text
stringlengths 41
14.1k
| label
int64 0
45
| n_verses
int64 2
411
|
---|---|---|
Lo que el salvaje que con torpe mano
hace de un tronco a su capricho un dios,
y luego ante su obra, se arrodilla,
eso hicimos tú y yo. | 11 | 4 |
Desciende de esa cumbre,
niña, al instante,
que no baja el que baja,
sino el que cae:
baja al momento,
porque solo en los valles
vive el sosiego. | 31 | 7 |
El olvido porque es medio,
húyele mi fantasía;
la muerte, que yo querría,
húyeme porque es remedio,
lo bueno que se me antoja
mi dicha no lo consiente;
y pues todo me es ausente,
no sé cuál estremo escoja. | 4 | 8 |
No fies en los placeres
porque pasan como viento,
y cuando estés descontento
disimula si pudieres.
Porque el mal comunicado
aunque dicen que es menor,
no arguye tanto valor
como el secreto y callado. | 4 | 8 |
Y como varones de noble senado
se honran y ruegan queriéndose hablar,
así se miraron de grado en grado,
no poco tardaron en se convidar.
Mas las tres callaron y dieron lugar
a la más antigua que aquella expresase
y su fuerte caso por orden contase,
la cual, aceptando, comenzó a narrar: | 2 | 8 |
Como se arranca el hierro de una herida
su amor de las entrañas me arranqué,
aunque sentí al hacerlo que la vida
me arrancaba con él. | 11 | 4 |
El arroyo espera
las hermosas aves,
que cisnes süaves
son, de su ribera,
cuya Venus era
hija de Pascual.
Ellos visten nieve,
él corre cristal. | 21 | 8 |
Ya se volvía el aurora
y en los prados imitaban
celosos lirios sus ojos,
jazmines sus manos blancas.
Las rosas en verdes lazos,
vestidas de blanco y nácar,
con hermosura de un día
daban envidia y venganza. | 21 | 8 |
A cada ráfaga
Se desplaza en el suace
la mariposa | 18 | 3 |
Qué frío hace en este otoño,
¡Recoño!,
que hasta el vencejo que vuela
se hiela.
Gélida es esta alborada
callada.
En silencio agazapada,
la tenue luz de este día
―lo sabía, lo sabía―
recoño, hiela callada. | 24 | 10 |
Un altar y un crucifijo
Y la enlutada capilla,
Lánguida vela amarilla
Tiñe en su luz funeral;
Y junto al misero reo,
Medio encubierto el semblante,
Se oye al fraile agonizante
En son confuso rezar. | 23 | 8 |
Vireno, aquel mi manso regalado
del collarejo azul, aquel hermoso
que con balido ronco y amoroso
llevaba por los montes mi ganado | 10 | 4 |
Mas el humo, formando denso velo,
Se empezó a remontar,
y penetrando en la azulada esfera
al cielo fué a parar. | 40 | 4 |
BAJO la bendición de aquel santo ermitaño,
El lobo pace humilde en medio del rebaño,
Y la ubre de la loba da su leche al cordero,
Y el gusano de luz alumbra el hormiguero,
Y hay virtud en la baba que deja el caracol
Cuando va entre la yerba con sus cuernos al sol. | 37 | 6 |
Entonces la tierra dura,
abriéndose, mostrará
el infierno, donde está
en su confusión oscura;
al Señor obedeciendo
todos los reyes del suelo,
caerá fuego del cielo
y piedra de azufre hirviendo. | 4 | 8 |
en el sendero
infinidad de flores
una amapola | 18 | 3 |
Tú, velado a la tormenta
De borrascosa pasión,
No sabes cómo se aumenta,
Cómo inflamada revienta
La pena en el corazón. | 26 | 5 |
Ganado su favor y confianza.
Una tarde también logró traerle
A un chozo, que a una legua de la villa
Daba en el bosque abrigo y pobre albergue
A su madre infeliz. Era una vieja,
Rústica y montaraz, de extraño temple.
Que es al hijo deudora del sustento ;
Mas que le riñe por sus vicios siempre.
Elvida se llamaba : en el castillo
De Salas se crió, cuando en su oriente
Brilló la casa del señor de Lara;
Y siendo muy hermosa y muy alegre,
Corrió en su juventud varias fortunas,
Hasta que se casó, ya no muy verde.
Con un anciano, jardinero, y tuvo
A Vasco de este enlazo. Justamente
Nació Gonzalo entónces, postrer hijo
De Lara; y como al darle á luz, muriese
Su madre, al punto fué llamada Elvida,
Para ser del infante ama de leche.
Con gran cariño le crió, con grande
Esmero le cuidó, un ascendiente
Sin límite ejerció con sus señores;
Y tal amor y afán por ella siempre
Tuvo y guardó Gonzalo, que la hicieron
Orgullosa ademas, y sus sandeces,
Impertinencias, gustos y caprichos
Hallaron protección y apoyo fuerte.
Pronto al hijo introdujo en el palacio,
Y si él hubiese sido de otro temple.
Mas dócil y aplicado, acaso hubiera
Llegado á un puesto en que envidiado fuese;
Pero salió tan díscolo y travieso,
Que á pesar del favor harto eminente
Que alcanzaba su madre, nunca pudo
De su esfera salir. Ora, de muerte
Con peligro cercano, alas almenas
Trepaba y á los altos chapiteles,
Para nidos buscar de gorriones
Ora en la huerta tras la fruta verde,
O dejando sin agua los estanques,
Para coger galápagos y peces,
Se pasaba los dias. Ya en los patios,
Cuadras y corredores á cache les
Andaba con los pajes ; ya basura
En las ollas echaba, y con aceite
Escaldaba á los gatos, y con mazas
Acosaba á podencos y lebreles.
Ya con raros visajes en la iglesia
La devoción turbaba de la gente,
Arremedando el canto y el gangueo
Del necio sacristán, del viejo preste.
Y ni azotes, ni tundas consiguieron
Su condición templar y contenerle ;
Ni con los años mejoró tampoco,
Pues ya de zagalón y mozalvete.
Salió tan pendenciero y tan osado ;
Inventó tantas burlas insolentes,
Se atrevió á las doncellas de la casa,
Y aun á las mismas dueñas de tal suerte,
Que por gracia especial, de podenquero
Pudo lograr la plaza solamente ;
Y aun en ella inventó mil travesuras.
Que turbaron la villa varias veces.
Después cuando el favor de las estrellas
A la casa de Lara y á sus gentes
Se oscureció, y airada ia Fortuna
Las dejó abandonadas á la peste
De la calumnia y la traición ; Elvida,
Viuda ya y vieja, aunque robusta y fuerte,
Y su hijo Vasco en el común naufragio
También se hundieron. En los campos este
Se halló, do perecieron los Infantes,
Y allí se comportó como valiente.
Logrando malherido, por milagro,
De aquella gran matanza salvo verse.
Regresó á su lugar, y desde entónces
Diz que empezó á entregarse casi siempre
A la torpe embriaguez, bien que ántes de esto
Inclinación marcada le tuviese.
Su madre, desdichada !... Desde el dia
De la justa de Burgos, de do vienen
Todos los infortunios de los Laras,
Le apretó el corazón nudo tan fuerte,
Que en silencio tenaz quedóse hundida
Sin comer ni dormir, hechos dos fuentes
De lágrimas sus ojos , y al momento
De ausentarse Gonzalo, á conmoverse
Llegó y á trastornase su juicio
A extremo tal, que físicos y prestes
De Sálas la juzgaron poseída,
Y exorcizada fué dos ó tres veces.
Mas cuando vuelto el hijo, por él supo
De su Gonzalo la espantosa muerte,
Concibió tal furor, que á sofocarle
Con ambas manos se arrojó valiente,
Y, "Vasco," le gritó,"yo te maldigo.
Por qué, traidor, has vuelto? ¿por qué, aleve,
i Al lado de tus amos no quedaste,
" Como deben quedar los siervos fieles ?
Odio indecible le cobró, sentía
Un tormento furioso solo al verle,
Y lanzaba el aullido que una loba,
Cuando el cachorro por los montes pierde.
Fué después arrojada del castillo,
Como otras dueñas, pajes y sirvientes,
Así que preso el calumniado Lara,
Su Estado confiscaron y sus bienes.
Llevó este golpe con firmeza heroica:
Ni lloró, ni rogó. " Pues no lie de verte
^ Jamas, ó mi Gonzalo, ó niño hermoso,
A quien aquestos pechos dieron leche,"
" Ni he de sentarte masen mi regazo.
Do pasaste tu infancia, y para siempre
Perdí tu dulce afán por mis desvelos ;
¿Qué me importa dejar estas paredes?"
Exclamó, y al momento del palacio
Salió, ni un solo instante detenerse
Quiso, y abandonando ropa y lecho,
Huyó á los campos sin buscar albergue.
En ellos largo tiempo se mantuvo,
Vagando como fiera á la intemperie.
Despreciando los soles y las lluvias,
Las tormentas, los vientos y las nieves.
Ora trepaba á las fragosas cumbres
De dia ó de noche, y de exterminio y muerte
Entonaba, con voz que ensordecía
Al huracán, al trueno y al torrente,
Lúgubres cantos ; ora sus gemidos
Sonaban espantosos, como suelen
Los de herido león por espesuras
Y hondas cavernas. Montaraz y agreste
Se hizo su aspecto : ei alguien la veía
En una helada noche de diciembre,
De pié en un risco, y su contorno oscuro
Dibujarse en las nubes trasparentes,
Que la luna argentaba detras de ella;
Cosa del otro mundo, que las leyes
Del orbe á turbar iba, la juzgaba,
Sobrecogido de terror solemne.
Y el que la viera en el sediento estío.
Atravesar las selvas y las mieses,
Lanzarse álos arroyos, y en las grutas
O en los bosques de pronto aparecerse;
Con aquel gesto y ademan extraños,
Desnuda brazo y pechos, y dolientes
Gemidos arrojando la creyera
Maga., que de fortuna los reveses
Apuraba infelice, siendo nido
Su corazón de envenenadas sierpes,
Y de venganza sin poder su pecho
Porqué otra maga mas dichosa y fuerte
O mas sabia, deshizo sus conjuros,
A su amador prendió con dulces redes,
Rompió su vara mágica, y en polvo
Tornó su alcázar, baños y verjeles.
Era pues reputada su presencia
Por de siniestro agüero ; y diligentes,
Viandantes y labriegos la evitaban,
Y los pastores colocaban siempre
Algún sustento en grutas y veredas,
Para que lo tomase, y no viniese
Al aprisco á buscarlo, cual solía,
Y á hacer mal ojo á las paridas reses.
Así vivió dos años : al tercero
Tomó otro giro su enfermiza mente,
Como veleta que, si el viento muda,
Acia otra dirección torna y revuelve.
A Sálas regresó la pobre Elvida
Taciturna, espantada : luego fuese
Al castillo, que estaba ya tapiado,
Y se arrojó sobre la yerba verde.
Que á brotar empezaban los cimientos ;
Y allí gimiendo estuvo, como suele
El perro fiel junto al sepulcro helado,
Do su señor el sueño eterno duerme.
Tal vez pudo lograr introducirse,
O salvando atrevida las paredes,
O por algún postigo abandonado,
En la parte interior ; y sus dolientes
Lamentos en la noche, y sus pisadas
Dieron fundado origen á la especie,
Que por entonces se extendió en Castilla,
De que habitaban el palacio duendes.
Luego despareció la miserable
Por tantos años, que llegó á perderse
De sus extravagancias la memoria,
Juzgándola en el reino de la muerte ;
Mas hace poco tiempo aparecióse
En Salas otra vez, muy diferente,
Enferma, descarnada y apacible,
Y?hubo pocos que así la conociesen.
Hizo entóneos las paces con el hijo
Tierna le acarició, volvió á encenderse
El maternal amor en sus entrañas,
Y mendigó con él algunos meses
Por monasterios, ventas y alquerías ;
Aunque humilde y tranquila, con la mente
Confusa y soñadora, y dando indicios
De estar fuera de caja casi siempre.
Tuvo un ataque al fin de perlesía ;
Quedo baldada, y resolvió acogerse
A aquella choza, de que nunca sale,
Y que antes fuera pastoril albergue.
Sus espantados ojos, que conservan
Del entusiasmo y de locura ardientes
Todo el fuego vivaz, y que contrastan
Con su semblante de ceniza y nieve.
De forma cadavérica, inmovible
Y arado de hondos sulcos, do se advierten
De pasiones tremendas los vestigios
Sus cabellos de piala, que descienden
Por el cuello y los hombros derramados
Sus brazos, ya compuestos solamente
De huesos y tendones , su estatura.
Su voz ronca y profunda algunas veces.
Otras aguda y agria ; el lloro escaso,
Que, cuando está en silencio, hundida vierte
Inmoble y yerta , y el extraño modo,
Singular y fantástico, que tiene
De ajustar á su cuerpo los andrajos
De colores y tiempos diferentes ;
Causan tal impresión en quien la mira,
Que la lengua explicarla apenas puede ;
Pero que no se borra en largo tiempo,
Que harto á menudo renovarse suele,
Y que en la soledad y en los insomnios
A la imaginación se ocurre siempre. | 29 | 228 |
A desafíos del sol
salió Amarilis una tarde,
mas, si ella no, ¿quién pudiera
con el sol desafiarse? | 0 | 4 |
Ya el sol sus claras luces extendía
Por la inmensa llanura, y el bullicio
De la noble ciudad llenaba el aura ;
Cuando de los mastines los ladridos,
Y de hombres, de caballos, de lebreles
El confuso rumor que allí vecino
Retumba, los pastores escuchando,
A Muley dejan, que el postrer suspiro
Lanzaba en aquel punto. De la choza
Salen curiosos, y de flecha á un tiro
Ven tropa de gallardos cazadores,
Que á la ciudad dirigen su camino
En desorden confuso, y que pasaron
Junto al redil. En ayes y alaridos
Van desahogando el corazón algunos;
Otros al alto cielo y hondo abismo
Van pidiendo venganza. Entre la turba
Seis esclavos á pié, de tosco pino
En palanquin humilde, con ramajes
Formado, blandas jaras y carrizos ;
Llevan sobre los hombros un cadáver
Be formidable aspecto, en sangre tinto,
Desgarradas las ropas, descubierto
El semblante, marcado con el signo
De la reprobación. Ay! Giafar era,
Que aunque muerto, inspiraba el miedo mismo,
Que cuando el cetro ó la invencible lanza
Empuñando, era númen de exterminio.
De aquella tropa que el cadáver lleva,
Era gefe Zeir el tunecino,
Al que ofreciera el bárbaro difunto
A Kerima inocente en sacrificio.
La anterior tarde en que citó á Mudaría,
Por medio de Muley, Giafar inicuo
Para la fuente del Amir, creyendo
Que iba en salvo á lograr su atroz designio;
Fingió que á disponer iba en la sierra
Una gran caza, y á Zeir le dijo,
Que á la mañana con los suyos fuese
A reunirse con él en aquel sitio.
Sin duda que encontraran del flechazo
Allí á Mudarra traspasado, quiso;
Así encubrir el" alevoso golpe,
Y achacarle del monte á foragidos;
Mas la trama execrable el justo cielo
Omnipotente y vengador previno,
Y do creyó Giafar lograr un crimen,
Halló su confusión y su castigo.
A la primera luz de aquella aurora
El gallardo Zeir, que en el castillo
Do Almodóvar gozaba el dulce otoño ;
De un loco amor jamas correspondido
La posesión tiránica y terrible
Esperando lograr ; con sus amigos,
Cazadores, ballestas y lebreles.
De la cita al lugar corre prescrito.
Ágil adelantándose á su tropa,
Al avistar los árboles altivos,
Que del Amir la fuente sombreaban,
Puso á galope el potro berberisco ;
Y sonando entre jaras y mimbreras
El dorado metal de los estribos,
Y hollando juncias y húmedos heléchos,
Llegó solo hasta el rústico recinto,
De do asustado con su estruendo, alzóse
Volando un buitre, ensangrentado el pico,
Y un voraz lobo huyó por las malezas.
El potro al verlos, rezeloso, esquivo.
Ambas orejas adelante inclina,
Lanza por la nariz de fuego un rio,
En las flexibles piernas derribado
Pone los brazos cual puntales fijos,
Y espeluza la crin. Al punto siente
Del agudo acicate el duro aviso,
Y se enarmona, y resoplando fiero,
ün matorral espeso y de un gran pino
El derribado tronco salva, y eaira
De la fuente en el corto circuito.
Asombrado Zeir halla un cadáver
Ante sí de repente : compasivo.
Mas bien horrorizado, los arzones
l>esocupa lijero : confundido
Reconoce á Giafar nadando en sangre,
Y la sierra atronó con ronco grito.
¡ Oh, cuál halló al Wacir!....Que reluchando
Con ansias espantosas y martirios,
En desesperación arrojó el alma,
Cualquiera» al encontrarle, hubiera dicho:
Según los rastros de esparcida sangre
Que cruzaban el prado, al ver teñidos
También de sangre de la humilde fuente
Las flores y raudales cristalinos,
Tronchados los arbustos, arrancadas
Las cortezas de sauces y lentiscos,
Y el lívido cadáver destrozado,
Casi desnudo del ropaje rico,
La barba llena de sangriento lodo.
Con mil cárdenos golpes contundido,
El pecho hinchado, y la espantosa herida
Destrozada en reedor. Tal el navio,
Que asombro fué de mares y riberas,
Extendiendo soberbio su dominio
Por cuanto alumbra el sol, y que potente
Pavor impuso al cielo y al abismo,
Del rugiente huracán arrebatado,
De un rayo vengador al cabo herido,
Y de las ondas con furor hinchadas
Tornado en ira su respeto antiguo,
Azotado; al través sobre la costa
Da en noche oscura, entre ásperos bajíos;
Y á la mafiana encuéntrase volcado,
Trizas hecho el velamen, los erguidos
Mástiles rotos, el costado abierto,
Solo y abandonado, del Destino
Inexorable mísero despojo,
Del ponto que humilló, burla y ludibrio.
Llegó de bulliciosos cazadores
Pronto la alegre turba, y mudo y frió
Halla, el horrendo cuerpo contemplando,
Sin aliento y color á su caudillo.
En todos difundiéndose al instante
Igual terror y un pensamiento mismo,
En silencio circundan el cadáver.
Sobre él los ojos espantados fijos.
Tal turba de pastores, en la orilla
Del mar, desde las rocas el navio
Naufragado miraran, contemplando
Cuan grandes y tremendos habrán sido
De los descadenados elementos
El esfuerzo, el furor y el poderío,
Cuando vencer lograron tal coloso,
Y al mundo libertar con su exterminio.
Pasado el estupor y asombro incierto,
Que un horrible espectáculo imprevisto
Siempre ocasiona, procuraron todos
Buscar del matador algún indicio.
Una flecha clavada está en un tronco ;
Mas no hay otro ninguno en aquel sitio,
Y parece la herida ser de alfanje
De aguda punta y de delgado filo.
Entre los matorrales otro lago
De fresca sangre encuentran, y caidos
En ella un arco y un carcax : dos prendas
Que conocidas fueron al proviso
Por del negro Muley, aquel flechero
En Córdoba famoso por sus tiros,
Y á quien trajo el Wacir de Mauritania,
Con plaza en su favor y en su servicio.
Hallazgo tal, y la sangrienta estampa
De una mano en el tronco de un aliso ,
Junto á la senda de la Albaida, aumentan
La común confusión. Cerca un relincho
Escuchan ; corren, y hallan el caballo
De Giafar, por la rienda atado á un pino.
Recógenlo ; registran cuidadosos
Las cuevas, espesura y precipicios,
Y aun quedándose algunos en la sierra.,
Por si pueden topar algún testigo
Y hacer nuevas pesquisas los restantes
Reuniéndose á Zeir, el cuerpo frió
De Giafar á su alcázar conduciendo.
El llano atravesaron y el rastrillo
De la ciudad, y en funeral comparsa
De sus calles y plazas el bullicio. | 29 | 165 |
Así el grave Pedonio
salió ligero
por el viejo postigo
con grande aliento.
Furioso
dando de soplamocos
a cuantos
le estorbaban el paso
señales
del mal humor que sale. | 1 | 10 |
La hermosa flor del cordobés imperio,
Zahira, de virtud y gracias reina,
La tierna hermana de Almanzor glorioso,
Astro de la bondad y la belleza,"
" Por mí informada de la ilustre sangre,
De la gloria, valor y gentileza
Del noble Gústios, del señor de Lara
Le admiró, cuando vino á estas riberas
Concibiendo al mirarle el entusiasmo,
Que en las almas sensibles, en las bembras
De estima y de valor, la vista solo
De un béroe generoso al punto engendra."
" Cuando á partir de pronto me obligaron
Los civiles disturbios á Valencia,
Temiendo de Giafar la atroz perfidia,
Manifestóle cauto mis sospechas,"
" Que la hicieron temblar y demudarse
Aumentar su interés, y estar alerta
Sobre la suerte de mi ilustre amigo,
Blanco infeliz de tramas encubiertas."
Prendió Giafar al desdichado Lara;
Y al momento Zahira, ansiosa piensa,
Ya que la libertad darle no puede,
El modo al menos de aliviar sus penas."
" Hermana de Almanzor el poderoso,
Adorada del pueblo, de opulencia
Gozando sin igual, joven y hermosa ,
¿Qué guardia sus encantos resistiera?
" Qué carcelero sus cuantiosos dones?....
¿ O qué prisión las redobladas puertas,
De su mano al impulso, á su voz sola,
No allanara cerrojos y cadenas?
Penetró pues en la mazmorra oscura
Donde yacía Lara, y su presencia,
Cual la de un númen celestial, tornara
En luz consoladora las tinieblas."
Al cabo convirtióse aquel recinto,
Mansión de horrores, llantos y miserias,
En templo del amor, de amor sublime,
De amor que concertaron las estrellas,
"De amor que te dio el ser, para que el nombre
De una insigne familia no perezca,
Dar reparo á gravísimos desastres,
Y al abatido mundo clara prueba"
"De que los justos cielos sin castigo
Los crímenes atroces nunca dejan,
Y que á los inocentes desdichados
Consuelo siempre y vengador reservan.
" E l gran Gonzalo....(ay tristél aun no sabía
Que de sus siete hijos las cabezas
Iba á ver de sus cuerpos arrancadas)
Tornando padre á ser, con alma llena"
"De tierno gozo, en manos de Zahira
Puso ese rico anillo, que mi diestra
Otro tiempo adornó, y ahora la tuya.
De indisoluble amor sagrada prenda
Signo también que el adorado fruto
A conocer en todo evento diera.
• Tal vez presagio oscuro debió al cielo
Del porvenir oculto en vaga idea!!"
" Pronto, harto pronto, sí, llegó el horribie
Término á su prisión; y la princesa,
Al saber de Giafar la atroz barbarie,
Del noble amante la forzada ausencia,"
" Y la persecución que el infelice
Halló de nuevo en su traidora tierra;
Víctima del despecho y amargura,
De bajar al sepulcro estuvo cerca,"
" Quedando como rosa del desierto,
Que cuando mas gallarda y mas risueña,
Granizo aterrador la embiste, rompe
Su tallo, y su esplendor marchito deja."
Mas si tal vez á Gústios desdichado
Le dió en tan recio golpe resistencia
La esperanza de haber un hijo fuerte,
Que su venganza, andando el tiempo, fuera;"
" E l mismo pensamiento dió á Zahira
Para luchar con su infortunio fuerza,
Y cuidar aquel seno, que albergaba
De esperanzas altísimas la prenda
< A C(Srdoba tornó por aquel tiempo
El insigne Almanzor, y en la suprema
Autoridad repuesto, con enojo
Vio la conducta de Giafar horrenda."
í¿Del Guadalaviar también yo entonces
Regresé á estas murallas, y tu bella
Madre me confió todo el secreto,
Que de su hermano reservó discreta."
Llegó el término en fin, saliste al mundo
En manos de una esclava confidenta
De Zahira infeliz ; y yo, yo mismo.
Según dispuesto de antemano fuera/
" Te llevé á los jardines del alcázar.
Do concertado estaba con destreza
Tu pronto hallazgo. Almanzor al punto
Te puso en brazos de su hermana ; sea"
" Que noble y generoso, un desvalido
Vio en ti con ínteres, ó que su extrema
Penetración de la verdad le impuso,
Como su amor á ti lo manifiesta "
" Desde el instante aquel mi afán primero
Fué, y el anhelo de tu madre tierna.
Dar lo mas pronto al desdichado Lara
Del suceso feliz la dulce nueva."
Pero, ay! que desde entonces hasta ahora
La suerte inexorable que le aqueja,
Se opuso á que le llegue tal consuelo,
Y aun ignora que existes. En la tierra"
" Jamas mejor servido que Velázquez
Se vio ningún tirano: las ofertas,
La astucia, el ruego, todo en vano ha sido
Probado con tesón veces diversas."
" Ni aun he vuelto á saber del docto Ñuño:
Vaga tal vez por apartadas tierras,
Si es que el peso de tantas desventuras
No ha dado oscuro fin á su existencia."
" En varias ocasiones despechada
Quiso dejar Zahira estas riberas.
Llevándote consigo, y en Castilla
Implorar de don Sancho la clemencia "
" Pero siempre me opuse : que á Velázquez
Conozco, y paso tal solo sirviera
Para entregarle la preciosa tabla.
Que en su triste naufragio á Lara queda."
" Tantos años de llanto y de aflicciones^
Í)e esperanzas remotas, si no inciertas.
De amarguras y afanes, marchitaron
En su fresco verdor la primavera
De tu amorosa madre, y a la tumba"... —
i« No mas, no mas....buen Zaide!....basta, cesa,
Interrumpióle el mísero Mudarra :
" ¡Harto mi corazón destroza, y llena"
" De espanto y de dolor ese recuerdo,
Que ni un instante de oprimirme deja!....
Ay! yo escuché sus últimas palabras,
Que aquí en mi corazón están impresas : "
" Palabras que mis años juveniles
Han llenado de afán, y que ahora incendian
Mi pecho con el ansia de cumplirlas,
Ya que he debido al cielo el comprenderlas."
" Sí,"exclamó Zaide : " sí, jóven gallardo:
Llegado el tiempo es ya claro lo prueba
"Esa sangre que mancha tus vestidos,
" Y el aspecto feliz de las estrellas,"
" Que el camino te allanan. En Castilla
El débil conde Sancho ya no reina :
Acaba de morir: debe aquel trono
ün jóven ocupar de heroicas prendas;"
" Y si los sucesores de los reyes
El cetro y el poder supremo heredan,
Nunca heredan también los favoritos,
Y rara vez los odios y las quejas
A Castilla, á Castilla," entusiasmado
Con los altos destinos que le esperan,
Gritó Mudarra : los momentos urgen ;
" Crimen perderlos es, mi padre espera."
a Volemos," dice Zaide : "yo eontigo
"Tornaré del Arlanza á las riberas,
" Te entregaré á tu padre j y presenciando
Su venganza, su paz, y tus proezas,"
" Bendeciré la mano omnipotente
Que alargo mi vejez, para que viera
Cumplidos mis afanes, y tranquilo
Hallaré en el sepulcro paz eterna."
"Volemos, sí...mas antes de este mármol,
Que tu curiosidad tuvo despierta
Por un presentimiento indescifrable,
Saquemos el depósito que encierra."
Para llevarle con nosotros Hola!
" Caleb....Isman."—Al punto se presentan
A la voz obedientes dos esclavos,
A quienes pide para alzar la piedra .
Los útiles precisos. Presurosos
Caleb é Isman á obedecerle vuelan;
Y el anciano y el jóven en silencio
Como clavados en su sitio quedan. | 29 | 177 |
Que ellas pregonando van
Lo que sus clamores son,
Que a veces tristes están
Pidiendo por los que van
A eterna condenación. | 26 | 5 |
si amasteis en la vida
y ya en el firmamento estáis clavadas,
pues la pena de amor nunca se olvida,
y aun suspiráis en signos transformadas,
con Amarilis, ninfa la más bella,
estrellas, ordenad que tenga estrella. | 38 | 6 |
Mirando mi calavera
un nuevo Hamlet dirá:
He aquí un lindo fósil de una
careta de carnaval. | 0 | 4 |
Porque entre sentido y fe,
temporal y eterno unido,
goza lo que ve el sentido,
y la fe lo que no ve;
y así aquel tiempo que fue
todo en el mundo alegría,
fue todo en él tiranía,
malogrando la abundancia
de sus dichas, la distancia
que entre fe y sentido había. | 14 | 10 |
Allí va el dios en celo tras la hembra,
y la caña de Pan se alza del lodo;
la eterna vida sus semillas siembra,
y brota la armonía del gran Todo. | 35 | 4 |
que con trazas y modos descompuestos
tengo de reducir a behetría
estos tan sosegados y compuestos». | 43 | 3 |
El agua se desploma, ¿o es el llanto?,
y un vuelo de palomas desde el tajo
sostiene en gallardía de espinelas
piedra y suspiro. | 17 | 4 |
¡Ay del triste que consume
su existencia en esperar!
¡Ay del triste que presume
que el duelo con que él se abrume
al ausente ha de pesar! | 26 | 5 |
¡Corazón que no has amado,
Tú no sabes el dolor
De un corazón acosado,
Carcomido y desgarrado
Por amarguras de amor! | 26 | 5 |
Pueblo de amantes que a mi voz llegaste,
A Venus pide que a mi ruego atienda,
Y que a mi prenda la pasión inspire
Cual yo la tengo. | 17 | 4 |
Cuando al fin el pintor de Flandes fue venido,
su mujer, desdeñosa, fría le ha recibido:
cuando ya en su mansión con ella se ha metido,
la señal que pintara no ha echado en olvido. | 8 | 4 |
La máxima es trillada,
mas repetirse debe:
si al pleno acierto aspiras,
une la utilidad con el deleite. | 13 | 4 |
Atrás dejé las águilas que miran
con ojo audaz al sol, atrás quedaron
las nubes que relámpagos respiran,
los soles mil que por espacios giran,
donde mortales ojos no llegaron. | 25 | 5 |
Llorado hubierais, sin duda,
Al verlos, entre gemidos,
Arrastrar
La férrea cadena ruda,
Yendo para ser vendidos
Al bazar. | 16 | 6 |
Compañera mía,
mira por quererte,
cómo me beo aborresiíto
de toíta mi gente. | 32 | 4 |
Lo que soñaste me di.
Supuesto que sueño fué,
No diré lo que soñé;
Lo que vi, Clotaldo, sí.
Yo disperté, yo me vi
(¡Qué crueldad tan lisonjera!)
En un lecho, que pudiera
Con matices y colores
Ser el catre de las flores
Que tejió la primavera. | 14 | 10 |
Fierro en su tinta
faconea la noche
a los ponchazos | 18 | 3 |
Les dije yo respondiendo
según modo cortesano,
dócilmente proponiendo:
El Potente soberano
os influya en el mundano
orbe de felicidad
premio de rica bondad,
que es el galardón humano. | 3 | 8 |
Árbol que no da fruto,
fuera al instante,
que suelen ser raíces
causar mil males. | 30 | 4 |
¡Ay, que el silencio malogra
mi merecida esperanza!
¡Ay, que el recato divierte
la voluntad de dos almas! | 0 | 4 |
Si entre vosotras una
miró sobre su parto y nacimiento
y della se encargó desde la cuna,
dispensando su acción, su movimiento,
pedidla, estrellas, a cualquier que sea,
que la incline siquiera a que me vea. | 38 | 6 |
Se dice comunmento
que una esperanza
posesión suele hacerse,
bien cultivada;
pero yo he visto
floridas esperanzas
que se han perdido. | 31 | 7 |
Esta emoción divina es de la infancia,
cuando felices el camino andamos
y todo se disuelve en la fragancia
de un Domingo de Ramos. | 35 | 4 |
El dejarla me da pena
avena.
También debe ser amada
cebada.
Yo la recogí y lo digo
trigo.
Habrá golfante y mendigo
que en el campo esté tumbado
y yo en el campo he espigado
avena, cebada y trigo. | 24 | 10 |
¿Oye? Váyase con Dios,
que hoy la señora Abadesa,
que de envialle no cesa
recados de dos en dos, | 27 | 4 |
Lo demás, nada... Vida... Cosas... Lo que se sabe...
Calaveradas, amoríos... Nada grave, | 7 | 2 |
Deja la seca ribera
do está el agua infructuosa,
guarda que no salga fuera
alguna marina fiera
enroscada y escamosa.
Huye ya, y mira que siento
por ti dolores sobrados,
porque con doble tormento
celos me da tu contento
y tu peligro cuidados. | 6 | 10 |
Vi aníjillas sofraganas,
vestidas de la librea
de aquellas fieras mundanas
que mataron a Medea:
vi a la Pantasilea,
Dayni, Fedra, Adriana,
vi la discreta troyana
Brecaida, Dacne Penea, | 23 | 8 |
Quise saber su viaje,
y con toda diligencia
abrevié por el boscaje
el paso sin detenencia.
Con retórica elocuencia
vinieron de continente
a saludar sabiamente,
denotando su prudencia. | 3 | 8 |
¿Que es estúpida?... ¡Bah! Mientras callando
guarde oscuro el enigma,
siempre valdrá, a mi ver, lo que ella calla
más que lo que cualquiera otra me diga. | 11 | 4 |
Lo que el salvaje que con torpe mano
hace de un tronco a su capricho un dios,
y luego ante su obra se arrodilla,
eso hicimos tú y yo. | 40 | 4 |
¡Cuántos silbos, cuántas voces
tus campos, Belén, oyeron,
sentidos bien de sus valles,
guardadas mal de sus ecos!
Pastores las dan, buscando
el, que, celestial cordero,
nos abrió piadoso el libro
que negaban tantos sellos. | 21 | 8 |
Con el pecho desnudo iba, distraído
como si familiares fuesen la villa y sus costumbres,
y miré en un portal al mercader de sedas
que desplegaba una, color de aurora, fría a los ojos,
sintiendo sin tocarla la suavidad escurridiza.
Ante un ciego cantor estuve largo espacio,
único espectador, y parecía cantar para mí solo.
Compré luego a una niña un ramo de jazmines
amarillentos, pero en su olor ajado tuvo alivio
la dejadez extraña que empezaba a aquejarme. | 45 | 10 |
Mostrado se había el carro estrellado,
y la mi compaña, licencia obtenida,
el dulce reposo buscaban de grado;
y yo retraíme hacia la manida,
en la cual, sobrada del sueño y vencida,
no sé si la nombre fantasma o visión,
me fue demostrada tal revelación
cual nunca fue vista ni pienso fingida. | 2 | 8 |
Agua de pozo:
el niño baja el balde,
sube una estrella. | 18 | 3 |
Divulgase la fama
que en todo el campo
el olor deja siempre
de hechos sonados.
y hubo
en todos gran murmullo
diciendo
hacia allá va ese preso
Y nadie
se atrevió a reportarle. | 1 | 10 |
El universo
me entrega su virtud
sin menosprecio. | 18 | 3 |
“Dale joyas hermosas cada vez que pudieres;
cuando dar no te place o cuando no tuvieres,
promete, ofrece mucho, aunque no se lo dieres:
cuando esté confiada hará lo que quisieres. | 8 | 4 |
Cántaro que a la fuente
va y viene mucho,
que salga con victoria,
lo dificulto. | 30 | 4 |
¿Y allí, desnudo de la humana forma;
allí, los lazos terrenales rotos,
breves horas habita de la idea
el mundo silencioso? | 40 | 4 |
Un carnívoro cuchillo
de ala dulce y homicida
sostiene un vuelo y un brillo
alrededor de mi vida. | 9 | 4 |
Yo en fuego ardo, vos heláis en nieve,
y, libre del Amor, alzáis el cuello,
ingrata a los tormentos de mi alma;
que aun blandos a su mal no dais los ojos.
Mas siempre la abrasáis en viva llama
y sus alas pendéis en vuestras hebras. | 37 | 6 |
¡Qué suavidad! ¡Qué clareza!
¡Qué rancio gusto y olor!
¡Qué paladar! ¡Qué color!
¡Todo con tanta fineza!
Mas el queso sale a plaza
la moradilla va entrando,
y ambos vienen preguntando
por el pichel y la taza | 4 | 8 |
Un sueño soñaba anoche,
soñito del alma mía,
soñaba con mis amores,
que en mis brazos los tenía.
Vi entrar señora tan blanca
muy más que la nieve fría.
¿Por dónde has entrado, amor?
¿Cómo has entrado, mi vida?
Las puertas están cerradas,
ventanas y celosías.
No soy el Amor, amante;
la Muerte, que Dios te envía.
¡Ay, Muerte, tan rigurosa,
déjame vivir un día!
Un día no puede ser,
un hora tienes de vida.
Muy de prisa se calzaba,
más de prisa se vestía;
ya se va para la calle
en donde su amor vivía.
¡Ábreme la puerta, blanca,
ábreme la puerta, niña!
¿Cómo te podré yo abrir
si la ocasión no es venida?
Mi padre no fué al palacio,
mi madre no está dormida.
Si no me abres esta noche
ya no me abrirás, querida.
La Muerte me está buscando,
junto a ti vida sería.
Vete bajo la ventana,
donde labraba y cosía,
te echaré cordón de seda,
para que subas arriba,
y si el cordón no alcanzare
mis trenzas añadiría.
La fina seda se rompe;
la Muerte que allí venía.
Vamos, el enamorado,
que la hora ya está cumplida. | 28 | 41 |
Las hojas caídas
lloran cuando recuerdan
tu despedida. | 18 | 3 |
Un viejo estanque;
se zambulle una rana,
ruido de agua | 18 | 3 |
Sea, Señor, arriscado
vuestro pequeño caudal,
do puede el bien desigual
con aquel ser alcançado;
y armad de importuna gente
una barca por remedio,
ca deligencia es un medio
que del pobre y más doliente
haze sano y muy prudente. | 20 | 9 |
Mares, tú seas presente
inflamado, rubicundo,
pagado, non furibundo,
porque el tu favor sustente
la mi mano, e represente
el mi caso desastrado,
e mi coragon plagado
con espada furiente. | 23 | 8 |
La última fija no pienso la prea
o griega rapina fuese más fermosa,
ni la fugitiva y casta Penea
tan lejos de vicios, ni más virtuosa;
la su clara fama es tan muy gloriosa
que bien es difícil en tan nueva edad
vencer las pasiones de la humanidad,
y ser en bondades tanto más copiosa. | 2 | 8 |
Ancho maizal
recuerdo de la infancia
acude a mí. | 18 | 3 |
Florecerá rosa aquella
que quiso ser margarita,
crecerá en agua bendita
y despertará al amor
que tú dejaste olvidado;
entre menta y manzanilla
ya vertidas en la orilla
del manantial del dulzor. | 23 | 8 |
De ánimo fuerte, en los negocios diestro;
en la adversa y la próspera fortuna
siempre sereno, y justiciero siempre,
gran cónsul te mostraste. | 15 | 4 |
Doble sarta de corales
parecen: mira al monago
que marcha entre dos ciriales
y alza la cruz de Santiago. | 9 | 4 |
Quiere aquélla el descanso, y en el lodo
nos hunde perezosa y encenaga;
esta presume adivinarlo todo,
y en la región del infinito vaga.
Flojo, torpe, a traspiés como un beodo
que con sueños su mente el vino estraga,
la materia al espíritu obedece
hasta que, yerta al fin, cede y fallece. | 22 | 8 |
Sus torpes capitanes
Lutero, Henrico y Beza,
Melanchton y Calvino,
al sangriento exterminio siempre anhelan. | 13 | 4 |
Siéntate y ponte a pensá
las horitas que has gastao
en jaserme charranás. | 41 | 3 |
Soy melancólico sauce
Que su ramaje doliente
Inclina sobre la frente
Que arrugara el padecer;
Y aduerme al hombre, y sus sienes
Con fresco jugo rocía,
Miaptras el ala sombría
Bate el olvido sobre él. | 23 | 8 |
Cuando sea tu mirada
sólo un rescoldo,
yo pondré llanto y nieve
sobre tus ojos, | 30 | 4 |
Si te engaña la que quieres
O te abandona inconstante,
Ya verás
Cómo, sin que mucho esperes.
Se burla de ella otro amante
Mucho más. | 16 | 6 |
Más horrible de todos es tal hambre,
y así no más infiernos fue su vida,
al ver a Lulú ayer sabrosa en guiso
para el feliz que nunca comió sobras,
sino el mejor manjar de cada siglo,
partiendo complacido hacia la muerte. | 37 | 6 |
Tú, tu vientre caudaloso,
el hijo y el palomar.
Esposa, sobre tu esposo
suenan los pasos del mar. | 9 | 4 |
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento. | 43 | 3 |
El pétalo inocente en sus secretos
canales atesora más veneno
que la ortiga punzante... Desconfía
de la belleza. | 17 | 4 |
Triste os ponéis de repente:
Hacéis ¡soberbio papel!
A maravilla el doncel
De don Enrique el Doliente.
Ved que no ha estado prudente
Vuestro triste corazón:
Yo sé que amar es razón,
A quien se ama, y ley muy justa:
Mas, si el galán no nos gusta,
¿Es amar obligación? | 14 | 10 |
es el maestro HORTENSIO, que la gala
se lleva de la más rara elocuencia
que en las aulas de Atenas se señala; | 43 | 3 |
Vi otros que sobreseo
por la grand prolixidad,
aunque manifiesto veo
ser de grand autoridad;
vi a la grand deidad
diafana e radiante,
a quien jamás igualante
non vieron en dinidad. | 23 | 8 |
¡Oh! Hela allí. Corazón,
no tembléis de un ángel ya.
¿Cuándo, Señor, llegará
de mi pecado el perdón? | 27 | 4 |
Después de las cuales vi más un varón
en hábito honesto, mas bien arreado,
y no se ignoraba su gran perfección,
que de verde lauro era coronado.
Atento escuchaba, cortés, inclinado
a la más antigua, aquella que hablaba;
quien vio suyas quejas y a quien las narraba,
de cómo ya vive soy maravillado. | 2 | 8 |
Molino: al que pregunte
qué es lo que haces
con los brazos cruzados,
di:¡Espero al aire!
Al aire fino,
que viene por la Mancha
ya de camino. | 31 | 7 |
En palabras hermosas se me cambia
cuanto me hiere, besa o enamora.
Todo se me convierte a pesar mío
en dulce canto. | 17 | 4 |
Yo no sé lo que busco eternamente
en la tierra, en el aire y en el cielo;
yo no sé lo que busco; pero es algo
que perdí no sé cuando y que no encuentro,
aún cuando sueñe que invisible habita
en todo cuanto toco y cuanto veo. | 37 | 7 |
Con majestad real, con inaudita
pompa llegó, y al pie del monte para
quien los bienes del monte solicita: | 43 | 3 |
Vesla aquí con cuchillo y lumbre ardiente
sobre el dormido Amor, con saña rea;
mas viendo su beldad clara, eminente,
deja de ejecutar obra tan fea.
Una flecha tocando el ardor siente,
y a mirar vuelve el hijo de la dea:
la lucerna lo quema, y despertando
huye, y ella de un pie lo ase llorando. | 21 | 8 |
La nariz afilada, los dientes menudillos,
iguales y muy blancos, un poco apartadillos,
las encías bermejas, los dientes agudillos,
los labios de su boca bermejos, angostillos. | 8 | 4 |
No se tarda mi serviros,
mas tárdase el galardón,
que me causa mil suspiros
que salen del corazón; | 9 | 4 |
Ya estás sola con Dios, alma afligida,
su silencio amoroso, que te escucha,
te dice: ¡Corazón, viértete todo,
vuelve a tu fuente! | 17 | 4 |
Como en cuna de nácar
que empuja el mar y que acaricia el céfiro
tal vez allí dormía
al soplo de sus labios entreabiertos. | 40 | 4 |
¿Qué mucho, pues, si no se le levanta
testimonio a un pontífice poeta,
que digan que lo es? Por Dios, que espanta. | 43 | 3 |