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411
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Tras las cimas más altas,
todas las noches
mi corazón te sueña,
no te conoce. | 30 | 4 |
He venido para ver la muerte
Y su graciosa red de cazar mariposas,
He venido para esperarte
Con los brazos un tanto en el aire,
He venido no sé por qué;
Un día abrí los ojos: he venido. | 37 | 6 |
Me detuve en la senda,
Y respire el ingenuo
Aire de la leyenda. | 42 | 3 |
Este mundo bueno fue
si bien usásemos dél
como debemos,
porque, según nuestra fe,
es para ganar aquel
que atendemos. | 39 | 6 |
Yo soy sueño cándido; yo soy fuente viva
que va fugitiva por campo feraz;
yo soy dulce abeja zumbante y activa
que a todas las flores sus néctares liba;
yo soy nube de oro que pasa fugaz | 25 | 5 |
Pero al fin podré vencerte,
ave y rayo secular,
corazón, que de la muerte
nadie ha de hacerme dudar. | 9 | 4 |
Necio, dirán, tu espíritu altanero.
¿Dónde te arrastra, que insensato quiere
en un mundo infeliz, perecedero,
vivir eterno mientras todo muere?
¿Qué hay inmortal, ni aun firme y duradero?
¿Qué hay que la edad con su rigor no altere?
¿No lo ves que todo es humo, y polvo y viento?
¡Loco es tu afán, inútil tu lamento...! | 22 | 8 |
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir,
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir; | 39 | 6 |
En una cueba me entré,
salí sacudiendo er porbo,
y eso fue lo que saqué. | 41 | 3 |
Tal fue mi intento, hacer del alma pura
mía, una estrella, una fuente sonora,
con el horror de la literatura
y loco de crepúsculo y de aurora. | 35 | 4 |
Pero tengo confianza
en esa sangre, Señor,
que aunque es roja en el color,
es verde por la esperanza. | 27 | 4 |
y si cántigas de amores
hago yo, que algunas llegan,
ciertas, por dicho se pliegan,
Que vuestros son los loores.
Doncella, cuyos valores
Con pluma y lengua recito
En fablas y por escrito,
Sanad mis tristes langores. | 3 | 8 |
Molinos picarescos, telares campesinos,
Cantan el viejo salmo del pan y de los linos,
Y el agua que en la presa platea sus cristales
Murmura una oración entre los maizales,
Y las ruedas temblonas, como abuelas cansadas,
Loan del tiempo antiguo virtudes olvidadas. | 37 | 6 |
Ciñe los olmos la amororsa yedra;
Zéfiro mueve con su aliento el mirto;
Pálida ninfa sobre el césped blando
Sola palpita. | 17 | 4 |
tiembla el rocío
y las hojas moradas
y un colibrí | 18 | 3 |
El cuarto gozo finando
sin fin a ver mis cuidados,
mas siempre multiplicando,
el quinto ya discordando,
mis sentidos trabajados
en sus males contemplando,
es poder en la señora
el servidor entender
sus servicios cualquier ora,
ofreciéndole placer, | 12 | 10 |
Suena de dentro muy grande zombido,
como colmenas después de castradas,
o como las aguas que van despeñadas
a dar en el pozo que tienen seguido.
Y dice de presto, con alto bramido:
¡No tardes, no tardes, y ven Enalte!
Ten ese hombre, de dentro no salte
nombrando los nombres de Dios infinito,
por donde mi fuerza del todo me falte. | 20 | 9 |
Mano mejor que la mano de Orfeo,
mano que la presumo y no la creo. | 7 | 2 |
Fue cuando quiso la luna
que me enamoré de ti,
si tienes, pues, queja alguna
no me lo digas a mí:
más tarde la traigo aquí,
a tus plantas, y, si acaso
por fortuna
se da el caso
de mi amor, que haga un traspaso... | 20 | 9 |
¿Qué será ver hombre tanto
Nacido para morir,
Ciegos los ojos de llanto,
Ciega el ánima de espanto,
Al valle inmenso venir? | 26 | 5 |
Tenue, frígido remusgo
entre los alcores sopla.
¡Cuántas perlas en el musgo
hay para tu cuello, copla! | 9 | 4 |
De amor por su Reina ciega,
Brihuega.
No hay nombre que mejor cuadre,
Madre.
Pues la perla que atesora
adora.
El día de la Señora
la más solemne función
por la tarde en procesión
Brihuega a su madre adora. | 24 | 10 |
Aunque usted diga, niña
que es de alta esfera
también para las torres
hay escalera. | 30 | 4 |
¡Oh cuán bien habéis cantado,
Virgen y Madre bendita,
con un tiple que nos quita
cuanto tormento y cuidado
nos daba la ley escrita!
Con lengua dulce y discreta
nos mostráis que sois eleta
de la luz que viene ya,
por la cual se nos dará
la ley de gracia perfeta. | 6 | 10 |
O vos, Musas, quen Parnaso
fazeys la abitación,
alli do fizo Pegaso
la fuente de perfición;
en la fin e conclusión
en el medio, comentando,
vuestro subsidio demando
para mi propusición. | 23 | 8 |
¿En qué celajes fundas
que es bien echar la sonda
cuando, perdido el rumbo,
erraste la derrota?
Si te sepulta arena,
¿qué sirve fama heroica?;
que nunca desdichados
sus pensamientos logran. | 21 | 8 |
No sé cómo desamaros
aunque sois desamorada;
si me acuerdo de olvidaros
más me acuerdo de acordaros
por no veros olvidada;
y en esta triste posada,
que primero vuestra fue,
hallarán mi fe sobrada
por donde estaba sembrada
vuestra poca fe sin fe. | 12 | 11 |
Amigos de sus amigos,
¡qué señor para criados
y parientes!
¡Qué enemigo de enemigos!
¡Qué maestro de esforzados
y valientes!
¡Que seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
¡Qué razón!
¡Qué benigno a los sujetos!
¡A los bravos y dañosos,
qué león! | 16 | 12 |
A contemplarlo en la desierta plaza
nos paramos los dos,
y «ése me dijo es el cabal emblema
de mi constante amor». | 11 | 4 |
viendo su nido amado
de un labrador robado. | 7 | 2 |
Y gozoso á verla vuela,
Y alcanzarla intenta en vano,
Que al tender la ansiosa mano
Su esperanza á realizar,
Su ilusión la desvanece
De repente el sueño impío,
Y halla un cuerpo mudo y frío
Y un cadalso en su lugar : | 23 | 8 |
¿Dices que nada se crea?
Alfarero, a tus cacharros.
Haz tu copa, y no te importe
si no puedes hacer barro. | 0 | 4 |
Supongo que ya estoy en talanquera
y que en el sitio dos doblones dejo,
porque me tueste el sol todo el pellejo
y me haga chicharrones la sesera; | 10 | 4 |
De amos guiada, y pena,
penetra el techo estraño, y atrevida
ofrécese a la ajena
presencia, y sabia olvida
el ojo mofador; buscó la vida; | 19 | 5 |
Entramos por la escureza
del triste lugar eterno,
a do vi tanta graveza
bien como en el ynfierno.
Dédalo, quel grand quaderno
obró de tal gumetría,
por cjerto aquí cesaría
su saber, si bien disgierno. | 23 | 8 |
Porque hizo el que serví,
que es muy alto y poderoso,
y su nombre glorioso,
muy grandes cosas por mí,
pues se me dio por esposo,
y en edades venideras
para siempre duraderas,
será su misericordia,
que gozarán en concordia
los que le temen de veras. | 6 | 10 |
Deja que entanto que triunfante y leda,
Ella alboroza e ilumina al mundo,
Yo entre sus luces y cambiantes bello,
Mire tu imagen. | 17 | 4 |
El fingido enamorado
sufre ver crudeza y mal,
mas el amador leal
no puede de lastimado;
así yo, por vos penado,
de vuestro mal muy cuidoso,
sin tener otro cuidado,
por no veros sin reposo
y por dar fin presuroso,
vine hasta este despoblado. | 12 | 11 |
En coplas llenas de azogue
gentil señor Juan Alfonso
haceos alto responso
y tañeos vuestro albogue
mas guarda que no se afogue
vuestra ciencia tan profunda
hace tan gran barahúnda
pero en esta arte fecunda
y más honda no se funda
nunca por más bien que bogue. | 12 | 10 |
Las dádivas desmedidas,
los edificios reales
llenos de oro,
las vajillas tan fabridas,
los enriques y reales
del tesoro;
los jaeces, los caballos
de sus gentes y atavíos
tan sobrados,
¿dónde iremos a buscallos?
¿qué fueron sino rocíos
de los prados? | 16 | 12 |
Del clarín a los ecos,
que evangélicos suenan
marcha la Compañía
con un Jesús por arma y por defensa. | 13 | 4 |
Aquellos cazadores, que en l a sierra
Quedaron á buscar rastros ó indicios
De quien m a t ó al W a c i r , al fin tornaron
A Córdoba alterada, al tiempo mismo
Que e n t r ó en ella del Carpió el mensajero,
Y refieren el viaje repentino
De Mudarra con Zaide, y las palabras
Y muerte de M u l e y en el aprisco.
Y cuentan vagas nuevas, que en la selva
A varios l e ñ a d o r e s han oido,
De como hallaron á l a media noche
E l cuerpo helado en el lugar s o m b r í o.
De un solitario, que de luengos años
Habita de la sierra entre los riscos,
Dicen, que oyó t a m b i é n el sordo estruendo
De dos alfanjes, que bajó á aquel sitio,
H a l l ó muerto al W a c i r , y oyó los pasos
De alguien que se alejaba fugitivo
A c i a l a Albaida y sobre todo afirman
Que hay un pastor, que del A m i r á visto
E n la fuente á Mudarra, cuando el dia
Se ocultaba en ocaso.—En los c o r r i l l os
Del pueblo estas noticias se difunden,
Y se aumentan con cuentos y prodigios ;
Y toda la ciudad, con fundamento
Sospecha ya q u i é n de Giafar ha sido
E l matador, y en su enlutado alcázar
Se asegura por cierto y positivo,
Que es M u d a r r a . F u r i o s a con t a l nueva
Lanzando la nodriza roncos gritos,
Y maldiciendo al H u é r f a n o infelice,
Y á Zaide, y á A l m a n z o r , y á los i m p í o s,
Sube á m a r t i r i z a r con l a noticia.
Con sus imprecaciones y delirios
A K e r i m a inocente. E n su aposento
La halla tendida en t i e r r a , sin sentido.
La hermosa faz helada, las mejillas
Sin color y sin l u z , secos, marchitos
Los ojos, y en sus labios anhelantes
Sonando apenas sepulcral quejido ;
Y la que á procurar iba imprudente
Con su cólera necia el d a ñ o mismo.
Hecho hallándolo ya, de horror se pasma,
G r i t a , llama á las siervas, su c a r i ño
Por l a i n f e l i z exhala en tierno l l o r o,
E s t r é c h a l a en su seno, el rostro frió
Le sella con los labios, y l a nombra
Con maternal amor. De sus gemidos
Asustadas acorren con presura
Las esclavas, colocan sobre el rico
Lecho á su yerta e x á n i m e señora,
Y danle los socorros mas precisos.
Sobre l a alfombra en tanto alguna de ellas
Ve acaso de Mudarra el pergamino.
Curiosa lo recorre, y asombrada
A l encontrar en él tan buen testigo
De aquel suceso, y claros y patentes
Tan e x t r a ñ o s secretos al proviso
Corre al s a l ó n , donde aun estaba el cuerpo
Cercado de parientes y de amigos,
Guardias y esclavos y m o s t r ó la carta,
Que de horror y sorpresa en un abismo
H u n d i ó los corazones, descubriendo
Misterios tales. Que Mudarra es hijo
De L a r a y de Zahira, se difunde
Pronto por la ciudad y los antiguos
Sucesos recordando, admiran todos
Del cielo inescrutable los juicios. | 29 | 69 |
Yo soy toro en mi rodeo
y toraso en rodeo ageno,
siempre me tuve por güeno
y si me quieren probar,
salgan otros a cantar
y veremos quién es menos. | 39 | 6 |
Pues el otro, su heredero,
Don Enrique, ¡qué poderes
alcanzaba!
¡Cuán blando, cuán halaguero
el mundo con sus placeres
se le daba!
Mas verás cuán enemigo,
cuán contrario, cuán crüel
se mostró;
habiéndole sido amigo,
¡cuán poco duro con él
lo que dio! | 16 | 12 |
Se ven al rayar el día
En los pintados cristales,
Cómo luchan a porfía
La claridad que lucía,
Y los rayos matinales. | 26 | 5 |
Irá el audaz pendenciero
Con el muerto en desafío;
Acuchillado el primero,
Y el otro en el pecho impío
Escondido el rojo acero. | 26 | 5 |
Entonces hice seña de darle una puñada
que ni en toda su vida la vería vengada;
cuando vio la pelea tan mal aparejada
no siguió amenazando a quien no teme nada.” | 8 | 4 |
Traía en su mano diestra
un venablo de montero,
un alano á la siniestra
muy fermoso e más ligero;
e bien como cavallero
animoso o de coraje,
venía por el buscaje
siguiendo el vestiglo fiero. | 23 | 8 |
No se si será su gente,
será el arroz encocado,
o el plato de encebollado
para mi chuchaqui ardiente.
Será que dulce se siente
la canela con licor
rocío madrugador
que amaneció en mis ventanas,
pero desperté con ganas
de cantarle a mi Ecuador | 14 | 10 |
Ya no sé qué contaros
Virgen sagrada
mi lengua ha enmudecido
con tanta gracia.
Tu vuelo
se eleva hacia los cielos
decires
canten los serafines
razón
que sois madre de Dios. | 1 | 10 |
Y más consoladora y más
halagadora y expresiva,
la otra fue más sensitiva
cual no pensé encontrar jamás. | 35 | 4 |
Pastora, cuya ventura
Dios quiera que sea tal,
que no venga a emplear mal
tanta gracia y hermosura;
y cuyos mansos corderos,
y ovejuelas almagradas,
veas crecer a manadas
por cima de estos oteros. | 4 | 8 |
Volvió la vida a latir,
Volvió el alma a delirar,
Volvió el ardor de sentir,
y el infierno de vivir
Y el paraíso de amar. | 26 | 5 |
Es una pintada corza
esta voluntad humana,
tan hermosa como libre,
tan ligera como varia. | 0 | 4 |
Zagala, así Dios te guarde,
que me digas si me quieres,
que aunque no pienso olvidarte,
impórtame no perderme.
A tus ojos me subiste,
en ellos vi cómo llueven
cuando quieren perlas vivas
y rayos cuando aborrecen. | 21 | 8 |
Ya le regala los ojos,
ya le entra, sin ver por dónde,
una piedad mal nacida
entre dulces escorpiones. | 0 | 4 |
Con propia solicitud
las aventuras buscando
sin despechos
deshace vuestra virtud
los tuertos solo ojeando
los derechos. | 16 | 6 |
Mi silencio viene de muy lejos.
Todos lo hacen.
Cuando callo
la vida queda fuera,
envuelta en su propio ruido:
el de las voces que la
habitan y
el de las que la
deshabitan. | 20 | 9 |
La noche era tan larga que todos la olvidaron
y de pronto en el cielo brilló tu mano ardiendo
como una luna roja que hasta la tierra baja
y nos toca la frente hundida en el silencio.
Desde entonces te siento, Señor, ya tan lejano,
que no sé si es que existes o fuiste sólo un sueño
porque quise saberte, Señor, quise tocarte
al ver sobre mi vida toda tu luz cayendo.
Señor: ¿por qué encendiste con tu fulgor terrible
la pura noche negra que oculta mis secretos?
¿Por qué no me dejaste como la piedra, inerte,
eternamente blanco, eternamente muerto? | 29 | 14 |
Cuando volvemos las fugaces horas
del pasado a evocar,
temblando brilla en sus pestañas negras
una lágrima pronta a resbalar. | 40 | 4 |
Me treparé con el viento,
en la gramilla que sube,
hasta quedar sin aliento
persiguiendo aquella nube
que aún siendo esquiva ya hube
de tocar alguna vez,
en mi intento,
de ser juez,
en frío vientre de pez | 20 | 9 |
A vosotras, estrellas,
alza el vuelo mi pluma temerosa,
del piélago de luz ricas centellas;
lumbres que enciende triste y dolorosa
a las exequias del difunto día,
güérfana de su luz, la noche fría; | 38 | 6 |
Toma, pastor, un cordón
que hice de mis cabellos,
porque se te acuerde en vellos
que tomaste posesión
de mi corazón y de ellos.
Y este anillo has de llevar
do están dos manos asidas,
que aunque se acaben las vidas
no se pueden apartar
dos almas que están unidas." | 6 | 10 |
Para los altos mares
no llevas cautelosa
ni velas de mentiras
ni remos ni lisonjas.
¿Quién te engañó, barquilla?
Vuelve, vuelve la proa,
que presumir de nave
fortunas ocasiona. | 21 | 8 |
Los rigurosos trances de la muerte
no huye el amador, antes con risa
desea la ocasión, y espera el día
donde pueda ofrecer la cada vida
hasta ver la tranquila última noche,
al amoroso fuego, al dulce llanto. | 37 | 6 |
Señor, pues sois mi remedio,
y sabéis que me he comido
medio mes que aun no he vivido,
enviadme el otro medio.
Traza no tengo, ni medio
para vivir, si no holgado,
a lo menos sin cuidado;
porque en faltándome el mes,
cada falta cuido que es
opilación o preñado. | 14 | 10 |
Escapa, mi ave,
que los espantapájaros
son, vivos, hombres. | 18 | 3 |
Vase al templo de Juno, y de rodillas
le cuenta la ocasión de sus antojos,
esmaltando con perlas las mejillas,
que derramando van los bellos ojos.
Juno tiene piedad de sus mancillas,
mas no pone remedio a sus cordojos;
antes, por no enojar a Venus bella,
despide de sí presto a la doncella | 21 | 8 |
La edad presente es de lucha:
es preciso, pues, luchar;
no se puede descansar
entre el ruido que se escucha;
la vacilación es mucha,
ya está muy crecido el mal;
se consume el ideal;
se va Dios: ¡esto es horrible!
contener es imposible
esa gangrena moral. | 14 | 10 |
Médico ni cirujano
Non han tanta autoridad,
Que me pudiesen dar sano
De perfecta sanidad;
Si vuestro brío lozano
De mi non ha piedad,
Por vuestro leal morré. | 34 | 7 |
Mujer que amor en su ilusión figura,
mujer que nada dice a los sentidos,
ensueño de suavísima ternura,
eco que regaló nuestros oídos;
de amor la llama generosa y pura,
los goces dulces del placer cumplidos,
que engalana la rica fantasía,
goces que avaro el corazón ansía; | 22 | 8 |
Los olivos moribundos
florecen en todo el aire
y los muchachos se quedan
cercanos y agonizantes. | 0 | 4 |
Muerto se quedó en la calle
con un puñal en el pecho.
No lo conocía nadie. | 42 | 3 |
Vengamos al cuarto, segundo Magón,
estreno, valiente, fiero y belicoso,
magnífico, franco, de gran corazón,
gentil de persona, afable y hermoso;
su dulce semblante es tan amoroso
que ya no es bastante ninguna gran renta
a suplir defectos, según él contenta
al militar vulgo, pero trabajoso. | 2 | 8 |
¿Cuál lengua recontará
el su triste desconsuelo,
nin podrá dezir tal duelo ?
¿o quál pluma escrivirá
por cursos de pohesía
el remor que se fazía?
O ¿quien los declarará? | 5 | 7 |
Con reflejos azules y ligeros
el mar cantaba su odisea remota,
gentil de luces bajo los luceros
que a los bajeles dicen la derrota. | 35 | 4 |
Tiempo es, el caballero,
tiempo es de andar de aquí,
que ni puedo andar en pie,
ni al emperador servir,
que me crece la barriga
y se me acorta el vestir;
vergüenza he de mis doncellas,
las que me dan el vestir,
míranse unas a otras,
no hacen sino reír;
vergüenza he de mis caballeros,
los que sirven ante mí.
Lloradlo, dijo, señora,
que así hizo mi madre a mí,
hijo soy de un labrador,
mi madre y yo pan vendí.
La infanta desque esto oyera,
comenzóse a maldecir:
¡Maldita sea la doncella
que se deja seducir!
No os maldigáis vos, señora,
no os queráis maldecir,
que hijo soy del rey de Francia,
mi madre es doña Beatriz;
cien castillos tengo en Francia,
señora, para os guarir,
cien doncellas me los guardan,
señora, para os servir. | 28 | 28 |
Cómo te burla el halcón,
cómo en el cielo de octubre
va tendiendo
redes a tu corazón,
cómo con ellas lo cubre
descendiendo. | 16 | 6 |
Advierte que te llevan
a dar entre las rocas
de la soberbia envidia,
naufragio de las honras.
Cuando por las riberas
andabas costa a costa,
nunca del mar temiste
las iras procelosas | 21 | 8 |
La fortuna que no cesa,
siguiendo el curso fadado,
por una montaña espesa
separada de poblado
me llevó, como robado,
fuera de mi poderío;
así que el franco albedrío
del todo me fue privado | 23 | 8 |
Hoy sentí tu amor como nunca,
como cada noche, me acosté solo,
sin nadie a mi lado, con un vacío
que eriza la piel,
no sé si me dormí o fue realidad,
la verdad sentí que tú estabas junto a mí,
sentí tus besos en mi nuca, mi piel se erizo,
abrí los ojos y ahí estabas ¡tú!
hermosa, radiante como siempre,
tus cabellos parecían moverse
al son del aire que entraba por la ventana,
susurrabas a mi oído un te amo
mientras yo te acariciaba la espalda.
Tú esencia, el perfume de las rosas
se esparció por la habitación,
mientras, podía percibir el reflejo de la luna
que a través de mi ventana reflejaba el vaivén
de las olas del mar, perfume de rosas
mezcladas con el aroma del mar
belleza que gozo con tu dulce
recuerdo que me hace vibrar.
¿Cuándo a mi volverás?
mi niña bonita
¿cuándo podre de nuevo disfrutar?
de la magnánima belleza de tu
cuerpo, me refugio en mis sueños
esperando un día poderte acariciar,
siente mis besos,
siente mis caricias,
siente mis manos sobre tus pechos
siente mi corazón palpitar
por el deseo que provocas
tan solo en mis sueños.
¿Imaginas amor?
si un sueño provoca todo esto
¿que puede provocar nuestro rencuentro?
ya en mi vida solo existen sueños
sueños que deseo se hagan realidad. | 45 | 38 |
Me dicen que es un diablo; mas recelo
que este diablo, al caer, se trajo el cielo. | 7 | 2 |
Mi adorada de un día, cariñosa,
¿en qué piensas? me dijo.
En nada... ¿En nada y lloras? Es que tengo
alegre la tristeza y triste el vino. | 11 | 4 |
Y es de tan alta excelencia
aqueste sumo saber,
que no hay facultad ni ciencia
que la puedan emprender;
quien se supiere vencer
con un no saber sabiendo,
irá siempre trascendiendo. | 34 | 7 |
¡Ay, déjenme los cielos, que la gloria,
que por fortuna y por su mano viene,
no será deseada eternamente
de mi afligido espíritu! | 15 | 4 |
En el mar hay un cantar
verde de silencios grises.
Como tus ojos, mar,
borrachos de azul en sombra,
cantores de soledad.
¡At, qué colores profundos!
Verdes ojos, verdes mar;
azul de silencios grises,
en el mar hay un cantar | 20 | 9 |
Los rizos crespos y oscuros
de su abundoso cabello
se derraman por su cuello
mal prendidos, mal seguros;
manojo de lirios puros
es su mano tersa y breve:
si para cortar la mueve
las flores de sus jardines,
afrenta es de los jazmines
por su blancura de nieve. | 14 | 10 |
A aquella airosa andaluza
que en las riberas de Cádiz
es, por lo negra y lo hermosa,
la esposa de los cantares;
a la que en el mar nacida
la embebió el mar de sus sales,
cada ademan una gracia,
cada palabra un donaire;
ve volando, pensamiento,
y al besar los pies de Dafne,
dila que vas en mi nombre
a tributarle homenajes.
Hoy son sus alegres días;
mira cuál todo la aplaude;
menos fuego el sol despide,
más fresco respira el aire.
Los jazmines en guirnaldas
sobre su frente se esparcen;
los claveles en su pecho
dan esencias más süaves.
Y ya que yo, sumergido
en el horror de esta cárcel,
ni aun en pensamiento puedo
alzar la vista a su imagen,
rompe tú aquestas prisiones
y vuela allá a recrearte
en el raudal halagüeño
de su sabroso lenguaje.
Verás andar los amores
como traviesos enjambres,
ya trepando por sus brazos,
ya escondiéndose en su talle,
ya subiendo a su garganta
para de allí despeñarse
a los orbes deliciosos
de su seno palpitante.
Mas cuando tanto atractivo
a tu placer contemplares,
guárdate bien, no te ciegues
y sin remedio te abrases.
Acuérdate que en el mundo
los bienes van con los males,
las rosas tienen espinas
y las auroras celajes.
Vistiola, al nacer, el cielo
de aquella gracia inefable
que embelesa los sentidos
y avasalla libertades.
Los ojos que destinados
al Dios de amor fueron antes,
para que en vez de saetas
los corazones flechase,
a esa homicida se dieron
negros, bellos, centellantes,
a convertir en cenizas
cuanto con ellos alcance.
Y cuentan que Amor entonces
dijo picado a su madre:
«pues esos ojos me ciegan,
yo quiero ciego quedarme.
»Venza ella al sol con sus rayos;
pero también se adelante
en su mudanza a los vientos,
en su inconstancia a los mares».
Y fue así. Las ondas leves
que van de margen en margen,
los céfiros que volando
de flor en flor se distraen,
no más inciertos se miran
en sus dulces juegos, Dafne,
que tú engañosa envenenas
con tus halagos fugaces.
Dime, ¿aún se pinta el agrado
en tu risueño semblante,
y respiran tus miradas
aquella piedad süave
para con ceño y capricho
desvanecerla al instante,
trocar la risa en desvío
y el agasajo en desaires?
Y dime, a los que asesinas
con tan alevosas artes,
¿los obligas aún, crüel,
a consumirse y que callen?
Mas no importa: que padezcan
los que en tu lumbre se abrasen;
que tú, con sólo mirarlos,
harto felices los haces.
Yo también, a no decirme
la razón que ya era tarde,
y a presumir en mis votos
el bello don de agradarte,
te idolatrara, tú fueras
la mayor de mis deidades.
¿Pero quién es el que amando
no anhela porque le amen?
De amigo, pues, con el nombre
fue forzoso contentarme;
pero de aquellos amigos
que en celo y fe son amantes...
Basta, pensamiento; vuelve,
vuelve ya de tu mensaje,
y una sonrisa a lo menos
para consolarme trae. | 28 | 129 |
¡Perdón! ¡No escuches, Dios mío,
Mi terrenal pensamiento!
¡Deja que se pierda impío
Como el murmullo de un río
Entre los pliegues del viento! | 26 | 5 |
Callaron los dos ermitaños
Y se pusieron a rezar.
San Serenín, como más viejo,
Tenía abierto su misal,
Y en el misal la calavera
Abría su hueco mirar. | 37 | 6 |
El sexto gozo es mirarse
Los amantes muy hermosos
En amar.
Que si son para mostrarse,
Son amores más gustosos
De gustar. | 16 | 6 |
Pasó la nube de dolor..., Con pena
logré balbucear breves palabras...
¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo...
¡Me hacía un gran favor!... Le di las gracias. | 40 | 4 |
El último y el primero:
rincón donde algún cadáver
siente el arrullo del mundo
de los amorosos cauces. | 0 | 4 |
A quien más me desdora, el alma ofrezco;
A quien me ofrece víctimas, desdoro;
Desprecio al que enriquece mi decoro,
Y al que le hace desprecios enriquezco. | 10 | 4 |
Tu conoces la amarilla
que siempre anda garleando,
muerta, flaca, sospirando,
que a todos pone mancilla.
Aunque traga no se harta,
ni el pensamiento se aparta
de morder y mordiscar,
no puede mucho tardar
que el ganado no desparta. | 20 | 9 |
Si de nuestros agravios en un libro
se escribiese la historia,
y se borrase en nuestras almas cuanto
se borrase en sus hojas; | 40 | 4 |
Si supiera er sitio
aonde la enterraron
yo sacara tóos sus güesesitos
para embalsamarlos. | 32 | 4 |
Así, después del viaje,
sorprendidos y mudos delante del fantasma,
mientras surgen despacio con el puerto
los antiguos letreros y las luces,
oiremos la canción de los que llegan,
de los que pisan tierra cuando han sido
durante muchos días esperados. | 33 | 7 |
A través de la noche
de luna llena te veía,
yo lloraba y tú reías
no era un desdén
era que tú en paloma
te convertías.
La luna me quitaba las penas
aunque ¡yo! seguía llorando
mi agonía.
Llego la aurora
y de tanto llorar
mi corazón se transformo
en arena.
Al fin el sol se coló
por mi ventana,
las azucenas desprendieron
su olor dulzón,
pero los tallos de los nardos
ya cubrían mi corazón
amortajado.
Qué pena, tú ya no reías
tu corazón de tanto llorar
también se convirtió en arena. | 45 | 23 |
De claridad tal que encante
Aurora dotar vos quiso,
ca vivo sol coruscante
es centro del vuestro viso.
La gentil hija de Niso,
del rey de Creta enartada,
nunca fue tan adornada,
ni tan hermoso Narciso. | 3 | 8 |