text
stringlengths
41
14.1k
label
int64
0
45
n_verses
int64
2
411
Los males que son menores de amor, es mi opinión, que más y mayores son que los que de ál son mayores; y el Dios de los amadores no da favor ni destierra quando son merescedores; mas do la virtud se encierra, la gracia cobra más tierra.
20
9
al brotar tu palabra, un saludo le envía al sol de media noche el sol de Mediodía.
7
2
Expediente al Estado, necesario a la Iglesia, se dice su exterminio, y en sus reinos con leyes la decretan.
13
4
Creer en la natura no es una mala usanza, si se confía en Dios con muy firme esperanza; y para que no tengas en mí desconfianza pruébolo brevemente con esta semejanza.
8
4
Abren las bocas rabiando de la sangre que han bebido; los colmillos regañando parece que no han comido; por lo que queda en el hato, cada hora en gran rebato nos pone con sus bramidos; desde que hartos, más transidos los veo cuando no cato.
20
9
Esos tristes caminan entre susto y recelo y entre peligros grandes, de que se hallan sembrados sus senderos.
13
4
DE la villa de Salas el palacio Contraste singular y extraño ofrece: De su fachada principal se elevan Afrentadas y ciegas las paredes, Y las macizas torres , dominando Una desierta plaza , donde crecen Bastarda yerba y cardos espinosos Sobre helados fangales y entre nieves Mientras los toscos muros de la espalda, Hoy adornados con guirnaldas verdes, Señorean gozosos un espacio, Que si un tiempo corral, hora aparece Escombrado, regado con arena, Y ocupado en reedor por turba alegre De bullicioso pueblo. Y el postigo, Aquel postigo humilde, que la suerte Hizo la sola entrada del palacio, Se ve guardado por armada gente ; Y en el patio interior cruzar los pajes Y antiguos servidores, con sus vestes De gala, aunque sin cifras ni blasones í Todo en fin el apresto de un solemne Ceremonial anuncia. A poco rato Entre la multitud, que alzara al verle Gozosos vivas, se acercó al postigo Un mensajero que de Búrgos viene. Es heraldo del conde de Castilla, Se gun dice su traje, y le preceden Tamboril y mazeros. Danle entrada Honrosa los armados, él desciende De la gallarda muía allá en el patio, Y pajes y escuderos reverentes e conducen al punto á la escalera, Do veinte hidalgos su llegada atienden, Y acia el salón con ellos se encamina En que se celebraban los banquetes. Era aquel mismo en que hace pocos (lias El conde y Rui Velázquez diferentes Afectos desplegaron, descubriendo De Lara al hijo vengador. Mas tiene Hoy mayor aparato y compostura : Hojas de pino, arena y juncias verdes Le dan alfombra, y á sus toscos muros Adorno ricos paños y doseles. En medio, en un sillón, que en parte cubre Con groseros recamos un tapete, Aunque de luto con flamantes ropas En torno orladas de trenzilla y pieles, Sentado el ciego Lara está : á su diestra Ocupa otro sillón el arcipreste, Y otro á la izquierda Zaide, y á los lados Sendos escaños hay, do asiento tienen, También de luto y con primor vestidos, be la casa de Lara los parientes. Seis armados custodian la gran puerta ; Y de pié y en la mano los birretes, Están tras el sillón de Gústios Lara Escuderos y pajes, y á su frente Con pértiga de plata el mayordomo : Inmobles todos sin hablar parecen Las figuras á e un cuadro. A poco oyóse Grande rumor de pueblo, cunde, crece Por patios y escaleras, y se escucha Fuera gritar : E n hora buena llegue Mensajero del conde soberano De Salas a l c a s t i l l o ; y cual si hubiese Un mágico poder en tales voces, Cuantos están en el salón, se mueven. Quién ajusta su barba, toca y traje, Quién hace rechinar su taburete, Quién habla en voz sumisa á su vecino, Y quién los ojos á la entrada vuelve. Lara la faz alzó, en que los afectos De inquietud, gozo y pena se suceden; Y por órden que dicta el mayordomo. La puerta abren los guardias. Aparece El heraldo del conde de Castilla, Que entrando á paso grave, con solemne Acento, en la mitad del ancho estrado, S a l u d , paz, a t e n c i ó n , grita tres veces. Desarrolla un delgado pergamino, Del que un sello de plomo atado pende Con un listón morado, y en voz clara, Tras de un saludo al auditorio, lee ün privilegio, por el cual el conde Permiso á Gústios Lara le concede Para legitimar al hijo suyo, Y como á sucesor reconocerle; Y haciendo seña de que á leer llegaba Las firmas, todos soalzan reverentes, Y él se inclina, y pronuncia el alto nombre Del señor de Castilla, y otros siete De ilustres ricos homes y prelados, Que el privilegio afirman y sostienen. Besa en seguida el blanco pergamino. Lo lleva al pecho, aplícalo á la frente, Y tras una profunda reverencia. Lo entrega con respeto á Gústios. Este, " Pues me autoriza mi señor," responde, " Para que al hijo natural eleve" " Al grado de legítimo, al momento " La usada ceremonia se celebre." El mayordomo al punto con dos pajes. Mudo y con gran prosopopeya fuese Acia una puerta lateral, abrióla, Y por ella al salón seis dueñas vienen Que parecen fantasmas ; y en seguida, Con largas tocas como pura nieve, Y una bordada ropa rozagante, La viuda del señor de Benavente, Doña Guiomar, del noble ciego hermana, Y que hoy cumplir con las funciones debe De señora de Salas. Por la diestra A Mudarra conduce •, y la precede Una joven doncella, que en las manos Saca un gran azafate con tapete De damasco cubierto. A entrambas partes Las dueñas en dos filas se detienen, Y la anciana señora, cuyo aspecto Ilustre y cuyo grave continente El respeto inspiraban mas profundo, En medio del salón luego procede A ejecutar la usada ceremonia, Que si hoy rara y aun necia nos parece, Porqué usos y costumbres han mudado, Era tan importante y tan corriente, Que aun vive en nuestros labios el proverbio Que nació de ella, v á ella se refiere. La ilustre dueña pues, tras las preguntas De fórmula á su hermano y asistentes, Tomó del azafate una camisa De lienzo, y de grandeza tal que hubiese Sobrado para el cuerpo de un gigante ; Y por Ñuño ayudada, que allí ejerce La parte de padrino, por la manga La cabeza del joven moro mete, Y por el ancho cuello se la saca, Y hasta los pies el camisón desciende. Al ver salir como de entre una nube, De en medio de aquel lienzo y grandes plieg ues, Al mancebo gentil; gritó la dueña, Vuelta al señor de Lara : Hoy te concede "Dios un hijo legítimo, heredero "De tu alto nombre, de tu sangre y bienes." Hele aquí como tal le reconozco, " Y le presento al mundo."—Así el solemne Acto dió fin : el ciego venerable Abraza al hijo y bésale mil veces , Abrázale también la anciana tia. Por el órden de grado los parientes; Y pajes, dueñas, guardias y escuderos Su pleitesía le presentan fieles Y fervorosos vivas levantaron, Que pasando artesones y paredes, Hallaron ecos mil en el concurso Que cercaba el palacio. El arcipreste Al punto en un delgado pergamino Un testimonio en toda forma extiende, Donde los caballeros que allí había De la casa de Lara, cual presentes Trazan al acto una cruz, sus nombres Escribir no sabiendo. Gústios este Documento al heraldo entrega, manda Que al conde soberano se lo lleve, Y una salva de plata y una copa Le regaló. Después un gran banquete En aquel salón mismo se dispuso, Do no tuvieron silla solamente Los deudos, caballeros é hijosdalgo, Sino también los servidores fieles De la casa; y en patios y portales Dejando entrar la bulliciosa plebe. Con larga profusión se repartieron En confuso desorden, aunque alegre, Blanco pan, duro queso, varias frutas, Terneras, cerdos, zaques y toneles. Pronto dejó el festín el ciego padre ; Por mas que ya risueña se le muestre La inconstante Fortuna, sus recuerdos, Sus achaques, su edad y los crueles Sobresaltos y dudas que aun le cercan Del porvenir, y el gran pesar que tiene De que el hijo se niega á ser cristiano, Hasta que en dura lid su nombre vengue ; Le privan de contento y de reposo, Le amargan los instantes mas alegres. Atormentan do quier su alma cascada, Y en el bullicio estar no le consienten. Dejó la presidencia del convite. Muy capaz de llevarla, al arcipreste, Y con Ñuño á su estancia retiróse. Rogando a todos que en la mesa queden. No por muy largo tiempo estuvo en ella Mudarra, activo y sobrio : á diferentes Costumbres avezado, aquellos brindis Y extraños usos poco le divierten Y dejando su asiento, los portales Atravesando y patios, do la gente Se entregaba al desórden y alegría, Solo á vagar por los contornos fuese.
29
201
Ya aguarda cara a cara pero aunque espera nadie hay tan atrevido que se le acerca. Pues temen les derribe los dientes y excusan el entrar en la lucha los hombres sienten muchos pavores
1
11
Ya habéis visto la portada de mi mansión, entrad pues... De blanco tul a través me ríe la madrugada: pienso en Dios, pienso en mi amada; miro la inmensa extensión del cielo; dulce impresión embarga mi pensamiento. ¡Y después de todo, siento que algo hay en mi corazón!
14
10
Las fatigas de un Dibé, subí por una escalera y abajá por un cordé.
41
3
¡Qué tiempos, qué movimientos, qué caminos tan extraños, qué engaños, qué desengaños, qué grandes contentamientos nacieron de tantos daños! Todo lo sufre una fe y un buen amor lo asegura y pues que mi desventura ya de enfadada se fue ven, ventura, ven y tura.
6
10
Una nave a la tierra tan vecina llegó, que desde el sitio donde estaba se ve cuanto hay en ella y determina;
43
3
Ya que llevabas mi gloria cuando de mí te apartaste, dime ¿por qué no llevaste juntamente su memoria? ¿Por qué dejaste en mi seno rastro del bien que perdí que en acordarme de ti todo placer me es ajeno?
4
8
¡Oh cuitado corazón! ¡Cuán dichoso hubieras sido si fuera tu mal fingido, como los de muchos son! Mas ¡ay!, cuán a costa mía es vuestro mal verdadero, pues mucho más persevero mientras más el mal porfía.
4
8
Has e bení a buscarme con el corasón partío, yorando gotas e sangre.
41
3
¿De Salomón encumbrado Al fin no acabó el poder Estupendo? Siempre del seno del hado Bien y mal, pena y placer Van naciendo.
16
6
¿Que al fin, las riquezas de la Arabia envidias, Icio, y a los reyes, no vencidos antes, de Saba preparas guerra luctuosa, y al medo terrible pesadas cadenas? ¿Cuál servirte puede bárbara cautiva, que llore a tus manos su esposo difunto? ¿Cuál en regio alcázar llenará tus copas, ungido el cabello de aromas süaves, mancebo ministro; enseñado solo a tirar saetas séricas, doblando el arco paterno? ¿Quién ya dudaría poder los arroyos subir a las cumbres, y el rápido Tíber volver a su fuente; si tú de Panecio las preciadas obras y las que produjo socrática escuela (No a costa de leve afán adquiridas) dar quieres en cambio de arneses íberos? ¡Tú, que prometiste virtudes mayores!
45
36
La soldada que le damos y aun el pan de los mastines comeselo con ruïnes ¡guay de nos que lo pagamos! Y de cuanto ha llevado yo no lo veo medrado otros hatos ni jubones sino un cinto con tachones de que anda rodeado.
20
9
Poniendo fin al prohemio, seguire lo proferido, mas si fuere desabrido, el quemante fuego pido sea su deuido premio, o roto con los rompidos libramientos, desde agora ten atentos los oydos.
20
9
Los dos más dulces esposos los dos más tiernos amantes los mejores madre e hijo porque son Cristo y su madre.
0
4
mostraban que en servirla eran servidas, y que por su ocasión de todas gentes en más veneración eran tenidas.
43
3
Vos sola sois el remedio de mi mal y perdimiento, y sin vos no sé qué medio ponga medio en mi tormento.
9
4
Ven, y tu ardiente cabeza Entre mis brazos reposa; Tu sueño, madre amorosa, Eterno regalaré: Ven, y yace para siempre En blanda cama mullida, Donde el silencio convida Al reposo y al no ser.
23
8
Filósofo he de ser, y tú, que oíste mis versos amorosos algún día, oye sentencias con estilo triste o lúgubres acentos, Filis mía, y di si aquél que requebrarte sabe, sabe también hablar en tono grave.
36
6
No sé qué desaventura sin ventura me ha seguido; dichosa la sepultura para el triste que en tristura toda su vida ha vivido; si de amaros me despido crece más mi desear, cuando más procuro olvido entonces estoy metido en más acuerdo de amar.
12
11
Con er jaleo y el ole, las muchachas de hoy en día se lo isen a los hombres.
41
3
Levanta, levanta del yelo de presto: y ¿cómo desmayas?, me dice mi Guía; signa tu frente por tal agonía, que turba de dentro y de fuera tu gesto. ¿Y cómo?, ¿no sabes que tengo propuesto de nunca dejarte por este caos? Tengo la gracia muy alta de Dios, que plácido puede hacerte de mesto; por ende levanta, diciendo: ¡Teos!
20
9
Es el amor que al mismo amor adora, el que creó las sílfides y ondinas, la sacra ninfa que bordando mora debajo de las aguas cristalinas. Es el amor que recordando llora las arboledas del Edén divinas, amor de allí arrancado, allí nacido, que busca en vano aquí su bien perdido.
22
8
Al galápago solo tuvo por despreciable, pero a los diez unidos tuvo como a personas de carácter.
13
4
Un fraile de su casa Giraldo era llamado, antes que fuese monje no era muy enseñado, De vez en vez hacía locuras y pecado Como un hombre soltero que vive sin cuidado.
8
4
Hacia Belén camina una pastora, la que del sol se viste grata persona. De estrellas, adornada de perlas. Lucero, es la reina del cielo que abraza llena eres de gracia.
1
10
Del cuerpo abandonado al dulce peso hundido, cual si de blanda pluma y raso fuera, se plegaba su lecho de granito.
40
4
Más de ciento que llegaban uno no más iba sano, porque aquel pueblo villano no sentían ni gustaban este sabor soberano; que con su conoscimiento no queda enfermo ninguno; entonces con este ungüento uno sanaba de ciento, y ahora ciento por uno.
6
10
Las manos sobre el pecho y en las manos un libro, una mujer hermosa reposaba sobre la urna, del cincel prodigio.
40
4
Venía en fin y por remate dellas una resplandeciendo, como hace el sol ante la luz de las estrellas;
43
3
Ven, Jarifa; tú has sufrido Como yo; tú nunca lloras; Mas ¡ay triste! que no ignoras Cuan amarga es mi aflicción. Una misma es nuestra pena, En vano el llanto contienes Tú también, como yo, tienes Desgarrado el corazón.
23
8
Oración campesina que temblaba en la azul santidad matutina.
42
3
Vivir, ¿qué cosa es la vida? la amargura de la miel, desencuentro de la piel rota por una mordida de fiera recién comida por el orgasmo del llanto; los ángeles del espanto escarban en las raíces de todas las cicatrices… nadie quiere durar tanto.
14
10
Pues ¿de cuánta diferencia mi bienandanza sería, cuán sin igual mi alegría, cuán rica mi diligencia, cuán gran ventura la mía? ¿Quién como la reina Elena, quién tan digna de memoria, quién de tales gozos llena, quién tan extraña de pena, quién tan vecina de gloria,
6
10
aquel del vellocino ensortijado, de alegres ojos y mirar gracioso, por quien yo de ninguno fui envidioso siendo de mil pastores envidiado;
10
4
Sus frondes comunicaban con el cielo de Diana; e tan lejos se mostraban, que naturaleza humana non se falla nin esplana por autores en letura selva de tan gran altura, o no Olimpio el de Toscana
23
8
Haz a la dama un día la vergüenza perder pues esto es importante, si la quieres tener, una vez que no tiene vergüenza la mujer hace más diabluras de las que ha menester.
8
4
Pensaste tené alegría, y estás bibiendo en er mundo de la gente aborresía.
41
3
Es dulce patria querida La región apellidar Do nacemos; Pero, Sevilla perdida, ¿Cuál es la patria, el hogar Que tenemos?
16
6
Las ideas, que en ronda silenciosa daban vueltas en torno a mi cerebro, poco a poco en su danza se movían con un compás más lento.
40
4
de ti, en el mar sujeto con lástima los ojos inclinando, contemplaré el aprieto del miserable bando, que las saladas ondas va cortando:
19
5
Contra sus derrumbamientos de basílicas picudas, necesitando está ayudas que sostengan firmamentos. ¡Felices ayuntamientos! entre ramajes y horquillas. Nuevas glorias amarillas nacen flores de sus bodas, después de ser puras, ¡todas! en actitud de cerillas.
14
10
Allí del liviano mundo Habrá fin la imbécil farsa; Todos en montón inmundo, Sin primero ni segundo, Iremos en la comparsa.
26
5
Cobra entonces movimiento Todo el templo y se estremece, Cual fantasma de un momento Que alza el rostro macilento Y al punto, se desvanece.
26
5
Los placeres y dulzores de esta vida trabajada que tenemos, no son sino corredores, y la muerte, la celada en que caemos: No mirando a nuestro daño, corremos a rienda suelta sin parar; des que vemos el engaño y queremos dar la vuelta, no hay lugar.
16
12
Cuando Preciosa el panderete toca, y hiere el dulce son los aires vanos, perlas son que derrama con las manos; flores son que despide de la boca.
10
4
¡Pues habla tú, Cirra, y Nisa responda, en el rudo pecho exhortando a pleno; disuelva Polinia la cuerda a la sonda, muy hondo es el lago y bajo el terreno! Ni sé tal sentido en humano geno que sin tal subsidio pueda colegir tan alta materia, ni por describir, servado el estilo con templado freno.
2
8
Si hasta ahora ninguna concesión alcanzaste de unas damas y de otras a las que adoraste, échalo en culpa tuya, pues por ti fue que erraste ya que a mí no viniste y ni me consultaste.
8
4
Vuelas, oh tortolilla, y al tierno esposo dejas en soledad y quejas; vuelves después gimiendo, recíbete arrullando, lasciva tú, si él blando; dichosa tú mil veces, que con el pico haces dulces guerras de amor y dulces paces.
20
9
Cata Francia Montesinos, cata París la ciudad, cata las aguas de Duero do van a dar en la mar; cata palacios del rey, cata los de don Beltrán, y aquella que ves más alta y que está en mejor lugar es la casa de Tomillas, mi enemigo mortal: por su lengua difamada me mandó el rey desterrar.
28
13
Reparad en mi dolor, no me seáis inadvertida, concededle a la mi vida siquiera algún miramiento; no dejéis que muera así entre penas abatido, miradme, por Dios, os pido, ¡miradme sólo un momento!
23
8
Formaron un contingente con los que del baile arriaron con otros nos mesturaron que habían agarrao también Las cosas que aquí se ven ni los diablos las pensaron.
39
6
Si vos oviérades madre, por el más solemne voto non fablásedes tan roto por la deshonor del padre. Mas algún pastor de tierra, mientra su ganado pace, vos dió por madre la tierra y sacóvos una perra según mandrágola nace.
20
9
Hay una flor que embalsama El ambiente de la vida, Y su fragancia perdida Tan sólo no se derrama En tu alma dolorida
26
5
¿Qué presta a mi contento si doy del vano dedo señalado; si, en busca desde viento, ando desalentado con ansias vivas, con mortal cuidado?
19
5
¿Por qué me detengo ahora en hablar, y dejo mil otras victorias primeras? Que en este, forzando las ondas del mar, obtuvo de Italia muy grandes riberas; este manifiestas puso sus banderas por todos los muros de los marsellanos; este fue cometa de napolitanos y sobró sus artes y cautas maneras.
2
8
Decid, Reina esclarecida, ¿dónde vais a pie, cansada, por el monte apresurada, siendo por madre escogida de Dios, y estando preñada? Siendo señora del cielo, ¿cómo vais por este suelo con tan poca autoridad? ¿Cómo en tanta soledad no habéis miedo ni recelo?
6
10
Pregunté sin dilación: Señores, ¿dó es vuestra vía? Mostrando gran afeción, pospuesta toda fullía, dijieron sin villanía: A nos place que sepades aqueso que preguntades, usando de cortesía.
23
8
Las princesas primorosas se parecen mucho a ti: cortan lirios, cortan rosas, cortan astros. Son así.
9
4
Maresitar Carmen, guiarme los pasos, pa que me aparte de la mala senda que vengo pisando.
32
4
¡En llegando á esta pasión, Un volcan, un Etna hecho. Quisiera arrancar del pecho Pedazos del corazon! ¿Qué ley, justicia ó razon Negar á los hombres sabe Prívilegio tan süave, Excepcíon tan principal, Que Dios le ha, dado á. un cristal, A un pez, á un bruto y á, un ave?
14
10
Bombacho gris guarnecido, bota de ante, espuela de oro, hierro al cinto suspendido, y a una cadena, prendido, agudo cuchillo moro.
26
5
TRAS granizos y nieves importunas El cierzo despejó los horizontes, Y una bóveda inmensa de zafiro Llenó con sus hermosos resplandores Limpio y ardiente el sol. Las altas cumbres De plata aparecieron, y del bosque, Carámbanos en vez de verdes hojas, En el yerto ramaje. Esclarecióse La ribera de Arlanza con un dia De los que en las hispánicas regiones Brillan en medio del invierno crudo, Y los mas claros son que admira el orbe. Ya estaba en su palacio Gústios Lara, Y á su fiel Ñuño pide le colocpie Do al aire abierto los ardientes rayos Del vivífico sol tranquilo goze. Ñuño al momento fuera del postigo, Ya escombrado de lefios y cascote, Que era la sola entrada del palacio. Un gran sillón de tosca encina, sobre Blancas zaleas en lugar de alfombra, Para dar gusto á su señor, dispone; Y allí después del brazo le condujo, Y con grande respeto acomodóle. Sentado el ciego Lara, entrambas manos Extendió en las rodillas, y gozóse Con el dulce calor que difundia Sobre él el padre de la luz, qne entónces Caminaba al zenit. La espalda al muro Y de pié quedó Ñuño, y cruza y pone Sobre el pecho los brazos. Los contornos La sombra oscura dibujó conformes En los toscos sillares de ambos viejos, A quienes largo espacio se Ies oye Tansolo respirar. Lara afanoso La faz alzó, tal vez los resplandores Para buscar del astro refulgen Le Esperando, infeliz ! la larga noclie Moderar de sus ojos, y á lo menos Ver tibia claridad. Desengañóle Empero la experiencia : aunque á torrentes Su lumbre, no ya un sol, sino mil soles Derramaran sobre él, siempre su vista Fuera mas insensible que los bronces . Conociólo el anciano, y abaíido Inclinando la frente, conformóse, Y empezó á susurrar en voz sumisa Sus rezos y continuas devociones. Ñuño entre tanto inmóvil espaciaba Los ojos por los llanos y los bosques, O por la inmensa bóveda celeste; Y varios pensamientos voladores En su mente cruzaban. Ya recuerdos De su primera edad, de los veloces, Fugaces dias, cuando aquellos campos, Floridas selvas y lejanos montes Donde quiera contentos le ofrecían : Ya de aquellos, que armado los furores Del combate arrostró : ya aquellas horas, En que educando á los Infantes nobles. De la paz, de la guerra y de la caza Desvelado les dio doctas lecciones ; De que cogió tan regalados frutos, En pos del lobo y jabalí feroces Viéndolos recorrer aquellas cumbres. Mostrarse en las batallas los mejores, Y lucir en las justas y festines De discreción y agilidad los dotes. De tal meditación, en que sumido Estuvo largo tiempo, al fin sacóle Con abatida voz, así diciendo. De su ciego señor el labio torpe.
29
73
Su hermoso traje de seda que el céfiro va a plegar, deja sólo adivinar lo que a la vista se veda; y para que verse pueda tanto hechizo soberano, ha dicho un alfakí anciano que es necesario morir, y ser justo, y luego ir al paraíso mahometano.
14
10
Me boy por la calle arriba; en biendo lo que yo quiero, der sielo bengan fatigas.
41
3
Alabar yo no la sé su muy perfeta figura aunque tengo más por qué, pues le tengo tanta fe por su muy gran hermosura; y si alguno, por ventura, tal dama loar podía su lindeza, su mesura, su discreción y cordura, a mí solo convenía.
12
11
Nubes de tempestad que rompe el rayo y en fuego ornáis las desprendidas orlas, arrebatado entre la niebla obscura, ¡llevadme con vosotras!
40
4
En los mismos almimbares Suele del leño brotar Tierno llanto. Los domésticos altares Suspiran para mostrar Su quebranto.
16
6
Y con ojo avaro, ardiente, Ver tanta mujer hermosa, Con esa tez transparente, Con esa tinta de rosa Sobre la tranquila frente.
26
5
Al espadachín que en vano ambicioso de opinión más se arroja viéndole un pobre gusano la fabricáis la prisión por la hoja.
16
6
Huye los soberbios mares, ven, verás, como cantamos tan deleitosos cantares que los más duros pesares suspendemos y engañamos; y aunque quien pasa dolores amor le fuerza a cantarlos, yo haré que los pastores no digan cantos de amores, porque huelgues de escucharlos.
6
10
Muchas noblezas tiene quien sirve a la mujer, lozano y hablador y sincero ha de ser; quien es bueno no debe a las damas temer, que, si causan pesares, también causan placer.
8
4
Por eso el Jansenismo Farisaico penetra los reales gabinetes, por inspirar su tósigo contra ella.
13
4
Yo me levantara, madre, la mañana de San Juan, vide estar una doncella ribericas de la mar; sola lava, sola tuerce, sola tiende en un rosal; mientras los paños se enjugan dice la niña un cantar: ¿Dó los mis amores, dó los, dó los andaré a buscar? Mar arriba, mar abajo, diciendo iba el cantar: Dígasme tú, el marinero, que Dios te guarde de mal, si los viste mis amores, si los viste allá pasar.
28
17
Anda que te den un tiro, que te jases mu persona y a la cara no te miro.
41
3
En la qual se demostrava ser monarca de potentes príngipes, que a sí levava, e sabios muy trascendentes: vi le de piedras fulgentes muy lucífera corona, más clara que non la zona de los signos transparentes.
23
8
Y tú, oh dichosa, en tu inmortal semblante, Te sonreías: ¿Para qué me llamas? ¿Cuál es tu anhelo? ¿qué padeces ahora? Me preguntabas.
17
4
No seas ambiciosa de mejor o más próspera fortuna, que vivirás ansiosa sin que pueda saciarte cosa alguna. No anheles impaciente el bien futuro; mira que ni el presente está seguro.
38
6
Mas hora no hay tardía, tanto nos es el cielo piadoso, mientras que dura el día; el pecho hervoroso en breve del dolor saca reposo;
19
5
Viene el hombre ciego al mundo cuartiándolo la esperanza, y a poco andar ya lo alcanzan las desgracias a empujones; ¡Jue pucha! que trae liciones ¡el tiempo con sus mudanzas!
39
6
Después que pasa la laguna muerta y las malvadas tres rastrilladeras, llega al honrado can, sobre la puerta, que con tres bocas guarda crudas, fieras. De dos panes que trae, el uno acierta a dar al mostruo, y guarda muy de veras el otro para darle a la tornada, como fue de la torre amaestrada
21
8
Consuma, ciñe, hiele, mate, estrecha tenga otra la voluntad cuanto quisiere; que por nardo, o por nieve, o red no espere tener la mía en su calor deshecha.
10
4
Oh! ¿Quién así pensaba dejar pudiera deslizarse el tiempo? ¡Oh, si las flores duermen, qué dulcísimo sueño!
11
4
Tres renglones nada más: tres arroyos de agua amarga que van, cantando, a la mar.
41
3
En mis versos aljamiados, júbilo y dolor trenzados.
7
2
Cuantas veces me brindan tus ojos bellos, como son de pimienta bebo con ellos. Mi forzado me dice que no le sigo; daré viento a las velas con mis suspiros.
21
8
Conoce, desdichado, tu fortuna y prevén a tu mal, que la desdicha prevenida con tiempo no penetra tanto como la súbita.
15
4
Moviéndose a compás, como una estúpida máquina, el corazón; la torpe inteligencia, del cerebro dormía en un rincón.
11
4
Ilustre Mauritania cesariense, de heroicos hechos bélico teatro, donde ha representado la fortuna al mundo los sucesos más extraños, y más ilustre ya desde que goza por numen tutelar al grande Carlos, aquel cuyos cruzados estandartes asombro son del bárbaro africano. (Cuántas aclamaciones este día por ser vuestro natal, oh Rey amado, os previniera, si de vuestro elogio pudiese contemplar digno mi labio. Mas tiempo llegará que convertido en sonante epopeya el triste canto el mundo os reverencie por mis versos y por vuestra virtud de héroes dechado). Hermosas damas, auditorio noble, y vos, generosísimo Alvarado, si digno nieto, imitador heroico de tanto campeón americano; pues si aquellos con ánimo invencible en aquel nuevo mundo sujetaron reyes e imperios, vos aquí igualmente domáis montes, rendís altos peñascos. Padrón que erige eterno a vuestro nombre el celo vuestro contra quien en vano combatirán los tiros de la envidia y el poderoso impulso de los años. Pues nada bastará para que deje el remoto Orinoco de admiraros estadista sutil, guerrero Italia, África y Portugal segundo Mario; escuchad de Melpómene española los trágicos acentos, y entretanto suspenderéis del público gobierno el afán laborioso y el cuidado. El suceso de amor más infelice Raquel os representa, su quebranto atentos escuchad, que si esto logra, basta vuestra atención para su aplauso.
29
40
También tiene el ingenio su codicia, y nunca la alabanza se desprecia que al bueno se le debe de justicia.
43
3
Entran de dos en dos en la estacada, con lento paso y grave compostura, sobre negros caballos, ocho pajes, negras la veste, la gualdrapa y plumas; después cuatro escuderos enlutados, y cuatro ancianos caballeros, cuyas armas empavonadas y rodelas con negras manchas que el blasón ocultan, y cuyas picas que por tierra arrastran, sin pendoncillo la acerada punta, que son, van tristemente publicando, de la casa de Lara y de su alcurnia.
29
12
En Sevilla está una ermita cual dicen de San Simón, adonde todas las damas iban a hacer oración. Allá va la mi señora, sobre todas la mejor, saya lleva sobre saya, mantillo de un tornasol, en la su boca muy linda lleva un poco de dulzor, en la su cara muy blanca lleva un poco de color, y en los sus ojuelos garzos lleva un poco de alcohol, a la entrada de la ermita, relumbrando como el sol. El abad que dice misa no la puede decir, no, monacillos que le ayudan no aciertan responder, no, por decir: amén, amén, decían: amor, amor.
28
22
De las ventanas descienden enredaderas vistosas que en cadenas primorosas en el aire se desprenden; y ya de noche, se encienden mil luces de mil colores que con tibios resplandores descompónense en cristales, y en apacibles raudales inundan rejas y flores.
14
10
Reina bienaventurada, de todos consolación en todo tiempo y sazón sed, pues sois nuestra abogada; mas por gracia singular, las rodillas por el suelo, pedimos nuestro consuelo mientra estamos en la mar.
4
8
El ajenuz, por fuera, negro es más que caldera y por dentro muy blanco, más que la peñavera blanca, la harina yace so negra tapadera, lo dulce y blanco esconde la caña azucarera.
8
4