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2
411
Tras las cimas más altas, todas las noches mi corazón te sueña, no te conoce.
30
4
He venido para ver la muerte Y su graciosa red de cazar mariposas, He venido para esperarte Con los brazos un tanto en el aire, He venido no sé por qué; Un día abrí los ojos: he venido.
37
6
Me detuve en la senda, Y respire el ingenuo Aire de la leyenda.
42
3
Este mundo bueno fue si bien usásemos dél como debemos, porque, según nuestra fe, es para ganar aquel que atendemos.
39
6
Yo soy sueño cándido; yo soy fuente viva que va fugitiva por campo feraz; yo soy dulce abeja zumbante y activa que a todas las flores sus néctares liba; yo soy nube de oro que pasa fugaz
25
5
Pero al fin podré vencerte, ave y rayo secular, corazón, que de la muerte nadie ha de hacerme dudar.
9
4
Necio, dirán, tu espíritu altanero. ¿Dónde te arrastra, que insensato quiere en un mundo infeliz, perecedero, vivir eterno mientras todo muere? ¿Qué hay inmortal, ni aun firme y duradero? ¿Qué hay que la edad con su rigor no altere? ¿No lo ves que todo es humo, y polvo y viento? ¡Loco es tu afán, inútil tu lamento...!
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8
Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir, allí van los señoríos derechos a se acabar y consumir;
39
6
En una cueba me entré, salí sacudiendo er porbo, y eso fue lo que saqué.
41
3
Tal fue mi intento, hacer del alma pura mía, una estrella, una fuente sonora, con el horror de la literatura y loco de crepúsculo y de aurora.
35
4
Pero tengo confianza en esa sangre, Señor, que aunque es roja en el color, es verde por la esperanza.
27
4
y si cántigas de amores hago yo, que algunas llegan, ciertas, por dicho se pliegan, Que vuestros son los loores. Doncella, cuyos valores Con pluma y lengua recito En fablas y por escrito, Sanad mis tristes langores.
3
8
Molinos picarescos, telares campesinos, Cantan el viejo salmo del pan y de los linos, Y el agua que en la presa platea sus cristales Murmura una oración entre los maizales, Y las ruedas temblonas, como abuelas cansadas, Loan del tiempo antiguo virtudes olvidadas.
37
6
Ciñe los olmos la amororsa yedra; Zéfiro mueve con su aliento el mirto; Pálida ninfa sobre el césped blando Sola palpita.
17
4
tiembla el rocío y las hojas moradas y un colibrí
18
3
El cuarto gozo finando sin fin a ver mis cuidados, mas siempre multiplicando, el quinto ya discordando, mis sentidos trabajados en sus males contemplando, es poder en la señora el servidor entender sus servicios cualquier ora, ofreciéndole placer,
12
10
Suena de dentro muy grande zombido, como colmenas después de castradas, o como las aguas que van despeñadas a dar en el pozo que tienen seguido. Y dice de presto, con alto bramido: ¡No tardes, no tardes, y ven Enalte! Ten ese hombre, de dentro no salte nombrando los nombres de Dios infinito, por donde mi fuerza del todo me falte.
20
9
Mano mejor que la mano de Orfeo, mano que la presumo y no la creo.
7
2
Fue cuando quiso la luna que me enamoré de ti, si tienes, pues, queja alguna no me lo digas a mí: más tarde la traigo aquí, a tus plantas, y, si acaso por fortuna se da el caso de mi amor, que haga un traspaso...
20
9
¿Qué será ver hombre tanto Nacido para morir, Ciegos los ojos de llanto, Ciega el ánima de espanto, Al valle inmenso venir?
26
5
Tenue, frígido remusgo entre los alcores sopla. ¡Cuántas perlas en el musgo hay para tu cuello, copla!
9
4
De amor por su Reina ciega, Brihuega. No hay nombre que mejor cuadre, Madre. Pues la perla que atesora adora. El día de la Señora la más solemne función por la tarde en procesión Brihuega a su madre adora.
24
10
Aunque usted diga, niña que es de alta esfera también para las torres hay escalera.
30
4
¡Oh cuán bien habéis cantado, Virgen y Madre bendita, con un tiple que nos quita cuanto tormento y cuidado nos daba la ley escrita! Con lengua dulce y discreta nos mostráis que sois eleta de la luz que viene ya, por la cual se nos dará la ley de gracia perfeta.
6
10
O vos, Musas, quen Parnaso fazeys la abitación, alli do fizo Pegaso la fuente de perfición; en la fin e conclusión en el medio, comentando, vuestro subsidio demando para mi propusición.
23
8
¿En qué celajes fundas que es bien echar la sonda cuando, perdido el rumbo, erraste la derrota? Si te sepulta arena, ¿qué sirve fama heroica?; que nunca desdichados sus pensamientos logran.
21
8
No sé cómo desamaros aunque sois desamorada; si me acuerdo de olvidaros más me acuerdo de acordaros por no veros olvidada; y en esta triste posada, que primero vuestra fue, hallarán mi fe sobrada por donde estaba sembrada vuestra poca fe sin fe.
12
11
Amigos de sus amigos, ¡qué señor para criados y parientes! ¡Qué enemigo de enemigos! ¡Qué maestro de esforzados y valientes! ¡Que seso para discretos! ¡Qué gracia para donosos! ¡Qué razón! ¡Qué benigno a los sujetos! ¡A los bravos y dañosos, qué león!
16
12
A contemplarlo en la desierta plaza nos paramos los dos, y «ése me dijo es el cabal emblema de mi constante amor».
11
4
viendo su nido amado de un labrador robado.
7
2
Y gozoso á verla vuela, Y alcanzarla intenta en vano, Que al tender la ansiosa mano Su esperanza á realizar, Su ilusión la desvanece De repente el sueño impío, Y halla un cuerpo mudo y frío Y un cadalso en su lugar :
23
8
¿Dices que nada se crea? Alfarero, a tus cacharros. Haz tu copa, y no te importe si no puedes hacer barro.
0
4
Supongo que ya estoy en talanquera y que en el sitio dos doblones dejo, porque me tueste el sol todo el pellejo y me haga chicharrones la sesera;
10
4
De amos guiada, y pena, penetra el techo estraño, y atrevida ofrécese a la ajena presencia, y sabia olvida el ojo mofador; buscó la vida;
19
5
Entramos por la escureza del triste lugar eterno, a do vi tanta graveza bien como en el ynfierno. Dédalo, quel grand quaderno obró de tal gumetría, por cjerto aquí cesaría su saber, si bien disgierno.
23
8
Porque hizo el que serví, que es muy alto y poderoso, y su nombre glorioso, muy grandes cosas por mí, pues se me dio por esposo, y en edades venideras para siempre duraderas, será su misericordia, que gozarán en concordia los que le temen de veras.
6
10
Deja que entanto que triunfante y leda, Ella alboroza e ilumina al mundo, Yo entre sus luces y cambiantes bello, Mire tu imagen.
17
4
El fingido enamorado sufre ver crudeza y mal, mas el amador leal no puede de lastimado; así yo, por vos penado, de vuestro mal muy cuidoso, sin tener otro cuidado, por no veros sin reposo y por dar fin presuroso, vine hasta este despoblado.
12
11
En coplas llenas de azogue gentil señor Juan Alfonso haceos alto responso y tañeos vuestro albogue mas guarda que no se afogue vuestra ciencia tan profunda hace tan gran barahúnda pero en esta arte fecunda y más honda no se funda nunca por más bien que bogue.
12
10
Las dádivas desmedidas, los edificios reales llenos de oro, las vajillas tan fabridas, los enriques y reales del tesoro; los jaeces, los caballos de sus gentes y atavíos tan sobrados, ¿dónde iremos a buscallos? ¿qué fueron sino rocíos de los prados?
16
12
Del clarín a los ecos, que evangélicos suenan marcha la Compañía con un Jesús por arma y por defensa.
13
4
Aquellos cazadores, que en l a sierra Quedaron á buscar rastros ó indicios De quien m a t ó al W a c i r , al fin tornaron A Córdoba alterada, al tiempo mismo Que e n t r ó en ella del Carpió el mensajero, Y refieren el viaje repentino De Mudarra con Zaide, y las palabras Y muerte de M u l e y en el aprisco. Y cuentan vagas nuevas, que en la selva A varios l e ñ a d o r e s han oido, De como hallaron á l a media noche E l cuerpo helado en el lugar s o m b r í o. De un solitario, que de luengos años Habita de la sierra entre los riscos, Dicen, que oyó t a m b i é n el sordo estruendo De dos alfanjes, que bajó á aquel sitio, H a l l ó muerto al W a c i r , y oyó los pasos De alguien que se alejaba fugitivo A c i a l a Albaida y sobre todo afirman Que hay un pastor, que del A m i r á visto E n la fuente á Mudarra, cuando el dia Se ocultaba en ocaso.—En los c o r r i l l os Del pueblo estas noticias se difunden, Y se aumentan con cuentos y prodigios ; Y toda la ciudad, con fundamento Sospecha ya q u i é n de Giafar ha sido E l matador, y en su enlutado alcázar Se asegura por cierto y positivo, Que es M u d a r r a . F u r i o s a con t a l nueva Lanzando la nodriza roncos gritos, Y maldiciendo al H u é r f a n o infelice, Y á Zaide, y á A l m a n z o r , y á los i m p í o s, Sube á m a r t i r i z a r con l a noticia. Con sus imprecaciones y delirios A K e r i m a inocente. E n su aposento La halla tendida en t i e r r a , sin sentido. La hermosa faz helada, las mejillas Sin color y sin l u z , secos, marchitos Los ojos, y en sus labios anhelantes Sonando apenas sepulcral quejido ; Y la que á procurar iba imprudente Con su cólera necia el d a ñ o mismo. Hecho hallándolo ya, de horror se pasma, G r i t a , llama á las siervas, su c a r i ño Por l a i n f e l i z exhala en tierno l l o r o, E s t r é c h a l a en su seno, el rostro frió Le sella con los labios, y l a nombra Con maternal amor. De sus gemidos Asustadas acorren con presura Las esclavas, colocan sobre el rico Lecho á su yerta e x á n i m e señora, Y danle los socorros mas precisos. Sobre l a alfombra en tanto alguna de ellas Ve acaso de Mudarra el pergamino. Curiosa lo recorre, y asombrada A l encontrar en él tan buen testigo De aquel suceso, y claros y patentes Tan e x t r a ñ o s secretos al proviso Corre al s a l ó n , donde aun estaba el cuerpo Cercado de parientes y de amigos, Guardias y esclavos y m o s t r ó la carta, Que de horror y sorpresa en un abismo H u n d i ó los corazones, descubriendo Misterios tales. Que Mudarra es hijo De L a r a y de Zahira, se difunde Pronto por la ciudad y los antiguos Sucesos recordando, admiran todos Del cielo inescrutable los juicios.
29
69
Yo soy toro en mi rodeo y toraso en rodeo ageno, siempre me tuve por güeno y si me quieren probar, salgan otros a cantar y veremos quién es menos.
39
6
Pues el otro, su heredero, Don Enrique, ¡qué poderes alcanzaba! ¡Cuán blando, cuán halaguero el mundo con sus placeres se le daba! Mas verás cuán enemigo, cuán contrario, cuán crüel se mostró; habiéndole sido amigo, ¡cuán poco duro con él lo que dio!
16
12
Se ven al rayar el día En los pintados cristales, Cómo luchan a porfía La claridad que lucía, Y los rayos matinales.
26
5
Irá el audaz pendenciero Con el muerto en desafío; Acuchillado el primero, Y el otro en el pecho impío Escondido el rojo acero.
26
5
Entonces hice seña de darle una puñada que ni en toda su vida la vería vengada; cuando vio la pelea tan mal aparejada no siguió amenazando a quien no teme nada.”
8
4
Traía en su mano diestra un venablo de montero, un alano á la siniestra muy fermoso e más ligero; e bien como cavallero animoso o de coraje, venía por el buscaje siguiendo el vestiglo fiero.
23
8
No se si será su gente, será el arroz encocado, o el plato de encebollado para mi chuchaqui ardiente. Será que dulce se siente la canela con licor rocío madrugador que amaneció en mis ventanas, pero desperté con ganas de cantarle a mi Ecuador
14
10
Ya no sé qué contaros Virgen sagrada mi lengua ha enmudecido con tanta gracia. Tu vuelo se eleva hacia los cielos decires canten los serafines razón que sois madre de Dios.
1
10
Y más consoladora y más halagadora y expresiva, la otra fue más sensitiva cual no pensé encontrar jamás.
35
4
Pastora, cuya ventura Dios quiera que sea tal, que no venga a emplear mal tanta gracia y hermosura; y cuyos mansos corderos, y ovejuelas almagradas, veas crecer a manadas por cima de estos oteros.
4
8
Volvió la vida a latir, Volvió el alma a delirar, Volvió el ardor de sentir, y el infierno de vivir Y el paraíso de amar.
26
5
Es una pintada corza esta voluntad humana, tan hermosa como libre, tan ligera como varia.
0
4
Zagala, así Dios te guarde, que me digas si me quieres, que aunque no pienso olvidarte, impórtame no perderme. A tus ojos me subiste, en ellos vi cómo llueven cuando quieren perlas vivas y rayos cuando aborrecen.
21
8
Ya le regala los ojos, ya le entra, sin ver por dónde, una piedad mal nacida entre dulces escorpiones.
0
4
Con propia solicitud las aventuras buscando sin despechos deshace vuestra virtud los tuertos solo ojeando los derechos.
16
6
Mi silencio viene de muy lejos. Todos lo hacen. Cuando callo la vida queda fuera, envuelta en su propio ruido: el de las voces que la habitan y el de las que la deshabitan.
20
9
La noche era tan larga que todos la olvidaron y de pronto en el cielo brilló tu mano ardiendo como una luna roja que hasta la tierra baja y nos toca la frente hundida en el silencio. Desde entonces te siento, Señor, ya tan lejano, que no sé si es que existes o fuiste sólo un sueño porque quise saberte, Señor, quise tocarte al ver sobre mi vida toda tu luz cayendo. Señor: ¿por qué encendiste con tu fulgor terrible la pura noche negra que oculta mis secretos? ¿Por qué no me dejaste como la piedra, inerte, eternamente blanco, eternamente muerto?
29
14
Cuando volvemos las fugaces horas del pasado a evocar, temblando brilla en sus pestañas negras una lágrima pronta a resbalar.
40
4
Me treparé con el viento, en la gramilla que sube, hasta quedar sin aliento persiguiendo aquella nube que aún siendo esquiva ya hube de tocar alguna vez, en mi intento, de ser juez, en frío vientre de pez
20
9
A vosotras, estrellas, alza el vuelo mi pluma temerosa, del piélago de luz ricas centellas; lumbres que enciende triste y dolorosa a las exequias del difunto día, güérfana de su luz, la noche fría;
38
6
Toma, pastor, un cordón que hice de mis cabellos, porque se te acuerde en vellos que tomaste posesión de mi corazón y de ellos. Y este anillo has de llevar do están dos manos asidas, que aunque se acaben las vidas no se pueden apartar dos almas que están unidas."
6
10
Para los altos mares no llevas cautelosa ni velas de mentiras ni remos ni lisonjas. ¿Quién te engañó, barquilla? Vuelve, vuelve la proa, que presumir de nave fortunas ocasiona.
21
8
Los rigurosos trances de la muerte no huye el amador, antes con risa desea la ocasión, y espera el día donde pueda ofrecer la cada vida hasta ver la tranquila última noche, al amoroso fuego, al dulce llanto.
37
6
Señor, pues sois mi remedio, y sabéis que me he comido medio mes que aun no he vivido, enviadme el otro medio. Traza no tengo, ni medio para vivir, si no holgado, a lo menos sin cuidado; porque en faltándome el mes, cada falta cuido que es opilación o preñado.
14
10
Escapa, mi ave, que los espantapájaros son, vivos, hombres.
18
3
Vase al templo de Juno, y de rodillas le cuenta la ocasión de sus antojos, esmaltando con perlas las mejillas, que derramando van los bellos ojos. Juno tiene piedad de sus mancillas, mas no pone remedio a sus cordojos; antes, por no enojar a Venus bella, despide de sí presto a la doncella
21
8
La edad presente es de lucha: es preciso, pues, luchar; no se puede descansar entre el ruido que se escucha; la vacilación es mucha, ya está muy crecido el mal; se consume el ideal; se va Dios: ¡esto es horrible! contener es imposible esa gangrena moral.
14
10
Médico ni cirujano Non han tanta autoridad, Que me pudiesen dar sano De perfecta sanidad; Si vuestro brío lozano De mi non ha piedad, Por vuestro leal morré.
34
7
Mujer que amor en su ilusión figura, mujer que nada dice a los sentidos, ensueño de suavísima ternura, eco que regaló nuestros oídos; de amor la llama generosa y pura, los goces dulces del placer cumplidos, que engalana la rica fantasía, goces que avaro el corazón ansía;
22
8
Los olivos moribundos florecen en todo el aire y los muchachos se quedan cercanos y agonizantes.
0
4
Muerto se quedó en la calle con un puñal en el pecho. No lo conocía nadie.
42
3
Vengamos al cuarto, segundo Magón, estreno, valiente, fiero y belicoso, magnífico, franco, de gran corazón, gentil de persona, afable y hermoso; su dulce semblante es tan amoroso que ya no es bastante ninguna gran renta a suplir defectos, según él contenta al militar vulgo, pero trabajoso.
2
8
¿Cuál lengua recontará el su triste desconsuelo, nin podrá dezir tal duelo ? ¿o quál pluma escrivirá por cursos de pohesía el remor que se fazía? O ¿quien los declarará?
5
7
Con reflejos azules y ligeros el mar cantaba su odisea remota, gentil de luces bajo los luceros que a los bajeles dicen la derrota.
35
4
Tiempo es, el caballero, tiempo es de andar de aquí, que ni puedo andar en pie, ni al emperador servir, que me crece la barriga y se me acorta el vestir; vergüenza he de mis doncellas, las que me dan el vestir, míranse unas a otras, no hacen sino reír; vergüenza he de mis caballeros, los que sirven ante mí. Lloradlo, dijo, señora, que así hizo mi madre a mí, hijo soy de un labrador, mi madre y yo pan vendí. La infanta desque esto oyera, comenzóse a maldecir: ¡Maldita sea la doncella que se deja seducir! No os maldigáis vos, señora, no os queráis maldecir, que hijo soy del rey de Francia, mi madre es doña Beatriz; cien castillos tengo en Francia, señora, para os guarir, cien doncellas me los guardan, señora, para os servir.
28
28
Cómo te burla el halcón, cómo en el cielo de octubre va tendiendo redes a tu corazón, cómo con ellas lo cubre descendiendo.
16
6
Advierte que te llevan a dar entre las rocas de la soberbia envidia, naufragio de las honras. Cuando por las riberas andabas costa a costa, nunca del mar temiste las iras procelosas
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8
La fortuna que no cesa, siguiendo el curso fadado, por una montaña espesa separada de poblado me llevó, como robado, fuera de mi poderío; así que el franco albedrío del todo me fue privado
23
8
Hoy sentí tu amor como nunca, como cada noche, me acosté solo, sin nadie a mi lado, con un vacío que eriza la piel, no sé si me dormí o fue realidad, la verdad sentí que tú estabas junto a mí, sentí tus besos en mi nuca, mi piel se erizo, abrí los ojos y ahí estabas ¡tú! hermosa, radiante como siempre, tus cabellos parecían moverse al son del aire que entraba por la ventana, susurrabas a mi oído un te amo mientras yo te acariciaba la espalda. Tú esencia, el perfume de las rosas se esparció por la habitación, mientras, podía percibir el reflejo de la luna que a través de mi ventana reflejaba el vaivén de las olas del mar, perfume de rosas mezcladas con el aroma del mar belleza que gozo con tu dulce recuerdo que me hace vibrar. ¿Cuándo a mi volverás? mi niña bonita ¿cuándo podre de nuevo disfrutar? de la magnánima belleza de tu cuerpo, me refugio en mis sueños esperando un día poderte acariciar, siente mis besos, siente mis caricias, siente mis manos sobre tus pechos siente mi corazón palpitar por el deseo que provocas tan solo en mis sueños. ¿Imaginas amor? si un sueño provoca todo esto ¿que puede provocar nuestro rencuentro? ya en mi vida solo existen sueños sueños que deseo se hagan realidad.
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38
Me dicen que es un diablo; mas recelo que este diablo, al caer, se trajo el cielo.
7
2
Mi adorada de un día, cariñosa, ¿en qué piensas? me dijo. En nada... ¿En nada y lloras? Es que tengo alegre la tristeza y triste el vino.
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4
Y es de tan alta excelencia aqueste sumo saber, que no hay facultad ni ciencia que la puedan emprender; quien se supiere vencer con un no saber sabiendo, irá siempre trascendiendo.
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7
¡Ay, déjenme los cielos, que la gloria, que por fortuna y por su mano viene, no será deseada eternamente de mi afligido espíritu!
15
4
En el mar hay un cantar verde de silencios grises. Como tus ojos, mar, borrachos de azul en sombra, cantores de soledad. ¡At, qué colores profundos! Verdes ojos, verdes mar; azul de silencios grises, en el mar hay un cantar
20
9
Los rizos crespos y oscuros de su abundoso cabello se derraman por su cuello mal prendidos, mal seguros; manojo de lirios puros es su mano tersa y breve: si para cortar la mueve las flores de sus jardines, afrenta es de los jazmines por su blancura de nieve.
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10
A aquella airosa andaluza que en las riberas de Cádiz es, por lo negra y lo hermosa, la esposa de los cantares; a la que en el mar nacida la embebió el mar de sus sales, cada ademan una gracia, cada palabra un donaire; ve volando, pensamiento, y al besar los pies de Dafne, dila que vas en mi nombre a tributarle homenajes. Hoy son sus alegres días; mira cuál todo la aplaude; menos fuego el sol despide, más fresco respira el aire. Los jazmines en guirnaldas sobre su frente se esparcen; los claveles en su pecho dan esencias más süaves. Y ya que yo, sumergido en el horror de esta cárcel, ni aun en pensamiento puedo alzar la vista a su imagen, rompe tú aquestas prisiones y vuela allá a recrearte en el raudal halagüeño de su sabroso lenguaje. Verás andar los amores como traviesos enjambres, ya trepando por sus brazos, ya escondiéndose en su talle, ya subiendo a su garganta para de allí despeñarse a los orbes deliciosos de su seno palpitante. Mas cuando tanto atractivo a tu placer contemplares, guárdate bien, no te ciegues y sin remedio te abrases. Acuérdate que en el mundo los bienes van con los males, las rosas tienen espinas y las auroras celajes. Vistiola, al nacer, el cielo de aquella gracia inefable que embelesa los sentidos y avasalla libertades. Los ojos que destinados al Dios de amor fueron antes, para que en vez de saetas los corazones flechase, a esa homicida se dieron negros, bellos, centellantes, a convertir en cenizas cuanto con ellos alcance. Y cuentan que Amor entonces dijo picado a su madre: «pues esos ojos me ciegan, yo quiero ciego quedarme. »Venza ella al sol con sus rayos; pero también se adelante en su mudanza a los vientos, en su inconstancia a los mares». Y fue así. Las ondas leves que van de margen en margen, los céfiros que volando de flor en flor se distraen, no más inciertos se miran en sus dulces juegos, Dafne, que tú engañosa envenenas con tus halagos fugaces. Dime, ¿aún se pinta el agrado en tu risueño semblante, y respiran tus miradas aquella piedad süave para con ceño y capricho desvanecerla al instante, trocar la risa en desvío y el agasajo en desaires? Y dime, a los que asesinas con tan alevosas artes, ¿los obligas aún, crüel, a consumirse y que callen? Mas no importa: que padezcan los que en tu lumbre se abrasen; que tú, con sólo mirarlos, harto felices los haces. Yo también, a no decirme la razón que ya era tarde, y a presumir en mis votos el bello don de agradarte, te idolatrara, tú fueras la mayor de mis deidades. ¿Pero quién es el que amando no anhela porque le amen? De amigo, pues, con el nombre fue forzoso contentarme; pero de aquellos amigos que en celo y fe son amantes... Basta, pensamiento; vuelve, vuelve ya de tu mensaje, y una sonrisa a lo menos para consolarme trae.
28
129
¡Perdón! ¡No escuches, Dios mío, Mi terrenal pensamiento! ¡Deja que se pierda impío Como el murmullo de un río Entre los pliegues del viento!
26
5
Callaron los dos ermitaños Y se pusieron a rezar. San Serenín, como más viejo, Tenía abierto su misal, Y en el misal la calavera Abría su hueco mirar.
37
6
El sexto gozo es mirarse Los amantes muy hermosos En amar. Que si son para mostrarse, Son amores más gustosos De gustar.
16
6
Pasó la nube de dolor..., Con pena logré balbucear breves palabras... ¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo... ¡Me hacía un gran favor!... Le di las gracias.
40
4
El último y el primero: rincón donde algún cadáver siente el arrullo del mundo de los amorosos cauces.
0
4
A quien más me desdora, el alma ofrezco; A quien me ofrece víctimas, desdoro; Desprecio al que enriquece mi decoro, Y al que le hace desprecios enriquezco.
10
4
Tu conoces la amarilla que siempre anda garleando, muerta, flaca, sospirando, que a todos pone mancilla. Aunque traga no se harta, ni el pensamiento se aparta de morder y mordiscar, no puede mucho tardar que el ganado no desparta.
20
9
Si de nuestros agravios en un libro se escribiese la historia, y se borrase en nuestras almas cuanto se borrase en sus hojas;
40
4
Si supiera er sitio aonde la enterraron yo sacara tóos sus güesesitos para embalsamarlos.
32
4
Así, después del viaje, sorprendidos y mudos delante del fantasma, mientras surgen despacio con el puerto los antiguos letreros y las luces, oiremos la canción de los que llegan, de los que pisan tierra cuando han sido durante muchos días esperados.
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7
A través de la noche de luna llena te veía, yo lloraba y tú reías no era un desdén era que tú en paloma te convertías. La luna me quitaba las penas aunque ¡yo! seguía llorando mi agonía. Llego la aurora y de tanto llorar mi corazón se transformo en arena. Al fin el sol se coló por mi ventana, las azucenas desprendieron su olor dulzón, pero los tallos de los nardos ya cubrían mi corazón amortajado. Qué pena, tú ya no reías tu corazón de tanto llorar también se convirtió en arena.
45
23
De claridad tal que encante Aurora dotar vos quiso, ca vivo sol coruscante es centro del vuestro viso. La gentil hija de Niso, del rey de Creta enartada, nunca fue tan adornada, ni tan hermoso Narciso.
3
8