Mi alma vacila. Dante me acompaña a través de la noche soviética. Yo vago entre las ruinas de la Hélade. No puedo huir. Esconde los poemas, Nadezda. Apúrate. ¿Cómo pudiste, César, destruir nuestra vivacidad? He abandonado toda esperanza a la entrada del campo. El único que habla ruso no podía olvidar. Un dios perdona, un semidiós no. Los gritos se pierden en la vastedad de mi país.
es
Pombo,Rafael
<XXI
Ya_Vienes,_Cielo_Azul,_A_Sonreírme
Ya vienes, cielo azul, a sonreírme Con tu resplandeciente inmensidad, Con tus deslumbradores horizontes Escabel de tu trono ecuatorial. Ya vienes a irritar mi alma tranquila Con una vana, estéril ambición; A sacudir las alas con tus auras A una águila en prisión donde nació. ¿A qué mostrarla el nido miserable Ante el bello infinito, ante su Dios? ¿A qué hacer que retuerza sus cadenas Con inútil, ridículo estertor? Su ojo de fuego clavará anhelante Allá en la cumbre blanquecina, audaz: Reina de las montañas que reclama Para corona el águila real. Mas ¡ah! sus garras no hincará en la nieve; Señoreada del mundo desde allí. No ha de cernerse en torno majestuosa, Del sublime elemento emperatriz. No vibre el sol en su pupila: en vano Reverbera en el éter su esplendor; Ni le convide el huracán: no sirve Al soberano vuelo de escalón. Retuérzase colérica, sus plumas Desesperada arranque en su furor, Y más opresa mientras más ansiosa Desgárrese ella misma el corazón. Siempre sobre una cuarta de terreno Que nunca mi ojo consiguió esquivar; Sin porvenir en él, sin ilusiones, Sin poder arrancar, ir más allá. Oigo una voz que me repite: ¡vuela! Y una garra detiéneme a la vez. Una mano señálame un tesoro Y otra de hierro me separa de él. Y ha sacudido ya sobre mi frente Cuatro veces la rica juventud Su corona de rosas, y una rosa Mi corazón no ha recogido aún... ¡Despierta, furibunda cordillera! ¡Ábrete! y como piedra de un volcán Sublímame entre llamas a los cielos ¡Y hazme caer en la mitad del mar!
es
Huerta,Efraín
<XXI
El_Tajín
Andar así es andar a ciegas, andar inmóvil en el aire inmóvil, andar pasos de arena, ardiente césped. Dar pasos sobre agua, sobre nada —el agua que no existe, la nada de una astilla—, dar pasos sobre muertes, sobre un suelo de cráneos calcinados. Andar así no es andar sino quedarse sordo, ser ala fatigada o fruto sin aroma; porque el andar es lento y apagado, porque nada está vivo en esta soledad de tibios ataúdes. Muertos estamos, muertos en el instante, en la hora canicular, cuando el ave es vencida y una dulce serpiente se desploma. Ni un aura fugitiva habita este recinto despiadado. Nadie aquí, nadie en ninguna sombra. Nada en la seca estela, nada en lo alto. Todo se ha detenido, ciegamente, como un fiero puñal de sacrificio. Parece un mar de sangre petrificada a la mitad de su ascensión. Sangre de mil heridas, sangre turbia, sangre y cenizas en el aire inmóvil. Todo es andar a ciegas, en la fatiga del silencio, cuando ya nada nace y nada vive y ya los muertos dieron vida a sus muertos y los vivos sepultura a los vivos. Entonces cae una espada de este cielo metálico y el paisaje se dora y endurece o bien se ablanda como la miel bajo un espeso sol de mariposas. No hay origen. Sólo los anchos y labrados ojos y las columnas rotas y las plumas agónicas. Todo aquí tiene rumores de aire prisionero, algo de asesinato en el ámbito de todo silencio. Todo aquí tiene la piel de los silencios, la húmeda soledad del tiempo disecado; todo es dolor. No hay un imperio, no hay un reino. Tan sólo el caminar sobre su propia sombra, sobre el cadáver de uno mismo, al tiempo que el tiempo se suspende y una orquesta de fuego y aire herido irrumpe en esta casa de los muertos —y un ave solitaria y un puñal resucitan. Entonces ellos —son mi hijo y mi amigo— ascienden la colina como en busca del trueno y el relámpago. Yo descanso a la orilla del abismo, al pie de un mar de vértigos, ahogado en un inmenso río de helechos doloridos. Puedo cortar el pensamiento con una espiga, la voz con un sollozo, o una lágrima, dormir un infinito dolor, pensar un amor infinito, una tristeza divina; mientras ellos, en la suave colina, sólo encuentran la dormida raíz de una columna rota y el eco de un relámpago. Oh Tajín, oh naufragio, tormenta demolida, piedra bajo la piedra; cuando nadie sea nada y todo quede mutilado, cuando ya nada sea y sólo quedes tú, impuro templo desolado, cuando el país-serpiente sea la ruina y el polvo, la pequeña pirámide podrá cerrar los ojos para siempre, asfixiada, muerta en todas las muertes, ciega en todas las vidas, bajo todo el silencio universal y en todos los abismos. Tajín, el trueno, el mito, el sacrificio. Y después, nada.
es
Díaz_Mirón,Salvador
<XXI
¡Bien_Hayas,_Himno_Verde,_Que_Sublimas
¡Bien hayas, himno verde, que sublimas en estrelladas y soberbias rimas triunfante numen, y a cantar animas! En la punta prolífica y derecha De tu plumada y elegante flecha, Mirlo garrulador plañe una endecha Y abro el ala parnáside, y al crudo Viento del agrio Cofre la sacudo, Y con bárbara trova te saludo. Corvas uñas, que amagan como en rabos De incógnitos a mí reptiles bravos, Echas por hojas en alternos cabos. Y si la llama del rencor me ciñe Corazón y laúd, la nota riñe Y el verso es garra que la sangre tiñe. ¡Cuán peregrina con tus frondas nuevas! Imán y encanto a las miradas pruebas En las guirnaldas que a las nubes llevas. Extraño soy también, y más atraigo Con prez que ostento y con baldón que raigo, Y de mayor encumbramiento caigo. A mirífica lumbre te abandonas E iridiscentes lágrimas temblonas Adiamantan y emperlan tus coronas. Y ardo en estro de amor, y no hay rocío Como el que cubre las que a Dios envío Ansias de que me cure el ángel mío. ¡En ti mi nombre que grabé se mezca! ¡Tal vez lo guardarás de que perezca! ¡Sólo así podrá ser que dure y crezca!
es
Darío,Rubén
<XXI
Preludio
Hay un tropel de potros sobre la pampa inmensa. ¿Es Pan que se incorpora? No: es un hombre que piensa, es un hombre que tiene una lira en la mano: él viene del azul, del sol, del Océano. Trae encendida en vida su palabra potente y concreta el decir de todo un continente... Tal vez es desigual... (¡El Pegaso da saltos!) Tal vez es tempestuoso... (¡Los Andes son tan altos!...) Pero hay en este verso tan vigoroso y terso una sangre que apenas veréis en otro verso; una sangre que cuando en la estrofa circula, como la luz penetra y como la onda ondula... Pegaso está contento, Pegaso piafa y brinca, porque Pegaso pace en los prados del inca. Y este fuerte poeta de alma tan ardorosa sabe bien lo que cuentan los labios de la rosa, comprende las dulzuras del panel y comprende lo que dice la abeja del secreto del duende... Pero su brazo es para levantar la trompeta hacia donde se anuncia la aurora del Profeta; es hecho para dar a la virtud del viento la expresión del terrible clarín del pensamiento. Él sabe de Amazonas, Chimborazos y Andes. Siempre blande su verso para las cosas grandes. Va como Don Quijote en ideal campaña, vive de amor de América y de pasión de España; y envuelto en armonía y en melodía y canto, tiene rasgos de héroe y actitudes de santo. «¿Me permites, Chocano, que como amigo fiel, te ponga en el ojal esta hoja de laurel?» Tal dije cuando don J. Santos Chocano, último de los incas, se tornó castellano.
es
Feiling,C.E.
XXI
Sangre
Retumba en la oquedad de la memoria y criba livores y arreboles y nociva purulencia precoz cuya heredad fue pena recibida; me zumba en el ferál escroto al atisbar cómo declina la gruesa turpitud que con inquina mi médula en erial derramó; desatina si a la pupila inflama femenil escorzo que sugiere cuántos dila pida encantos Dalila, si inopinado astil asesta entre las ingles la que estila con vernal desenfado veste henchir elusiva; delira porque a férula dira sométense las manos, cuando fir me reclama abstinencia Deyanira.
es
Aleixandre,Vicente
<XXI
Vagamente_Cansado_El_Día_Insiste
Vagamente cansado el día insiste. La misma flor, la misma fuente, la misma, la misma sombra del cerezo. ¿Qué preguntas? El mar tan lejos gesticula inútilmente. Sus espumas ruedan, ansia de amor proclaman sin sonido, lejos, lejos, lejísimos, sin bulto, vago telón de sedas amarillas.
es
Altolaguirre,Manuel
<XXI
No_Sé_Por_Qué_Lo_Hice
No sé por qué lo hice, pero bendita sea esa bondad involuntaria de la que fui capaz. Si lo hice sin querer, fui un elegido. Si fue un impulso extraño, qué alegría! El haber sido niño el tiempo de un relámpago oscureció mi estrella, me hizo olvidar la noche. Involuntariamente fui blanco del amor contra el destino.
es
Parra_Pozuelo,Manuel
XXI
Llegó_Por_La_Tristeza_A_La_Alegría
Llegó por la tristeza a la alegría y allí su corazón atribulado habló del que, convicto y derrotado, aun José o Pepe Hierro se sabía. Lo mismo que Machado, convertía las viejas amarguras del pasado en resplandor silente y regresado que en su verso, de nuevo, renacía.. Llantos en las lejanas avenidas, el eco musical de los colores, el poso de la vida y sus dolores dejaron en sus sienes las heridas, que en sus versos quedaron retratadas y en líricas palabras trasmutadas.
es
Flórez,Julio
<XXI
Guardo_En_Mi_Pecho_Un_Trono
Guardo en mi pecho un trono para la madre mía: que aunque ella me dio el ser, yo la perdono... porque no supo el daño que me hacía.
es
Letelier,Elías
XXI
Por_Las_Noches
Por las noches, las cucarachas bajan por las paredes a escoltar mi sueño y sin respetar mi rango, se miran en el espejo y alegres, por todas partes pasan. Atacan la generosidad de mis calcetines, el dogma estético de mis pies que, desvanecidos como osamentas, en el suelo descansan. Sitian la tiranía de mis botas, humillan su linaje perverso y entonces, ellas me hacen doler el alma. Atrapo un trueno con mis manos y ellas se asustan y arrancan; entran y salen por el cañón de mi metralleta y entre los cargadores hacen un cónclave: allí se pertrechan como si quisieran matarme. Les tiro escupos, golpeo la pared, y gritando cito al diablo y a sus orígenes. Se marchan y ocultan entre mis libros, allí quedan quietas, y en la imaginación del mundo depositan sus huevos, y también se cagan en el conocimiento. Atacan la generosidad de mis calcetines, el dogma estético de mis pies que, desvanecidos como osamentas, en el suelo descansan. Sitian la tiranía de mis botas, humillan su linaje perverso y entonces, ellas me hacen doler el alma. Atrapo un trueno con mis manos y ellas se asustan y arrancan; entran y salen por el cañón de mi metralleta y entre los cargadores hacen un cónclave: allí se pertrechan como si quisieran matarme. Les tiro escupos, golpeo la pared, y gritando cito al diablo y a sus orígenes. Se marchan y ocultan entre mis libros, allí quedan quietas, y en la imaginación del mundo depositan sus huevos, y también se cagan en el conocimiento. Sitian la tiranía de mis botas, humillan su linaje perverso y entonces, ellas me hacen doler el alma. Atrapo un trueno con mis manos y ellas se asustan y arrancan; entran y salen por el cañón de mi metralleta y entre los cargadores hacen un cónclave: allí se pertrechan como si quisieran matarme. Les tiro escupos, golpeo la pared, y gritando cito al diablo y a sus orígenes. Se marchan y ocultan entre mis libros, allí quedan quietas, y en la imaginación del mundo depositan sus huevos, y también se cagan en el conocimiento. Atrapo un trueno con mis manos y ellas se asustan y arrancan; entran y salen por el cañón de mi metralleta y entre los cargadores hacen un cónclave: allí se pertrechan como si quisieran matarme. Les tiro escupos, golpeo la pared, y gritando cito al diablo y a sus orígenes. Se marchan y ocultan entre mis libros, allí quedan quietas, y en la imaginación del mundo depositan sus huevos, y también se cagan en el conocimiento. Les tiro escupos, golpeo la pared, y gritando cito al diablo y a sus orígenes. Se marchan y ocultan entre mis libros, allí quedan quietas, y en la imaginación del mundo depositan sus huevos, y también se cagan en el conocimiento. Se marchan y ocultan entre mis libros, allí quedan quietas, y en la imaginación del mundo depositan sus huevos, y también se cagan en el conocimiento.
es
Burriel,Adolfo
XXI
Sobre_La_Rosa_Que_Soporta
Sobre la rosa que soporta los cimientos del mundo, tu piel es frágil como amor, vertiginosa como incendio, húmeda y desamada. Y una virgen zozobra.
es
Vicéns,Nimia
<XXI
Cuando_Una_Mujer_Sola,_Mira_Una_Flor_Caer
Cae del aire la flor Tan leve amada de ese trémulo espacio donde viaja su huella deslizando aroma de su imagen al amor... Un pedazo de cielo y una rama... Nada más cayó al aire la flor. ¡Qué solos nos quedamos sobre el mundo mi corazón y yo! Tan leve amada de ese trémulo espacio donde viaja su huella deslizando aroma de su imagen al amor... Un pedazo de cielo y una rama... Nada más cayó al aire la flor. ¡Qué solos nos quedamos sobre el mundo mi corazón y yo! Un pedazo de cielo y una rama... Nada más cayó al aire la flor. ¡Qué solos nos quedamos sobre el mundo mi corazón y yo! Nada más cayó al aire la flor. ¡Qué solos nos quedamos sobre el mundo mi corazón y yo! ¡Qué solos nos quedamos sobre el mundo mi corazón y yo!
es
Vásquez,Ana_C.
XXI
El_Clamor_De_Una_Estrella
El clamor de una estrella ensalza mis sentidos y grita dentro de mi alma el dolor de estar vivo, como si fuera un estallido me lastima y presiona desde el fondo de mi ser, mis nervios se encrespan mi pecho no deja de arder, siento que voy a enloquecer. Pierdo lentamente el conocimiento, ¡Quítame el dolor! A Dios clamo, viva o muera, no interesa. Una estrella me guiará a salir de esta oscuridad, añejo ya mi deseo de vivir está punzante en mi alma el furor de una llaga, se ensancha y arde, en mi cuerpo se expande. Carcome el dolor mis pobres sentidos, mi torpe cordura, acorde crece el lamento, mi sed de venganza se extiende como plaga, me guiará a la tortura de la que soy presa. Pérdida se dará mas mi ser la realizará.
es
Villaespesa,Francisco
<XXI
El_Alba_Ciñe_Las_Primeras_Rosas
El alba ciñe las primeras rosas espejo de la mar bruñido, y agranda las pupilas ojerosas la expectación de lo desconocido. El sol disipa el matinal celaje, y los brazos se tienden doloridos, ansiosos de acabar nuestro viaje entre otros brazos al amor tendidos. ¡Zarpamos otra vez! En la borrosa tarde se esfuma hasta el lejano monte... La playa se va a hundir... Ahora, ¡quién sabe en qué isla desierta y fabulosa sus ojos sondearán el horizonte esperando el arribo de mi nave!
es
Pizarnik,Alejandra
<XXI
Seguiré
roto marco centra este todo de árbol castrado llorando medir cada paso a lo largo si no se perturba la luna la luz redondea blancuras de nabos rallados tirar cada envoltura si no se distorsiona lo negro la música enrojece la ruta de cada pequeño húmedo girar girar girar percibir junto al marco roto sentires de tacos y muelas querer agarrarlo todo
es
Rodríguez,Claudio
<XXI
Ni_Aún_El_Cuerpo_Resiste
Ni aún el cuerpo resiste tanta resurrección, y busca abrigo ante este viento que ya templa y trae olor, y nueva intimidad. Ya cuanto fue hambre, ahora es sustento. Y se aligera la vida, y un destello generoso vibra por nuestras calles. Pero sigue turbia nuestra retina, y la saliva seca, y los pies van a la desbandada, como siempre. Y entonces, esta presión fogosa que nos trae el cuerpo aún frágil de la primavera, ronda en torno al invierno de nuestro corazón, buscando un sitio por donde entrar en él. Y aquí, a la vuelta de la esquina, al acecho, en feraz merodeo, nos ventea la ropa, nos orea el trabajo, barre la casa, engrasa nuestras puertas duras de oscura cerrazón, las abre a no sé qué hospitalidad hermosa y nos desborda y, aunque nunca nos demos cuenta de tanta juventud, de lleno en lleno nos arrasa. Sí, a poco del sol salido, un viento ya gustoso, sereno de simiente, sopló en torno de nuestra sequedad, de la injusticia de nuestros años, alentó para algo más hermoso que tanta desconfianza y tanto desaliento, más gallardo que nuestro miedo a su honda rebelión, a su alta resurrección. Y ahora yo, que perdí mi libertad por todo, quiero oír cómo el pobre ruido de nuestro pulso se va a rastras tras el cálido son de esta alianza y ambos hacen la música arrolladora, sin compás, a sordas, por la que se llegará algún día, quizá en medio de enero, en el que todos sepamos el por qué del nombre: «viento de primavera»
es
Ibarbourou,Juana_de
<XXI
Pascua
De mi campo, a pequeñas bestezuelas en mi noche de Reyes recortadas, hierbas gustosas séanle donadas, ya que no golosinas y escarcelas. Duerma la libre de redondo ojito, sueñe la nutria de colmillo agudo, y velen hadas al tatú que pudo ser siquiera más suave o más bonito. Criaturas de Dios, en burdo lodo hechas por El tal vez con ese modo que a veces tiene el padre fatigado, pero también queridas y guardadas, y acaso con destino que en miriadas hará del tosco ser juguete alado.
es
Anónimo_y_Romancero
<XXI
Romance_Del_Moro_De_Antequera
De Antequera sale un moro, de Antequera, aquesa villa, cartas llevaba en su mano, cartas de mensajería, escritas iban con sangre, y no por falta de tinta, el moro que las llevaba ciento y veinte años había. Ciento y veinte años el moro, de doscientos parecía, la barba llevaba blanca muy larga hasta la cinta, con la cabeza pelada la calva le relucía; toca llevaba tocada, muy grande precio valía, la mora que la labrara por su amiga la tenía. Caballero en una yegua que grande precio valía, no por falta de caballos, que hartos él se tenía; alhareme en su cabeza con borlas de seda fina. Siete celadas le echaron, de todas se escabullía; por los cabos de Archidona a grandes voces decía: —Si supieres, el rey moro, mi triste mensajería mesarías tus cabellos y la tu barba vellida. Tales lástimas haciendo llega a la puerta de Elvira; vase para los palacios donde el rey moro vivía. Encontrado ha con el rey que del Alhambra salía con doscientos de a caballo, los mejores que tenía. Ante el rey, cuando le halla, tales palabras decía: —Mantenga Dios a tu alteza, salve Dios tu señoría. —Bien vengas, el moro viejo, días ha que te atendía. —¿Qué nuevas me traes, el moro, de Antequera esa mi villa? —No te las diré, el buen rey, si no me otorgas la vida. —Dímelas, el moro viejo, que otorgada te sería. —Las nuevas que, rey, sabrás no son nuevas de alegría: que ese infante don Fernando cercada tiene tu villa. Muchos caballeros suyos la combaten cada día: aquese Juan de Velasco y el que Henríquez se decía, el de Rojas y Narváez, caballeros de valía. De día le dan combate, de noche hacen la mina; los moros que estaban dentro cueros de vaca comían, si no socorres, el rey, tu villa se perdería. Siete celadas le echaron, de todas se escabullía; por los cabos de Archidona a grandes voces decía: —Si supieres, el rey moro, mi triste mensajería mesarías tus cabellos y la tu barba vellida. Tales lástimas haciendo llega a la puerta de Elvira; vase para los palacios donde el rey moro vivía. Encontrado ha con el rey que del Alhambra salía con doscientos de a caballo, los mejores que tenía. Ante el rey, cuando le halla, tales palabras decía: —Mantenga Dios a tu alteza, salve Dios tu señoría. —Bien vengas, el moro viejo, días ha que te atendía. —¿Qué nuevas me traes, el moro, de Antequera esa mi villa? —No te las diré, el buen rey, si no me otorgas la vida. —Dímelas, el moro viejo, que otorgada te sería. —Las nuevas que, rey, sabrás no son nuevas de alegría: que ese infante don Fernando cercada tiene tu villa. Muchos caballeros suyos la combaten cada día: aquese Juan de Velasco y el que Henríquez se decía, el de Rojas y Narváez, caballeros de valía. De día le dan combate, de noche hacen la mina; los moros que estaban dentro cueros de vaca comían, si no socorres, el rey, tu villa se perdería.
es
Pombo,Rafael
<XXI
Juan_Chunguero
Era Juan Chunguero insigne gaitero Con la misma gaita que fue de su taita, Y aunque un aire sólo trinaba este Apolo, Furibundo estrépito formaba con él. Y muchas parejas, y aun viejos y viejas, Bailaban en tanto con risa y con canto, Y de ellos no pocos resultaron locos Por arte diabólica del músico aquel. La abuela Tomasa volviendo a su casa Bailó una cachucha, tan ágil, tan ducha, Que vieja y canasto se hicieron emplasto Y tortilla espléndida de huevos con pan. Dicen que un cordero salió maromero Y montó en un lobo que andaba hecho un bobo. Y que aquella vaca que ordeñaba Paca Armó con el cántaro una de «¡San Juan!» Iba en su camino sudando un pollino Y dándole palo su enemigo malo, Mas oyó al gaitero y ¡adiós del arriero! Y ¡adiós carga y látigo, cabestro y cinchón! Pero no hubo gloria en toda esta historia Como la de aquella Pastorcita bella Viendo ya encolada toda su manada, Valsando alegrísima de la gaita al son, Y al ver a Pastora aquel Juan Chunguero, Y oyendo a Chunguero la linda Pastora, El se hizo Pastor; gaitera, Pastora. Y él su corderito y ella su cordero.
es
Sabido_Sánchez,Fernando
XXI
Tu_Ternura_Planea_Sobre_La_Convulsión
Te posee un corazón tallado en el diamante de la fidelidad, unos ojos enlutados por la espera mirando al mar, al amor que viaja desde lejos para no llegar nunca a tu isla de Ítaca En la intimidad, el placer solitario escupe lava y mancha de ceniza tu vientre recostado en los sueños, fiel bajo la prodigiosa torre de marfil, tejiendo y destejiendo secretos en los pechos vírgenes de las mareas, guardando las palabras como un tesoro al abrigo de hipócritas deseos, de todos los cuchillos sangrientos del machismo que ansiaron sólo atravesar tu cuerpo Testifico tu ternura que planea vencedora sobre convulsas y aún cercanas fiebres, Penélope que grita mientras siente las caricias del viento en las entrañas despreciando el llanto helado, el sollozo del designio, para asaltar sin miedos ni silencios la libertad
es
Jiménez,Juan_Ramón
<XXI
Sólo_Eres_Tú
Sólo eres tú (aquella tú) cuando me hieres.
es
Asturias,Miguel_Ángel
<XXI
Invierno
En rodillas de viento, galgo y huella fuí tras de ti, mujer en mi presencia transportado por ágil luz de estrella de sentido en sentido hasta la ausencia. Atravesaste, amor, los egoísmos que en sílice de lágrimas desvelo yuxtaponiendo abismos sobre abismos en mi insoluble soledad de hielo. La gran araña de la lluvia teje con agua y viento telarañas móviles ¿qué mañana serán cuando despeje? Superficie de vidrio sin quebranto, como serán mis ojos cuando inmóviles hayan llorado ya todo su llanto.
es
Martínez_de_la_Rosa,Francisco
<XXI
«¿Por_Qué_Me_Dejas,_Ingrato?
«¿Por qué me dejas, ingrato? Vuelve a mi voz, jilguerillo; Y no pagues cual Damón Mis cuidados y cariño. Eras mi solo consuelo, Eras mi mejor amigo; Contigo partí mi lecho, Mi seno te di por nido... Noches enteras pasaste En mi regazo dormido; Y apenas rayaba el alba, Me despertaban tus trinos: Tú mis lágrimas veías, Tú escuchabas mis suspiros, A tí solo confié El nombre del fementido...» Así Flora se quejaba; Mas vio en la rama de un mirto Acariciando a su esposa Al pintado pajarillo. Envidia tuvo al mirarle; Sintió su dolor más vivo; Y prorumpió en estas voces, Dando un profundo gemido: «Sé feliz , ave inocente, Con tu esposa y con tus hijos; ¡Que no hay ventura en la tierra Si está el corazón vacío!»
es
Ouro_Agromartín,Mª_Dolores
XXI
Sobre_La_Cresta_De_La_Ola
Sobre la cresta de la ola al movimiento incesante del viento, en medio de un lago sediento, y sobre el barco de mis sueños, —pienso en Ti. Mirando siempre hacia adelante, dejando que el sol broncee mi cara y el aire —un poco frío— despierte mi alma dormida, refresque mis ilusiones pasadas, y avive la imaginación perdida. ¿Qué puedo añadir más? Un paisaje fantasmal, rodeada en mi embarcación de montañas enormes que en eterno desafío alcanzan con sus cabezas —unas desnudas, otras arboladas, aún otras de canas blancas—, a besar el cielo a estar rodeadas de nubes en los valles, a alcanzar el sol con los dedos, mientras está aquí abajo lloviendo, y si las miras sólo te originan respeto, deseo de volar hacia ellas, y, en la cumbre ya, tocar el cielo con los dedos. Todo me hace pensar, río, lago y mar, valle y alta montaña, sol y nocturna oscuridad, en la tierra nueva celestial que está esperándome, mostrándome ya ahora un pálido reflejo de lo que espero alcanzar, en el que ya no separará la mar, ni arrogantes montañas se elevarán, sino todo será paz, armonía, felicidad, al caminar sobre el lago de cristal, en el que un pequeño pez vendrá a juguetear con mis pies, y una brisa matinal me despertará de este sueño fatal para gritarme en alta voz: «Alma, disfruta ya de libertad», Cristo, tu Redentor, ha abierto para siempre ya las puertas del paraíso terrenal. Mirando siempre hacia adelante, dejando que el sol broncee mi cara y el aire —un poco frío— despierte mi alma dormida, refresque mis ilusiones pasadas, y avive la imaginación perdida. ¿Qué puedo añadir más? Un paisaje fantasmal, rodeada en mi embarcación de montañas enormes que en eterno desafío alcanzan con sus cabezas —unas desnudas, otras arboladas, aún otras de canas blancas—, a besar el cielo a estar rodeadas de nubes en los valles, a alcanzar el sol con los dedos, mientras está aquí abajo lloviendo, y si las miras sólo te originan respeto, deseo de volar hacia ellas, y, en la cumbre ya, tocar el cielo con los dedos. Todo me hace pensar, río, lago y mar, valle y alta montaña, sol y nocturna oscuridad, en la tierra nueva celestial que está esperándome, mostrándome ya ahora un pálido reflejo de lo que espero alcanzar, en el que ya no separará la mar, ni arrogantes montañas se elevarán, sino todo será paz, armonía, felicidad, al caminar sobre el lago de cristal, en el que un pequeño pez vendrá a juguetear con mis pies, y una brisa matinal me despertará de este sueño fatal para gritarme en alta voz: «Alma, disfruta ya de libertad», Cristo, tu Redentor, ha abierto para siempre ya las puertas del paraíso terrenal. ¿Qué puedo añadir más? Un paisaje fantasmal, rodeada en mi embarcación de montañas enormes que en eterno desafío alcanzan con sus cabezas —unas desnudas, otras arboladas, aún otras de canas blancas—, a besar el cielo a estar rodeadas de nubes en los valles, a alcanzar el sol con los dedos, mientras está aquí abajo lloviendo, y si las miras sólo te originan respeto, deseo de volar hacia ellas, y, en la cumbre ya, tocar el cielo con los dedos. Todo me hace pensar, río, lago y mar, valle y alta montaña, sol y nocturna oscuridad, en la tierra nueva celestial que está esperándome, mostrándome ya ahora un pálido reflejo de lo que espero alcanzar, en el que ya no separará la mar, ni arrogantes montañas se elevarán, sino todo será paz, armonía, felicidad, al caminar sobre el lago de cristal, en el que un pequeño pez vendrá a juguetear con mis pies, y una brisa matinal me despertará de este sueño fatal para gritarme en alta voz: «Alma, disfruta ya de libertad», Cristo, tu Redentor, ha abierto para siempre ya las puertas del paraíso terrenal. Un paisaje fantasmal, rodeada en mi embarcación de montañas enormes que en eterno desafío alcanzan con sus cabezas —unas desnudas, otras arboladas, aún otras de canas blancas—, a besar el cielo a estar rodeadas de nubes en los valles, a alcanzar el sol con los dedos, mientras está aquí abajo lloviendo, y si las miras sólo te originan respeto, deseo de volar hacia ellas, y, en la cumbre ya, tocar el cielo con los dedos. Todo me hace pensar, río, lago y mar, valle y alta montaña, sol y nocturna oscuridad, en la tierra nueva celestial que está esperándome, mostrándome ya ahora un pálido reflejo de lo que espero alcanzar, en el que ya no separará la mar, ni arrogantes montañas se elevarán, sino todo será paz, armonía, felicidad, al caminar sobre el lago de cristal, en el que un pequeño pez vendrá a juguetear con mis pies, y una brisa matinal me despertará de este sueño fatal para gritarme en alta voz: «Alma, disfruta ya de libertad», Cristo, tu Redentor, ha abierto para siempre ya las puertas del paraíso terrenal. Todo me hace pensar, río, lago y mar, valle y alta montaña, sol y nocturna oscuridad, en la tierra nueva celestial que está esperándome, mostrándome ya ahora un pálido reflejo de lo que espero alcanzar, en el que ya no separará la mar, ni arrogantes montañas se elevarán, sino todo será paz, armonía, felicidad, al caminar sobre el lago de cristal, en el que un pequeño pez vendrá a juguetear con mis pies, y una brisa matinal me despertará de este sueño fatal para gritarme en alta voz: «Alma, disfruta ya de libertad», Cristo, tu Redentor, ha abierto para siempre ya las puertas del paraíso terrenal.
es
Pardo_García,Germán
<XXI
¡No_Puede_Ser!_Y_Sin_Embargo,_Ocurre
¡No puede ser! Y sin embargo, ocurre. Salimos a mirar la tarde en calma y súbito temor nos hiere el alma. El viento llega y la ansiedad transcurre. Vuelve la paz. De pronto algo discurre incógnito en las hojas de una palma. Volvemos a temblar y el aire ensalma la nueva angustia en que la vida incurre. ¡No puede ser!, atónitos decimos. Mas ennegrecen todos los racimos y hasta la piedra en los desiertos huye. ¡No puede ser, no puede ser!, clamamos. ¡No puede ser! Y en vértigo nos vamos entre esa negación que nos destruye.
es
Hernández,Miguel
<XXI
El_Corazón_Es_Agua
El corazón es agua que se acaricia y canta. El corazón es puerta que se abre y se cierra. El corazón es agua que se remueve, arrolla, se arremolina, mata.
es
Bello,Andrés
<XXI
Que_La_Guerra_Es_La_Más_Tremenda_Plaga
Que la guerra es la más tremenda plaga que el cielo justiciero al mundo envía, y que en la guerra el pueblo es el que paga, vémoslo por desgracia cada día. Por cientos y por miles, se lo traga esta voraz, esta insaciable harpía; y mientras todo el daño al pueblo alcanza, toda es de Potentados la pitanza. Como para los hombres no hay ventura igual a la que un rey les proporciona, Su Majestad, que el bien común procura cual carga impuesta a su Real persona, un pueblo y otro y otro más por pura benevolencia allega a su corona; dejadle ir adelante en su carrera, y hará feliz la humanidad entera. Mas otro pío augusto personaje al mismo objeto por su parte aspira, cobrando a las naciones vasallaje; éste de un cabo, aquél del otro tira; y el que, ya al mundo culto, ya al salvaje, desgarra la más grande y bella jira, es el más digno del aplauso humano y el más grande y perfecto soberano. Mas hablando de veras, ¿no contrista ver de tal suerte el orbe todo hecho vasto teatro de inmoral conquista, do la fuerza es el único derecho? ¿Cuándo será que la razón resista a ese brillo de gloria contrahecho, y los goces aprecie que atesora, aun en sí misma, el alma bienhechora? Pero si es en un rey grosero engaño, y a par que gran maldad, gran desatino, con tanto propio afán y ajeno daño comprar un bien tan falso y tan mezquino, ¿qué se dirá del que en servicio extraño el salario recibe de asesino, y carga de asesino la librea, y con ella se esponja y pavonea? ¿Para que duque o mariscal te llame el que hoy te nombra a secas don Fulano, y que el pecho una estrella o cruz te infame, que esclavo te denuncie de un tirano, bárbaro, es menester que se derrame a torrentes la sangre por tu mano; y a trueque de esa vana, esa supuesta gloria, el dolor común te es burla y fiesta? Lauro eterno al intrépido soldado si por su patria y por su fe pelea; si no, tu nombre, ¡oh guerra, abominado y por siempre jamás maldito sea! Pláceme que a tus furias tregua he dado, que aun en sueños me asustas y en idea; ebria de sangre se me antoja verte esgrimir la guadaña de la Muerte. Noble Reinaldos, Flordelisa bella, obligado a vosotros me confieso, que habéis venido a interrumpir de aquella desmocha impía el trágico proceso. Vuelvo a donde os conté que a la doncella hace el barón ofrecimiento expreso de su espada y su brazo, y que, indecisa, se rinde al fin y acepta Flordelisa. Que cabalgue, la Dama le suplica, pues el corcel le falta, la hacanea. Reinaldos cortésmente le replica no le proponga acción tan baja y fea; mas ella las instancias multiplica tanto, que el paladín no titubea, y bien que a su pesar, la silla ocupa, haciendo a Flordelís tomar la grupa. Sube la Damisela temerosa, que no del todo al paladín se fía; pero temor más grande una espantosa voz le infundió que a corto trecho oía; a Flordelís la bella tez de rosa en pálido jazmín se convertía. Reinaldos con intrépido semblante salta de la hacanea, y ve un gigante. Estaba el tal en medio de una senda junto a la boca de una parda gruta; la cara tiene abotagada, horrenda, negro el pellejo y la mirada bruta. Inevitable juzga una contienda el barón, y no sólo no se inmuta mirando aquel vestiglo tan cercano, mas a encontrarle corre, espada en mano. Una gran porra empuña el tal, y lleva de triple malla todo el cuerpo armado, y se ve a la abertura de la cueva en cadenas un grifo a cada lacio; pero una cosa más extraña y nueva que todas éstas, era que guardado estaba allí el caballo de Argalía; su guarda a cargo aquel jayán tenía. El cual caballo en esta cueva oscura por arte se engendró de encantamento. Nacida fue su madre de una pura etérea llama, y fecundola el viento; tal fue de Rabicán la genitura, que de uno y otro rápido elemento heredó lo veloz de la carrera, la bella estampa y la índole guerrera. No probó nunca paja ni cebada, que de aire solamente se nutría. Valido de una mágica entruchada robole Galafrón para Argalía, y éste le trajo en la fatal jornada con que a turbar la cristiandad venía; y en que a sus verdes años cortó el hilo de daga mora el acerado filo. Después que, como os dije, Ferraguto a palos le ahuyentó de la presencia de su señor, el generoso bruto volvió del patrio albergue a la querencia, que, llena ahora de pavor y luto, custodia este jayán, con asistencia de los dos grifos, que argentada pluma tienen, y fuerza y ligereza suma. Reinaldo al enemigo se presenta con no menos denuedo que recato, alta la espada, y con la vista atenta a reparar de treta y de rebato. El jayán, que le ve, ya se hace cuenta que ha de tener que trabajar un rato; habiendo dado a más de mil la muerte, distingue cuál es flojo y cuál es fuerte. Con la osamenta de la pobre gente blanquear todo el campo se divisa; ni por eso temor Reinaldos siente; morir hará al jayán, y no de risa. Cerraron ambos presurosamente, y un tanto la ventaja fue indecisa; con ojo y pulso igual tiran, reparan, y golpes dan que riscos destrozaran. Reinaldos al jayán hirió primero, y con la punta le alcanzó a la testa; poro la cubre tan templado acero que muy poco la herida le molesta. Soberbio un gran porrazo al caballero retruca, y conclüir pensó la fiesta; Reinaldos hurta el cuerpo a maravilla, y aciértale otra punta a la tetilla. De hierro un palmo le metió en el pecho, que la malla de hirviente sangre inunda; pero aún no de esta herida satisfecho, otra con más violencia le asegunda. No fueron al gigante de provecho sus armas; que Frusberta furibunda en la barriga le abre una tronera, y parte del redaño le echa fuera. Mucho sintió su fuerza enflaquecida el malandrín, y de color se inmuta; tanto el dolor le aqueja de la herida que cercano a la muerte se reputa. Único medio, de salvar la vida le pareció correr hacia la gruta y soltar a los grifos la pihuela; mas no bien libre el uno dellos vuela, Agarra al pobre diablo de una zanca, y agarrado a las nubes se le lleva; mientras el otro hacia Reinaldo arranca queriendo hacer en él la misma prueba; grazna horrorosamente, y con la blanca pluma erizada (fiera lidia y nueva) embiste al paladín, que atiende inmoble, y al verle cerca esgrímele un mandoble, tan a sabor, que por un tris entera toda la pierna izquierda le rebana. Graznando y renqueando huyó la fiera, el cándido plumaje tinto en grana. Mas lo peor del caso nos espera; que el otro grifo, habiendo, cual liviana presa, alzado al jayán, sobre los picos de una roca le suelta, y le hace añicos. Y con el espantoso pico abierto y las dos alas extendidas, cala. Dice Turpín, y téngolo por cierto, que como doce pies mide cada ala. Se oye un zumbido en todo aquel desierto, que en pampa austral el raudo sur no iguala; con tanta furia el aire y tanto estruendo aquella ave infernal viene batiendo. Déjase con el ímpetu del rayo caer sobre el valiente caballero, que, habiendo para aqueste nuevo ensayo los bríos requerido y el acero, un súbito revés tira al soslayo, que al grifo coge y le desgarra el cuero; aleteando un tanto se retrae, y sobre el paladín otra vez cae. Vuélale en torno al príncipe cristiano buscando cómo pueda echarle el guante; ya baja de las nubes, cual milano, ya por detrás, ya asalta por delante; mas halla al buen señor de Montalbano apercibido siempre y vigilante; y por doquier que amenazando viene, con la punta Frusberta le detiene. Al cielo enfurecido se levanta, y piérdese de vista; mas desciende a poco rato con violencia tanta, que al barón esta vez casi sorprende. A la cabeza embiste, y le quebranta de una uñarada el cerco que defiende alrededor el yelmo de Mambrino; pero al yelmo no daña, que era fino. Por más que se afanaba, no podía darle golpe Reinaldos que valiera, pues tan veloz el grifo iba y venía, que a la vista ir tras él difícil era. Mientras que Flordelís votos hacía, corto el aliento, y con la faz de cera, fatiga el uno al otro, urge, trabaja, y un átomo no lleva de ventaja. Viendo el barón con cuánto afán la guerra aun a la luz equilibrar consiga, y que la noche a toda prisa cierra, que teme algún desmán no sé si diga. Por último recurso se echa en tierra, fingiendo que desmaya de fatiga. El grifo, que le cree de vida falto, hambriento embiste; el príncipe da un salto, Y a la fiera esta vez coge de lleno, clavándole la espada en el gollete; y luego cuatro veces en el seno hasta los gavilanes se la mete. Ya que expirando enrojeció el terreno por bocas el tal grifo seis o siete, el palafrén, la Dama, do la brida trajo al barón, instando a la partida. Mas vino al paladín el pensamiento de examinar el fondo de la cueva, y se dirige al boquerón pizmiento, y a Flordelisa de la mano lleva. De mármol vio labrado el pavimento; y de alabastro y pórfido se eleva a poco trecho espléndida fachada de lámparas de plata iluminada. Era de bronce sólido la puerta, jambas, dintel, columnas y arquitrabe; y en un oculto nicho descubierta por la discreta Flordelís la llave, con ella es la interior estancia abierta, que era una luenga embovedada nave; en cien hacheros blanca cera ardía que claridad perpetua mantenía. Bajo un dosel de plata, que doblado repite el resplandor de tanta llama, aparece alto lecho de brocado, y en él una gentil difunta dama. En caracteres de oro está grabado sobre un negro padrón junto a la cama un letrero que dice: «Aquel que fuere llegado a este lugar sepa que muere, «Si a pasar adelante se aventura, no haciendo antes solemne juramento de vengar a esta exánime hermosura dando a su matador digno escarmiento; y en don se le concede, si lo jura, un corcel que en la estampa y el aliento (salvo uno solo) a cuantos hay excede, y a dos pasos de aquí montarle puede. »Caballo de cristiano ni de moro en el presto correr no le es igual, pues deja atrás al mismo Brilladoro y al famoso Bayardo, otro que tal. Atado está en sutiles lazos de oro, y cubierto de diáfano cendal; de paramentos, riendas, freno y silla y lo demás, provisto a maravilla». A sí mismo se da la enhorabuena de este hallazgo el señor de Montalbano. Luego colgado ve de una cadena un libro, en roja tinta escrito a mano, do la historia leyó, con harta pena, de un tierno amor y de un ardid villano, y de la dama la infelice suerte, y por qué causa, y quién le dio la muerte. Del rey de Babilonia Trufaldino (arriba varias veces mencionado), según contaba el libro, era vecino un conde, de linaje señalado y gran virtud; por donde ser le avino de aquel perverso mortalmente odiado; llamábase este conde Floridelo, y castellano fue de Montebelo. Con él vivía una menor hermana hermosa, y en el mismo grado honesta. El libro, que la llama Floridana, dice que en lo discreta y lo modesta, lo bella, lo graciosa y lo galana, no hubo mujer cabal, o éralo ésta, y que con fino amor, puro y constante, de un caballero amada fue y amante. El sol no vio, que todo el mundo gira, como éste, un par de amantes en la tierra. Si la beldad de Floridana admira, valor igual en Melidor se encierra, que entre la gente babilona y sira famoso fue en la paz como en la guerra; cortés, bizarro, liberal sin tasa, y solamente de ventura escasa. Que, como a un claro mérito inhumana madrastra la Fortuna siempre ha sido, no pudo de su cara Floridana Melidoro llegar a ser marido. El conde Floridelo, que su hermana a un poderoso duque ha prometido, al sin ventura Melidor la niega, y la empeñada fe y palabra alega. El libro añade que de foso y muro se hallaba Montebelo circundado, sobre la cumbre de un enhiesto y duro cerro tan sabiamente edificado, que por cualquiera parte está seguro por cualesquiera fuerzas amagado, y solamente vil superchería defensas tantas allanar podía. El Babilonio muchas veces quiso por arte o fuerza conquistar la plaza; y hallando a Floridelo sobre aviso, mientras como enemigo le amenaza, su intento posponer creyó preciso, y con traidoras muestras lo disfraza; y para al fin salirse con su tema valerse resolvió de estratagema. Averiguada el malandrín tenía de aquellos dos amantes la maraña; y sabiendo en qué parte andar solía a caza Melidor, se da tal maña que con él se hace encontradizo un día, traba conversación y le acompaña; júrale que de tiempo atrás ha estado a su valor y fama aficionado. Y cuando cree que franco está el camino del joven Melidor al pecho hidalgo, de un punto en otro a sus amores vino: «Si os merezco servir, le dice, en algo, entendido tened que os patrocino, y disponed de cuanto puedo y valgo. Sé de vuestro rival la intriga toda, y de la dama la forzada boda». Como artificio en Melidor no cabe, y le ciega el amor de Floridana, que algo se oculte imaginar no sabe bajo tan noble oferta y cortesana. Cual náufrago que hundirse ve la nave, batida de furiosa tramontana, y en este afán se abraza a la más leve tabla, pensando que a salud le lleve; Así amor que esperanza desampara, de lo más flaco y débil echa mano. ¿Quién, sino Melidor, imaginara poner la suya en este rey tirano? ¿O quién le diera fe, cuando mirara otra vislumbre de socorro humano? Vese perdido, y ve una senda abierta de salvación (que tal juzgó la oferta); y sin ver más la acepta, y ya la hora de poseer el caro bien le tarda; que hallando asilo en Babilonia ahora, ni Floridel ni el mundo le acobarda. Manda, pues, por mensaje a su señora que si la fe que le juró le guarda, venga con él a verse, y a extranjera tierra le siga; y que en tal parte espera. Ella, que tanto amaba al caballero como era dél con tierno amor querida, le escribe por el mismo mensajero: «Pronta estoy; apresura la partida; llega mañana el duque; mas primero que unirme a él me quitaré la vida, que vivir no me es dado sin quererte; soy tuya, esposo mío, hasta la muerte». Sale, pues, y a la hora y al minuto concertados se juntan, y con presta fuga a un palacio van, donde el astuto Trufaldín los recibe a mesa puesta; y del largo penar gozan el fruto pasando el día en regocijo y fiesta, ¡ah! sin pensar que el último sería de su vida y amores aquel día. Entregado está apenas al reposo el caballero en brazos de su amada, cuando con gran silencio el alevoso entra en el aposento a mano armada. Del lado del mancebo valeroso quitó primeramente arnés y espada; encima se les echa con su gente, y préndelos a entrambos juntamente. Temblando por la suerte de su esposa mudo contempla Melidor el hecho, mientras la dama atónita y medrosa pide misericordia sin provecho. El rey, amenazando que les cosa a puñaladas con la daga el pecho, si no se cumple su intención tirana, una pluma presenta a Floridana. Y ordénale que escriba a Floridelo que el joven Melidoro la ha robado, y en un bosque cercano a Montebelo con tres pajes la tiene a buen recado; que sin rumor, para no dar recelo, venga, y de poca gente acompañado; que así podrá, frustrando el torpe intento del robador, ponerla en salvamento. Entonces de la negra alevosía de Trufaldín se desvolvió el ovillo; prender a Floridelo pretendía, y apoderarse luego del castillo. Pero nada alcanzó por esta vía; Floridana protesta que al cuchillo antes el cuello entregará, que sea el instrumento de traición tan fea. Con esto embravecido el inhumano manda que se le traiga un hierro ardiente. A la una se lo aplica y la otra mano; luego en el seno lo estampó y la frente. Mas fue la instancia del dolor en vano, que se mantuvo hasta expirar valiente. A Melidoro, que romper amaga los duros lazos, traspasó una daga. Todo esto en aquel libro se refiere, pero en más largo cuento y más süave; pues pone las palabras que profiere ésta y aquél; y añade que no sabe cuál de los dos más angustiado muere y con dolor más enojoso y grave; si Floridana, que abrasada expira, o el sin ventura esposo que la mira. Y dice más, que una hada ha restaurado la injuriada beldad a la heroína; que allí cerca el amante fue enterrado, y que a par dél va a serlo la mezquina, luego que la venganza haya alcanzado que el decreto del cielo le destina, cual ha de darle en tiempo no distante un bautizado caballero andante. Toda leyó Reinaldos la escritura, que a maravilla y compasión le mueve, y, con más veras nuevamente jura que el rey traidor su merecido lleve. Restaurose tras esto de la dura fatiga de la lid en sueño breve; y al rayo débil del albor temprano, deja la cueva y monta en Rabicano. Y cabalgando el palafrén la dama, siguen los dos en busca del jardín, donde con otros de alta estirpe y fama cautivo está Roldán, el paladín. Andando van por entre rama y rama de un denso bosque; y llegan casi al fin, cuando a un feo centauro ven cercano, que a un gran león rugiente arrastra a mano. Tenía de caballo la figura hasta los lomos; y de allí adelante humano pecho y cuello y catadura, y brazos poderosos de gigante. Habitaba la parte más oscura de la floresta; y siempre en ella errante, lleva un broquel, tres dardos y una maza, y del pillaje vive y de la caza. Tiembla de susto y miedo la montaña toda en contorno por do va la fiera; no hay cerca que no salve, ni alimaña que compita con él en la carrera. Un adulto león de fuerza extraña acaba de atrapar, y cual si fuera pequeño recental recién parido, de la melena le llevaba asido. Pues el centauro que la presa mira nueva, que la fortuna le depara, suelta al león que huyendo se retira, y al animoso paladín se encara. Un dardo con violencia tal le tira que a cogerle de lleno le pasara. Reinaldo esquiva el golpe, y sólo pudo rozarle el hierro el borde del escudo. Vuelve las ancas él, como azorado, y luego torna, y otro dardo asesta; mas en el yelmo de Mambrino ha dado y hácele sólo retemblar la cresta. El tercero también ha malogrado, con que el garrote a manejar se apresta. Sobre el de Montalbán se viene al trote creyendo que esta vez le descogote. Y cierto ha menester el caballero toda su agilidad; tal le trabaja aquel grueso bastón que tan ligero a diestra y a siniestra sube y baja; ni menos diestramente el compañero era a Frusberta esquiva y ora ataja, pues, amén del coraje que le anima y de la fuerza, entiende bien la esgrima. Ya de éste embiste y ya de aquel costado, ya por la espalda el monstruo y ya de frente; tanto, que el paladín atolondrado cabeza y pulso flaquear se siente, y le parece en giro arrebatado moverse cielo y tierra, y finalmente, temiendo vacilar, contra la falda de un gran peñón tajado se respalda. Y respaldado, esgrime así la espada que sin provecho el tal centauro suda; mas ¡ay! echando en torno una mirada, a Flordelisa ve, que en susto y duda, sin color, sin aliento, a la trabada lid está atenta; de designio muda; de un salto enfrente a Flordelís se planta, y de la silla en brazos la levanta. Y a gran galope por la selva espesa intérnase, cargando con la dama. Reinaldos va en pos dél a toda priesa, y al verse así burlar, de enojo brama. Llega el centauro a un río y le atraviesa. «¡Favor! ¡Favor!», la prisionera clama, pero la historia aquí suspendo, en tanto que templo mi laúd para otro canto.
es
Buesa,José_Ángel
<XXI
Monólogo_De_Casanova
Esta noche estoy solo, es primavera, y llueve, y barajo el recuerdo como un viejo tahúr... Loco rey de una noche predominante y breve, sólo he sido la sombra de una nube en la nieve o el temblor de una espiga bajo el viento del sur. Amar era mi anhelo, pero amé demasiado, sin que me engrandeciera jamás un gran amor... Y ahora están resurgiendo las mujeres que he amado, melancólicamente, del fondo del pasado, y yo cierro los ojos, para verlas mejor. Ellas supieron darme la eternidad de un día, la gloria de una noche llena de amanecer; y eran ofrendas vanas que yo no agradecía, evaporados vinos de una copa vacía que iba de mano en mano, de mujer en mujer. Todas fueron princesas en la magia de un cuento; todas fueron mendigas de un agrio despertar... Y ahora ya nadie escucha mi acento descontento, porque soy como un buque batido por el viento, que se quedó sin velas en la orilla del mar. Queriendo amar a tantas, quizás no amé a ninguna, o amaba solamente mi propia juventud; pues eran, al reclamo de una buena fortuna, propicio todo instante; toda cita, oportuna; toda puerta, accesible; frágil toda virtud... Mi corazón cantaba sobre la primavera, cuando hasta en las espinas quiere abrirse la flor... Después se fue apagando mi bujía de cera, pero tan lentamente como si no supiera si empezaba una sombra o acababa un fulgor. Ellas, las que me amaron, supieron de mi olvido; y ellas, las olvidadas, me olvidaron también. Y hoy, a veces, me miran como a un desconocido, como si me miraran buscando un parecido que les recuerda a alguien, sin recordar a quién. Usurpador furtivo de caricias ajenas, ejercité mis besos para la ingratitud. Y hoy, mercader de espumas, agricultor de arenas, prófugo delirante que añora sus cadenas, soy un hombre sin sueños entre la multitud. Pero sí por las gracias de un Dios caritativo renaciera de pronto la juventud en mí, yo, esclavo de mi sombra, libertador cautivo, olvidaría entonces la vida que ahora vivo, para vivir de nuevo la vida que viví...
es
Muñiz_Álvarez_del_Castillo,Benjamín
XXI
Locura,_Te_Has_Metido_En_Nuestras_Venas
Locura, te has metido en nuestras venas Con diversos medios lo has logrado En el cine, durante la película, sentada estás a nuestro lado En el teatro, cuando interpretamos, eres nuestra guía Cuando todos juntos, como amigos estamos, tú eres el centro Al leer eres tú nuestro transporte Que yo esté escribiendo no es más que eso, locura Pero tu máxima expresión, tu obra maestra Es aquel sentimiento al que llamamos amor Tú nos mueves a través de él Nos ciegas con él Nos das la gloria; nos haces sentir el infierno Locura, el amor es tu gran arma Por eso digo ¡Que maravilloso es estar loco!
es
García_Cabrera,Pedro
<XXI
Fue_Una_Noche_De_Tantas
Fue una noche de tantas. Llantos desenterrados crispaban, aturdían, desolaban. Terremoto de puntos cardinales, el viento no cedía. Tiempo falta a la mar para entenderse con nuestras soledades. Le pedimos todo lo que no tiene: libertad y esperanza. La mar siempre está entera, ni se desdobla ni se rompe en pedazos. Tan ella es, tan toda, que ni siquiera una noción de espejo le pasa por las mientes. No se sabe idear más que en sí misma. Hombre que al mar le pides imposibles, mata ya al limosnero que te habita. La mar salva o ahoga, pero no es artesana de los sueños. Si quieres libertad hazla en ti mismo, nadie te la construye a la medida. Y es cobarde esperar. Jamás tus manos le tomarán el pulso a tus anhelos si en los demás proyectas tu derrota. Aprende la lección que has olvidado. No pidas a la mar lo que has perdido. Ella nunca entendió de esclavitudes.
es
Coronado,Carolina
<XXI
La_Virgen_De_Murillo
Hombres, hacia la tierra humildemente, la cabeza inclinad respetuosa: que voy a pronunciar maravillosa palabra, grande voz, nombre eminente: hay un genio español que alzó su mente tan alta, que a la Virgen madre hermosa, que habita de los cielos las moradas alcanzó a divisar en sus miradas. Y de la virgen describió a la gente el celestial contorno, el colorido albo-azul de su frente, confundido de su mejilla entre el carmín naciente; y retrató su seno trasparente la leche al dar a su Jesús querido y aquel amor con que a Jesús miraba y aquella luz que a entrambos circundaba. Descubra su cabeza el extranjero de remotas o próximas naciones cuando escuche sonar en mis canciones ese nombre que llena el mundo entero: para alzarse de pueblos el primero si no hubiese de gloria otros blasones, bastante España con mostrar hiciera un lienzo de Murillo por bandera. ¡Murillo!... ved, sus cuadros nos hurtaron para adornar su tierra extrañas gentes y los hijos de España indiferentes como limosna el hurto les dejaron; que la feraz campiña en que brotaron en profusas espigas las simientes no empobrece, aunque vengan de avecillas cien bandos a comer de sus gabillas. ¡Descubríos, isleños poderosos, que bajo el cauce, transitáis, de un río! ¡Descubríos, del grande señorío del Pirineo dueños orgullosos! ¡Descubríos, también, los tan famosos hijos del Po! repite el labio mío el nombre de Murillo, y reverentes debéis mostrar desnudas vuestras frentes. Españoles, ¿no veis aquel mendigo entre humildes harapos encubierto que hambriento y frío vaga medio muerto de su patria en el suelo ¡ay! enemigo?... Pues el mendigo aquel lleva consigo misterio tal que a seros descubierto nombre tan alto, fama tanta os diera que hubiera os de admirar la Europa entera. Aquí el artista está, aquí Murillo, mas ¿a dónde los lienzos, los pinceles, do están las tintas que os transmitan fieles las creaciones del joven mendiguillo? Os halaga la fama, anheláis brillo, os placen, españoles, los laureles y dejáis perecer en todas partes de miseria los genios y las artes. ¿Será preciso que el pintor sagrado rompa sus venas, corte sus cabellos y en la negra pared trace con ellos una divina imagen por dechado, para advertirte, pueblo abandonado a la indolencia, en tus jardines bellos, que sofocado en mísera pobreza yace un germen allí de tu grandeza? Genio es de bronce, el que a luchar contigo, pueblo español, osado se levanta si entre tus rudos brazos no quebranta sus miembros y en la tumba da consigo. ¡Cuánto habrá de vencer ese mendigo: antes que pueda alzar la imagen santa de la Virgen que lleva en su memoria del mundo admiración, de España gloria! Tú, tú dejas, Iberia al gran Cervantes perecer de miseria abandonado, tú a la vecina Francia has regalado los huesos de tus hijos más amantes; tú, Iberia, no mereces las triunfantes coronas, que tus héroes te han logrado; vivos, morid los haces de despecho, muertos, les niegas en tu campo un lecho. Empero vence el genio, y a tu planta sus obras pone y tu desdén perdona que para ti, no más él ambiciona los triunfos que ganó con pena tanta, «coloca en el collar de tu garganta ese brillante -dice- alta matrona, y aunque olvides, ingrata, al colocarlo que mi exislencia consumí en tallarlo». Tú, lucha, y vence así, pobre mancebo, labra esa joya más que España ostente, que te desdeñe a ti; más, que presente a la Europa su faz con brillo nuevo; ni ambición de poder, ni de oro cebo mueven, Murillo, tu entusiasmo ardiente, tu genio, gran pintor, se eleva al cielo y están oro y poder tocando al suelo. Ya los de Italia con asombro admiran del inspirado artista las creaciones, ya en los templos reciben oblaciones sus vírgenes que santo amor inspiran; ya los franceses codiciosos miran sus lienzos, y ya míseras pasiones en torno se levantan de Murillo ardiendo en sed de sofocar su brillo. Del joven español la fama crece, medra su celo al par de la fortuna y una virgen, más bella que ninguna, hoy en sus nuevos lienzos aparece; el manto que en sus sienes resplandece van va las pinceladas una a una tendiendo airosamente por la espalda y replegando en orlas a su falda. Mucho estima el pintor la imagen bella cuando perenne así desde la aurora hasta que baja el sol, hora por hora, sin descansar jamás, trabaja en ella; halla Murillo en la hermosura aquella hechizo y magia tal fascinadora que hasta celoso por su virgen pura no deja penetrar allí criatura. Mas un pintor, que de la Italia vino, del español pintor el arte alaba y éste de aquella imagen que adoraba mostrarle quiso el rostro peregrino; y no advierte el mirar torvo y malino con que el de Italia en él los ojos clava cuando la dulce y virginal María examinó con atención sombría. Propicia está la noche, por lo oscura del asesino a los siniestros pasos. No hay luna y brillan en el cielo escasos luceros, del nublado en la espesura; si un crimen se medita, ésta es segura noche para intentar horribles casos. Sepultarán las sombras al que muera y salvarán las sombras al que hiera. Mirad allí de Nápoles al hijo, lleno de ponzoñosa envidia y saña como en la oscuridad, cual sombra extraña, envuelto marcha con andar prolijo; en su mano un puñal brillara fijo si alumbrara de pronto el sol de España; medita un golpe... de Murillo el pecho osa amagar, y corre hasta su lecho. En él reposa de fatiga tanta de Murillo el espíritu cefrado suspensa en la pared tiene a su lado la hermosa imagen de su virgen santa, y aun durmiendo a sus ojos se levanta, como el sol al nacer, el rostro amado que elevó su pincel desde el oriente hasta el alto cenit resplandeciente. Y tanto en el ensueño los sentidos del sacro artista yacen embriagados que no advierten los pasos recatados, de un hombre que se acerca, sus oídos, los triunfos de su genio esclarecidos del de Italia en el alma están clavados con odio tan profundo, de tal suerte, que los viene a arrancar hoy con su muerte. Camina poco a poco el asesino, late con fuerza su anhelante pecho, al borde llega del tranquilo lecho y alza el puñal, con tan horrible tino, que amaga traspasar en su camino por la mitad del corazón derecho tornando el sueño aquel, en un segundo, en sueño más tranquilo y más profundo. Mas, con el hierro en alto, de repente inmóvil el feroz napolitano, queda: las fuerzas faltan a su mano y en sus venas la sangre helada siente... En la oscura pared que tiene en frente claro, como el lucero del verano, el rostro de la Virgen de Murillo surge alumbrado por su propio brillo. Del centro de sus ojos se desprende un fulgor diafanísimo y brillante que ilumina el perfil de su semblante y por sus formas célicas se extiende; el rostro, el talle, el manto que desciende hasta sus mismas plantas ondulante, como por luna llena iluminados, distínguense en el lienzo proyectados. Suave matiz de purpurina rosa, azul de lirio tenue y trasparente, albo de frescos nardos tiñen frente boca y mejillas de la madre hermosa; mas hay una expresión tan dolorosa de aquellos ojos en la llama hiriente que hicieran deshacerse en tierno llanto el corazón más duro, con su encanto. Dulce reconvención, triste querella, enojo maternal, piedad amante muestra en el melancólico semblante la santa y virginal figura aquella; parece que a exhalar su boca bella va una súplica amarga y penetrante, parece que demanda a los cristianos «¿hijos, por qué os odiáis si sois hermanos?» Dobla el napolitano ambas rodillas, entrambos brazos cruza humildemente y ante la Virgen ora reverente absorto en las celestes maravillas: ruedan, por vez primera, en sus mejillas gotas de arrepentido lloro ardiente, y luego... silencioso y asombrado huyóse de la estancia apresurado. ¡Duerme, sacro pintor, duerme en reposo y al despertar mañana con la aurora saluda a la hermosísima Señora que ha velado tu sueño peligroso; protégete su celo cariñoso, dirígete su mano bienhechora ¡hasta dónde, Murillo, irá tu fama siendo tu guía tan celeste dama!
es
Buesa,José_Ángel
<XXI
Yo_He_Besado_El_Capullo_De_Tu_Boca_Jugosa
Yo he besado el capullo de tu boca jugosa, y he bebido en tus besos mieles espirituales, con toda la liturgia de los viejos misales y el arrebato que era mi ansiedad voluptuosa. La caricia divina fue al cabo dolorosa, que se hicieron incendio los paganos rituales, y vi en tus ojos claros llamaradas sensuales, y sentí de tu carne la llamada imperiosa. Y la onda suprema de un estremecimiento tremó en el nácar tibio de tu cutis fragante, y una llama invisible caldeó tu puro aliento. Y sobre tus espaldas vi enroscado un instante el látigo, tan negro como un remordimiento, que restalló en los aires la Lujuria, triunfante!
es
Moreno_Villa,José
<XXI
Hay_Dos_Tornos_Diabólicos_En_La_Ciudad
Hay dos tornos diabólicos en la ciudad: el torno del dinero y el torno sexual. Oye, mira, desde las almenas el cielo sin nubes, tendido, raso, y el mar, sin crestas, tendido, claro, y mira, oye: larga, tendida melodía, corre por encima del viento dormido. ¿Sabes una cosa? Yo dormiría en este colapso. Pero... tenemos que comprar un «auto» para dormir un día en cama del turismo.
es
Hierro,José
<XXI
Nos_Han_Abandonado_En_Medio_Del_Camino
Nos han abandonado en medio del camino. Entre la luz íbamos ciegos. Somos aves de paso, nubes altas de estío, vagabundos eternos. Mala gente que pasa cantando por los campos. Aunque el camino es áspero y son duros los tiempos, cantamos con el alma. Y no hay un hombre solo que comprenda la viva razón del canto nuestro. Vivimos y morimos muertes y vidas de otros. Sobre nuestras espaldas pesan mucho los muertos. Su hondo grito nos pide que muramos un poco, como murieron todos ellos, que vivamos deprisa, quemando locamente la vida que ellos no vivieron. Ríos furiosos, ríos turbios, ríos veloces. (Pero nadie nos mide lo hondo, sino lo estrecho.) Mordemos las orillas, derribamos los puentes. Dicen que vamos ciegos. Pero vivimos. Llevan nuestras aguas la esencia de las muertes y vidas de vivos y de muertos. Ya veis si es bien alegre saber a ciencia cierta que hemos nacido para esto.
es
Diego,Eliseo
<XXI
El_Viejo_Payaso_A_Su_Hijo_(4)
Avanza ya, hijo mío, desde el vano donde los pliegues de la recia púrpura ocultan la impudicia de las máquinas —tan útiles, es cierto—, el abandono de los grandes telones que han colgado como pájaros muertos en el polvo; avanza desde la sombra y haz tu reverencia como si nunca fueses a volver. Estás en medio de la luz: enfrente se abre el enorme golfo de tinieblas donde hay alguien sin duda que te acecha con sus mil ojos ávidos. A veces lo oirás toser, reír como a hurtadillas, estornudar quizás, estremecerse; nunca lo vas realmente a ver. Inclínate, pues, como caña al viento: pero cuida bien el dibujo de la curva: todo es arte al fin. Y ahora, ¿qué vas a hacer? Te has escapado definitivamente a mis desvelos, y casi como si fuese yo también el leviatán sombrío te miro ir y venir sobre las tablas, pero con una irrestañable aprensión. ¿Estás seguro del peso justo de las bolas que libraste a los aires? Y los peces, quizás juzgaste mal su humor extraño y cambien luego de color. Desastres, minúsculas catástrofes, quién sabe qué más. (El invisible no tuvo ayer piedad). Pero mañana, cuando las viejas barran a conciencia el poco de hoy que queda en las colillas por todo el ancho espacio desolado donde no hay nadie nunca: ¿importará el trueno de la gloria o el silencio del papel arrugado en una esquina bajo el polvo de ayer? Nadie lo sabe. Y sin embargo, es necesario hacerlo todo bien.
es
Celaya,Gabriel
<XXI
La_Vida_Que_Murmura._La_Vida_Abierta.
La vida que murmura. La vida abierta. La vida sonriente y siempre inquieta. La vida que huye volviendo la cabeza, tentadora o quizá, sólo niña traviesa. La vida sin más. La vida ciega que quiere ser vivida sin mayores consecuencias, sin hacer aspavientos, sin históricas histerias, sin dolores trascendentes ni alegrías triunfales, ligera, sólo ligera, sencillamente bella o lo que así solemos llamar en la tierra.
es
Marzal,Carlos
<XXI
Decrepitud
Asilados en una infancia obscena, en el exilio de su misma sombra, desde un limbo de hielo, derritiéndose, los viejos testimonian, sin enigma, sobre el enigma viejo de estar vivo. Gota a gota en presente, son futuro, evanescencia al fin fuera de tiempo, que en la fronda del tiempo anda perdida. Espectros de la carne en su derrota, se acogen al sagrado de la carne, que en deserción de sí no los ampara. pabilos sin fulgor de inteligencia, arden a fuego extinto en su hendidura, ascuas de quienes fueron, balbucientes. Isla del fin del mundo, conmovidos, vemos flotar en pasmo la vejez, a la lunar deriva del asombro. Nos resulta del todo inconcebible nuestra decrepitud, nuestra mudanza hasta desconocernos en nosotros y en nosotros errar entre lo ajeno. Cómo subsiste ciega la energía en su impúdico afán de propagarse. Madre senilidad, nunca te amamos. Madre senilidad, no te amaremos. Qué frágil, en su ser, la fortaleza. Qué sólido el vivir, de sumo frágil. Gota a gota en presente, son futuro, evanescencia al fin fuera de tiempo, que en la fronda del tiempo anda perdida. Espectros de la carne en su derrota, se acogen al sagrado de la carne, que en deserción de sí no los ampara. pabilos sin fulgor de inteligencia, arden a fuego extinto en su hendidura, ascuas de quienes fueron, balbucientes. Isla del fin del mundo, conmovidos, vemos flotar en pasmo la vejez, a la lunar deriva del asombro. Nos resulta del todo inconcebible nuestra decrepitud, nuestra mudanza hasta desconocernos en nosotros y en nosotros errar entre lo ajeno. Cómo subsiste ciega la energía en su impúdico afán de propagarse. Madre senilidad, nunca te amamos. Madre senilidad, no te amaremos. Qué frágil, en su ser, la fortaleza. Qué sólido el vivir, de sumo frágil. Isla del fin del mundo, conmovidos, vemos flotar en pasmo la vejez, a la lunar deriva del asombro. Nos resulta del todo inconcebible nuestra decrepitud, nuestra mudanza hasta desconocernos en nosotros y en nosotros errar entre lo ajeno. Cómo subsiste ciega la energía en su impúdico afán de propagarse. Madre senilidad, nunca te amamos. Madre senilidad, no te amaremos. Qué frágil, en su ser, la fortaleza. Qué sólido el vivir, de sumo frágil. Cómo subsiste ciega la energía en su impúdico afán de propagarse. Madre senilidad, nunca te amamos. Madre senilidad, no te amaremos. Qué frágil, en su ser, la fortaleza. Qué sólido el vivir, de sumo frágil. Madre senilidad, nunca te amamos. Madre senilidad, no te amaremos. Qué frágil, en su ser, la fortaleza. Qué sólido el vivir, de sumo frágil. Qué frágil, en su ser, la fortaleza. Qué sólido el vivir, de sumo frágil.
es
Machado,Manuel
<XXI
Y_No_Será_Una_Noche
Y no será una noche terrible de huracán en que las olas toquen los cielos. Tu barquilla leve naufragará de día, un día claro, en que el mar esté alegre... Te matarán jugando. Es el destino terrible de los débiles. Mientras un sol espléndido sube al cenit, hermoso, como siempre.
es
Bretón_de_los_Herreros,Manuel
<XXI
Ese_Hombre,_Cuyo_Renombre
Ese hombre, cuyo renombre Puebla Corte y arrabales, A todos los animales Remeda..., menos al hombre.
es
Coronado,Carolina
<XXI
Una_Noche_De_Enero_Tempestuosa
Una noche de enero tempestuosa a la luz que agitaba recio el viento trasladaba al papel su pensamiento una mujer, con mano presurosa. A veces dél la blanca pluma alzaba, y en alta voz lo escrito repetía, y sus propios conceptos se aplaudía y con su misma voz se enajenaba. Canta a Napoleón, y la cantora mira la tierra con desdén profundo que entre sus manos, del Señor del mundo, tiene la fuerte espada vencedora. Una araña, que en viejo pergamino ha tiempo que la escena ve curiosa, discurre con idea maliciosa tomar entre los versos su camino. En tanto que su cuerpo columpiado en las endebles cañas mueve aprisa, oye el canto de guerra a la poetisa, al héroe de la Francia consagrado; Y cuando ve que en su entusiasmo toca las nubes y hasta el cielo se levanta las dos velludas patas adelanta y en el papel osada las coloca... Miró junto a sus manos espantada la niña el negro insecto al pliego asido y lanzando agudísimo gemido, cayó de un golpe en tierra acobardada. Soltó la risa la insolente araña y exclamó con gozosa altanería: «¡Que se rinda ante mí la que traía al gran Napoleón a la campaña!»
es
Caballero,Adelaida
XXI
Infancias
Dime qué me lloran la lluvia la cornisa la persiana y qué me canta el dios de los rincones :faldas y muñecas. Madre, dime en qué soberbio pliegue de la cuna me perdí otra vez, olvidadiza. A rorró, a rorró :cantan las niñas cuando traen la luna entre los brazos. No me des el luto. Mira, abuela déjame crecer sin oraciones. No me des la pila en que el infante siente el agua fría y llora, sufre un par de alas blancas al costado.
es
Mutis,Álvaro
<XXI
Del_Campo
Al paso de los ladrones nocturnos oponen la invasión de grandes olas de temperatura. Al golpe de las barcas en el muelle la pavura de un lejano sonido de corneta. A la tibia luz del mediodía que levanta vaho en los patios el grito sonoro de las aves que se debaten en sus jaulas. A la sombra acogedora de los cafetales el murmullo de los anzuelos en el fondo del río turbulento. Nada cambia esa serena batalla de los elementos mientras el tiempo devora la carne de los hombres y los acerca miserablemente a la muerte como bestias ebrias. Si el río crece y arranca los árboles y los hace viajar majestuosamente por su lomo, si en el trapiche el fogonero copula con su mujer mientras la miel borbotea como un oro vegetal y magnífico, si con un gran alarido pueden los mineros parar la carrera del viento, si estas y tantas otras cosas suceden por encima de las palabras, por encima de la pobre piel que cubre el poema, si toda una vida puede sostenerse con tan vagos elementos, ¿qué afán nos empuja a decirlo, a gritarlo vanamente? ¿en dónde está el secreto de esta lucha estéril que nos agota y lleva mansamente a la tumba?
es
Selgas_y_Carrasco,José
<XXI
Siempre
Pasa feliz la juventud ufana, Soñando dichas que el amor le envía, Como risueña pasa cada día La hermosa luz de la gentil mañana. El breve sueño de su pompa vana La sombra apaga de la tarde umbría, Como apaga en el alma la alegría La oscuridad de la tristeza humana. Huyó mi juventud; todo el encanto Que vi risueño en mi candor primero, Fue a sepultarse en el tremendo abismo; Pero dichoso yo vivo entre tanto, Porque este dulce afán con que te quiero, Aquí en mi corazón siempre es el mismo.
es
Arciniegas,Ismael_Enrique
<XXI
El_Marfil_Con_Tal_Arte_Ha_Sido_Cincelado
El marfil con tal arte ha sido cincelado que en él se ven de Colquida la floresta sombría la hermosa Medea. Y el Toisón, como el día radiante, en una estela reposa recostado. El Nilo, cerca; y ebrias, bajo el azul dorado, Las Bacantes, que riegan perfumes y ambrosía, adornan con un pámpano, entre luz de alegría, el yugo de una yunta que lenta huella el prado. Abajo hay un combate de caballeros rudos; después, héroes que vuelven muertos en sus escudos, ancianos sollozan les y madres plañideras; y en fin, en forma de asa, encorvando sus flancos, apoyando en los bordes sus firmes senos blancos, en el ánfora vense bebiendo las Quimeras.
es
Durán_León,Juan_José
XXI
Despiértame_Y_Juntos
Despiértame y juntos Buscaremos el ocaso, El ocaso, de las ancianas hojas, Desprendiéndose, De su hogar, de su vida. El ocaso de las tejas rojas Y el de los faroles espigados. El de los adobes blancos, Y el de cometas avistados. Despiértame y juntos, Viajaremos por los mantos rojizos, De los desconocidos horizontes. Viajaremos arando bajo tierra, Y cargando las alforjas con nuestras noches. Y nos hallaremos jóvenes Y nos encontraremos jóvenes, Con semblantes de viejos. Despiértame y juntos, Rociaremos el mar con espuma, Y al desierto con rubias arenas; Y caminaremos sin calzadas Como el silencio lo hace: Sobre las losetas en calladas tardes, En los últimos suspiros de cada ser vivo, En el primer beso, En un último adiós... Y nos hallaremos jóvenes, Con semblantes de viejos, Y seremos felices Quizá alguna vez, pudiésemos llorar, Porque las lágrimas nos Encuentran sólo al estar vivos, Y son las gotas que derrama Para la vida, el mar...
es
García_Cabrera,Pedro
<XXI
Polución
Ahora sí que estamos en capilla. Ningún juez ha firmado la sentencia para dejar de ver el rostro de los días, los cabellos del aire, los pies de las montañas. Las fábricas se salen con las suyas: inmolan lo que aún nos quedaba en el haber. Y la muerte produce dividendos en esta sociedad a tumba abierta que llaman de consumo. Hasta a la mar le duele el horizonte, la soledad de nuestra compañía. Está perdiendo el aire los pulmones, la mar sus esperanzas y los ríos sus muslos sin regazo. Y no digamos nada de las penas de quienes van la noche trabajando para dar con el alba. Haced un plebiscito. Y que voten los árboles con sus nidos vacíos, las aguas con sus peces flotando a la deriva, las desprovistas madrigueras. Y que voten también los desiertos, las islas, las arenas, los cestos de basura de las calles, el beso de los novios y los cines. Sí, votemos por el sueño de la vida los que estamos al borde de la muerte.
es
Chocano,José_Santos
<XXI
Este_Héroe,_Cuyo_Busto_Digno_Es_De_Una_Medalla
Este héroe, cuyo busto digno es de una medalla antigua o de un soneto cincelado y vibrante, traía en sus oídos un rumor de batalla, cuando en galera impávida atravesó el Atlante y volvió de las Indias, sumando en sus ardores todas las viejas almas de los Conquistadores, porque la profecía ponía en su mirada un rayo que era como la hoja de una espada. Él había estampado su huella sobre el yerto arenal, sobre el bosque tropical, sobre el Ande; y traía en los ojos la visión del desierto, y atesoraba el ímpetu, y se sentía grande. Por una de esas raras vueltas hacia el pasado que hace que prevalezca lo que el alma ha heredado, el héroe supo entonces que sangre de Pizarro y Cortés inundaba y animaba su barro; y se sintió bastante glorificado y fuerte para mirar sin miedo la cara de la Muerte. Y un capricho, un capricho de elegancia suprema que le finge escapado de un galante poema, le hizo traer, a modo de signos elocuentes, fijos en sus orejas dos labrados pendientes. Y estos pendientes eran dos nobles arracadas que fueron a la momia de algún Inca robadas, en una de esas fosas en que duerme el Imperio del Sol un sueño augusto de paz y de misterio... Dicen crónicas, llenas de unas galanterías que sólo se comprenden en muy lejanos días, cómo regaló el héroe sus aretes vetustos a una dama (una dama digna de un madrigal, pero escrito con versos ágiles y robustos como un ruido de perlas entre un hueco cristal). Y dicen también esas crónicas que tal dama vio pasar, desde lo alto de su balcón, al mismo héroe ya moribundo, que la envolvió en la llama de sus miradas como dentro de su heroísmo. Este héroe, cuyo busto digno es de una medalla antigua o de un soneto cincelado y vibrante, después de ganar lauros en la feral batalla, se coronó de rosas en el postrer instante...
es
Pie_Morales,Sandra
XXI
Soñando
Quisiera poder andar quisiera poder ver pero nada como ser la causa de tu querer.
es
Pellicer,Carlos
<XXI
Tema_Para_Un_Nocturno
Cuando hayan salido del reloj todas las hormigas y se abra —por fin— la puerta de la soledad, la muerte, ya no me encontrará. Me buscará entre los árboles, enloquecidos por el silencio de una cosa tras otra. No me hallará en la altiplanicie deshilada sintiéndola en la fuente de una rosa. Estoy partiendo el fruto del insomnio con la mano acuchillada por el azar. Y la casa está abierta de tal modo, que la muerte ya no me encontrará. Y ha de buscarme sobre los árboles y entre las nubes. (¡Fruto y color la voz encenderá!) Y no puedo esperarla: tengo cita con la vida, a las luces de un cantar. Se oyen pasos —¿muy lejos?...— todavía hay tiempo de escapar. Para subir la noche sus luceros, un hondo son de sombras cayó sobre el mar. Ya la sangre contra el corazón se estrella. Anochece tan claro que me puedo desnudar. Así, cuando la muerte venga a buscarme, mi ropa solamente encontrará.
es
Heredia,José_María
<XXI
Jamás_Puede_Un_Tirano
Jamás puede un tirano La cadena cargar al pueblo fuerte Que enfurecido se alza, lidia, triunfa, O sufre noble muerte. ¡Pueblos famosos de la antigua Grecia, Vosotros lo decís! En el orgullo De su inmenso poder jura Darío A torpe servidumbre someterlos, O a la desolación: estremecida Yace la tierra, y en silencio yerto Aguarda el yugo en estupor hundida. Mas alza Atenas la sublime frente, E impávida resiste Al furibundo asolador torrente, Que en su valor el ímpetu quebranta. ¡Campo inmortal de Maratón! Tú viste De Milciades magnánimo la gloria; Y luego en Salamina y en Platea Teraístocles, Arístides, Pausanias, Triunfan, y en Grecia truena De libertad el grito y de victoria. ¡Tierra de semidioses! ¿Cómo pudo Cargarte el musulmán la vil cadena, Que cuatro siglos mísera sufriste? Raza degenerada, ¿No el nombre de Leónidas oíste? ¿O el despotismo audaz ha devorado Las páginas de luz en que la historia Consagra los recuerdos De tu antigua viirud y de tu gloria? Mirad como se acerca enfurecido El segundo Mahomet, y precedido Marcha de sangre y devorante fuego: En vez de apercibirse a los combates, ¡Ved cuan pálido tiembla el débil griego! ¡Ignominia! ¡Baldón! Su negro manto Por Grecia desolada Tiende la esclavitud, y el templo santo Profana el musulmán con sus furores. Europa consternada se estremece Cuando la media luna destructora A Bizancio domina, y vencedora Cual fúnebre cometa resplandece. ¿Dónde la Grecia fue? ¿Dónde se ocultan De la brillante Atenas Y de la fiera Esparta y de Corinto El pasado esplendor? Miseria, sangre, Y muda esclavitud presenta sólo Por cuatro siglos la moderna Grecia. Sus vírgenes adornan el serrallo De vil bajá: la hierba solitaria Crece en el Partenón abandonado. El viajero, en escombros reclinado, En vano busca suspirando ahora La patria de las ciencias y las artes, De Roma y de la tierra la instructora. ¡Ay! todo pereció: su triste anhelo Halla tan sólo de la Grecia antigua El aire puro y refulgente cielo. Pero amanece del destino el día, Y Grecia es libre ya. Se alzan sus hijos Que ha poco la olvidaban, O en languidez imbécil suspiraban Por el socorro infiel del extranjero. Su genio majestoso, El de Aristogiton y Harmodio fiero, Deja la tumba, su radiosa frente En el cabo de Ténaro levanta Exclama ¡Libertad! ardiendo en ira, Esperanza y ardor al griego inspira, Y al feroz musulmán hiela y espanta. Los númenes antiguos Se agitan bajo el mármol mutilado, Que murmura confuso ¡Guerra! ¡Guerra! Cual se oye por los senos de la tierra Vagar trueno profundo y dilatado. Ya vuelan por la Grecia estremecida De ¡Libertad! y ¡Gloria! y de ¡Venganza! Furibundos clamores: Levántanse oprimidos y opresores, Y ruge la matanza. ¡Nobles griegos, valor! ¡Que vuestros hijos Hereden libertad! Con fuerte mano La barbarie frenad de ese vil pueblo, Crudo enemigo del linaje humano. No invoquéis a los príncipes de Europa: De su ambición en el furor celoso Los esfuerzos de un pueblo generoso Con ceño miran y rencor insano. En un déspota o rey ven un hermano, Y es déspota el Sultán... Pero vosotros Armados de valor y alta constancia Sin ellos triunfaréis. Cuando los padres, Al morir en el campo de batalla, A sus hijos encargan Sangrienta herencia de venganza y gloria, Aunque la lucha prolongarse puede, Segura es la victoria. Mas ¿qué vago rumor hiere mi oído, Cual sordo trueno en nube tempestuosa Por los valles dilata su bramido? ¡Ved las sombras augustas de los héroes Abandonar las tumbas do gemían Su abandono fatal! Arma sus frentes Profunda indignación: brillan sus ojos, Bien como rayo entre tormenta umbría, Y en sus diestras armadas Resplandecen vibrando las espadas. «¡Imitadnos», prorrumpen, o «atrevidos Nuestra gloria eclipsad! La liza abierta, Os llama a combatir. La tiranía Por vuestros campos con aliento impuro De fuego y sangre verterá un torrente; Mas no olvidéis que secará la fuente A un diluvio de lágrimas futuro. ¿Cederéis? ¡No! ¡Jamás! Ventura, gloria Y libertad os guarda la victoria; Y la derrota, esclavitud o muerte. En vuestros jefes nuestro aliento fuerte Invisibles pondremos, Y a sus pasos do quier presidiremos». Y os inspiran, caudillos vengadores, Que al griego conducís a los combates De ardor sublime y esperanza lleno. ¡Magnánimo Ipsilanti! ¡Noble Cantacuzeno! Haced la independencia de la Grecia, Y haced su libertad. La Grecia libre Supo arrostrar de Jerjes y Darío El inmenso poder: la Grecia esclava Al musulmán cedió... ¡Lección terrible, Que aprovechar debéis! Europa entera Y de la noble América los hijos Guirnaldas tejen de laurel y rosas Que os adornen las frentes generosas. Vuestro puro patriótico ardimiento A nuestros nietos contará la historia, Y en el augusto templo de la Gloria De Washington a par tendréis aliento. ¡Oh!, ¿No lo veis? De Grecia las montañas Fuego desolador va recorriendo, Y el Eurotas sonante y el Pamiso Escuchan retumbar en sus orillas De áspera lid el tormentoso estruendo. El grito ¡Libertad! los aires llena, Y el Bósforo agitado Hasta Bizancio ¡Libertad! resuena. Del Sultán al mortífero decreto Se lanzan los genízaros... Miradlos Del griego vengador bajo la espada Desparecer, como al furor del fuego La hierba de los campos desecada. Salamina repítese y Platea. Mas ¿qué valen? ¡Oh Dios! ¿Nunca se agota El torrente de bárbaros...? ¡Oh! vedlo Cual se renueva sin cesar, y corre Como el flujo feroz del Océano. Violento, asolador, irresistible... ¡Oh ceguedad funesta, incomprensible, De matar y morir por un tirano! ¿Cuánta sangre y furor! Reyes de Europa ¿Cómo en vuestros oídos No suenan los tremendos alaridos Con que asordado el Bósforo retumba? ¡Oh! ¿Ser podéis fríamente espectadores De la lucha de Grecia y sus horrores? ¿Esperáis de ese pueblo generoso El exterminio...? Refrenad la furia Del musulmán fanático, y lanzadlo, A les desiertos de Asia, donde viva Sin matar ni oprimir. Aquesta guerra Útil, noble, sagrada, Aceptarán con gozo las naciones; Del mundo excitaréis las bendiciones, Y el culto de la Grecia libertada. ¡Ay! mis ojos ¡oh Grecia vengadora! Tu gloria no verán. La muerte fiera De mi edad en la dulce primavera, Cual flor por el arado atropellada, Va a despeñarme en la región sombría De! sepulcro fatal. ¡Oh lira mía! Éstos serán los últimos acentos Que haga salir de ti mi débil mano. Mas el hado no heló mi fantasia, Y en sus alas fogosas conducido Vivo en el porvenir. Como un espectro Del sepulcro en el borde suspendido, Dirijo al cielo mi postrero voto Porque triunfes ¡oh Grecia! Ya te miro Lanzar a los tiranos indignada, Y a la alma Libertad servir de templo Y al mundo escucho que feliz aplaude Victoria tal y tan glorioso ejemplo. ¡Libertad! ¡Guerra! ¡Guerra! ¡Libertad! ¡Gloria! ¡Venganza! «¡Imitadnos» «atrevidos Nuestra gloria eclipsad! La liza abierta, Os llama a combatir. La tiranía Por vuestros campos con aliento impuro De fuego y sangre verterá un torrente; Mas no olvidéis que secará la fuente A un diluvio de lágrimas futuro. ¿Cederéis? ¡No! ¡Jamás! Ventura, gloria Y libertad os guarda la victoria; Y la derrota, esclavitud o muerte. En vuestros jefes nuestro aliento fuerte Invisibles pondremos, Y a sus pasos do quier presidiremos». ¡Libertad! ¡Libertad!
es
Torres_Bodet,Jaime
<XXI
Música_Oculta
Como el bosque tiene tanta flor oculta, parece olorosa la luz de la luna. Como el cielo tiene tanta estrella oculta parece que brilla la noche de luna. Como el alma tiene su música oculta, parece que el alma llora con la luna!...
es
Góngora,Luis_de
<XXI
¡Oh_Niebla_Del_Estado_Más_Sereno,
¡Oh niebla del estado más sereno, Furia infernal, serpiente mal nacida! ¡Oh ponzoñosa víbora escondida De verde prado en oloroso seno! ¡Oh entre el néctar de Amor mortal veneno, Que en vaso de cristal quitas la vida! ¡Oh espada sobre mí de un pelo asida, De la amorosa espuela duro freno! ¡Oh celo, del favor verdugo eterno!, Vuélvete al lugar triste donde estabas, O al reino (si allá cabes) del espanto; Mas no cabrás allá, que pues ha tanto Que comes de ti mesmo y no te acabas, Mayor debes de ser que el mismo infierno. ¡Oh entre el néctar de Amor mortal veneno, Que en vaso de cristal quitas la vida! ¡Oh espada sobre mí de un pelo asida, De la amorosa espuela duro freno! ¡Oh celo, del favor verdugo eterno!, Vuélvete al lugar triste donde estabas, O al reino (si allá cabes) del espanto; Mas no cabrás allá, que pues ha tanto Que comes de ti mesmo y no te acabas, Mayor debes de ser que el mismo infierno. ¡Oh celo, del favor verdugo eterno!, Vuélvete al lugar triste donde estabas, O al reino (si allá cabes) del espanto; Mas no cabrás allá, que pues ha tanto Que comes de ti mesmo y no te acabas, Mayor debes de ser que el mismo infierno. Mas no cabrás allá, que pues ha tanto Que comes de ti mesmo y no te acabas, Mayor debes de ser que el mismo infierno.
es
Díaz_Mirón,Salvador
<XXI
Ya_Que_Eres_Grata_Como_El_Cariño
Ya que eres grata como el cariño ya que eres bella como el querub, ya que eres blanca como el armiño, sé siempre ingenua, sé siempre tú. El torpe engaño que el vicio fragua nunca se aviene con la virtud. Sé transparente como es el agua, como es el aire, como es la luz. Que tu palabra —dulce armonía que tu alma exhala como un laúd, como una alondra que anuncia el día presa en la sombra que flota aún— sea un arroyo sereno y puro do al inclinarme como un saúz mire las guijas del fondo oscuro y las estrellas del cielo azul.
es
Juarroz,Roberto
<XXI
Sexta_Poesía_Vertical._Número_40
Desbautizar el mundo, sacrificar el nombre de las cosas para ganar su presencia. El mundo es un llamado desnudo, una voz y no un nombre, una voz con su propio eco a cuestas. Y la palabra del hombre es una parte de esa voz, no una señal con el dedo, ni un rótulo de archivo, ni un perfil de diccionario, ni una cédula de identidad sonora, ni un banderín indicativo de la topografía del abismo. El oficio de la palabra, más allá de la pequeña miseria y la pequeña ternura de designar esto o aquello, es un acto de amor: crear presencia. El oficio de la palabra es la posibilidad de que el mundo diga al mundo, la posibilidad de que el mundo diga al hombre. La palabra: ese cuerpo hacia todo. La palabra: esos ojos abiertos.
es
Nervo,Amado
<XXI
Huelga_De_Células
Este concurso de células, unánimes en su intento misterioso de que dure la intensa vida en mi cuerpo; esos miles de millones de pequeñitos cerebros, que, con disciplina admirable en el esfuerzo, se dividen el trabajo de mis órganos diversos, y mantienen el fenómeno de mi existir en el tiempo, un día, quizá cercano (mañana, tal vez hoy mesmo), han de declararse en huelga, porque en el reloj eterno sonó el instante... ¡Qué júbilo entonces el del colegio aquel, más de cuarenta años a mi espíritu sujeto! ¡Qué alegría en el cotarro innúmero y turbulento! Cada grupo ha de tirar por su lado, con estruendo: —¡Vuelvo a la rosa!, dirá uno; y otro: ¡Al aire vuelvo! y otro: ¡Al agua!; y otro: ¡Al barro! y otro: ¡Al carbón!; y otro: ¡Al hierro!; y otro: ¡Al la cal!; y otro: ¡Al fósforo!; y otro: ¡Al la mar!; y otro: ¡Al cielo! Y mi espíritu entretanto, verá feliz, sonrïendo, la disociación bendita que restituye al Acervo lo prestado... Mas de pronto, movido por el recuerdo más hondo, más persuasivo, más amante, más inmenso, se preguntará a sí mismo: —Bien, y yo, ¿adónde me vuelvo? —¡A mis brazos!—gritará en la eternidad tu acento... Y cuando los dos, fundidos en una sola alma estemos, el océano infinito nos absorberá en silencio...
es
Arciniegas,Ismael_Enrique
<XXI
Muerte_En_El_Trigal
En el campo de trigo, entre amapolas Y altas espigas el soldado yace. No lo han hallado aún sus compañeros, Y solo expira, pálido y exangüe. Dos días hace que cayó. Los cuervos Graznando rompen la quietud del aire, Y con ojos vidriosos ve el soldado De sus heridas destilar la sangre. Febril, en su combate con la muerte, Y devorado por la sed y el hambre, Trata de erguirse con supremo esfuerzo, Y otra vez dobla la cabeza exánime. Y mientras que sus ojos, que se extinguen, Ven del cielo los pálidos celajes, Sueña, y su último sueño se ilumina Con radiosas visiones inefables... En el áureo trigal brillan las hoces, Y a la luz del crepúsculo radiante, Mientras la voz del Ángelus parece Que se extiende en los ámbitos del valle, Vuelve su aldea a ver, la amada aldea, Con la infinita paz de sus hogares... ¡Adiós, oh Patria, adiós!... y el alma rinde Mientras se borra en el azul la tarde.
es
Hahn,Óscar
<XXI
Qué_Esconderá_La_Niebla
Qué esconderá la niebla en esa densidad impenetrable que flota al anochecer como un aquelarre de espectros En su seno se juegan cosas que no son de este mundo Y cuando se va la niebla también se van con ella impensables posibilidades El mundo vuelve a la nitidez y todo permanece sospechosamente claro Porque la claridad puede esconder los peores secretos La niebla no pretende aclarar nada transparentar nada: obnubilar es su oficio difuminar el mundo escamotear la realidad Y nos dice con palabras de vaho: «Hay más cosas en el cielo y la tierra de las que sueña tu filosofía» Para contemplar esas cosas no hay que disipar la niebla Hay que ser de niebla y mirar hacia adentro
es
Aleixandre,Vicente
<XXI
Estaban_Todos_Ahí,_Diseminados,_Agrupados,_En_Un_Rincón_De_La_Vieja_Plaza_Del_Pueblo
Estaban todos ahí, diseminados, agrupados, en un rincón de la vieja plaza del pueblo. Viejos algunos, jóvenes otros, cansados aquellos, de piedra sucesiva todos, en las largas horas de espera. Algunos llevaban cuerdas sobre los hombros, rudas maromas sin ocupación, o sacos, o eran ya solo, en la mañana sobrepasada, sus largos brazos caídos. En su pupila el azul, el castaño, el dorado levitador, el verde vivísimo, yacía invisible como bajo la tenue capa de polvo. Respiraban en la quieta plaza, sentados o echados sobre los bancos, con sol en la piedra. Al sol de la piedra. Este mostraba su arcilla prieta, levemente desmoronada, cubierta de sueño. Y un rubor de cabello pobre, canoso o dormido, a la vez suave y áspero, se extendía sobre la testa. Cabeza de plata mate, ¿dónde vista? ; sí, un día, velazqueña, en un lienzo. «Los Borrachos», «Vallecas», «Coria», «Breda»... Dormida, en la plaza del pueblo.
es
Alberti,Rafael
<XXI
Y_Ya_Estarán_Los_Esteros
...Y ya estarán los esteros rezumando azul de mar. ¡Dejadme ser, salineros, granito del salinar! ¡Qué bien, a la madrugada, correr en las vagonetas, llenas de nieve salada, hacia las blancas casetas! ¡Dejo de ser marinero, madre, por ser salinero!
es
Ramos_Sucre,José_Antonio
<XXI
Los_Herejes
La doncella se asoma a ver el campo, a interrogar una lontananza trémula. Su mente padece la visión de los jinetes del exterminio, descrita en las páginas del Apocalipsis y en un comentario de estampas negras. La voz popular decanta la lluvia de sangre y el eclipse y advierte la similitud con las maravillas de antaño, contemporáneas del rey Lear. Un capitán, desabrido e insolente con su rey, fija la tienda de campaña, de seda carmesí, en medio de las ruinas. Los soldados, los diablos de la guerra, dejan ver el tizne del incendio o del infierno en la tez árida y su roja pelambre. Un arbitrista, usurpador del traje de Arlequín, los persuade a la licencia y los abastece de monedas de similor y de papel. La doncella aleja la muchedumbre de los enemigos, prodigando las noches de oración. Se retiran delante de una maleza indeleble, después de fatigarse vanamente en la apertura de un camino. El golpe de sus hierros no encontraba asiento y se perdía en el vacío.
es
Bañuelos,Juan
<XXI
Un_Ominoso_Escarnio_De_Puñales
«El Rutas», conocido ladrón, fue cercado y muerto el 29 de julio de 1974 en su vecindad, por agentes de la policía, al no querer compartir un botín. Un ominoso escarnio de puñales encapota los ojos del suburbio. Tiembla el tiempo y el patio y en el turbio lodazal suenan tiros policiales. Sangre, polvo, terror, caries dentales desafían la muerte. Y el disturbio deslizándose en un cuchillo gurbio en la esquina madrea sus vocales. Sombras. Ráfagas. Rabia que se trunca. Avanza por la calle la jauría de rifles y patrullas. Como nunca la madre ruega y grita entre la gente: Hijo, entrégate, es tiempo todavía Y «El Rutas» sólo empuña la ironía (ojos duros de estatua impertinente) atareado en romperle a la agonía la usura magra de su único diente. Hijo, entrégate, es tiempo todavía
es
Ratón,Maeve
XXI
Me_Duele_La_Barriga
Me duele la barriga y me escapo en sobremesa, donde me mandan, alquitrán sin terciopelo y vagones de metal, al fruto fresadoras, y de café, la tarde. Sudor y sangre, sudor y dolor de barriga a escaso metros de la tuya, la tu guarida. Me duele la barriga y veo llegar, después de mañana y noche, los cristales por huesos y los riñones por celofán. Me duele la barriga y me amiento entre malestares desglosados en horarios, tercios y menguantes. Me duele la barriga, y mañana madrugo.
es
Heredia,José_María
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El_Ruego
De mis pesares Duélete hermosa, Y cariñosa Paga mi amor. Mira cual sufro Por tu hermosura Angustia dura Pena y dolor. ¿Quién ¡ay! resiste Cuando le miras, Y fuego inspiras Al corazón? Cuando tu seno Blando palpita ¿En quién no excita Plácido ardor? Secreto afecto Me enardeciera La vez primera Que yo te vi. Tu habla divina Sonó en mi oído, Y conmovido Me estremecí. De amor el fuego Corre en mis venas... Sí... de mis penas Ten ¡ay! piedad. Tenla... un afecto Puro, sencillo, Releva el brillo De la beldad.
es
Corbacho,Óscar
XXI
Todavía_Tu_Nombre
Todavía tu nombre cae sobre Granada como un paraguas tenebroso y la oscurece como una maldición perseverante. Todos tratan de ladear la voz, de fingir alegría, de cerrar el ataúd. Pero es inútil como una mano muerta: tus huesos andan desparramados por Viznar y vuelven cada día a tu casa de entonces para repetir el camino que te llevó a la muerte. Tu miedo sigue en pie. Tu miedo paraliza la sangre de los ricos y hace temblar al gitano indefenso. Tu miedo mete miedo. Y la ciudad es eso: un miedo escrupuloso que los granadinos arrojan, diariamente, a las cuevas, a la Alhambra, a los jardines moros, como basura incesante, inevitable, que cada uno encuentra a la mañana siguiente desparramada por las veredas, a pesar del furor, el arrepentimiento y la mismísima Guardia Civil. Todos tratan de ladear la voz, de fingir alegría, de cerrar el ataúd. Pero es inútil como una mano muerta: tus huesos andan desparramados por Viznar y vuelven cada día a tu casa de entonces para repetir el camino que te llevó a la muerte. Tu miedo sigue en pie. Tu miedo paraliza la sangre de los ricos y hace temblar al gitano indefenso. Tu miedo mete miedo. Y la ciudad es eso: un miedo escrupuloso que los granadinos arrojan, diariamente, a las cuevas, a la Alhambra, a los jardines moros, como basura incesante, inevitable, que cada uno encuentra a la mañana siguiente desparramada por las veredas, a pesar del furor, el arrepentimiento y la mismísima Guardia Civil. Y la ciudad es eso: un miedo escrupuloso que los granadinos arrojan, diariamente, a las cuevas, a la Alhambra, a los jardines moros, como basura incesante, inevitable, que cada uno encuentra a la mañana siguiente desparramada por las veredas, a pesar del furor, el arrepentimiento y la mismísima Guardia Civil.
es
Fuertes,Gloria
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La_Oca_Loca
Doña Oca toca la ocarina, y prefiere el lago a la piscina. Este es su marido el Oco, —que no está cuerdo tampoco. Doña Oca Plumapoca, en el hueco de una roca, la ocarina toca y toca. —Esto no hay quien lo soporte, —Dijo el Oco —su consorte. —Esto no hay quien lo soporte. ¡Al agua patos! (¡Qué corte!) —Esta Oca es la oca, y nado porque me toca —dijo el Oco. (Nadando se quedó yerto por no escuchar el concierto). Y la Oca enloquecida puso huevos sin medida. —¡Veinte patos! ¡Qué patada! Y yo sola, abandonada. —dijo la Oca. La familia numerosa, era insoportable cosa. Le piaban veinte patos y pasaba malos ratos. ¡Tanto pico, tanta boca! La Oca se volvió loca.
es
Jovellanos,Gaspar_Melchor
<XXI
Idilio_Tercero_A_Batilo
Mientras Batilo canta con alto y dulce acento los años de Ciparis, muchacho, llena el cuenco, que quiero celebrarlos con el licor lieo, brindándoles alegre y a su salud bebiendo. ¡Eh!, brindo por la tuya, Ciparis: quiera el cielo que de tan digno amante goces por largo tiempo. A tu salud va estotro Batilo... Llena presto, muchacho... Plegue al numen que tiene culto en Delos hacer que de tu canto resuene el dulce acento desde uno al otro polo por siglos sempiternos.
es
Garés,José
XXI
Qué_Claras_Maravillas
Qué claras maravillas fuimos, desnudos, rebeldes, amantes siempre, apenas prójimos. Y sin embargo, me hablas, me piensas, me susurras, me besas, me desnudas y aun así te amo... Ambos conocimos el lento devenir que todo cambia, la corta raíz del beso hallado, los inquietos placeres arbitrarios, que van uno tras otro, ciegos y desesperados, en busca de la caricia dormida ayer noche. Pero en el tránsito nos perdimos. Soñábamos tal vez. Abrazados y solos, como cuando necesito pensar en ti y callo. La tentación del silencio fingido y esa mirada perdida allá donde no estuve ni llegaré de tu mano, es la señal. Lo sé. Qué lejos somos, aunque me rozan tus largos cabellos. Incapaz de otra derrota, mañana me enamoraras de nuevo. Relájate, todo es igual y diferente. Nada quedará. Es nuestra verdad oculta.
es
Benedetti,Mario
<XXI
¿Y_Si_Dios_Fuera_Mujer?
¿Y si Dios fuera mujer? pregunta Juan sin inmutarse, vaya, vaya si Dios fuera mujer es posible que agnósticos y ateos no dijéramos no con la cabeza y dijéramos sí con las entrañas. Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez para besar sus pies no de bronce, su pubis no de piedra, sus pechos no de mármol, sus labios no de yeso. Si Dios fuera mujer la abrazaríamos para arrancarla de su lontananza y no habría que jurar hasta que la muerte nos separe ya que sería inmortal por antonomasia y en vez de transmitirnos SIDA o pánico nos contagiaría su inmortalidad. Si Dios fuera mujer no se instalaría lejana en el reino de los cielos, sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno, con sus brazos no cerrados, su rosa no de plástico y su amor no de ángeles. Ay Dios mío, Dios mío si hasta siempre y desde siempre fueras una mujer qué lindo escándalo sería, qué venturosa, espléndida, imposible, prodigiosa blasfemia.
es
Bello,Andrés
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Raza_Humana_Infeliz,_Que_En_Cuanto_Tienes
Raza humana infeliz, que en cuanto tienes alrededor de ti desde la cuna no ves más que mudanzas y vaivenes, y permanente condición ninguna, ¿por qué apegarte a los falaces bienes que da y quita a su antojo la Fortuna, si al voltear primero de su rueda huyen, y apenas rastro dellos queda? Todo lo muda esta deidad liviana; sólo en su instable genio nada innova; a la belleza, flor caduca y vana, cualquiera cierzo los matices roba; pace la errante grey yerba lozana do reyes albergó dorada alcoba; de aquella torre que era el viento asombro, sólo acá y acullá se ve un escombro. ¿Qué resta de Babel? Ni una vislumbre. Remolinos de polvo humilde loma cubren, que sustentó la pesadumbre de sus murallas y pensiles. Roma, de la soberbia humana última cumbre, cebose en ti del tiempo la carcoma, y la grandeza que hubo dicho Nunca pereceré, roída yace y trunca. Esa momia que en báratro profundo sumida está y en decadencia extrema, de antiguo imperio que dio espanto al mundo, es ya reliquia y juntamente emblema. Cayó del sacro altar al cieno inmundo el ídolo, y el himno es ya anatema. Un trozo de estructura arquitectónica es de alguna ciudad toda la crónica. ¡Cuánta grandeza es un gastado escrito, que no pudo salvar la piedra misma, y en que con vano estudio el erudito para deletrearlo se descrisma! ¡Cuánto padrón de bronce y de granito el Tiempo en sempiterna noche abisma! ¡Cuánta dominación, poder y gloria apenas un renglón legó a la historia! Mas, ¿a qué fin el pensamiento busca lecciones en lo antiguo y lo distante de la fatalidad que hunde y ofusca lo más noble y espléndido y gigante? ¿A qué la fama asiria ni la etrusca interrogar? ¿A qué poner delante el gran cadáver, que al desierto agobia, de la ciudad ilustre de Cenobia? Ved lo que ayer no más Reinaldos era, a gozar un imperio convidado y el lecho de una dama placentera, de músicas y danzas rodeado; y miradle hoy en garras de una fiera tan de humano favor necesitado, que hasta su espada fiel le desampara, y está viendo a la muerte cara a cara. Pero dejo al barón de Montalbano, que una beldad me aguarda, a quien tan fuerte afán aqueja ahora y tan tirano como a Reinaldos, aunque de otra suerte; lucha aquél con la muerte mano a mano, y esotra llama a voces a la muerte, a la muerte, que sorda a su querella, no se digna venir a socorrella. Si os acordáis de aquella Niña hermosa que en demanda envïó del caro ausente a Malgesí, no extrañaréis que ansiosa de su llegada, los minutos cuente. El que anhelando estaba alguna cosa y la aguardó gran tiempo (mayormente si era cosa de amor), la pena arguya de Angélica infelice por la suya. Reside ahora Angélica en la Albraca; y desde el alto alcázar donde habita, escucha el sordo embate y la resaca de la vecina mar, que el austro agita. La grande hueste tártara no ataca las murallas aún; sólo la grita se oye de alguna banda que destruye las cercanías; tala, quema, y huye. Vuelto el hermoso rostro a la marina, si alcanza a ver algún bajel lejano, «Allí sin duda, exclama la mezquina, allí viene el barón de Montalbano». Que cercano cabalga se imagina, si cuádruple herradura pulsa el llano. No hay carro, no hay carroza, no hay carreta en que verle llegar no se prometa. Volvió en fin Malgesí; mas ¡ay! volvía (¿quién tal pensara?) con muy mal recado; de hombros el pobre mago se encogía, mohino, taciturno, amostazado. «¿Qué es de tu primo?», dice inquieta. Huía de sus mejillas el matiz rosado; temblaba; y lo peor juzgando cierto, llorosa exclama: «¡Ay desgraciada! Es muerto». «No es muerto aún (así responde el mago); pero no pienso que gran cosa falte, ni que difiera el postrimero trago, si no se vuelve halcón o gerifalte. Tiene, señora, al amoroso halago forrado el pecho en diamantino esmalte; y de su propia vida no se cura más que de mi amistad o tu ternura». Tras esto le contó punto por punto cómo le trajo a la fatal ribera de Rocatriste, y que le tiene a punto de ser despedazado por la fiera. La vista fija y el color difunto, escucha aquella historia lastimera la amante Niña, y tal dolor le asalta que en tierra cae, de sentimiento falta. Y recobrada dice: «¡Mal nacido! Yo haré que de tan negra acción te pese. ¿Su muerte por ventura te he pedido? El modo de arrancarme el alma es ése. ¿No juraste traerle, fementido? ¿Hacerle no ofreciste que viniese a consolar mi pecho enamorado? ¿Y dónde está el consuelo que me ha dado? »¿Pudo ser que designio tan injusto contra tan noble vida en ti cupiera? Ni te valga decir que por mi gusto le sacrificas; porque, dime, ¿no era mal menos grave y término más justo, si uno hubo de morir, que yo muriera? ¿Ignorabas, traidor, que en nada estimo el trono ni la vida sin tu primo? »¡Triste! Cuando esperaba con mi mano mis paternos dominios ofrecerte, y a despecho del tártaro Agricano, esposo mío y rey del Asia hacerte, yo misma te conduzco a fin temprano, yo te doy, yo, la más horrible muerte; mas con mi vida y con la de este impío juro darte venganza, ídolo mío». El mágico le dice: «Darle ayuda, si quieres, es posible todavía; mas importa que presto se le acuda, o la resolución será tardía. A ti el hacerlo toca; y si no muda este nuevo favor su rebeldía, de bronce es menester que tenga el pecho, y no de sensitivas fibras hecho». Dice; y le da una lima y una cuerda, que a manera de red teje y compone, y una pasta de pez, que al que la muerda, las dos quijadas pegue y aprisione. Luego que con la dama el caso acuerda, y Angélica a la empresa se dispone, un diablo llega, a quien montada encima, vuela, llevando red y pasta y lima. En tanto por momentos se le gasta a Reinaldos la fuerza, aliento y vida; que si con su Frusberta apenas basta contra enemigo tal, ¿qué hará, perdida? ¿Cómo esquivar el diente y garra y asta de la bruta alimaña embravecida, que a un lado y otro tarascadas echa, y le fatiga sin cesar y estrecha? Una gran viga a siete varas de alto empotrada está a dicha en la muralla. Reinaldos que la mira, y que ya falto de todo otro recurso humano se halla, juntando cuantas fuerzas pudo, un salto desesperado da por alcanzalla. Dos brazas se levanta de la tierra, y con la diestra mano el leño afierra, Luego sobre los brazos se alza en peso, y a horcajadas en él quedó sentado. Maravilloso fue, raro suceso; pero es poco en verdad lo que ha ganado; pues entre insuperables vallas preso, en medio a cielo y tierra colocado, fuerza es se rinda al hambre, a la molestia, a la intemperie, o lidie con la bestia. Ya la noche tendió su capa bruna, y él, que no ve otro abrigo ni otra cama, sobre la viga, al fresco de la luna, se acomodó, como cuclillo en rama. A sus pies está oyendo a la importuna fiera, que sin cesar rezonga y brama, y en esto por el aire un bulto mira que ya se acerca y ya se le retira. Echó luego de ver que era una dama, y tardó poco en conocer quién era; y tanto en ira el pecho se le inflama, que duda si se arroje o no a la fiera. Ella de lejos tiernamente llama, y le habla en dulce voz de esta manera: «Mucho, señor, me pesa verte puesto por causa mía en trance tan funesto. »No ha sido mi intención que de mal grado el placer me otorgaras de tu vista, sino con voluntad y con agrado; que a fuerza un corazón no se conquista. Imagínate, pues, lo que el estado en que te llego a ver, duele y contrista a quien el alma y vida, prenda cara, por ti sin vacilar sacrificara. »Cese la ingratitud, cese el desvío, y no a ofensa me imputes el quererte. Ven a mis brazos, ven, que yo confío en salvamento y libertad ponerte. ¿Cuál humano favor, si no es el mío, puede salvar tu vida de la muerte? ¿O a tanto llega tu desdén tirano, que aun la vida no quieres de mi mano?» «¡Mujer! (le respondió ciego de enojo) ¿a qué venís aquí? No os he llamado: ruégoos que me dejéis en paz; escojo antes morir que veros a mi lado. Al punto mismo, si no os vais, me arrojo a ser por esta bestia devorado». Ella, que tanto al inhumano adora, que aun su desdén la encanta y la enamora. Dícele: «Voy, señor, a obedecerte, que otra cosa, aun queriendo, no podría; y si gusto llevaras en mi muerte, la muerte con mis manos me daría». Terminado el coloquio de esta suerte, desciende en la infernal caballería la dama, y de los lomos de su diablo salta a la arena del murado establo. Tira al monstruo la pez; la red coloca. Creyendo ser alguna golosina, abre el animalón tamaña boca para engullir la pasta peregrina, que pega de tal modo cuanto toca, y así lo traba, así lo conglutina, que arte ni fuerza a separarlo basta; tal era la virtud de aquella pasta. Como se siente presas las quijadas, el monstruo más que nunca se enfurece, y lánzase, tirando manotadas, hacia donde la dama estar parece; pero de bruces da en la red, y atadas manos y pies, inmóvil permanece. La dama, que a Reinaldos creo seguro, parte volando por el aire oscuro. Pasa la noche; el nuevo sol despierta; presa la fiera ve el de Montalbano; y creyendo que Dios le abre la puerta de salvación, ligero salta al llano, y a repetidos golpes de Frusberta matarla intenta; pero suda en vano; que a tajarle la piel no era bastante el filo más agudo y penetrante. Ya que por este medio nada espera, de otro modo pensó salir con ello: montándose a horcajadas en la fiera, los brazos le echa en firme nudo al cuello, y apretole las piernas de manera que casi la ha privado del resuello; como dos brasas se le ponen rojos, y salen de las cuencas ambos ojos. A la fiera el aliento se le apoca, y tanto más el caballero afana. Apretando los dientes y la boca colorado se puso como grana, hasta que enteramente la sofoca, y exhalar le hace el ánima villana, que con aullido horrísono se queja, y en paz, por fin, a Rocatriste deja. Reinaldos, terminada la batalla, busca por do salir al campo raso; y cercado se ve de alta muralla, menos donde una reja impide el paso; de gruesos hierros intrincada malla, que ofrece aun a la luz camino escaso. Reinaldos pugna por echarla abajo; pero pierde su tiempo y su trabajo. A treparla arremete, mas de espesas agudas púas erizada estaba. La asalta con la espada; ni por ésas. En suma, el paladín se la tragaba que el término era aquél de sus empresas, si por algún milagro no escapaba. Perplejo está además; el caso estima desesperado. En esto ve la lima. La lima que dejado adrede había en aquel sitio Angélica la bella. Pensando que algún santo se la envía, las densas barras va a probar con ella. Lima que lima estuvo medio día, y poco a poco el duro hierro mella, hasta que logra abrir capaz portillo, por donde sale al patio del castillo. La cosa por desgracia vio un gigante, y echó a correr como un espiritado. «¡Favor! ¡favor!», gritaba aquel tunante; el bando infame se presenta armado; cuál una pica trae, cuál un montante, cuál cimitarra y cuál bastón ferrado. Más de unos treinta de esta buena gente sobre Reinaldos dan súbitamente. Pero miles que fueran, buen despacho de todos ellos el francés haría. Jurando hacer añicos al gabacho viene un jayán, y añaden que tenía como de un palmo o más cada mostacho; era el que a Montalbán pescado había. Reinaldos de un revés le abre la panza, y a los demás sin detenerse avanza. Envía por la posta al otro mundo tres, cuatro, cinco, seis, una docena, a cuantos llega el hierro furibundo taja, rebana, pincha, abre, barrena. Los otros no aguardaron un segundo, que escarmentaron en cabeza ajena. Déjalos ir, y embiste a una estacada que le defiende a lo interior la entrada. No estima su victoria por completa, si de aquella mansión de sangre y crimen no escudriña la parte más secreta, donde imagina que cautivos gimen seres humanos, que librar competa de los follones que al país oprimen. A demoler se pone la estacada con el filo y el puño de la espada. Pues el otro jayán que presumía ver el toro a su salvo en talanquera, y ve casi postrada a la porfía de los tremendos golpes la barrera, qué partido tomase, discurría. De armarse al fin le dio la ventolera, y no curó de lo que más a cuento le estaba, que era hacer su testamento. Se le conoce en la fruncida ceja que el importuno paladín le enoja. Reinaldo a poco andar en paz le deja, enderezando al corazón la hoja. Oído el caso, la maldita vieja desde el más alto mirador se arroja; pero no llega al baldosado suelo, que Satanás le echó la garra al vuelo. A ejecución los malhechores saca uno que de verdugo hace el oficio. A los demás, humilde turba y flaca, el caballero se mostró propicio; y luego que la sed y el hambre aplaca y las heridas unge, desperdicio no quiere hacer del tiempo; sale al raso; mas no toma la vuelta del ocaso. Bien que de allá con poderoso encanto le tire el siempre dulce patrio nido, pero ¡cuán vivo en él su oprobio, y cuánto más penetrante sonará a su oído! Piensa que Francia del común quebranto le pide cuenta y del honor perdido; ve que en el templo y en la regia sala el dedo de la infamia le señala. En la marina aguárdale la barca que le condujo a tan aciago puerto; pero esta vez Reinaldos no se embarca, antes a pie, con paso y rumbo incierto, cruza de Rocatriste la comarca, desnudo y melancólico desierto. Cabalga en tanto Astolfo, y en Pesquisa dél y Roldán distante suelo pisa. De París, como os dije, despedido, la milagrosa lanza lleva en cuja, empedrado de joyas el vestido, obra maestra de curiosa aguja. En lo galán, lo airoso y lo pulido ni moro ni francés le sobrepuja. Las riendas rige del gentil Bayardo el caballero insigne del Leopardo. Y de una en otra vino a dar un día en no sé cuál provincia sarracena, do Sacripante, rey de Circasía, una revista general ordena, y al tártaro Agricano desafía con muchedumbre innumerable, ajena y propia; no en verdad estimulado por la codicia o la razón de estado. Sólo el amor de Angélica le incita; y marcha a refrenar la torticera soberbia de Agricán, que solicita hacerla su mujer, quiera o no quiera; y esta demanda a la princesa irrita de modo tal, que a toda el Asia altera; y en armas puesta, a su defensa llama a cuantos capitanes hay de fama. A Sacripante sobre todos ruega, que la ama a par del alma y de la vida, y tanta valerosa gente allega que ni Agricán ni el mundo le intimida. A la sazón el duque Astolfo llega; y en viéndole el Circaso le convida, pagado asaz de su brïosa traza, a que en servicio suyo siente plaza. «Caballero, le dice, la soldada que pidas te daré por tu persona». «Dame, responde Astolfo, si te agrada que yo te sirva, el cetro y la corona; porque quiero que sepas que con nada menos mi brazo y fe se galardona; que estoy desde la cuna acostumbrado a ser obedecido, no mandado. »Y para demostrarte claramente que no soy, como piensas, ningún porro, si, atado un brazo, a ti y toda tu gente no venzo luego y desbarato y corro, estas armas que miras, Rey potente, quiero trocar por un mandil y un gorro; y si hay entre vosotros quien se atreva a dudar de mi dicho, haga la prueba». Volviéndose a los suyos el Circaso, luego que del inglés oyó el lenguaje, «¿No es, dice, caballeros, fuerte caso que un hombre, al parecer, de alto linaje, tan rematado esté? ¿No hubiera acaso para volverle el seso algún brebaje?» «Él es loco de atar, dicen, y poco sacarás de meterte con un loco». Viendo que nadie le replica nada, a gran galope Astolfo se retira. Mucho su gentileza es ponderada. Mucho al caballo el Rey mira y remira, y cuanto más le observa más le agrada, y con más fuerza la afición le tira; tanto que va tras él, ligero empeño imaginando el desmontar al dueño. Corriendo en tanto el Duque a la ventura con otro joven caballero topa de marcial continente y apostura. Llevando al anca una mujer, galopa, a quien, no siendo Angélica, hermosura no tiene igual ni el Asia ni la Europa. Es Brandimarte el nombre que la fama da al caballero, y Flordelís la dama. O porque amor el pecho le heriría, o por otra razón que no adivino, en viéndole el inglés le desafía parándosele en medio del camino: «Alto allí, caballero, le decía, probarte con la lanza determino, que es para otro que tú tan rica perla. Prepárate a dejarla o defenderla». «Primero dejaré, dice el pagano, no que una vida sola, una docena. Pero si venzo yo, ¿qué es lo que gano? que dama no la traes mala ni buena. Hagamos la partida de antemano, como es razón; si la fortuna ordena que en esta lid mi lanza te trabuque, es mío ese caballo». Otorgó el Duque. La dama, del combate espectadora y premio, con alegre confïanza desmonta, y como ha visto vencedora en justas mil de su amador la lanza, ni por asomos se le ocurre ahora que a Brandimarte avenga malandanza; y aún pienso que de ver la nueva presa que el Amor le ha rendido, no le pesa. Tomaron, pues, del campo los barones todo lo que juzgaron suficiente; y a un mismo tiempo hincando los talones, corrieron a encontrarse bravamente. Chocan los dos fortísimos bridones en medio del correr, frente con frente; Bayardo por fortuna quedó sano; pero cayó sin vida el del pagano. El cual, como ordenó su adverso sino, fue a rodar por la arena largo trecho, y lamenta su mísero destino, porque la lanza que perder le ha hecho lo que adoró con el amor más fino, no le pasó de parte a parte el pecho, quitándole la carga aborrecida de una afrentosa y solitaria vida. «Mas, ¿quién te impide, ¡oh triste!, el postrimero remedio?», despechado se pregunta. Astolfo al ver que del luciente acero aplica al pecho la desnuda punta, en alta voz le dice: «Caballero, detén la espada. A los que enlaza y junta amor con mutua fe tan verdadera, si desuniese yo, villano fuera. »Vive por largos años, y a esa rara belleza goza en paz; yo te la cedo. Venciendo al que me da muestra tan clara de ánimo generoso, pensar puedo, sin que una prenda pierdas tú tan cara, que honrado asaz y ganancioso quedo; por amor fue y por fama el desafío; tuya la dama sea; el lauro mío». Oyendo al Duque hablar de esta manera el que ya se contaba por difunto, tales extremos hace, cual si hubiera perdido la razón de todo punto. Bien expresar su gratitud quisiera; ¿mas qué podrá decir en el asunto? «Ya es doble, exclama, la vergüenza mía; como en valor, venciste en cortesía. »Ni deuda tanta sé cómo pagarte; pues ofrecer mi espada es excusado, aunque igualara a la del mismo Marte, a quien de sí tan alta muestra ha dado. Suplícote tan sólo que dignarte quieras de recibirme por crïado, y que a tus pies en homenaje lleve la vida el que dos veces te la debe». Esto pasaba entre el caído andante y el caballero del Leopardo rojo, cuando cata que llega Sacripante, y al ver la dama se le alegra el ojo. Entre ella y el caballo vacilante, «¿Cuál de estas dos empresas, dice, escojo? ¿La dama o el corcel? Corcel y dama. Pero primeramente Amor me llama. »Cualquiera que de vos, dice altanero, esa bella mujer trajo consigo, déjela ya, que para mí la quiero; sepa, si no, que se las ha conmigo». «Es un felón, no un noble caballero, y una horca merece por castigo, responde Brandimarte, el que, a caballo, reta a quien se halla a pie, como yo me hallo». Y vuelto al Duque, «Préstame, te ruego, por un momento tu corcel». «¡Mal año! aunque manso le ves como un borrego, no sufre este animal jinete extraño, responde Astolfo, cree que si lo niego es porque sólo yo con él me amaño. Cuanto más que el presente desafío, si en ello caes, a par que tuyo, es mío. »Déjame, por tu vida, en dos paletas con este guapo enderezar la cosa. El duelo, señor mío, a que nos retas, será con una condición forzosa: que si vencido fueres, no te metas en más cuestión por esta dama hermosa, y cedas tu caballo al camarada, que no ha de aventurar todo por nada. »Y si yo salgo mal de la querella, a dar las armas y el corcel me obligo, pero la dama no, que en cuanto a ella, te debes entender con el amigo». «¡Gracias!, murmura el Rey, benigna estrella, la que andas hoy tan liberal conmigo. ¡A un mismo tiempo dama, arnés, caballo! Lance mejor no pude imaginallo». Esto entre sí; y al Duque por respuesta riendo dice: «Está cerrado el trato». Dijérades, al verle, que iba a fiesta, o en baile o zambra a divertirse un rato; y si de algo le pesa es que le cuesta la esperada ganancia tan barato; que a vueltas del arnés, caballo y dama, holgara de adquirir loor y fama. Toman, pues, campo, enristran, espolean, embisten, chocan con mortal fracaso; entrambos caballeros bambolean; pero algo más le avino al Rey circaso: las piernas y rodillas le flaquean; trabuca, rueda; y vuelve paso a paso, harto mortificado y descontento, sin su propio corcel al campamento. «El pobre diablo, dice Astolfo, vino a buscar lana, y vuelve trasquilado». El Duque resolvió mudar destino por ir de Brandimarte acompañado; y un par de millas por aquel camino escasamente hubieron cabalgado, cuando la dama dice: «A lo que veo, hemos llegado al puente del Leteo. »Aquella agua que veis es encantada, y al que la bebe la memoria quita. En el puente una ninfa está apostada, que ofrece de ella a todo el que transita; y aquél de cuyos labios es probada, desmemoriado prisionero, habita en la verde ribera allende el río, rendido a un torpe amor el albedrío. »Y si alguno hace gestos a la copa, y sin gustarla va a pasar el puente, saliendo a una señal toda la tropa allí cautiva (entre la cual hay gente de lo mejor del Asia y de la Europa) al pasajero asaltan juntamente, y desigual a tan terrible prueba, le hacen que a su pesar se rinda y beba. »Encaminemos, pues, por otra vía, ya que el seguir por ésta es devaneo». Pero cuanto la dama les decía, era poner espuelas al deseo. Astolfo protestaba que tenía de ver aquel encanto del Leteo; y el pagano barón no le va en zaga. Llegan al puente, y cátate la maga. Con blanda voz y cara zalamera, haciendo al Duque humilde acatamiento, rogole que templar la sed quisiera en el fresco licor sin cumplimiento. «¡Bruja!, responde Astolfo, ¡embelequera! Ya sabemos acá cómo anda el cuento. A los cautivos abrirás la puerta en este mismo instante, o eres muerta». La Ninfa, que esto escucha, prestamente dejó caer la enhechizada taza, y todo al punto viose arder el puente, y hundirse estremeciéndose amenaza. Astolfo casi casi se arrepiente; que de pasar el río no ve traza. Dos segundos estuvo o tres perplejo; al fin tomó de su valor consejo. Y como el compañero por su parte también porfía en que el jardín se invada, y la dama no sabe con cuál arte de tan loco designio los disuada (la dama, es a saber, de Brandimarte, que tanto como bella era avisada), «Otro sendero, dice, oculto y breve mostraros puedo, que al jardín os lleve». Siguen ellos los pasos de la guía, y atravesando el río del Olvido por cierto puentecillo, que tenía Flordelis bien probado y bien sabido, llegaron a una puerta que se abría a la fatal estancia, do escondido vive tanto galán aventurero olvidado de sí y del mundo entero. La puerta derribando, ven el huerto do en gustosa prisión está el de Anglante, y el caballero del León, Uberto, y con Grifón el joven Aquilante; Clarïón, que en el líbico desierto venció animoso a un gran dragón volante; Adrián de Creta, y Antifor moldavo, y el rey Balán, entre los bravos bravo. Pues al entrar los tres, tal chamusquina se arma, tal confusión, tanta algazara de caja, de tambor, trompa y bocina, cual con dificultad se imaginara. Señora de estos campos Dragontina ordena a sus cautivos que hagan cara, y a los intrusos caballeros traten de aprisionar, o, en todo caso, maten. En la mañana de este propio día, gustado aquel licor que el juicio altera, el Conde don Roldán llegado había, rendido amante ya de la Hechicera. Con la loriga a cuestas todavía, paciendo Brilladoro en la pradera, andaba el buen señor entretenido, cuando oyó el fiero estruendo y apellido. Y la hada a sus pies llorosa mira, que humilde dice: «Tu favor imploro». Súbitamente el Conde, que suspira de amor por ella, y ve tan tierno lloro, desnuda a Durindana, ardiendo en ira, y monta de un gran salto a Brilladoro; vivas centellas por los ojos vierte, anunciadoras de venganza y muerte. Amaba el conde Orlando a Dragontina; ¿quién vio jamás tan raro desvarío? Encierra la bebida peregrina de la mágica taza un poderío que con mojar el labio, no ya inclina, sino fuerza y arrastra a el albedrío, aun al que en otro amor cautivo se halla, y a sola Dragontina lo avasalla. Embravecido el conde Orlando parte hacia el lugar en que el tumulto suena, y en que, mientras arroja Brandimarte a Uberto del León sobre la arena, al rey Balán enseña Astolfo el arte de bajar por las ancas, y se llena de grande maravilla a la llegada de Orlando, a quien conoce por la espada. «¡Orlando amado!, el Duque le decía, ¡corona y flor de todo esfuerzo humano! ¿quién así te turbó la fantasía? Paréceme que estás calamocano. Astolfo, Astolfo soy, por vida mía; ¿que no conoces a tu primo hermano?» De parentescos no se cura el Conde, y a puras cuchilladas le responde. Gracias a la ocurrencia de Bayardo, que era en lances de guerra tan experto; si no, no estrena el Duque otro leopardo; que al primer tajo allí quedaba muerto. Disparando el corcel como un petardo el muro salva del hadado huerto, como quien sabe bien que no se gana gran cosa en argüir con Durindana. Bien pudo el Duque allí emplear la lanza; pero lo que ella vale él mismo ignora; y aunque cayese Orlando, su pujanza le quedaba y su espada cortadora; luego, no sé por qué la confianza que Astolfo tuvo en sí le mengua ahora; y luego, el contendor su primo era, y de verle caído se doliera. Orlando por el puente sale al raso, pensando al duque Astolfo dar un tiento; mas aunque Brillador fuera el Pegaso, quedara este pensar en pensamiento, porque Bayardo corre, y lleva un paso. Pero por Dios que ya me falta aliento para más cabalgar; tiro la rienda, y suspendo un instante la leyenda.
es
Panero,Leopoldo_María
<XXI
Yo_François_Villon,_A_Los_Cincuenta_Y_Un_Años
Yo François Villon, a los cincuenta y un años gordo y corpulento, de labios color ceniza y mejillas que el vino amoratara, a una cuerda ahorcado lo sé todo acerca del pecado. Yo, François Villon, a una cuerda pendido me balalnceo lento, habiendo sido peor que Judas, quien también murió ahorcado. Las viejas se estremecen al oír mis hazañas pues no tuve respeto para la vida humana. Que el viento me mueva, ya oigo cerca las voces de aquellos que mandé a freír monas. Me esperan en el infierno y alargan las manos porque se ha corrido allí, del Leteo al Cocyto ¡que al fin Villon había muerto ahorcado! Ya la luna aparece, e ilumina la horca dando a mi rostro el color de la sangre yo, que hice mal sabedor de que lo hacía hasta que por fin he muerto ahorcado. Ya los lobos ladran en torno al patíbulo y los niños gritan, parecidos a ratas: ¡Villon ha muerto ahorcado! Viejas que me insultabais en la carretera oscura: ¡sabed que el semen moja mis caderas y es fresco y sabroso el semen del ahorcado! Que mis dientes sirvan de jugo en tu caldera bruja de los límites, tú a quien admiro sabedora de embrujos, de filtros y de hechizos más poderosos que la fe y que los apóstoles de quienes se burló el Mago, más apta que ellos para conocer el dolor ¡de este que un sepulcro merece! Y que el viento diga, al amanecer, mañana vanamente a ranas y a gusanos Villon se ha hecho al fin célebre pues al fin una horca dibuja su figura ¡Villon ha muerto ahorcado! Y que de mi mano ajada caiga la rosa que mis dientes estrujaron pues ella supo mis crímenes y fue mi confidente y dígalo ella al mundo, cayendo sobre el suelo ¡Villon ha muerto ahorcado! Pronto vendrá la canalla a hozar en mi tumba y orinarán encima, y los amantes harán seguro el amor sobre mis huesos y será la nada mi más escueto premio para que ella lo diga, no sé si nada o rosa: ¡Villon ha muerto ahorcado! Sabrán de mí los niños de edades venideras como de un gran pecador y asustados correrán a esconderse bajo las sábanas cuando sus madres les digan: «Cuidado ahí viene». Y esa será la fama de Villon, el Ahorcado. Y será tal mi fama que prefiero el olvido porque un día, mañana de ese futuro que el hedor hace parecerse al recuerdo, una mano dejará caer, al oír mi nombre el fruto del culo, el excremento y mi vida, y mi carne, y todos mis escritos ¡promesa serán sólo para las moscas!
es
Blanco,Andrés_Eloy
<XXI
Si_Tu_Rosal_Derrumba_Sus_Olores
Si tu rosal derrumba sus olores con el fracaso de la primavera; si se deshojan bajo el sol tus flores y el golpe del estío se lleva sus olores. Espera. Si el júbilo pascual de tus canarios enmudece en la alegre pajarera si el humo intáctil de tus incensarios se apaga en los desdenes de los dioses voltarios. Espera. Si al eco de tu voz quedan los cielos en la serenidad de su sendero; si a tu afán de justicias y consuelos no hay una luz que rompa los impasibles velos. Espera. Si ya tu juventud y tu frescura pasaron, sin que nadie las sintiera; si ya se siente en ti, fruta madura, un imperioso olor a sepultura. Espera. Si doquiera que fuiste, fuiste triste; si en el transcurso de tu vida entera no hallaste un solo amor por donde fuiste, y si el amor que encontraste lo perdiste. Espera. Si el dolor te interrumpe cada paso; si las alas de luz de una quimera nunca hilaron en ti sueños de ocaso, si tu vida es la vida hecha fracaso. Espera. Si el viaje de tu vida es un regreso hacia tu propia oscuridad primera; si nada fuiste, si no fuiste un preso de la pasión, si nadie te dio un beso. Espera. Que la noche final rota en fulgores, te dará a transitar vidas más bellas; la noche de la tumba sorberá tus dolores, la savia de tu cuerpo dará flores y el brillo de tu alma dará estrellas.
es
Oteo,Arantxa
XXI
El_Último_Trago_En_París
Echo de menos ese beso que no nos besamos y que prologaba otros que nunca vinieron, las palabras que no me dijiste, los sueños no compartidos que se desvanecieron antes de ver amanecer, y tu cara, y tu voz, y tu silencio, y tu piel, y tu piel… Extraño que te derritieras en mi boca, que saborearas todos mis labios, y esa miel, que me habría envenenado, y tu agua, que me habría dado vida mientras me la quitaba… Me falta esa almohada a la que rompiste las costillas imaginándola yo, a la que regalaste tu perfume, a la que cubriste de tus caricias y de tu sal. Y tus brazos, y tus ojos, y tu luz, me faltas tú, me falta tu olor… Odio el tiempo que no hemos pasado juntos, las historias que no inventamos entre los dos, las películas que no veremos, el jazz que no hemos escuchado y a cuyo ritmo no nos hemos besado, la brisa que no nos ha refrescado mientras nos adormecía después del amor y mis dedos, que no te han recorrido… Se me hacen cuesta arriba los días en que no me has dicho que me quieres, en los que has faltado a tu promesa de acariciarme y de comerme entera, sin dejar de estremecer ni un solo centímetro de mi cuerpo que descubrí, tan bello, con tus ojos… Amo tus historias y las que has rescatado de mi interior, ¿o acaso las pusiste tú ahí, donde no quisiste entrar? Y toda la confianza y la seguridad que no existía antes, y la verdad, que antes de ti me era esquiva, y la bondad, que ignoraba que morase en mí; haciéndome sensible, vulnerable y frágil has sacado toda la fuerza que había en mí. No quiero olvidar nada de esto: lo que me falta, lo que me cuesta, lo que odio, lo que amo. Por eso mi último trago es por ti, la penumbra otoñal de esta ¿ciudad de la luz? se pierde en el fondo de mi vaso y quiero beberme hasta la última gota de mi amargura para estar siempre serena, feliz y dispuesta para ti. Por lo que fue, por lo que ahora no es, por lo que será. Por las aristas con las que peleamos los que amamos, ¡a nuestra salud!
es
Neruda,Pablo
<XXI
Y_Por_Qué_El_Sol_Es_Tan_Mal_Amigo
Y por qué el sol es tan mal amigo del caminante en el desierto? Y por qué el sol es tan simpático en el jardín del hospital? Son pájaros o son peces en estas redes de la luna? Fue adonde a mí me perdieron que logré por fin encontrarme?
es
Pombo,Rafael
<XXI
Un_Beso
Nube con nube fulminante choca: ¡Esa es la tempestad! Estréllanse una boca y otra boca: ¡Esa es la muerte O es la felicidad! ¡Dame un beso, alma mía! De esa suerte Yo ansío en tus brazos desposar la muerte Con la felicidad.
es
Neruda,Pablo
<XXI
Ya_Eres_Mía._Reposa_Con_Tu_Sueño_En_Mi_Sueño
Ya eres mía. Reposa con tu sueño en mi sueño. Amor, dolor, trabajos, deben dormir ahora. Gira la noche sobre sus invisibles ruedas y junto a mí eres pura como el ámbar dormido. Ninguna más, amor, dormirá con mis sueños. Irás, iremos juntos por las aguas del tiempo. Ninguna viajará por la sombra conmigo, sólo tú, siempreviva, siempre sol, siempre luna. Ya tus manos abrieron los puños delicados y dejaron caer suaves signos sin rumbo, tus ojos se cerraron como dos alas grises, mientras yo sigo el agua que llevas y me lleva: la noche, el mundo, el viento devanan su destino, y ya no soy sin ti sino sólo tu sueño. Ninguna más, amor, dormirá con mis sueños. Irás, iremos juntos por las aguas del tiempo. Ninguna viajará por la sombra conmigo, sólo tú, siempreviva, siempre sol, siempre luna. Ya tus manos abrieron los puños delicados y dejaron caer suaves signos sin rumbo, tus ojos se cerraron como dos alas grises, mientras yo sigo el agua que llevas y me lleva: la noche, el mundo, el viento devanan su destino, y ya no soy sin ti sino sólo tu sueño. Ya tus manos abrieron los puños delicados y dejaron caer suaves signos sin rumbo, tus ojos se cerraron como dos alas grises, mientras yo sigo el agua que llevas y me lleva: la noche, el mundo, el viento devanan su destino, y ya no soy sin ti sino sólo tu sueño. mientras yo sigo el agua que llevas y me lleva: la noche, el mundo, el viento devanan su destino, y ya no soy sin ti sino sólo tu sueño.
es
Gaitán_Durán,Jorge
<XXI
No_He_Podido_Olvidarte._He_Conseguido
No he podido olvidarte. He conseguido Que este inútil desorden de mis días Solitarios, concluya en las porfías De un corazón que da cada latido A tu memoria. En tu mundo abolido, He luchado por ti contra las pías Obras de Dios. Cuanto ayer le exigías Será invención del hombre que ha nacido. Tantas razones tuve para amarte Que en el rigor oscuro de perderte Quise que le sirviera todo el arte A tu solo esplendor y así envolverte En fábulas y hallarte y recobrarte En la larga paciencia de la muerte.
es
Fernández_Moreno,Baldomero
<XXI
Cómo_Juegas_Conmigo_Cuando_Hablas_De_Tus_Años
Cómo juegas conmigo cuando hablas de tus años desde tus ojos vivos, desde tu cutis terso. Conmigo, ramo de lustros y desengaños (mi única juventud eres tú y mi verso). Tengas la edad que tengas es cosa indiferente, eres la eternidad que se azula o se sonroja. ¿Qué años puede tener el cristal de la fuente? ¿Qué edad tiene la estrella? ¿Qué edad tiene la hoja?
es
Caro,Miguel_Antonio
<XXI
En_El_Sabroso_Abrigo
En el sabroso abrigo De repuesta colina, do me espera De tarde sin testigo Fresca y amiga sombra; do parlera Fontana baja con veloz carrera; Por el sueño vencido Quedeme acaso, al fellecer del día: Sonó luego en mi oído Mística voz, celeste melodía: Era un ángel de luz que me decía: «¿Qué ciego desatino Así te roba a la región serena, Que olvidado, sin tino, La planta mueves en morada ajena A do pérfido lazo te encadena? »¿Qué luz, qué bien ofrece Morada donde a vueltas de ventura El infortunio crece; Do el placer muere en el dolor que dura; Morada de expiación, remota, obscura? »¡Despierta, aviva, al cielo Toma! de aquesos engañosos prados Álzate; y pasa a vuelo Negros bosques, altísimos nevados, Y los mares sonoros y argentados! »¡Y esfuerza el vuelo, y deja La nube atrás! Ni cures si perdido A tus ojos se aleja, En el espacio inmenso sumergido, Este planeta en soledad y olvido...» Interrumpió la luna, Alzada tras la andina cordillera, Mi sueño y mi fortuna: Y vi conmigo mi alma prisionera, Del solitario arroyo en la ribera.
es
Unamuno,Miguel_de
<XXI
Resignación,_Humana_Omnipotencia
Resignación, humana omnipotencia, del valor manantial y lecho puro, baja a mi corazón, grano maduro, que en mi mente sembró divina ciencia. Presta osadía y a la vez paciencia para luchar en el combate duro, puesta la vista en el confín futuro, resignación activa, a mi conciencia. Rompe del egoísmo el fatal sino, la costra que tupida te sofoca, liberta al Hombre de tu yo mezquino, descubre de tu espíritu la roca, y la piedad de manantial divino en corriente fluirá que no se apoca.
es
García_Lorca,Federico
<XXI
La_Lola
Bajo el naranjo, lava pañales de algodón. Tiene verdes los ojos y violeta la voz. ¡Ay, amor, bajo el naranjo en flor! El agua de la acequia iba llena de sol, en el olivarito cantaba un gorrión. ¡Ay, amor, bajo el naranjo en flor! Luego cuando la Lola gaste todo el jabón, vendrán los torerillos. ¡Ay, amor, bajo el naranjo en flor! ¡Ay, amor, bajo el naranjo en flor! El agua de la acequia iba llena de sol, en el olivarito cantaba un gorrión. ¡Ay, amor, bajo el naranjo en flor! Luego cuando la Lola gaste todo el jabón, vendrán los torerillos. ¡Ay, amor, bajo el naranjo en flor! El agua de la acequia iba llena de sol, en el olivarito cantaba un gorrión. ¡Ay, amor, bajo el naranjo en flor! Luego cuando la Lola gaste todo el jabón, vendrán los torerillos. ¡Ay, amor, bajo el naranjo en flor! ¡Ay, amor, bajo el naranjo en flor! Luego cuando la Lola gaste todo el jabón, vendrán los torerillos. ¡Ay, amor, bajo el naranjo en flor! Luego cuando la Lola gaste todo el jabón, vendrán los torerillos. ¡Ay, amor, bajo el naranjo en flor! ¡Ay, amor, bajo el naranjo en flor!
es
Martínez,Daniel_Omar
XXI
Todo_El_Amor_Que_Me_Diste
Todo el amor que me diste lo traigo puesto entre gesto y gesto entre deseo y deseo en la canción que canto el amor que me diste lo tengo guardado entre recuerdo y recuerdo lo desvisto lo acaricio y lo pinto con tinta de nostalgia después cuando está presentable nos sentamos en la vereda a esperar que regreses el amor que me diste lo tengo guardado entre recuerdo y recuerdo lo desvisto lo acaricio y lo pinto con tinta de nostalgia después cuando está presentable nos sentamos en la vereda a esperar que regreses después cuando está presentable nos sentamos en la vereda a esperar que regreses
es
Diego,Gerardo
<XXI
Torerillo_En_Triana
Torerillo en Triana, frente a Sevilla. Cántale a la sultana tu seguidilla. Sultana de mis penas y mi esperanza. Plaza de las Arenas de la Maestranza. Arenas amarillas, palcos de oro. Quién viera a las mulillas llevarme el toro. Relumbrar de faroles por mí encendidos. Y un estallido de oles en los tendidos. Arenal de Sevilla, Torre del Oro. Azulejo a la orilla del río moro. Azulejo bermejo, sol de la tarde. No mientas, azulejo, que soy cobarde. Guadalquivir tan verde de aceite antiguo. Si el barquero me pierde yo me santiguo. La puente no la paso, no la atravieso. Envuelto en oro y raso no se hace eso. Ay, río de Triana, muerto entre luces, no embarca la chalana los andaluces. Ay, río de Sevilla, quién te cruzase sin que mi zapatilla se me mojase. Zapatilla escotada para el estribo. Media rosa estirada y alamar vivo. Tabaco y oro. Faja salmón. Montera. Tirilla verde baja por la chorrera. Capote de paseo. Seda amarilla. Prieta para el toreo la taleguilla. La verónica cruje. Suenan caireles. Que nadie la dibuje. Fuera pinceles. Banderillas al quiebro. Cose el mihura el arco que le enhebro con la cintura. Torneados en rueda, tres naturales. Y una hélice de seda con arrabales. Me perfilo. La espada. Los dedos mojo. Abanico y mirada. Clavel y antojo. En hombros por tu orilla, Torre del Oro. En tu azulejo brilla sangre de toro. Si salgo en la Maestranza, te bordo un manto, Virgen de la Esperanza, de Viernes Santo. Adiós, torero nuevo, Triana y Sevilla, que a Sanlúcar me llevo tu seguidilla. Sultana de mis penas y mi esperanza. Plaza de las Arenas de la Maestranza. Arenas amarillas, palcos de oro. Quién viera a las mulillas llevarme el toro. Relumbrar de faroles por mí encendidos. Y un estallido de oles en los tendidos. Arenal de Sevilla, Torre del Oro. Azulejo a la orilla del río moro. Azulejo bermejo, sol de la tarde. No mientas, azulejo, que soy cobarde. Guadalquivir tan verde de aceite antiguo. Si el barquero me pierde yo me santiguo. La puente no la paso, no la atravieso. Envuelto en oro y raso no se hace eso. Ay, río de Triana, muerto entre luces, no embarca la chalana los andaluces. Ay, río de Sevilla, quién te cruzase sin que mi zapatilla se me mojase. Zapatilla escotada para el estribo. Media rosa estirada y alamar vivo. Tabaco y oro. Faja salmón. Montera. Tirilla verde baja por la chorrera. Capote de paseo. Seda amarilla. Prieta para el toreo la taleguilla. La verónica cruje. Suenan caireles. Que nadie la dibuje. Fuera pinceles. Banderillas al quiebro. Cose el mihura el arco que le enhebro con la cintura. Torneados en rueda, tres naturales. Y una hélice de seda con arrabales. Me perfilo. La espada. Los dedos mojo. Abanico y mirada. Clavel y antojo. En hombros por tu orilla, Torre del Oro. En tu azulejo brilla sangre de toro. Si salgo en la Maestranza, te bordo un manto, Virgen de la Esperanza, de Viernes Santo. Adiós, torero nuevo, Triana y Sevilla, que a Sanlúcar me llevo tu seguidilla. Arenas amarillas, palcos de oro. Quién viera a las mulillas llevarme el toro. Relumbrar de faroles por mí encendidos. Y un estallido de oles en los tendidos. Arenal de Sevilla, Torre del Oro. Azulejo a la orilla del río moro. Azulejo bermejo, sol de la tarde. No mientas, azulejo, que soy cobarde. Guadalquivir tan verde de aceite antiguo. Si el barquero me pierde yo me santiguo. La puente no la paso, no la atravieso. Envuelto en oro y raso no se hace eso. Ay, río de Triana, muerto entre luces, no embarca la chalana los andaluces. Ay, río de Sevilla, quién te cruzase sin que mi zapatilla se me mojase. Zapatilla escotada para el estribo. Media rosa estirada y alamar vivo. Tabaco y oro. Faja salmón. Montera. Tirilla verde baja por la chorrera. Capote de paseo. Seda amarilla. Prieta para el toreo la taleguilla. La verónica cruje. Suenan caireles. Que nadie la dibuje. Fuera pinceles. Banderillas al quiebro. Cose el mihura el arco que le enhebro con la cintura. Torneados en rueda, tres naturales. Y una hélice de seda con arrabales. Me perfilo. La espada. Los dedos mojo. Abanico y mirada. Clavel y antojo. En hombros por tu orilla, Torre del Oro. En tu azulejo brilla sangre de toro. Si salgo en la Maestranza, te bordo un manto, Virgen de la Esperanza, de Viernes Santo. Adiós, torero nuevo, Triana y Sevilla, que a Sanlúcar me llevo tu seguidilla. Relumbrar de faroles por mí encendidos. Y un estallido de oles en los tendidos. Arenal de Sevilla, Torre del Oro. Azulejo a la orilla del río moro. Azulejo bermejo, sol de la tarde. No mientas, azulejo, que soy cobarde. Guadalquivir tan verde de aceite antiguo. Si el barquero me pierde yo me santiguo. La puente no la paso, no la atravieso. Envuelto en oro y raso no se hace eso. Ay, río de Triana, muerto entre luces, no embarca la chalana los andaluces. Ay, río de Sevilla, quién te cruzase sin que mi zapatilla se me mojase. Zapatilla escotada para el estribo. Media rosa estirada y alamar vivo. Tabaco y oro. Faja salmón. Montera. Tirilla verde baja por la chorrera. Capote de paseo. Seda amarilla. Prieta para el toreo la taleguilla. La verónica cruje. Suenan caireles. Que nadie la dibuje. Fuera pinceles. Banderillas al quiebro. Cose el mihura el arco que le enhebro con la cintura. Torneados en rueda, tres naturales. Y una hélice de seda con arrabales. Me perfilo. La espada. Los dedos mojo. Abanico y mirada. Clavel y antojo. En hombros por tu orilla, Torre del Oro. En tu azulejo brilla sangre de toro. Si salgo en la Maestranza, te bordo un manto, Virgen de la Esperanza, de Viernes Santo. Adiós, torero nuevo, Triana y Sevilla, que a Sanlúcar me llevo tu seguidilla. Arenal de Sevilla, Torre del Oro. Azulejo a la orilla del río moro. Azulejo bermejo, sol de la tarde. No mientas, azulejo, que soy cobarde. Guadalquivir tan verde de aceite antiguo. Si el barquero me pierde yo me santiguo. La puente no la paso, no la atravieso. Envuelto en oro y raso no se hace eso. Ay, río de Triana, muerto entre luces, no embarca la chalana los andaluces. Ay, río de Sevilla, quién te cruzase sin que mi zapatilla se me mojase. Zapatilla escotada para el estribo. Media rosa estirada y alamar vivo. Tabaco y oro. Faja salmón. Montera. Tirilla verde baja por la chorrera. Capote de paseo. Seda amarilla. Prieta para el toreo la taleguilla. La verónica cruje. Suenan caireles. Que nadie la dibuje. Fuera pinceles. Banderillas al quiebro. Cose el mihura el arco que le enhebro con la cintura. Torneados en rueda, tres naturales. Y una hélice de seda con arrabales. Me perfilo. La espada. Los dedos mojo. Abanico y mirada. Clavel y antojo. En hombros por tu orilla, Torre del Oro. En tu azulejo brilla sangre de toro. Si salgo en la Maestranza, te bordo un manto, Virgen de la Esperanza, de Viernes Santo. Adiós, torero nuevo, Triana y Sevilla, que a Sanlúcar me llevo tu seguidilla. Azulejo bermejo, sol de la tarde. No mientas, azulejo, que soy cobarde. Guadalquivir tan verde de aceite antiguo. Si el barquero me pierde yo me santiguo. La puente no la paso, no la atravieso. Envuelto en oro y raso no se hace eso. Ay, río de Triana, muerto entre luces, no embarca la chalana los andaluces. Ay, río de Sevilla, quién te cruzase sin que mi zapatilla se me mojase. Zapatilla escotada para el estribo. Media rosa estirada y alamar vivo. Tabaco y oro. Faja salmón. Montera. Tirilla verde baja por la chorrera. Capote de paseo. Seda amarilla. Prieta para el toreo la taleguilla. La verónica cruje. Suenan caireles. Que nadie la dibuje. Fuera pinceles. Banderillas al quiebro. Cose el mihura el arco que le enhebro con la cintura. Torneados en rueda, tres naturales. Y una hélice de seda con arrabales. Me perfilo. La espada. Los dedos mojo. Abanico y mirada. Clavel y antojo. En hombros por tu orilla, Torre del Oro. En tu azulejo brilla sangre de toro. Si salgo en la Maestranza, te bordo un manto, Virgen de la Esperanza, de Viernes Santo. Adiós, torero nuevo, Triana y Sevilla, que a Sanlúcar me llevo tu seguidilla. Guadalquivir tan verde de aceite antiguo. Si el barquero me pierde yo me santiguo. La puente no la paso, no la atravieso. Envuelto en oro y raso no se hace eso. Ay, río de Triana, muerto entre luces, no embarca la chalana los andaluces. Ay, río de Sevilla, quién te cruzase sin que mi zapatilla se me mojase. Zapatilla escotada para el estribo. Media rosa estirada y alamar vivo. Tabaco y oro. Faja salmón. Montera. Tirilla verde baja por la chorrera. Capote de paseo. Seda amarilla. Prieta para el toreo la taleguilla. La verónica cruje. Suenan caireles. Que nadie la dibuje. Fuera pinceles. Banderillas al quiebro. Cose el mihura el arco que le enhebro con la cintura. Torneados en rueda, tres naturales. Y una hélice de seda con arrabales. Me perfilo. La espada. Los dedos mojo. Abanico y mirada. Clavel y antojo. En hombros por tu orilla, Torre del Oro. En tu azulejo brilla sangre de toro. Si salgo en la Maestranza, te bordo un manto, Virgen de la Esperanza, de Viernes Santo. Adiós, torero nuevo, Triana y Sevilla, que a Sanlúcar me llevo tu seguidilla. La puente no la paso, no la atravieso. Envuelto en oro y raso no se hace eso. Ay, río de Triana, muerto entre luces, no embarca la chalana los andaluces. Ay, río de Sevilla, quién te cruzase sin que mi zapatilla se me mojase. Zapatilla escotada para el estribo. Media rosa estirada y alamar vivo. Tabaco y oro. Faja salmón. Montera. Tirilla verde baja por la chorrera. Capote de paseo. Seda amarilla. Prieta para el toreo la taleguilla. La verónica cruje. Suenan caireles. Que nadie la dibuje. Fuera pinceles. Banderillas al quiebro. Cose el mihura el arco que le enhebro con la cintura. Torneados en rueda, tres naturales. Y una hélice de seda con arrabales. Me perfilo. La espada. Los dedos mojo. Abanico y mirada. Clavel y antojo. En hombros por tu orilla, Torre del Oro. En tu azulejo brilla sangre de toro. Si salgo en la Maestranza, te bordo un manto, Virgen de la Esperanza, de Viernes Santo. Adiós, torero nuevo, Triana y Sevilla, que a Sanlúcar me llevo tu seguidilla. Ay, río de Triana, muerto entre luces, no embarca la chalana los andaluces. Ay, río de Sevilla, quién te cruzase sin que mi zapatilla se me mojase. Zapatilla escotada para el estribo. Media rosa estirada y alamar vivo. Tabaco y oro. Faja salmón. Montera. Tirilla verde baja por la chorrera. Capote de paseo. Seda amarilla. Prieta para el toreo la taleguilla. La verónica cruje. Suenan caireles. Que nadie la dibuje. Fuera pinceles. Banderillas al quiebro. Cose el mihura el arco que le enhebro con la cintura. Torneados en rueda, tres naturales. Y una hélice de seda con arrabales. Me perfilo. La espada. Los dedos mojo. Abanico y mirada. Clavel y antojo. En hombros por tu orilla, Torre del Oro. En tu azulejo brilla sangre de toro. Si salgo en la Maestranza, te bordo un manto, Virgen de la Esperanza, de Viernes Santo. Adiós, torero nuevo, Triana y Sevilla, que a Sanlúcar me llevo tu seguidilla. Ay, río de Sevilla, quién te cruzase sin que mi zapatilla se me mojase. Zapatilla escotada para el estribo. Media rosa estirada y alamar vivo. Tabaco y oro. Faja salmón. Montera. Tirilla verde baja por la chorrera. Capote de paseo. Seda amarilla. Prieta para el toreo la taleguilla. La verónica cruje. Suenan caireles. Que nadie la dibuje. Fuera pinceles. Banderillas al quiebro. Cose el mihura el arco que le enhebro con la cintura. Torneados en rueda, tres naturales. Y una hélice de seda con arrabales. Me perfilo. La espada. Los dedos mojo. Abanico y mirada. Clavel y antojo. En hombros por tu orilla, Torre del Oro. En tu azulejo brilla sangre de toro. Si salgo en la Maestranza, te bordo un manto, Virgen de la Esperanza, de Viernes Santo. Adiós, torero nuevo, Triana y Sevilla, que a Sanlúcar me llevo tu seguidilla. Zapatilla escotada para el estribo. Media rosa estirada y alamar vivo. Tabaco y oro. Faja salmón. Montera. Tirilla verde baja por la chorrera. Capote de paseo. Seda amarilla. Prieta para el toreo la taleguilla. La verónica cruje. Suenan caireles. Que nadie la dibuje. Fuera pinceles. Banderillas al quiebro. Cose el mihura el arco que le enhebro con la cintura. Torneados en rueda, tres naturales. Y una hélice de seda con arrabales. Me perfilo. La espada. Los dedos mojo. Abanico y mirada. Clavel y antojo. En hombros por tu orilla, Torre del Oro. En tu azulejo brilla sangre de toro. Si salgo en la Maestranza, te bordo un manto, Virgen de la Esperanza, de Viernes Santo. Adiós, torero nuevo, Triana y Sevilla, que a Sanlúcar me llevo tu seguidilla. Tabaco y oro. Faja salmón. Montera. Tirilla verde baja por la chorrera. Capote de paseo. Seda amarilla. Prieta para el toreo la taleguilla. La verónica cruje. Suenan caireles. Que nadie la dibuje. Fuera pinceles. Banderillas al quiebro. Cose el mihura el arco que le enhebro con la cintura. Torneados en rueda, tres naturales. Y una hélice de seda con arrabales. Me perfilo. La espada. Los dedos mojo. Abanico y mirada. Clavel y antojo. En hombros por tu orilla, Torre del Oro. En tu azulejo brilla sangre de toro. Si salgo en la Maestranza, te bordo un manto, Virgen de la Esperanza, de Viernes Santo. Adiós, torero nuevo, Triana y Sevilla, que a Sanlúcar me llevo tu seguidilla. Capote de paseo. Seda amarilla. Prieta para el toreo la taleguilla. La verónica cruje. Suenan caireles. Que nadie la dibuje. Fuera pinceles. Banderillas al quiebro. Cose el mihura el arco que le enhebro con la cintura. Torneados en rueda, tres naturales. Y una hélice de seda con arrabales. Me perfilo. La espada. Los dedos mojo. Abanico y mirada. Clavel y antojo. En hombros por tu orilla, Torre del Oro. En tu azulejo brilla sangre de toro. Si salgo en la Maestranza, te bordo un manto, Virgen de la Esperanza, de Viernes Santo. Adiós, torero nuevo, Triana y Sevilla, que a Sanlúcar me llevo tu seguidilla. La verónica cruje. Suenan caireles. Que nadie la dibuje. Fuera pinceles. Banderillas al quiebro. Cose el mihura el arco que le enhebro con la cintura. Torneados en rueda, tres naturales. Y una hélice de seda con arrabales. Me perfilo. La espada. Los dedos mojo. Abanico y mirada. Clavel y antojo. En hombros por tu orilla, Torre del Oro. En tu azulejo brilla sangre de toro. Si salgo en la Maestranza, te bordo un manto, Virgen de la Esperanza, de Viernes Santo. Adiós, torero nuevo, Triana y Sevilla, que a Sanlúcar me llevo tu seguidilla. Banderillas al quiebro. Cose el mihura el arco que le enhebro con la cintura. Torneados en rueda, tres naturales. Y una hélice de seda con arrabales. Me perfilo. La espada. Los dedos mojo. Abanico y mirada. Clavel y antojo. En hombros por tu orilla, Torre del Oro. En tu azulejo brilla sangre de toro. Si salgo en la Maestranza, te bordo un manto, Virgen de la Esperanza, de Viernes Santo. Adiós, torero nuevo, Triana y Sevilla, que a Sanlúcar me llevo tu seguidilla. Torneados en rueda, tres naturales. Y una hélice de seda con arrabales. Me perfilo. La espada. Los dedos mojo. Abanico y mirada. Clavel y antojo. En hombros por tu orilla, Torre del Oro. En tu azulejo brilla sangre de toro. Si salgo en la Maestranza, te bordo un manto, Virgen de la Esperanza, de Viernes Santo. Adiós, torero nuevo, Triana y Sevilla, que a Sanlúcar me llevo tu seguidilla. Me perfilo. La espada. Los dedos mojo. Abanico y mirada. Clavel y antojo. En hombros por tu orilla, Torre del Oro. En tu azulejo brilla sangre de toro. Si salgo en la Maestranza, te bordo un manto, Virgen de la Esperanza, de Viernes Santo. Adiós, torero nuevo, Triana y Sevilla, que a Sanlúcar me llevo tu seguidilla. En hombros por tu orilla, Torre del Oro. En tu azulejo brilla sangre de toro. Si salgo en la Maestranza, te bordo un manto, Virgen de la Esperanza, de Viernes Santo. Adiós, torero nuevo, Triana y Sevilla, que a Sanlúcar me llevo tu seguidilla. Si salgo en la Maestranza, te bordo un manto, Virgen de la Esperanza, de Viernes Santo. Adiós, torero nuevo, Triana y Sevilla, que a Sanlúcar me llevo tu seguidilla. Adiós, torero nuevo, Triana y Sevilla, que a Sanlúcar me llevo tu seguidilla.
es
Buesa,José_Ángel
<XXI
Arte_Poética
Ama tu verso, y ama sabiamente tu vida, la estrofa que más vive, siempre es la más vivida. Un mal verso supera la más perfecta prosa, aunque en prosa y en verso digas la misma cosa. Así como el exceso de virtud hace el vicio, el exceso de arte llega a ser artificio. Escribe de tal modo que te entienda la gente, igual si es ignorante que si es indiferente. Cumple la ley suprema de desdeñarlas todas, sobre el cuerpo desnudo no envejecen las modas. Y sobre todo, en arte y vida, sé diverso, pues sólo así tu mente revivirá en tu verso.
es
Eguren,José_María
<XXI
Plomizo,_Carminado
Plomizo, carminado y con la barba verde, el ritmo pierde el dios cansado. Y va con tristes ojos, por los desiertos rojos, de los beduinos y peregrinos. Sigue por las obscuras y ciegas capitales de negros males y desventuras. Reinante el día estuoso, camina sin reposo tras los inventos y pensamientos. Continúa, ignorado por la región atea; y nada crea el dios cansado.
es
García_Cabrera,Pedro
<XXI
Tan_Sólo_Tú_Eres_Clara_En_Lo_Que_Quieres
Tan sólo tú eres clara en lo que quieres. Tu color es el único que sabes. Y hay para ti un idioma: el de la piedra. Fuera de ti lo desconoces todo. Te basta solamente lo que tienes. ¡Qué sencillez de mundo a la medida, sin que la ausencia te desdoble y huya con la mitad de ti por esos mares! Todo, todo gravita tan pegado a tu propio existir, que identificas a tu presencia el universo entero, isla de ayer, de hoy y de mañana, razón de piedra en el amor anclada.
es
Salinas,Pedro
<XXI
Variación_Xii_-_Civitas_Dei
¡Qué hermosa es la ciudad, oh Contemplado, que eriges a la vista! Capital de los ocios, rodeada de espumas fronterizas, en las torres celestes atalayan blancas nubes vigías. Flotante sobre el agua, hecha y deshecha por luces sucesivas, los que la sombra alcázares derrumba el alba resucita. Su riqueza es la luz, la sin moneda, la que nunca termina, la que después de darse un día entero amanece más rica. Todo en ella son canjes —ola y nube, horizonte y orilla—, bellezas que se cambian, inocentes de la mercadería. Por tu hermosura, sin mancharla nunca resbala la codicia, la que mueve el contrato, nunca el aire en las velas henchidas, hacia la gran ciudad de los negocios, la ciudad enemiga. No hay nadie, allí, que mire; están los ojos a sueldo, en oficinas. Vacío abajo corren ascensores, corren vacío arriba, transportan a fantasmas impacientes: la nada tiene prisa. Si se aprieta un botón se aclara el mundo, la duda se disipa. Instantánea es la aurora; ya no pierde en fiestas nacarinas, en rosas, en albores, en celajes, el tiempo que perdía. Aquel aire infinito lo han contado; números se respiran El tiempo ya no es tiempo, el tiempo es oro, florecen compañías para vender a plazos los veranos, las horas y los días. Luchan las cantidades con los pájaros, los nombres con las cifras: trescientos, mil, seiscientos, veinticuatro, Julieta, Laura, Elisa. Lo exacto triunfa de lo incalculable, las palabras vencidas se van al campo santo y en las lápidas esperan elegías. ¡Clarísimo el futuro, ya aritmético, mañana sin neblinas! Expulsan el azar y sus misterios astrales estadísticas. Lo que el sueño no dio lo dará el cálculo; unos novios perfilan presupuestos en tardes otoñales: el coste de su dicha. Sin alas, silenciosas por los aires, van aves ligerísimas, eléctricas bandadas agoreras, cantoras de noticias, que desdeñan las frondas verdecientes y en las radios anidan. A su paso se mueren —ya no vuelven— oscuras golondrinas. Dos amantes se matan por un hilo —ruptura a dos mil millas—; sin que pueda salvarle una morada un amor agoniza, y Iludiéndose el teléfono en el pecho la enamorada expira. Los maniquíes su lección ofrecen, moral desde vitrinas: ni sufrir ni gozar, ni bien ni mal, perfección de la línea. Para ser tan felices las doncellas poco a poco se quitan viejos estorbos, vagos corazones que apenas si latían. Hay en las calles bocas que conducen a cuevas oscurísimas: allí no sufre nadie; sombras bellas gráciles se deslizan, sin carne en que el dolor pueda dolerles, de sonrisa a sonrisa. Entre besos y escenas de colores corriendo va la intriga. Acaba en un jardín, al fondo rosas de trapo sin espinas. Se descubren las gentes asombradas su sueño: es la película, vivir en un edén de cartón piedra, ser criaturas lisas. Hermosura posible entre tinieblas con las luces se esquiva. La yerba de los cines está llena de esperanzas marchitas. Hay en los bares manos que se afanan buscando la alegría, y prenden por el talle a sus parejas, o a copas cristalinas. Mezclado azul con rojo, verde y blanco, fáciles alquimistas ofrecen breves dosis de retorno a ilusiones perdidas. Lo que la orquesta toca y ellos bailan, son todo tentativas de salir sin salir del embolismo que no tiene salida. Mueve un ventilador aspas furiosas y deshoja una Biblia. Por el aire revuelan gemebundas voces apocalípticas, y rozan a las frentes pecadoras alas de profecías. La mejor bailarina, Magdalena, se pone de rodillas. Corren las ambulancias, con heridos de muerte sin heridas. En Wall Street banqueros puritanos las escrituras firman para comprar al río los reflejos del cielo que está arriba. Un hombre hay que se escapa, por milagro, de tantas agonías. No hace nada, no es nada, es Charlie Chaplin, es este que te mira; somos muchos, yo solo, centenares las almas fugitivas de Henry Ford, de Taylor, de la técnica, los que nada fabrican y emplean en las nubes vagabundas ojos que no se alquilan. No escucharán anuncios de la radio; atienden la doctrina que tú has ido pensando en tus profundos, la que sale a tu orilla, ola tras ola, espuma tras espuma, y se entra por los ojos toda luz, y ya nunca se olvida.
es
Azar,Santiago
XXI
Se_Trata_De_Arreglar_El_Mundo_Como_Lo_Hacemos_Nosotros
Se trata de arreglar el mundo como lo hacemos nosotros, al mejor estilo del subdesarrollo: Con alambres artesanales y parches para bicicletas. Esto vuelve a suceder en medio de una mesa repleta, colmada de alimentos hasta el hartazgo. Sin embargo, aquí chorrea la mano solitaria y el individuo en sí mismo alcanzando la cima. Estoy rodeado de autoridades tan falsas como el mejor abogado de provincia, sólidamente exitoso, pero en el fondo, sólo uno más del ganado. Aquí somos el tenedor y el cuchillo en medio de la gula, el despilfarro y las conversaciones absurdas e instantáneas, mientras allá afuera, vuelvo a Jerusalén y Ramallah y a una multitud que lanza sus piedras contra los perros de presa y riegan con sangre la tierra tan amada. Nosotros, por otra parte, seguimos discutiendo, satisfechos, si vale la pena cien o quinientos muertos, o si en realidad no hay nada más heroico en este momento que devorar el último plato servido que queda en la mesa.
es
Guillén,Nicolás
<XXI
Lápida
Esto fue escrito por Nicolás Guillén, antillano, en el año de nil tloaecientos treinta y cuatro Esto fue escrito por Nicolás Guillén, antillano, en el año de nil tloaecientos treinta y cuatro
es
Paz,Octavio
<XXI
Nubes_A_La_Deriva,_Continentes
Nubes a la deriva, continentes sonámbulos, países sin substancia ni peso, geografías dibujadas por el sol y borradas por el viento. Cuatro muros de adobe. Buganvillas: en sus llamas pacíficas mis ojos se bañan. Pasa el viento entre alabanzas de follajes y yerbas de rodillas. El heliotropo con morados pasos cruza envuelto en su aroma. Hay un profeta: el fresno —y un meditabundo: el pino. El jardín es pequeño, el cielo inmenso. Verdor sobreviviente en mis escombros: en mis ojos te miras y te tocas, te conoces en mí y en mí te piensas, en mí duras y en mí te desvaneces.
es
Hartzenbusch,Juan_Eugenio
<XXI
«¡Viva_La_Libertad!»_Así_Gritaban
«¡Viva la libertad!» Así gritaban juntos con recia voz por largo rato, al verse libres de su duro encierro, una marmota, un gato, un colorín y un perro, que antes en un cortijo suspiraban, víctimas del poder y los caprichos de un labrador aficionado a bichos. —¿Qué se hace, compañeros?, preguntó el colorín, pues es costumbre de bestias a la vez y caballeros que el promotor de las cuestiones sea la cabeza más ruin de la asamblea. Yo, prosiguió diciendo muy ufano, puesto que terminó la servidumbre, y en ella me enseñaban vanos sones, quiero desde hoy con ellos al tirano silbar, y confundirle a maldiciones. —Yo, dijo la marmota, buscaré un agujero para dormir en él un año entero. —Aquí, el gato exclamó, según se nota, por los collados hay y los ejidos multitud de conejos y de nidos: ya que se me presenta buena traza, contrabandista me hago de la caza. —Yo, prorrumpió sagaz el perdiguero, como que libre y suelto bien me lamo, voy libremente a ver si encuentro un amo. ¡De tan indigno modo Empleó la cuadrilla emancipada la libertad dulcísima anhelada! Para las almas nobles ella es todo; para egoístas, nada.
es
Juarroz,Roberto
<XXI
Tercera_Poesía_Vertical._Poemas_De_Unidad._Número_20
A veces comprendemos algo entre la noche y la noche. Nos vemos de pronto parados debajo de una torre tan fina como el signo del adiós y nos pesa sobre todo desconocer si lo que no sabemos es adónde ir o adónde regresar. Nos duele la forma más íntima del tiempo: el secreto de no amar lo que amamos. Una oscura prisa, un contagio de ala nos alumbra una ausencia desmedidamente nuestra. Comprendemos entonces que hay sitios sin luz, ni oscuridad, ni meditaciones, espacios libres donde podríamos no estar ausentes.
es
Arciniegas,Ismael_Enrique
<XXI
Volví_Después_De_Muchos_Años._Todo
Volví después de muchos años. Todo lo mismo. El puente de madera. El río lento, entre guaduas y negruzco lodo; y de teja y de paja el caserío. La calle principal, con su empedrado roto a trechos. Asómanse curiosos... niños que van corriendo por el prado, y en la plaza, naranjos rumorosos. Y su casita, como entonces. Flores en la ventana, adonde fui temblando en años idos con canción de amores... de esa ventana me alejé llorando. ¿Casada? ¿Muerta? No lo sé. La vida desgarró mi ilusión, ensueño de oro. ¡Amor y versos de mi edad florida!... ...Y nuevamente en las tinieblas lloro.
es
Altolaguirre,Manuel
<XXI
Sueño_De_Mármol
Las sendas que me obligo a recorrer por ti no las borra la vida y en vez de flores una venda, dura como una máscara, va dividiendo el campo. Quisiera haber nacido junto a ti, vivir de rama en rama, sin caminos, pero veo la distancia, el no alcanzarte; y peregrina el corazón pisando rosas y llega al tuyo, cuando sueña dentro de una ciudad, donde aplastado quedó el verdor, la risa, las colmenas. En ella se enredaron los caminos y la tierra ofendida, quedamente lanza leves suspiros, sus jardines; sus torres que, desprecios a la brisa, yacen inmóviles, voces de bronce dan para anunciar las nuevas tumbas. Yo sé por qué la tierra enfurecida a veces tiembla y rompe las ciudades: alguien responde al llanto de las hierbas que no pueden nacer bajo las losas. Las pisadas del hombre van dejando su estéril huella, firme, que divide con una seca herida el prado verde y, más endurecido y seco, implora sostén a sus pisadas, que se calle el color, que no pronuncie en tallos de alegría su gesto el campo; más impasible quiere su dominio, con mármol sueña lapidar llanuras. No así mi amor, tu mundo, otro planeta, la flor intacta con ocultos ríos: por sus venas iré sin ser notado, soy de tu corazón dócil corriente.
es
Gelman,Juan
<XXI
celebrando su máquina el emperrado corazón amora como si no le dieran de través de atrás alante en su porfía alante de ala de volar que no otra cosa intenta molestándole piedras como especie de pies pies que piesan en vez de alar o cómo sería el mundo el buey lo que se hija si no nos devoráramos si amorásemos mucho si fuéramos o fuésemos como rostros humanos empezando de a dos completos en el resto
es