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2
411
El naranjo sabe a vida y el olivo a tiempo sabe. Y entre el clamor de los dos mis pasiones se debaten.
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4
¡Ay!, cadenas de amar, ¡cuán malas sois de quebrar!
7
2
Pero como yo temí al Esposo que ofendía, busqué su vida y la mía, y al fin huyendo vencí.
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4
y, ardiendo en amor divino, donde nuestro bien se fragua, apartando el manto al agua, por el fuego haréis camino;
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4
¡Yo no sé si ese mundo de visiones vive fuera o va dentro de nosotros; pero sé que conozco a muchas gentes a quienes no conozco!
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4
Mas ¡ay!, que de los ángeles parecían decirme las miradas: —¡El umbral de esta puerta sólo Dios lo traspasa!
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4
Ella tiene la luz, tiene el perfume, el color y la línea, la forma, engendradora de deseos; la expresión, fuente eterna de poesía.
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4
La quería para hacerla decorar un prendedor, con un verso y una perla y una pluma y una flor.
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4
La verónica cruje. Suenan caireles. Que nadie la dibuje. Fuera pinceles.
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4
Busca mujer hermosa, atractiva y lozana, que no sea muy alta, pero tampoco enana; si pudieres, no quieras amar mujer villana, pues de amor nada sabe, palurda y chabacana.
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4
Pero tú voladora no te obstines Para cantar de ti dame tu huella La cruzaré de cuerdas de violines y he de esperar que el sol se ponga en ella Yo inscribiré en tu rombo mi programa conocido del mar desde que ama»
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6
Hola amor, ¿es que no escuchas como palpita mi corazón? ¡escúchalo! es ese bum, bum. el sonido de un corazón prendado de ¡ti! ¿Qué puedo hacer yo? si no sientes lo que siento ¡yo! Siguen pasando los días y ¡tú! no te das cuenta que mi corazón solo late por ¡ti! Vivo por tus besos, por volver a sentir tus caricias vivo de tu sonrisa, de la alegría de sentir tu amor. Soy yo quien te espera, el que sueña con volver a sentir tus besos, me muero por tenerte entre mis brazos hacerte vibrar y que sientas que eres ¡tú! la que hace latir este corazón, con un fuerte bum, bum, que sigue prendado de ¡ti! LOCURA DE AMOR Cuantas bellas palabras escritas desde mi corazón tanto decir que le amo y ahora todo queda guardado en un cajón, yo le decía que le amo y usted no creía en mi amor, no me importo perder la vida aunque usted no creyera en mí. Ahora es tarde señora este amor quedo encerrado en un triste cajón ya no puedo decirle que le amo aunque mi alma este perdida por su amor. Ahora es usted la que llora en un rincón, pero ya es tarde señora ya no llore más por mí, fue usted quien ignoro el amor de este desdichado corazón que no le importo perderse entre la locura del amor. Ahora es tarde señora ya no busque más mi amor, por más que busque no lo encontrara a menos que mire bajo esta fría piedra que guarda un corazón que se perdió por culpa de su amor.
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Deja tu alcoba: el jazmín no en blando reposo olvides, que te aguarda tu escarpín, tu pequeño nomeolvides.
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4
Que te quiero bien lo sabes, pero no lo comunico ni contigo ni con naide.
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3
Si los honores mudan nuestras costumbres, Váyanse los honores, Vengan virtudes: Porque sin ellas, Las pompas de este mundo Son muy funestas.
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7
Las mañas y ligereza y la fuerza corporal de juventud, todo se torna graveza cuando llega al arrabal de senectud.
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pero mudo y absorto y de rodillas, como se adora a Dios ante su altar, como yo te he querido... desengáñate, ¡así no te querrán!
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4
Para aliviar los dolores, doctores. ¿Y si fracasa la ciencia?: paciencia. Y puesto que es concluyente la mente. En el ser inteligente contra todo sufrimiento cuando llega ese momento, doctores, paciencia y mente.
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10
Ella tiene la luz, tiene el perfume, el color y la línea, la forma engendradora de deseos. la expresión, fuente eterna de poesía.
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4
Yo canto las armas de los Palestinos príncipes doce del Omnipotente, sus doce triunfos de don excelente, triunfos de gloria seráfica dinos, y pongo la tierra debajo los sinos del cinto dorado de los animales, y pinto las altas celestes señales y los fortunados y casos indinos de los pasado e vivos mortales.
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9
Entre armas, guerra, fuego, ira y furores que al soberbio francés tienen opreso, cuando el aire es más turbio y más espeso, allí me aprieta el fiero ardor de amores.
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4
Dos veces al justo son las que el sol ha declinado hasta el Capricornio helado desde el ardiente León, después que, hijo querido, puse tanta tierra en medio, más por buscar tu remedio que mi descanso cumplido.
4
8
¿Y ríe y llora, y aborrece y ama, y guarda un rastro del dolor y el gozo, semejante al que deja cuando cruza el cielo un meteoro?
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4
Si tus piernas que vencen los compases silencioso el resorte de sus grados si más dificil que los cuatro ases telegrama en tu estela de venados mis geometrías y mi sed desdeñas no olvides canjear mis contraseñas
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6
Y porque mejor me admitas de tus gustos a la parte, cien melcochas pienso darte y avellanas infinitas, mazapanes y turrón, dátiles y confitura, y entre alcorzada blancura el rosado canelón.
4
8
¿Y a este teclado tan rengo que tengo? Lo he condenado a quemarme y atarme con hilados sin enredos los dedos. Porque si afirmo mis credos, y escribirte ya no cabe, no queda opción ya se sabe: ¡Tengo que atarme los dedos!
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11
¡Ay, otra vez y ciento otras seguro puerto deseado! no me falte tu asiento, y falte cuanto amado, cuanto del ciego error es cudiciado.
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5
A la concha de Venus amarrado y al recio galopar de los tritones, por formar comités para elecciones cual César, cruza el mar alborotado.
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4
Y serán al fin postrero remate de la jornada, quando vuelva el primer nada y cierren ellas el cero. Las horas son para orar, el que lo olvida un orate como el que espera combate sin armas para lidiar,
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8
Las hermanas, el caso oído habiendo, al padre vuelven con angustia y lloro, y de aquel monte al fin, Amor queriendo, Céfiro las levanta y trae al coro de Psique, que, con gozo recibiendo las hermanas, les da muy gran tesoro. Después, por no enojar a Amor, al viento manda las vuelva al monte en un momento.
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8
De fúlgidas luces empapo los días; los tristes crepúsculos de gayo color; los huecos espacios de un mar de armonías y un mar de fragancias; las noches sombrías de encantos, de risas, de besos, ¡de amor!
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5
Ya muerde aquí, sucumbe allá, cazando aquí, cazando allá.
7
2
«¡Oh sagrado mar de España, famosa playa serena, teatro donde se han hecho cien mil navales tragedias!:
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4
A mil gentes que agraviadas tenéis con vuestra porfía, dejaréis en aquel día alegras y bien vengadas. Y por mil partes, volando, publicando el amor dirá este cuento, para aviso y escarmiento de quien huye de su bando.
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9
SAN SERENÍN, padre maestro, Tu grande saber doctoral Que aconseja á Papas y Reyes, Puede mi alma aconsejar Y un cirio de cándida cera Encender en su oscuridad?
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6
En primavera besé tus lindos labios color rosáceo.
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3
Cuando miro el azul horizonte perderse a lo lejos a través de una gasa de polvo dorado e inquieto, me parece posible arrancarme del mísero suelo, y flotar con la niebla dorada en átomos leves cual ella deshecho.
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¡Ay, levantad los ojos aquesta celestial eterna esfera! burlaréis los antojos de aquesa lisonjera vida, con cuanto teme y cuanto espera.
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Si alguna vez se muestra lisonjera, es con tanta elegancia y artificio, que no castigo sino premio espera.
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3
¡Ay!, nube, envidïosa aun deste breve gozo, ¿qué te aquejas? ¿Dó vuelas presurosa? ¡Cuán rica tú te alejas! ¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!
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Sería, si menosprecio. Un necio. Me doblego a su vez. Ante usted. Mi memez no le salpica. Claudica. Es su cultura muy rica, es señor y caballero, como rival no lo quiero, un necio ante usted claudica.
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Sin los puntales de la fe, algún día la bóveda del cielo se caería.
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2
"Haikus! del euro Enfrentados por un fin. Ir al principio.
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3
Por las mal enjutas sendas delante el ganado baja, que a un mismo tiempo paciendo come yelo y bebe escarcha. Por otra parte venía de sus tristezas la causa, hermosa como ella misma, pues ella sola se iguala.
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Gastas mucha parola, niño querido cierra un poco la boca y abre el bolsillo porque es de bobos pensar que con palabras se gana todo.
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Y siempre al anochecer, sin dueña y sin escudero, en un manto una mujer el campo salía a ver al alto del Miradero.
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La soledad, que el campo le presenta Para entregarse á sus delirios, mueve Al mancebo gentil enamorado, A anhelar cada instante recorrerle; Y el primero que en él tuvo por guia, Que le indicó las sendas y vertientes, Y los sitios do acaso se encamaban El jabalí cerdoso, el gamo y liebre. Fué su acompañador, el podenquero, Aquel mendigo que del vino alegre Bajo el influjo, descubrió en Mudarra El alma de Gonzalo. Vasco Pérez Era su nombre j y aunqué el torpe vicio Acomodo tener no le consiente, Lograba fama en adiestrar aleones, En armar lazos á la caza y redes, En adobar ballestas y venablos, Y en amaestrar pachones y lebreles Y los momentos, en verdad muy pocos. En que en sana razón llegaba á verse, Era tan servicial y entretenido, Cantaba tantas trobas y motetes De la pasada edad, que recogía Abundante limosna y era huésped Recibido con gusto en las tabernas. Tras de él andaban los muchachos siempre, O á escuchar boquiabiertos sus romances, Guando estaba en ayunas ó á romperle La cabeza con grita y con pedradas, Rasgarle los andrajos, y en la nieve en el lodo mas sucio á revolearle, Cuando estaba de vino hasta el gollete. Pero, bebido ó sin beber, guardaba Tanta lealtad, amor tan reverente A la casa de Lara, a los Infantes Sin ventura, y al que era de los siete El menor, sobre todos, a Gonzalo, De quien también hermano fué de leche Y favorito, y diversión que el pobre Tuvo persecuciones diferentes, Sufrió cárcel y azotes, porqué osado Insultó á Rui Velázquez varias veces : Hallando acaso en la embriaguez disculpa Para el cuello librar de los cordeles. Esta lealtad y amor le compelieron Desque llegó Mudarra, (pues no puede Nadie, nadie en el mundo disuadirle De que es Gonzalo, que á la vida vuelve, O por disposición del justo cielo, por mágicas artes) á ofrecerle Sus servicios en todo, y á seguirle, Como el fiel can seguir al dueño suele Y aun se notó empezaba á dar enmienda Á su antigua afición. Aunque le viese Con desprecio Mudarra en el principio, Supo el sagaz borracho merecerse Su atención y su gracia en el momento. Cantándole en romances diferentes, Del conde de Saldaría y de Jimena El amor infeliz, encierro y muerte ; Y de Bernardo los famosos hechos, Y cómo exterminó de los franceses El poder y orgullosos paladines ; Con que inflamó del cordobés la mente.
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Pues la santa Inquisición suele ser tan diligente en castigar con razón cualquier secta y opinión levantada nuevamente, resucítese Lucero, a corregir en España una tan nueva y extraña, como aquella de Lutero en las partes de Alemaña.
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¿Quién sería la madre que parió a Judas? ¡Qué hijos tan indinos paren algunas!
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4
Mi atávico ritual en el silencio, con la intensa fragancia de la tierra, es gozo en el hallazgo de tu gesto, el triunfo de la Vida ante la muerte. La llama de tu amor en mí palpita y olvido la agonía de la senda
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6
Ar subí la escala, le ijo ar berdugo, que le quitara la túnica blanca, lo pusiea e luto.
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Venid, venid, amadores, de la mi flecha feridos, e sientan vuestros sentidos tormentos, cuytas, dolores ; pues que la muerte llamar ha querido e rebatar la mejor de las mejores.
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a un tiempo mismo en rápida tormenta, mi alma alborotaban de contino, cual las olas que azota con violenta cólera, impetuoso torbellino. Soñaba al héroe ya, la plebe atenta en mi voz escuchaba su destino; ya al caballero, al trovador soñaba, y de gloria y de amores suspiraba.
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8
Cuando más a gusto estaba, mapartaron e tu bera por una persona mala.
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3
En él por admiración me quiso mostrar Fortuna la grand clarificación, más candida que la luna, Venus, a quien sola una non vi por aquivalente discreta, sabia, prudente, digna de gelsa tribuna.
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8
Por sueño...¡El alma enamora! Por encanto ¡Azul parece! Por estrella ¡No anochece! Y por sol¡Alumbra y dora! Y tanto os amo, señora, Por lo gallarda y lo bella, Que hasta en la mísera huella Que imprimís a vuestro paso, Ve este amor en que me abraso Sueño, encanto, sol y estrella.
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10
Ar venir er día yegan mis tormentos; pero en yegando á las orasiones recobro el aliento.
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4
Haz que a mi falso corazón castigue cuanto las cuevas del Averno ofrecen; cuanto padecen los malvados, cuanto Sísisfo sufre.
17
4
Yo siento ahora que en mi ser se agita grandiosa inspiración, cual fuego hirviente que se resuelve en el profundo seno de combusto volcán, y rudamente a las rocas conmueve. Se levanta y se eleva mi ardiente fantasía en alas de lo ideal y mi voz canta.
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7
Aborreced la riqueza aquellos que la tuviereis en el suelo. Y amad siempre la pobreza, porque cuando de acá fuereis hayáis cielo.
16
6
Ah Mingo Revulgo, Mingo, Ah Mingo Revulgo, ahao ¿qué eso de tu sayo de blao? ¿no le vistes en domingo? ¿Qué es de tu jabón bermejo? ¿por qué tras tal sobrecejo? Andas esta madrugada la cabeza desgreñada ¿no te llotras de buen rejo?
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9
Más vale estarse quieto sin hacer nada que ocuparse en las cosas cuando son malas: que la pereza tan solo en este caso parece buena.
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7
No pienses, fiero enemigo, volverme al mundo jamás; que esto que a mis ojos das, te pienso dar en castigo.
27
4
i O mar de quexas y agrauios, donde miro tantos leños çoçobrar y dar balaços desde el abismo hasta el cielo, gracias a Dios que seguro de tus escollos me veo, dando desde tus orillas escarmentados consejos!
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8
Esto ofrezco en aguinando, Señora, esta navidad A vos, por quien ledo ando Sin error y torpedad Al no quiero ni demando Sino vuestra amistad: Con tanto me gozaré.
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7
Será con todos igual, Justiciero para todos El tremendo tribunal, E irán de distintos modos El justo y el criminal.
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5
¡Oh, Señor Jesucristo! ¡Por qué tardas, qué esperas para tender tu mano de luz sobre las fieras y hacer brillar al sol tus divinas banderas!
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3
Al sol y de los vientos al socaire sin sacudirse moscas, con la legra más tajante que lengua de una suegra afeita perros muertos el pelaire.
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Sus pábilos en hilera simulan negro rosario; por la torcida escalera baja el cuervo al santuario.
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4
la que le traxo a un portal en una noche de invierno, temblando delante de ella, estando de amor ardiendo;
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4
Fui ladrón de caminos, mientras tú me esperabas, serpientes encontré, en cruces que se abrían al alba. Tu paciente seguías esperando mi llegada, promesas que no cumplía, no, porque no te amara, no, porque no te quería. Mis andares eran limpios, rápidos, pero el veneno de las serpientes temía, es por eso que mi llegada fue tardía, no, porque no te amara, no, porque no te quería. El camino fue duro, mucho más de lo que creía, al fin llegue, magullado y cansado y encontré la cama vacía, te cansaste de esperar vida mía, pero aunque mis pies sangren y el veneno de las serpientes sigan ahí esperándome, ya no tengo miedo, ahora caminare más deprisa. Espérame vida mía, ya que cuando llegue tendrás que curar mis heridas. tú eres la única que puede curarlas y si esta vez vuelas antes que ¡yo! llegue, ya no podre caminar más, el veneno oculto entre mis venas me arrancara la vida y yo con mi alma rota moriré, llorando tu partida.
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35
¡Oh vida dulce y sabrosa, si no fuese ya pasada; sazón bienaventurada, Temporada venturosa! ¡Oh descanso en que me vi! ¡Oh bien de mil bienes lleno! Tiempo bueno, tiempo bueno, ¿Quién te me apartó de mí?
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¿Comprenderéis ahora al pobre pensamiento, Al ver correspondido a su feliz rival? ¿No comprendéis su horrible, su bárbaro tormento Al verse condenado a suerte tan fatal?
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4
Entre los sueltos caballos de los vencidos Cenetes que por el campo buscaban entre la sangre lo verde, aquel español de Oran un suelto caballo prende, por sus relinchos lozano, y por sus cernejas fuerte, para que le lleve a él y a un moro cautivo lleve, un moro que ha cautivado, capitán de cien jinetes. En el ligero caballo suben ambos, y él parece, de cuatro espuelas herido, que cuatro alas le mueven. Triste camina el alarbe y lo más bajo que puede ardientes suspiros lanza y amargas lágrimas vierte. Admirado el español de ver cada vez que vuelve que tan tiernamente llora quien tan duramente hiere, con razones le pregunta, comedidas y corteses, de sus suspiros la causa, si la causa lo consiente. El cautivo como tal sin excusas le obedece y a su piadosa demanda satisface desta suerte: Valiente eres, Capitán, y cortés como valiente; por tu espada y por tu trato me has cautivado dos veces. Preguntado me has la causa de mis suspiros ardientes y débote la respuesta por quien soy y por quien eres. En los Gelves nací, el año que os perdisteis en los Gelves, de una berberisca noble v de un turco matasiete. En Tremecén me crié con mi madre y mis parientes, después que perdí a mi padre, corsario de tres bajeles. Junto a mi casa vivía, porque más cerca muriese, una mora del linaje de los nobles Melioneses, extremo de las hermosas, cuando no de las crueles, hija al fin de estas arenas engendradoras de sierpes; cada vez que la miraba salía un sol por su frente de tantos rayos ceñidos cuantos cabellos contiene. Juntos así nos criamos y amor en nuestras niñeces hirió nuestros corazones con harpones diferentes: labró el oro en mis entrañas dulces lazos, tiernas redes, mientras el plomo en las suyas libertades v desdenes. Apenas vide trocada la dureza de esta sierpe cuando tú me cautivaste, ¡mira si es bien que lamente!
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72
Y no habrá para ninguno Privilegio ni exención, Sin justicia no habrá alguno, Porque iremos uno a uno Por pena o por remisión.
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5
con el manjar salvaje que le ofreciste un día, y Herakles, descuidando su maza, en la harmonía
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2
Entrad en hora buena, excelso Carlos, del popular aplauso precedido, en ese regio alcázar que os previene de larga edad felices vaticinios. Entrad en hora buena, pues sus puertas, movidas por sí mismas de sus quicios, en fe de ser su dueño ya os franquean en augustos salones solio digno. Aquí donde Vulcano de los reyes consumió los alcázares antiguos, siendo retrato del troyano incendio, dorados techos, altos obeliscos. Aquí pues, donde el fuego impetuoso murallas derribó, torres deshizo, envidioso tal vez de los blasones del austríaco César Carlos Quinto. A influjos de otro Quinto, el gran Felipe, primer Borbón a España concedido, el que fue de cenizas monumento cual Fénix renació noble edificio; tan corpulentamente artificioso, que tal vez le juzgaron los sentidos monte de mármol sólido a que el arte dio ilustre forma con sudor prolijo. Pues hierro y mármol solos combinados contra el poder del tiempo y del olvido unen su inmensidad, sin tener parte ni el duro roble o cedro peregrino. En vano así las lluvias importunas, el furioso aquilón, ni el fuego activo contra él conspirarán, y aun a la tierra inmoble la tendrá su peso mismo. Los atrios interiores, que sustentan columnas mil de dórico artificio, de esplendideces nobles y riquezas vasto tesoro son, capaz archivo. Los mármoles y jaspes resplandecen, haciendo que resalten más sus brillos; el oro que por todas partes viste muros, cornisas, bóvedas y frisos. Su hermosa situación nuevo realce de su mérito es, y el extendido término delicioso que descubre por cualquiera sección de su recinto. Pues sobre una colina edificado goza de aires más puros y más limpios, con que alcanza la vista libremente cuanto comprende en sí largo distrito. Por aquí su Real Palacio Febo descubre en los albores matutinos, y por allá las lóbregas estancias en que sepulta su esplendor occiduo. Por esta parte más templado el bóreas, por la otra sopla el austro menos frío; de modo que por todos cuatro aspectos logra del cielo influjos más benignos. Descúbrense de allí por largo trecho los campos abundantes y floridos, de que Ceres y Baco a competencia disputan igualmente el señorío. Al contorno también se ven los montes, en tal forma dispuestos que sus visos figuran un augusto anfiteatro de selvas florecientes guarnecido. Vese el inmenso pueblo que, estrechando el ámbito espacioso en mayor circo, acude a ver ansioso a su monarca de reverente afecto compelido. Aquí, mientras que España feliz fuere en gozaros por Rey, Príncipe invicto, seréis pasmo del orbe, acostumbrado a ser regido de español dominio; pues supo España de su ilustre seno Césares producir esclarecidos, sembrando por el orbe mil coronas, y aun hoy no olvida su anterior estilo. Desde aquí contaréis en larga serie tantos ínclitos reyes como hijos, cuyos hijos después de muchos años por maestro os tendrán y ejemplo vivo. Y entretanto esta Regia Biblioteca, que tanto vuestro amor ha merecido y logra hoy de más cerca contemplaros, último esmero de un feliz destino, al orbe extenderá vuestras grandezas; pues la suerte propicia la ha ofrecido (porque pueda elogiarlas dignamente) la ventura de ser de ellas testigo. Y en tanto que a esta empresa se dedica, porque conste, Señor, el gran motivo de la fe con que os ama, un monumento en estos versos dejará erigido.
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92
Alzo los ojos al verter el vaso De leche blanca y el de miel sabrosa, Ciño con rosa, mirtos y jazmines Ésta mi frente.
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4
Al oírla, a mis ojos un mundo risueño vi abrirse, a mis plantas hallé dichas mil... Mas, cuando ya de ella creíame dueño, de mí se alejaba lo mismo que un sueño, lo mismo que un soplo de brisa sutil...
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5
Entre las llamaradas amarillas y verdes se alumbró el lampadario de un sol desconocido, que rasgó las azules llanuras del Oeste y volcó en las montañas, sus fuentes y sus ríos.
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4
Esa serraniya perra me está jasiendo pasá er purgatorio en la tierra.
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3
Maresita mía, yo no sé por dónde al espejito donde me miraba se le fue el asogue.
32
4
¿Qué vale humana defensa a divino poderío? El que asaya desvarío, rescibir espera ofensa. Desque la flama es estensa e carcunda los sentidos, sus remedios son gemidos, cuita e dolor inmensa.
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8
Lavaba larga en lloro al que su torpe mal lavando estaba; limpiaba con el oro, que la cabeza ornaba, a su limpieza, y paz a su paz daba.
19
5
Si pan es lo que vemos, ¿cómo dura, sin que comiendo dél se nos acabe? Si Dios, ¿cómo en el gusto a pan nos sabe? ¿Cómo de sólo pan tiene figura?
10
4
Y vi más de un caballero, que delante ellos estaba, y muy manso razonaba y con bulto falaguero: Mas por hablar verdadero su razón no la diría, maguer que me parecía en la loquera extranjero.
3
8
Ni tú ni yo creemos en la inmortalidad. Pero hay momentos —oscuros, de penumbra o luz abierta— donde se roza el mundo de los libros y las ventajas de la eternidad. Escribo este poema celebrando que pasado y presente coincidan todavía con nosotros y haya recuerdos vivos y besos tan dorados como el beso aquel de la memoria.
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11
Porque la que nunca venga al señor rey se le vaya, concertemos una arenga tal que de menos no tenga ni de más nada no explaya. Pues tenéis el atalaya vos, señor, en todo más, dad el nudo por compás, que yo no me tome atrás a guisa del andarraya...
12
11
Muerta de los caireles, ven, que de amores pretenden requerirte los matadores.
30
4
Viéndose tan bizarra su valor supo aun mejor que Alejandro vencer el mundo con esto conquistar quiso el cielo dispuesta para entrarle por fuerza y en tanto le valió mucho el saco.
1
10
Las invisibles siervas obedece Psique y de los vestidos se despoja, y en el baño que allí luego aparece, de la cabeza al pie se baña y moja. Un vaso preciosísimo se ofrece con mil varios olores en que escoja, y, después de lavada y de él untarse, entra en un rico lecho a recrearse.
21
8
¿Cuándo pensé ver mi grey sin rey? ¿Cuándo mi leal y fiel porte sin norte? ¿Y cuándo (¡oh pena feroz!) sin Dios? Lloro yo mi suerte atroz, pues que veo en un instante a la que era tan amante sin rey, sin norte y sin Dios.
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10
En mi casa hay un libro: dice la letra: en cuidados agenos nadie se meta.
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4
Va y viene la tristeza con sus sábanas y en el sombrío cuello de la noche clava la voz el áureo rehilete de la agonía.
17
4
El amor no tiene esta o aquella forma, no puede detenerse en criatura alguna; todas son por igual viles y soñadoras. Placer que nunca muere beso que nunca muere, sólo en ti misma encuentro, tierra mía. Nimbos de juventud, cabellos rubios o sombríos, rizosos o lánguidos como una primavera, sobre cuerpos cobrizos, sobre radiantes cuerpos que tanto he amado inútilmente, no es en vosotros donde la vida está, sino en la tierra, en la tierra que aguarda, aguarda siempre con sus labios tendidos, con sus brazos abiertos.
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13
Sabed que los triunfantes en grado superiores onorables dominantes Cupido, Venus, señores de los nobles amadores, delibraron su pasaje por este espeso salvaje con todos sus servidores
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8
te quiero tanto aún, dejó en mi pecho tu amor huellas tan hondas, que sólo con que tú borrases una, ¡las borraba yo todas!
40
4
Me conmueve la magia de tu gesto, mi cuerpo es ceremonia de la tierra hacia tu irrealidad que en mí palpita al ritmo de la vida y de la muerte. Descubro la razón de tu silencio en don de libertad, de humana senda.
37
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La llaga cierto ya es mía, aunque, ojos, vos no queráis; mas si la muerte me dais, el morir me es alegría. Y así digo que acabéis, oh ojos, ya de matarme; mas muerto, volvé á mirarme, porque me resucitéis.
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8
¿Qué importa que la niña le diese pique si él no tenía cartas para repiques? Qué malo es perder de su mano. no es bueno si entra el conocimiento Te duele si conoces que pierdes.
1
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