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Lo que el salvaje que con torpe mano hace de un tronco a su capricho un dios, y luego ante su obra, se arrodilla, eso hicimos tú y yo.
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4
Desciende de esa cumbre, niña, al instante, que no baja el que baja, sino el que cae: baja al momento, porque solo en los valles vive el sosiego.
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El olvido porque es medio, húyele mi fantasía; la muerte, que yo querría, húyeme porque es remedio, lo bueno que se me antoja mi dicha no lo consiente; y pues todo me es ausente, no sé cuál estremo escoja.
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No fies en los placeres porque pasan como viento, y cuando estés descontento disimula si pudieres. Porque el mal comunicado aunque dicen que es menor, no arguye tanto valor como el secreto y callado.
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8
Y como varones de noble senado se honran y ruegan queriéndose hablar, así se miraron de grado en grado, no poco tardaron en se convidar. Mas las tres callaron y dieron lugar a la más antigua que aquella expresase y su fuerte caso por orden contase, la cual, aceptando, comenzó a narrar:
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8
Como se arranca el hierro de una herida su amor de las entrañas me arranqué, aunque sentí al hacerlo que la vida me arrancaba con él.
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El arroyo espera las hermosas aves, que cisnes süaves son, de su ribera, cuya Venus era hija de Pascual. Ellos visten nieve, él corre cristal.
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Ya se volvía el aurora y en los prados imitaban celosos lirios sus ojos, jazmines sus manos blancas. Las rosas en verdes lazos, vestidas de blanco y nácar, con hermosura de un día daban envidia y venganza.
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A cada ráfaga Se desplaza en el suace la mariposa
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Qué frío hace en este otoño, ¡Recoño!, que hasta el vencejo que vuela se hiela. Gélida es esta alborada callada. En silencio agazapada, la tenue luz de este día ―lo sabía, lo sabía― recoño, hiela callada.
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Un altar y un crucifijo Y la enlutada capilla, Lánguida vela amarilla Tiñe en su luz funeral; Y junto al misero reo, Medio encubierto el semblante, Se oye al fraile agonizante En son confuso rezar.
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Vireno, aquel mi manso regalado del collarejo azul, aquel hermoso que con balido ronco y amoroso llevaba por los montes mi ganado
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Mas el humo, formando denso velo, Se empezó a remontar, y penetrando en la azulada esfera al cielo fué a parar.
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BAJO la bendición de aquel santo ermitaño, El lobo pace humilde en medio del rebaño, Y la ubre de la loba da su leche al cordero, Y el gusano de luz alumbra el hormiguero, Y hay virtud en la baba que deja el caracol Cuando va entre la yerba con sus cuernos al sol.
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6
Entonces la tierra dura, abriéndose, mostrará el infierno, donde está en su confusión oscura; al Señor obedeciendo todos los reyes del suelo, caerá fuego del cielo y piedra de azufre hirviendo.
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en el sendero infinidad de flores una amapola
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Tú, velado a la tormenta De borrascosa pasión, No sabes cómo se aumenta, Cómo inflamada revienta La pena en el corazón.
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Ganado su favor y confianza. Una tarde también logró traerle A un chozo, que a una legua de la villa Daba en el bosque abrigo y pobre albergue A su madre infeliz. Era una vieja, Rústica y montaraz, de extraño temple. Que es al hijo deudora del sustento ; Mas que le riñe por sus vicios siempre. Elvida se llamaba : en el castillo De Salas se crió, cuando en su oriente Brilló la casa del señor de Lara; Y siendo muy hermosa y muy alegre, Corrió en su juventud varias fortunas, Hasta que se casó, ya no muy verde. Con un anciano, jardinero, y tuvo A Vasco de este enlazo. Justamente Nació Gonzalo entónces, postrer hijo De Lara; y como al darle á luz, muriese Su madre, al punto fué llamada Elvida, Para ser del infante ama de leche. Con gran cariño le crió, con grande Esmero le cuidó, un ascendiente Sin límite ejerció con sus señores; Y tal amor y afán por ella siempre Tuvo y guardó Gonzalo, que la hicieron Orgullosa ademas, y sus sandeces, Impertinencias, gustos y caprichos Hallaron protección y apoyo fuerte. Pronto al hijo introdujo en el palacio, Y si él hubiese sido de otro temple. Mas dócil y aplicado, acaso hubiera Llegado á un puesto en que envidiado fuese; Pero salió tan díscolo y travieso, Que á pesar del favor harto eminente Que alcanzaba su madre, nunca pudo De su esfera salir. Ora, de muerte Con peligro cercano, alas almenas Trepaba y á los altos chapiteles, Para nidos buscar de gorriones Ora en la huerta tras la fruta verde, O dejando sin agua los estanques, Para coger galápagos y peces, Se pasaba los dias. Ya en los patios, Cuadras y corredores á cache les Andaba con los pajes ; ya basura En las ollas echaba, y con aceite Escaldaba á los gatos, y con mazas Acosaba á podencos y lebreles. Ya con raros visajes en la iglesia La devoción turbaba de la gente, Arremedando el canto y el gangueo Del necio sacristán, del viejo preste. Y ni azotes, ni tundas consiguieron Su condición templar y contenerle ; Ni con los años mejoró tampoco, Pues ya de zagalón y mozalvete. Salió tan pendenciero y tan osado ; Inventó tantas burlas insolentes, Se atrevió á las doncellas de la casa, Y aun á las mismas dueñas de tal suerte, Que por gracia especial, de podenquero Pudo lograr la plaza solamente ; Y aun en ella inventó mil travesuras. Que turbaron la villa varias veces. Después cuando el favor de las estrellas A la casa de Lara y á sus gentes Se oscureció, y airada ia Fortuna Las dejó abandonadas á la peste De la calumnia y la traición ; Elvida, Viuda ya y vieja, aunque robusta y fuerte, Y su hijo Vasco en el común naufragio También se hundieron. En los campos este Se halló, do perecieron los Infantes, Y allí se comportó como valiente. Logrando malherido, por milagro, De aquella gran matanza salvo verse. Regresó á su lugar, y desde entónces Diz que empezó á entregarse casi siempre A la torpe embriaguez, bien que ántes de esto Inclinación marcada le tuviese. Su madre, desdichada !... Desde el dia De la justa de Burgos, de do vienen Todos los infortunios de los Laras, Le apretó el corazón nudo tan fuerte, Que en silencio tenaz quedóse hundida Sin comer ni dormir, hechos dos fuentes De lágrimas sus ojos , y al momento De ausentarse Gonzalo, á conmoverse Llegó y á trastornase su juicio A extremo tal, que físicos y prestes De Sálas la juzgaron poseída, Y exorcizada fué dos ó tres veces. Mas cuando vuelto el hijo, por él supo De su Gonzalo la espantosa muerte, Concibió tal furor, que á sofocarle Con ambas manos se arrojó valiente, Y, "Vasco," le gritó,"yo te maldigo. Por qué, traidor, has vuelto? ¿por qué, aleve, i Al lado de tus amos no quedaste, " Como deben quedar los siervos fieles ? Odio indecible le cobró, sentía Un tormento furioso solo al verle, Y lanzaba el aullido que una loba, Cuando el cachorro por los montes pierde. Fué después arrojada del castillo, Como otras dueñas, pajes y sirvientes, Así que preso el calumniado Lara, Su Estado confiscaron y sus bienes. Llevó este golpe con firmeza heroica: Ni lloró, ni rogó. " Pues no lie de verte ^ Jamas, ó mi Gonzalo, ó niño hermoso, A quien aquestos pechos dieron leche," " Ni he de sentarte masen mi regazo. Do pasaste tu infancia, y para siempre Perdí tu dulce afán por mis desvelos ; ¿Qué me importa dejar estas paredes?" Exclamó, y al momento del palacio Salió, ni un solo instante detenerse Quiso, y abandonando ropa y lecho, Huyó á los campos sin buscar albergue. En ellos largo tiempo se mantuvo, Vagando como fiera á la intemperie. Despreciando los soles y las lluvias, Las tormentas, los vientos y las nieves. Ora trepaba á las fragosas cumbres De dia ó de noche, y de exterminio y muerte Entonaba, con voz que ensordecía Al huracán, al trueno y al torrente, Lúgubres cantos ; ora sus gemidos Sonaban espantosos, como suelen Los de herido león por espesuras Y hondas cavernas. Montaraz y agreste Se hizo su aspecto : ei alguien la veía En una helada noche de diciembre, De pié en un risco, y su contorno oscuro Dibujarse en las nubes trasparentes, Que la luna argentaba detras de ella; Cosa del otro mundo, que las leyes Del orbe á turbar iba, la juzgaba, Sobrecogido de terror solemne. Y el que la viera en el sediento estío. Atravesar las selvas y las mieses, Lanzarse álos arroyos, y en las grutas O en los bosques de pronto aparecerse; Con aquel gesto y ademan extraños, Desnuda brazo y pechos, y dolientes Gemidos arrojando la creyera Maga., que de fortuna los reveses Apuraba infelice, siendo nido Su corazón de envenenadas sierpes, Y de venganza sin poder su pecho Porqué otra maga mas dichosa y fuerte O mas sabia, deshizo sus conjuros, A su amador prendió con dulces redes, Rompió su vara mágica, y en polvo Tornó su alcázar, baños y verjeles. Era pues reputada su presencia Por de siniestro agüero ; y diligentes, Viandantes y labriegos la evitaban, Y los pastores colocaban siempre Algún sustento en grutas y veredas, Para que lo tomase, y no viniese Al aprisco á buscarlo, cual solía, Y á hacer mal ojo á las paridas reses. Así vivió dos años : al tercero Tomó otro giro su enfermiza mente, Como veleta que, si el viento muda, Acia otra dirección torna y revuelve. A Sálas regresó la pobre Elvida Taciturna, espantada : luego fuese Al castillo, que estaba ya tapiado, Y se arrojó sobre la yerba verde. Que á brotar empezaban los cimientos ; Y allí gimiendo estuvo, como suele El perro fiel junto al sepulcro helado, Do su señor el sueño eterno duerme. Tal vez pudo lograr introducirse, O salvando atrevida las paredes, O por algún postigo abandonado, En la parte interior ; y sus dolientes Lamentos en la noche, y sus pisadas Dieron fundado origen á la especie, Que por entonces se extendió en Castilla, De que habitaban el palacio duendes. Luego despareció la miserable Por tantos años, que llegó á perderse De sus extravagancias la memoria, Juzgándola en el reino de la muerte ; Mas hace poco tiempo aparecióse En Salas otra vez, muy diferente, Enferma, descarnada y apacible, Y?hubo pocos que así la conociesen. Hizo entóneos las paces con el hijo Tierna le acarició, volvió á encenderse El maternal amor en sus entrañas, Y mendigó con él algunos meses Por monasterios, ventas y alquerías ; Aunque humilde y tranquila, con la mente Confusa y soñadora, y dando indicios De estar fuera de caja casi siempre. Tuvo un ataque al fin de perlesía ; Quedo baldada, y resolvió acogerse A aquella choza, de que nunca sale, Y que antes fuera pastoril albergue. Sus espantados ojos, que conservan Del entusiasmo y de locura ardientes Todo el fuego vivaz, y que contrastan Con su semblante de ceniza y nieve. De forma cadavérica, inmovible Y arado de hondos sulcos, do se advierten De pasiones tremendas los vestigios Sus cabellos de piala, que descienden Por el cuello y los hombros derramados Sus brazos, ya compuestos solamente De huesos y tendones , su estatura. Su voz ronca y profunda algunas veces. Otras aguda y agria ; el lloro escaso, Que, cuando está en silencio, hundida vierte Inmoble y yerta , y el extraño modo, Singular y fantástico, que tiene De ajustar á su cuerpo los andrajos De colores y tiempos diferentes ; Causan tal impresión en quien la mira, Que la lengua explicarla apenas puede ; Pero que no se borra en largo tiempo, Que harto á menudo renovarse suele, Y que en la soledad y en los insomnios A la imaginación se ocurre siempre.
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A desafíos del sol salió Amarilis una tarde, mas, si ella no, ¿quién pudiera con el sol desafiarse?
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Ya el sol sus claras luces extendía Por la inmensa llanura, y el bullicio De la noble ciudad llenaba el aura ; Cuando de los mastines los ladridos, Y de hombres, de caballos, de lebreles El confuso rumor que allí vecino Retumba, los pastores escuchando, A Muley dejan, que el postrer suspiro Lanzaba en aquel punto. De la choza Salen curiosos, y de flecha á un tiro Ven tropa de gallardos cazadores, Que á la ciudad dirigen su camino En desorden confuso, y que pasaron Junto al redil. En ayes y alaridos Van desahogando el corazón algunos; Otros al alto cielo y hondo abismo Van pidiendo venganza. Entre la turba Seis esclavos á pié, de tosco pino En palanquin humilde, con ramajes Formado, blandas jaras y carrizos ; Llevan sobre los hombros un cadáver Be formidable aspecto, en sangre tinto, Desgarradas las ropas, descubierto El semblante, marcado con el signo De la reprobación. Ay! Giafar era, Que aunque muerto, inspiraba el miedo mismo, Que cuando el cetro ó la invencible lanza Empuñando, era númen de exterminio. De aquella tropa que el cadáver lleva, Era gefe Zeir el tunecino, Al que ofreciera el bárbaro difunto A Kerima inocente en sacrificio. La anterior tarde en que citó á Mudaría, Por medio de Muley, Giafar inicuo Para la fuente del Amir, creyendo Que iba en salvo á lograr su atroz designio; Fingió que á disponer iba en la sierra Una gran caza, y á Zeir le dijo, Que á la mañana con los suyos fuese A reunirse con él en aquel sitio. Sin duda que encontraran del flechazo Allí á Mudarra traspasado, quiso; Así encubrir el" alevoso golpe, Y achacarle del monte á foragidos; Mas la trama execrable el justo cielo Omnipotente y vengador previno, Y do creyó Giafar lograr un crimen, Halló su confusión y su castigo. A la primera luz de aquella aurora El gallardo Zeir, que en el castillo Do Almodóvar gozaba el dulce otoño ; De un loco amor jamas correspondido La posesión tiránica y terrible Esperando lograr ; con sus amigos, Cazadores, ballestas y lebreles. De la cita al lugar corre prescrito. Ágil adelantándose á su tropa, Al avistar los árboles altivos, Que del Amir la fuente sombreaban, Puso á galope el potro berberisco ; Y sonando entre jaras y mimbreras El dorado metal de los estribos, Y hollando juncias y húmedos heléchos, Llegó solo hasta el rústico recinto, De do asustado con su estruendo, alzóse Volando un buitre, ensangrentado el pico, Y un voraz lobo huyó por las malezas. El potro al verlos, rezeloso, esquivo. Ambas orejas adelante inclina, Lanza por la nariz de fuego un rio, En las flexibles piernas derribado Pone los brazos cual puntales fijos, Y espeluza la crin. Al punto siente Del agudo acicate el duro aviso, Y se enarmona, y resoplando fiero, ün matorral espeso y de un gran pino El derribado tronco salva, y eaira De la fuente en el corto circuito. Asombrado Zeir halla un cadáver Ante sí de repente : compasivo. Mas bien horrorizado, los arzones l>esocupa lijero : confundido Reconoce á Giafar nadando en sangre, Y la sierra atronó con ronco grito. ¡ Oh, cuál halló al Wacir!....Que reluchando Con ansias espantosas y martirios, En desesperación arrojó el alma, Cualquiera» al encontrarle, hubiera dicho: Según los rastros de esparcida sangre Que cruzaban el prado, al ver teñidos También de sangre de la humilde fuente Las flores y raudales cristalinos, Tronchados los arbustos, arrancadas Las cortezas de sauces y lentiscos, Y el lívido cadáver destrozado, Casi desnudo del ropaje rico, La barba llena de sangriento lodo. Con mil cárdenos golpes contundido, El pecho hinchado, y la espantosa herida Destrozada en reedor. Tal el navio, Que asombro fué de mares y riberas, Extendiendo soberbio su dominio Por cuanto alumbra el sol, y que potente Pavor impuso al cielo y al abismo, Del rugiente huracán arrebatado, De un rayo vengador al cabo herido, Y de las ondas con furor hinchadas Tornado en ira su respeto antiguo, Azotado; al través sobre la costa Da en noche oscura, entre ásperos bajíos; Y á la mafiana encuéntrase volcado, Trizas hecho el velamen, los erguidos Mástiles rotos, el costado abierto, Solo y abandonado, del Destino Inexorable mísero despojo, Del ponto que humilló, burla y ludibrio. Llegó de bulliciosos cazadores Pronto la alegre turba, y mudo y frió Halla, el horrendo cuerpo contemplando, Sin aliento y color á su caudillo. En todos difundiéndose al instante Igual terror y un pensamiento mismo, En silencio circundan el cadáver. Sobre él los ojos espantados fijos. Tal turba de pastores, en la orilla Del mar, desde las rocas el navio Naufragado miraran, contemplando Cuan grandes y tremendos habrán sido De los descadenados elementos El esfuerzo, el furor y el poderío, Cuando vencer lograron tal coloso, Y al mundo libertar con su exterminio. Pasado el estupor y asombro incierto, Que un horrible espectáculo imprevisto Siempre ocasiona, procuraron todos Buscar del matador algún indicio. Una flecha clavada está en un tronco ; Mas no hay otro ninguno en aquel sitio, Y parece la herida ser de alfanje De aguda punta y de delgado filo. Entre los matorrales otro lago De fresca sangre encuentran, y caidos En ella un arco y un carcax : dos prendas Que conocidas fueron al proviso Por del negro Muley, aquel flechero En Córdoba famoso por sus tiros, Y á quien trajo el Wacir de Mauritania, Con plaza en su favor y en su servicio. Hallazgo tal, y la sangrienta estampa De una mano en el tronco de un aliso , Junto á la senda de la Albaida, aumentan La común confusión. Cerca un relincho Escuchan ; corren, y hallan el caballo De Giafar, por la rienda atado á un pino. Recógenlo ; registran cuidadosos Las cuevas, espesura y precipicios, Y aun quedándose algunos en la sierra., Por si pueden topar algún testigo Y hacer nuevas pesquisas los restantes Reuniéndose á Zeir, el cuerpo frió De Giafar á su alcázar conduciendo. El llano atravesaron y el rastrillo De la ciudad, y en funeral comparsa De sus calles y plazas el bullicio.
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Así el grave Pedonio salió ligero por el viejo postigo con grande aliento. Furioso dando de soplamocos a cuantos le estorbaban el paso señales del mal humor que sale.
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La hermosa flor del cordobés imperio, Zahira, de virtud y gracias reina, La tierna hermana de Almanzor glorioso, Astro de la bondad y la belleza," " Por mí informada de la ilustre sangre, De la gloria, valor y gentileza Del noble Gústios, del señor de Lara Le admiró, cuando vino á estas riberas Concibiendo al mirarle el entusiasmo, Que en las almas sensibles, en las bembras De estima y de valor, la vista solo De un béroe generoso al punto engendra." " Cuando á partir de pronto me obligaron Los civiles disturbios á Valencia, Temiendo de Giafar la atroz perfidia, Manifestóle cauto mis sospechas," " Que la hicieron temblar y demudarse Aumentar su interés, y estar alerta Sobre la suerte de mi ilustre amigo, Blanco infeliz de tramas encubiertas." Prendió Giafar al desdichado Lara; Y al momento Zahira, ansiosa piensa, Ya que la libertad darle no puede, El modo al menos de aliviar sus penas." " Hermana de Almanzor el poderoso, Adorada del pueblo, de opulencia Gozando sin igual, joven y hermosa , ¿Qué guardia sus encantos resistiera? " Qué carcelero sus cuantiosos dones?.... ¿ O qué prisión las redobladas puertas, De su mano al impulso, á su voz sola, No allanara cerrojos y cadenas? Penetró pues en la mazmorra oscura Donde yacía Lara, y su presencia, Cual la de un númen celestial, tornara En luz consoladora las tinieblas." Al cabo convirtióse aquel recinto, Mansión de horrores, llantos y miserias, En templo del amor, de amor sublime, De amor que concertaron las estrellas, "De amor que te dio el ser, para que el nombre De una insigne familia no perezca, Dar reparo á gravísimos desastres, Y al abatido mundo clara prueba" "De que los justos cielos sin castigo Los crímenes atroces nunca dejan, Y que á los inocentes desdichados Consuelo siempre y vengador reservan. " E l gran Gonzalo....(ay tristél aun no sabía Que de sus siete hijos las cabezas Iba á ver de sus cuerpos arrancadas) Tornando padre á ser, con alma llena" "De tierno gozo, en manos de Zahira Puso ese rico anillo, que mi diestra Otro tiempo adornó, y ahora la tuya. De indisoluble amor sagrada prenda Signo también que el adorado fruto A conocer en todo evento diera. • Tal vez presagio oscuro debió al cielo Del porvenir oculto en vaga idea!!" " Pronto, harto pronto, sí, llegó el horribie Término á su prisión; y la princesa, Al saber de Giafar la atroz barbarie, Del noble amante la forzada ausencia," " Y la persecución que el infelice Halló de nuevo en su traidora tierra; Víctima del despecho y amargura, De bajar al sepulcro estuvo cerca," " Quedando como rosa del desierto, Que cuando mas gallarda y mas risueña, Granizo aterrador la embiste, rompe Su tallo, y su esplendor marchito deja." Mas si tal vez á Gústios desdichado Le dió en tan recio golpe resistencia La esperanza de haber un hijo fuerte, Que su venganza, andando el tiempo, fuera;" " E l mismo pensamiento dió á Zahira Para luchar con su infortunio fuerza, Y cuidar aquel seno, que albergaba De esperanzas altísimas la prenda < A C(Srdoba tornó por aquel tiempo El insigne Almanzor, y en la suprema Autoridad repuesto, con enojo Vio la conducta de Giafar horrenda." í¿Del Guadalaviar también yo entonces Regresé á estas murallas, y tu bella Madre me confió todo el secreto, Que de su hermano reservó discreta." Llegó el término en fin, saliste al mundo En manos de una esclava confidenta De Zahira infeliz ; y yo, yo mismo. Según dispuesto de antemano fuera/ " Te llevé á los jardines del alcázar. Do concertado estaba con destreza Tu pronto hallazgo. Almanzor al punto Te puso en brazos de su hermana ; sea" " Que noble y generoso, un desvalido Vio en ti con ínteres, ó que su extrema Penetración de la verdad le impuso, Como su amor á ti lo manifiesta " " Desde el instante aquel mi afán primero Fué, y el anhelo de tu madre tierna. Dar lo mas pronto al desdichado Lara Del suceso feliz la dulce nueva." Pero, ay! que desde entonces hasta ahora La suerte inexorable que le aqueja, Se opuso á que le llegue tal consuelo, Y aun ignora que existes. En la tierra" " Jamas mejor servido que Velázquez Se vio ningún tirano: las ofertas, La astucia, el ruego, todo en vano ha sido Probado con tesón veces diversas." " Ni aun he vuelto á saber del docto Ñuño: Vaga tal vez por apartadas tierras, Si es que el peso de tantas desventuras No ha dado oscuro fin á su existencia." " En varias ocasiones despechada Quiso dejar Zahira estas riberas. Llevándote consigo, y en Castilla Implorar de don Sancho la clemencia " " Pero siempre me opuse : que á Velázquez Conozco, y paso tal solo sirviera Para entregarle la preciosa tabla. Que en su triste naufragio á Lara queda." " Tantos años de llanto y de aflicciones^ Í)e esperanzas remotas, si no inciertas. De amarguras y afanes, marchitaron En su fresco verdor la primavera De tu amorosa madre, y a la tumba"... — i« No mas, no mas....buen Zaide!....basta, cesa, Interrumpióle el mísero Mudarra : " ¡Harto mi corazón destroza, y llena" " De espanto y de dolor ese recuerdo, Que ni un instante de oprimirme deja!.... Ay! yo escuché sus últimas palabras, Que aquí en mi corazón están impresas : " " Palabras que mis años juveniles Han llenado de afán, y que ahora incendian Mi pecho con el ansia de cumplirlas, Ya que he debido al cielo el comprenderlas." " Sí,"exclamó Zaide : " sí, jóven gallardo: Llegado el tiempo es ya claro lo prueba "Esa sangre que mancha tus vestidos, " Y el aspecto feliz de las estrellas," " Que el camino te allanan. En Castilla El débil conde Sancho ya no reina : Acaba de morir: debe aquel trono ün jóven ocupar de heroicas prendas;" " Y si los sucesores de los reyes El cetro y el poder supremo heredan, Nunca heredan también los favoritos, Y rara vez los odios y las quejas A Castilla, á Castilla," entusiasmado Con los altos destinos que le esperan, Gritó Mudarra : los momentos urgen ; " Crimen perderlos es, mi padre espera." a Volemos," dice Zaide : "yo eontigo "Tornaré del Arlanza á las riberas, " Te entregaré á tu padre j y presenciando Su venganza, su paz, y tus proezas," " Bendeciré la mano omnipotente Que alargo mi vejez, para que viera Cumplidos mis afanes, y tranquilo Hallaré en el sepulcro paz eterna." "Volemos, sí...mas antes de este mármol, Que tu curiosidad tuvo despierta Por un presentimiento indescifrable, Saquemos el depósito que encierra." Para llevarle con nosotros Hola! " Caleb....Isman."—Al punto se presentan A la voz obedientes dos esclavos, A quienes pide para alzar la piedra . Los útiles precisos. Presurosos Caleb é Isman á obedecerle vuelan; Y el anciano y el jóven en silencio Como clavados en su sitio quedan.
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Que ellas pregonando van Lo que sus clamores son, Que a veces tristes están Pidiendo por los que van A eterna condenación.
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si amasteis en la vida y ya en el firmamento estáis clavadas, pues la pena de amor nunca se olvida, y aun suspiráis en signos transformadas, con Amarilis, ninfa la más bella, estrellas, ordenad que tenga estrella.
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Mirando mi calavera un nuevo Hamlet dirá: He aquí un lindo fósil de una careta de carnaval.
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Porque entre sentido y fe, temporal y eterno unido, goza lo que ve el sentido, y la fe lo que no ve; y así aquel tiempo que fue todo en el mundo alegría, fue todo en él tiranía, malogrando la abundancia de sus dichas, la distancia que entre fe y sentido había.
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Allí va el dios en celo tras la hembra, y la caña de Pan se alza del lodo; la eterna vida sus semillas siembra, y brota la armonía del gran Todo.
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que con trazas y modos descompuestos tengo de reducir a behetría estos tan sosegados y compuestos».
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El agua se desploma, ¿o es el llanto?, y un vuelo de palomas desde el tajo sostiene en gallardía de espinelas piedra y suspiro.
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¡Ay del triste que consume su existencia en esperar! ¡Ay del triste que presume que el duelo con que él se abrume al ausente ha de pesar!
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¡Corazón que no has amado, Tú no sabes el dolor De un corazón acosado, Carcomido y desgarrado Por amarguras de amor!
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Pueblo de amantes que a mi voz llegaste, A Venus pide que a mi ruego atienda, Y que a mi prenda la pasión inspire Cual yo la tengo.
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Cuando al fin el pintor de Flandes fue venido, su mujer, desdeñosa, fría le ha recibido: cuando ya en su mansión con ella se ha metido, la señal que pintara no ha echado en olvido.
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La máxima es trillada, mas repetirse debe: si al pleno acierto aspiras, une la utilidad con el deleite.
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Atrás dejé las águilas que miran con ojo audaz al sol, atrás quedaron las nubes que relámpagos respiran, los soles mil que por espacios giran, donde mortales ojos no llegaron.
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Llorado hubierais, sin duda, Al verlos, entre gemidos, Arrastrar La férrea cadena ruda, Yendo para ser vendidos Al bazar.
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Compañera mía, mira por quererte, cómo me beo aborresiíto de toíta mi gente.
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Lo que soñaste me di. Supuesto que sueño fué, No diré lo que soñé; Lo que vi, Clotaldo, sí. Yo disperté, yo me vi (¡Qué crueldad tan lisonjera!) En un lecho, que pudiera Con matices y colores Ser el catre de las flores Que tejió la primavera.
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Fierro en su tinta faconea la noche a los ponchazos
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Les dije yo respondiendo según modo cortesano, dócilmente proponiendo: El Potente soberano os influya en el mundano orbe de felicidad premio de rica bondad, que es el galardón humano.
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Árbol que no da fruto, fuera al instante, que suelen ser raíces causar mil males.
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¡Ay, que el silencio malogra mi merecida esperanza! ¡Ay, que el recato divierte la voluntad de dos almas!
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Si entre vosotras una miró sobre su parto y nacimiento y della se encargó desde la cuna, dispensando su acción, su movimiento, pedidla, estrellas, a cualquier que sea, que la incline siquiera a que me vea.
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Se dice comunmento que una esperanza posesión suele hacerse, bien cultivada; pero yo he visto floridas esperanzas que se han perdido.
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Esta emoción divina es de la infancia, cuando felices el camino andamos y todo se disuelve en la fragancia de un Domingo de Ramos.
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El dejarla me da pena avena. También debe ser amada cebada. Yo la recogí y lo digo trigo. Habrá golfante y mendigo que en el campo esté tumbado y yo en el campo he espigado avena, cebada y trigo.
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¿Oye? Váyase con Dios, que hoy la señora Abadesa, que de envialle no cesa recados de dos en dos,
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Lo demás, nada... Vida... Cosas... Lo que se sabe... Calaveradas, amoríos... Nada grave,
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Deja la seca ribera do está el agua infructuosa, guarda que no salga fuera alguna marina fiera enroscada y escamosa. Huye ya, y mira que siento por ti dolores sobrados, porque con doble tormento celos me da tu contento y tu peligro cuidados.
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Vi aníjillas sofraganas, vestidas de la librea de aquellas fieras mundanas que mataron a Medea: vi a la Pantasilea, Dayni, Fedra, Adriana, vi la discreta troyana Brecaida, Dacne Penea,
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Quise saber su viaje, y con toda diligencia abrevié por el boscaje el paso sin detenencia. Con retórica elocuencia vinieron de continente a saludar sabiamente, denotando su prudencia.
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¿Que es estúpida?... ¡Bah! Mientras callando guarde oscuro el enigma, siempre valdrá, a mi ver, lo que ella calla más que lo que cualquiera otra me diga.
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Lo que el salvaje que con torpe mano hace de un tronco a su capricho un dios, y luego ante su obra se arrodilla, eso hicimos tú y yo.
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¡Cuántos silbos, cuántas voces tus campos, Belén, oyeron, sentidos bien de sus valles, guardadas mal de sus ecos! Pastores las dan, buscando el, que, celestial cordero, nos abrió piadoso el libro que negaban tantos sellos.
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8
Con el pecho desnudo iba, distraído como si familiares fuesen la villa y sus costumbres, y miré en un portal al mercader de sedas que desplegaba una, color de aurora, fría a los ojos, sintiendo sin tocarla la suavidad escurridiza. Ante un ciego cantor estuve largo espacio, único espectador, y parecía cantar para mí solo. Compré luego a una niña un ramo de jazmines amarillentos, pero en su olor ajado tuvo alivio la dejadez extraña que empezaba a aquejarme.
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10
Mostrado se había el carro estrellado, y la mi compaña, licencia obtenida, el dulce reposo buscaban de grado; y yo retraíme hacia la manida, en la cual, sobrada del sueño y vencida, no sé si la nombre fantasma o visión, me fue demostrada tal revelación cual nunca fue vista ni pienso fingida.
2
8
Agua de pozo: el niño baja el balde, sube una estrella.
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3
Divulgase la fama que en todo el campo el olor deja siempre de hechos sonados. y hubo en todos gran murmullo diciendo hacia allá va ese preso Y nadie se atrevió a reportarle.
1
10
El universo me entrega su virtud sin menosprecio.
18
3
“Dale joyas hermosas cada vez que pudieres; cuando dar no te place o cuando no tuvieres, promete, ofrece mucho, aunque no se lo dieres: cuando esté confiada hará lo que quisieres.
8
4
Cántaro que a la fuente va y viene mucho, que salga con victoria, lo dificulto.
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4
¿Y allí, desnudo de la humana forma; allí, los lazos terrenales rotos, breves horas habita de la idea el mundo silencioso?
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4
Un carnívoro cuchillo de ala dulce y homicida sostiene un vuelo y un brillo alrededor de mi vida.
9
4
Yo en fuego ardo, vos heláis en nieve, y, libre del Amor, alzáis el cuello, ingrata a los tormentos de mi alma; que aun blandos a su mal no dais los ojos. Mas siempre la abrasáis en viva llama y sus alas pendéis en vuestras hebras.
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6
¡Qué suavidad! ¡Qué clareza! ¡Qué rancio gusto y olor! ¡Qué paladar! ¡Qué color! ¡Todo con tanta fineza! Mas el queso sale a plaza la moradilla va entrando, y ambos vienen preguntando por el pichel y la taza
4
8
Un sueño soñaba anoche, soñito del alma mía, soñaba con mis amores, que en mis brazos los tenía. Vi entrar señora tan blanca muy más que la nieve fría. ¿Por dónde has entrado, amor? ¿Cómo has entrado, mi vida? Las puertas están cerradas, ventanas y celosías. No soy el Amor, amante; la Muerte, que Dios te envía. ¡Ay, Muerte, tan rigurosa, déjame vivir un día! Un día no puede ser, un hora tienes de vida. Muy de prisa se calzaba, más de prisa se vestía; ya se va para la calle en donde su amor vivía. ¡Ábreme la puerta, blanca, ábreme la puerta, niña! ¿Cómo te podré yo abrir si la ocasión no es venida? Mi padre no fué al palacio, mi madre no está dormida. Si no me abres esta noche ya no me abrirás, querida. La Muerte me está buscando, junto a ti vida sería. Vete bajo la ventana, donde labraba y cosía, te echaré cordón de seda, para que subas arriba, y si el cordón no alcanzare mis trenzas añadiría. La fina seda se rompe; la Muerte que allí venía. Vamos, el enamorado, que la hora ya está cumplida.
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41
Las hojas caídas lloran cuando recuerdan tu despedida.
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3
Un viejo estanque; se zambulle una rana, ruido de agua
18
3
Sea, Señor, arriscado vuestro pequeño caudal, do puede el bien desigual con aquel ser alcançado; y armad de importuna gente una barca por remedio, ca deligencia es un medio que del pobre y más doliente haze sano y muy prudente.
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9
Mares, tú seas presente inflamado, rubicundo, pagado, non furibundo, porque el tu favor sustente la mi mano, e represente el mi caso desastrado, e mi coragon plagado con espada furiente.
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8
La última fija no pienso la prea o griega rapina fuese más fermosa, ni la fugitiva y casta Penea tan lejos de vicios, ni más virtuosa; la su clara fama es tan muy gloriosa que bien es difícil en tan nueva edad vencer las pasiones de la humanidad, y ser en bondades tanto más copiosa.
2
8
Ancho maizal recuerdo de la infancia acude a mí.
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3
Florecerá rosa aquella que quiso ser margarita, crecerá en agua bendita y despertará al amor que tú dejaste olvidado; entre menta y manzanilla ya vertidas en la orilla del manantial del dulzor.
23
8
De ánimo fuerte, en los negocios diestro; en la adversa y la próspera fortuna siempre sereno, y justiciero siempre, gran cónsul te mostraste.
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4
Doble sarta de corales parecen: mira al monago que marcha entre dos ciriales y alza la cruz de Santiago.
9
4
Quiere aquélla el descanso, y en el lodo nos hunde perezosa y encenaga; esta presume adivinarlo todo, y en la región del infinito vaga. Flojo, torpe, a traspiés como un beodo que con sueños su mente el vino estraga, la materia al espíritu obedece hasta que, yerta al fin, cede y fallece.
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8
Sus torpes capitanes Lutero, Henrico y Beza, Melanchton y Calvino, al sangriento exterminio siempre anhelan.
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4
Siéntate y ponte a pensá las horitas que has gastao en jaserme charranás.
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3
Soy melancólico sauce Que su ramaje doliente Inclina sobre la frente Que arrugara el padecer; Y aduerme al hombre, y sus sienes Con fresco jugo rocía, Miaptras el ala sombría Bate el olvido sobre él.
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8
Cuando sea tu mirada sólo un rescoldo, yo pondré llanto y nieve sobre tus ojos,
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4
Si te engaña la que quieres O te abandona inconstante, Ya verás Cómo, sin que mucho esperes. Se burla de ella otro amante Mucho más.
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6
Más horrible de todos es tal hambre, y así no más infiernos fue su vida, al ver a Lulú ayer sabrosa en guiso para el feliz que nunca comió sobras, sino el mejor manjar de cada siglo, partiendo complacido hacia la muerte.
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6
Tú, tu vientre caudaloso, el hijo y el palomar. Esposa, sobre tu esposo suenan los pasos del mar.
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4
daré tu corazón por alimento. Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento.
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3
El pétalo inocente en sus secretos canales atesora más veneno que la ortiga punzante... Desconfía de la belleza.
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4
Triste os ponéis de repente: Hacéis ¡soberbio papel! A maravilla el doncel De don Enrique el Doliente. Ved que no ha estado prudente Vuestro triste corazón: Yo sé que amar es razón, A quien se ama, y ley muy justa: Mas, si el galán no nos gusta, ¿Es amar obligación?
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es el maestro HORTENSIO, que la gala se lleva de la más rara elocuencia que en las aulas de Atenas se señala;
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3
Vi otros que sobreseo por la grand prolixidad, aunque manifiesto veo ser de grand autoridad; vi a la grand deidad diafana e radiante, a quien jamás igualante non vieron en dinidad.
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8
¡Oh! Hela allí. Corazón, no tembléis de un ángel ya. ¿Cuándo, Señor, llegará de mi pecado el perdón?
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4
Después de las cuales vi más un varón en hábito honesto, mas bien arreado, y no se ignoraba su gran perfección, que de verde lauro era coronado. Atento escuchaba, cortés, inclinado a la más antigua, aquella que hablaba; quien vio suyas quejas y a quien las narraba, de cómo ya vive soy maravillado.
2
8
Molino: al que pregunte qué es lo que haces con los brazos cruzados, di:¡Espero al aire! Al aire fino, que viene por la Mancha ya de camino.
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7
En palabras hermosas se me cambia cuanto me hiere, besa o enamora. Todo se me convierte a pesar mío en dulce canto.
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4
Yo no sé lo que busco eternamente en la tierra, en el aire y en el cielo; yo no sé lo que busco; pero es algo que perdí no sé cuando y que no encuentro, aún cuando sueñe que invisible habita en todo cuanto toco y cuanto veo.
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7
Con majestad real, con inaudita pompa llegó, y al pie del monte para quien los bienes del monte solicita:
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Vesla aquí con cuchillo y lumbre ardiente sobre el dormido Amor, con saña rea; mas viendo su beldad clara, eminente, deja de ejecutar obra tan fea. Una flecha tocando el ardor siente, y a mirar vuelve el hijo de la dea: la lucerna lo quema, y despertando huye, y ella de un pie lo ase llorando.
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8
La nariz afilada, los dientes menudillos, iguales y muy blancos, un poco apartadillos, las encías bermejas, los dientes agudillos, los labios de su boca bermejos, angostillos.
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No se tarda mi serviros, mas tárdase el galardón, que me causa mil suspiros que salen del corazón;
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Ya estás sola con Dios, alma afligida, su silencio amoroso, que te escucha, te dice: ¡Corazón, viértete todo, vuelve a tu fuente!
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Como en cuna de nácar que empuja el mar y que acaricia el céfiro tal vez allí dormía al soplo de sus labios entreabiertos.
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¿Qué mucho, pues, si no se le levanta testimonio a un pontífice poeta, que digan que lo es? Por Dios, que espanta.
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