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411
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Los males que son menores
de amor, es mi opinión,
que más y mayores son
que los que de ál son mayores;
y el Dios de los amadores
no da favor ni destierra
quando son merescedores;
mas do la virtud se encierra,
la gracia cobra más tierra. | 20 | 9 |
al brotar tu palabra, un saludo le envía
al sol de media noche el sol de Mediodía. | 7 | 2 |
Expediente al Estado,
necesario a la Iglesia,
se dice su exterminio,
y en sus reinos con leyes la decretan. | 13 | 4 |
Creer en la natura no es una mala usanza,
si se confía en Dios con muy firme esperanza;
y para que no tengas en mí desconfianza
pruébolo brevemente con esta semejanza. | 8 | 4 |
Abren las bocas rabiando
de la sangre que han bebido;
los colmillos regañando
parece que no han comido;
por lo que queda en el hato,
cada hora en gran rebato
nos pone con sus bramidos;
desde que hartos, más transidos
los veo cuando no cato. | 20 | 9 |
Esos tristes caminan
entre susto y recelo
y entre peligros grandes,
de que se hallan sembrados sus senderos. | 13 | 4 |
DE la villa de Salas el palacio
Contraste singular y extraño ofrece:
De su fachada principal se elevan
Afrentadas y ciegas las paredes,
Y las macizas torres , dominando
Una desierta plaza , donde crecen
Bastarda yerba y cardos espinosos
Sobre helados fangales y entre nieves
Mientras los toscos muros de la espalda,
Hoy adornados con guirnaldas verdes,
Señorean gozosos un espacio,
Que si un tiempo corral, hora aparece
Escombrado, regado con arena,
Y ocupado en reedor por turba alegre
De bullicioso pueblo. Y el postigo,
Aquel postigo humilde, que la suerte
Hizo la sola entrada del palacio,
Se ve guardado por armada gente ;
Y en el patio interior cruzar los pajes
Y antiguos servidores, con sus vestes
De gala, aunque sin cifras ni blasones í
Todo en fin el apresto de un solemne
Ceremonial anuncia. A poco rato
Entre la multitud, que alzara al verle
Gozosos vivas, se acercó al postigo
Un mensajero que de Búrgos viene.
Es heraldo del conde de Castilla,
Se gun dice su traje, y le preceden
Tamboril y mazeros. Danle entrada
Honrosa los armados, él desciende
De la gallarda muía allá en el patio,
Y pajes y escuderos reverentes
e conducen al punto á la escalera,
Do veinte hidalgos su llegada atienden,
Y acia el salón con ellos se encamina
En que se celebraban los banquetes.
Era aquel mismo en que hace pocos (lias
El conde y Rui Velázquez diferentes
Afectos desplegaron, descubriendo
De Lara al hijo vengador. Mas tiene
Hoy mayor aparato y compostura :
Hojas de pino, arena y juncias verdes
Le dan alfombra, y á sus toscos muros
Adorno ricos paños y doseles.
En medio, en un sillón, que en parte cubre
Con groseros recamos un tapete,
Aunque de luto con flamantes ropas
En torno orladas de trenzilla y pieles,
Sentado el ciego Lara está : á su diestra
Ocupa otro sillón el arcipreste,
Y otro á la izquierda Zaide, y á los lados
Sendos escaños hay, do asiento tienen,
También de luto y con primor vestidos,
be la casa de Lara los parientes.
Seis armados custodian la gran puerta ;
Y de pié y en la mano los birretes,
Están tras el sillón de Gústios Lara
Escuderos y pajes, y á su frente
Con pértiga de plata el mayordomo :
Inmobles todos sin hablar parecen
Las figuras á e un cuadro. A poco oyóse
Grande rumor de pueblo, cunde, crece
Por patios y escaleras, y se escucha
Fuera gritar : E n hora buena llegue
Mensajero del conde soberano
De Salas a l c a s t i l l o ; y cual si hubiese
Un mágico poder en tales voces,
Cuantos están en el salón, se mueven.
Quién ajusta su barba, toca y traje,
Quién hace rechinar su taburete,
Quién habla en voz sumisa á su vecino,
Y quién los ojos á la entrada vuelve.
Lara la faz alzó, en que los afectos
De inquietud, gozo y pena se suceden;
Y por órden que dicta el mayordomo.
La puerta abren los guardias. Aparece
El heraldo del conde de Castilla,
Que entrando á paso grave, con solemne
Acento, en la mitad del ancho estrado,
S a l u d , paz, a t e n c i ó n , grita tres veces.
Desarrolla un delgado pergamino,
Del que un sello de plomo atado pende
Con un listón morado, y en voz clara,
Tras de un saludo al auditorio, lee
ün privilegio, por el cual el conde
Permiso á Gústios Lara le concede
Para legitimar al hijo suyo,
Y como á sucesor reconocerle;
Y haciendo seña de que á leer llegaba
Las firmas, todos soalzan reverentes,
Y él se inclina, y pronuncia el alto nombre
Del señor de Castilla, y otros siete
De ilustres ricos homes y prelados,
Que el privilegio afirman y sostienen.
Besa en seguida el blanco pergamino.
Lo lleva al pecho, aplícalo á la frente,
Y tras una profunda reverencia.
Lo entrega con respeto á Gústios. Este,
" Pues me autoriza mi señor," responde,
" Para que al hijo natural eleve"
" Al grado de legítimo, al momento
" La usada ceremonia se celebre."
El mayordomo al punto con dos pajes.
Mudo y con gran prosopopeya fuese
Acia una puerta lateral, abrióla,
Y por ella al salón seis dueñas vienen
Que parecen fantasmas ; y en seguida,
Con largas tocas como pura nieve,
Y una bordada ropa rozagante,
La viuda del señor de Benavente,
Doña Guiomar, del noble ciego hermana,
Y que hoy cumplir con las funciones debe
De señora de Salas. Por la diestra
A Mudarra conduce •, y la precede
Una joven doncella, que en las manos
Saca un gran azafate con tapete
De damasco cubierto. A entrambas partes
Las dueñas en dos filas se detienen,
Y la anciana señora, cuyo aspecto
Ilustre y cuyo grave continente
El respeto inspiraban mas profundo,
En medio del salón luego procede
A ejecutar la usada ceremonia,
Que si hoy rara y aun necia nos parece,
Porqué usos y costumbres han mudado,
Era tan importante y tan corriente,
Que aun vive en nuestros labios el proverbio
Que nació de ella, v á ella se refiere.
La ilustre dueña pues, tras las preguntas
De fórmula á su hermano y asistentes,
Tomó del azafate una camisa
De lienzo, y de grandeza tal que hubiese
Sobrado para el cuerpo de un gigante ;
Y por Ñuño ayudada, que allí ejerce
La parte de padrino, por la manga
La cabeza del joven moro mete,
Y por el ancho cuello se la saca,
Y hasta los pies el camisón desciende.
Al ver salir como de entre una nube,
De en medio de aquel lienzo y grandes plieg ues,
Al mancebo gentil; gritó la dueña,
Vuelta al señor de Lara : Hoy te concede
"Dios un hijo legítimo, heredero
"De tu alto nombre, de tu sangre y bienes."
Hele aquí como tal le reconozco,
" Y le presento al mundo."—Así el solemne
Acto dió fin : el ciego venerable
Abraza al hijo y bésale mil veces ,
Abrázale también la anciana tia.
Por el órden de grado los parientes;
Y pajes, dueñas, guardias y escuderos
Su pleitesía le presentan fieles
Y fervorosos vivas levantaron,
Que pasando artesones y paredes,
Hallaron ecos mil en el concurso
Que cercaba el palacio. El arcipreste
Al punto en un delgado pergamino
Un testimonio en toda forma extiende,
Donde los caballeros que allí había
De la casa de Lara, cual presentes
Trazan al acto una cruz, sus nombres
Escribir no sabiendo. Gústios este
Documento al heraldo entrega, manda
Que al conde soberano se lo lleve,
Y una salva de plata y una copa
Le regaló. Después un gran banquete
En aquel salón mismo se dispuso,
Do no tuvieron silla solamente
Los deudos, caballeros é hijosdalgo,
Sino también los servidores fieles
De la casa; y en patios y portales
Dejando entrar la bulliciosa plebe.
Con larga profusión se repartieron
En confuso desorden, aunque alegre,
Blanco pan, duro queso, varias frutas,
Terneras, cerdos, zaques y toneles.
Pronto dejó el festín el ciego padre ;
Por mas que ya risueña se le muestre
La inconstante Fortuna, sus recuerdos,
Sus achaques, su edad y los crueles
Sobresaltos y dudas que aun le cercan
Del porvenir, y el gran pesar que tiene
De que el hijo se niega á ser cristiano,
Hasta que en dura lid su nombre vengue ;
Le privan de contento y de reposo,
Le amargan los instantes mas alegres.
Atormentan do quier su alma cascada,
Y en el bullicio estar no le consienten.
Dejó la presidencia del convite.
Muy capaz de llevarla, al arcipreste,
Y con Ñuño á su estancia retiróse.
Rogando a todos que en la mesa queden.
No por muy largo tiempo estuvo en ella
Mudarra, activo y sobrio : á diferentes
Costumbres avezado, aquellos brindis
Y extraños usos poco le divierten
Y dejando su asiento, los portales
Atravesando y patios, do la gente
Se entregaba al desórden y alegría,
Solo á vagar por los contornos fuese. | 29 | 201 |
Ya aguarda cara a cara
pero aunque espera
nadie hay tan atrevido
que se le acerca.
Pues temen
les derribe los dientes
y excusan
el entrar en la lucha
los hombres
sienten muchos pavores | 1 | 11 |
Ya habéis visto la portada
de mi mansión, entrad pues...
De blanco tul a través
me ríe la madrugada:
pienso en Dios, pienso en mi amada;
miro la inmensa extensión
del cielo; dulce impresión
embarga mi pensamiento.
¡Y después de todo, siento
que algo hay en mi corazón! | 14 | 10 |
Las fatigas de un Dibé,
subí por una escalera
y abajá por un cordé. | 41 | 3 |
¡Qué tiempos, qué movimientos,
qué caminos tan extraños,
qué engaños, qué desengaños,
qué grandes contentamientos
nacieron de tantos daños!
Todo lo sufre una fe
y un buen amor lo asegura
y pues que mi desventura
ya de enfadada se fue
ven, ventura, ven y tura. | 6 | 10 |
Una nave a la tierra tan vecina
llegó, que desde el sitio donde estaba
se ve cuanto hay en ella y determina; | 43 | 3 |
Ya que llevabas mi gloria
cuando de mí te apartaste,
dime ¿por qué no llevaste
juntamente su memoria?
¿Por qué dejaste en mi seno
rastro del bien que perdí
que en acordarme de ti
todo placer me es ajeno? | 4 | 8 |
¡Oh cuitado corazón!
¡Cuán dichoso hubieras sido
si fuera tu mal fingido,
como los de muchos son!
Mas ¡ay!, cuán a costa mía
es vuestro mal verdadero,
pues mucho más persevero
mientras más el mal porfía. | 4 | 8 |
Has e bení a buscarme
con el corasón partío,
yorando gotas e sangre. | 41 | 3 |
¿De Salomón encumbrado
Al fin no acabó el poder
Estupendo?
Siempre del seno del hado
Bien y mal, pena y placer
Van naciendo. | 16 | 6 |
¿Que al fin, las riquezas
de la Arabia envidias,
Icio, y a los reyes,
no vencidos antes,
de Saba preparas
guerra luctuosa,
y al medo terrible
pesadas cadenas?
¿Cuál servirte puede
bárbara cautiva,
que llore a tus manos
su esposo difunto?
¿Cuál en regio alcázar
llenará tus copas,
ungido el cabello
de aromas süaves,
mancebo ministro;
enseñado solo
a tirar saetas
séricas, doblando
el arco paterno?
¿Quién ya dudaría
poder los arroyos
subir a las cumbres,
y el rápido Tíber
volver a su fuente;
si tú de Panecio
las preciadas obras
y las que produjo
socrática escuela
(No a costa de leve
afán adquiridas)
dar quieres en cambio
de arneses íberos?
¡Tú, que prometiste
virtudes mayores! | 45 | 36 |
La soldada que le damos
y aun el pan de los mastines
comeselo con ruïnes
¡guay de nos que lo pagamos!
Y de cuanto ha llevado
yo no lo veo medrado
otros hatos ni jubones
sino un cinto con tachones
de que anda rodeado. | 20 | 9 |
Poniendo fin al prohemio,
seguire lo proferido,
mas si fuere desabrido,
el quemante fuego pido
sea su deuido premio,
o roto con los rompidos
libramientos,
desde agora ten atentos
los oydos. | 20 | 9 |
Los dos más dulces esposos
los dos más tiernos amantes
los mejores madre e hijo
porque son Cristo y su madre. | 0 | 4 |
mostraban que en servirla eran servidas,
y que por su ocasión de todas gentes
en más veneración eran tenidas. | 43 | 3 |
Vos sola sois el remedio
de mi mal y perdimiento,
y sin vos no sé qué medio
ponga medio en mi tormento. | 9 | 4 |
Ven, y tu ardiente cabeza
Entre mis brazos reposa;
Tu sueño, madre amorosa,
Eterno regalaré:
Ven, y yace para siempre
En blanda cama mullida,
Donde el silencio convida
Al reposo y al no ser. | 23 | 8 |
Filósofo he de ser, y tú, que oíste
mis versos amorosos algún día,
oye sentencias con estilo triste
o lúgubres acentos, Filis mía,
y di si aquél que requebrarte sabe,
sabe también hablar en tono grave. | 36 | 6 |
No sé qué desaventura
sin ventura me ha seguido;
dichosa la sepultura
para el triste que en tristura
toda su vida ha vivido;
si de amaros me despido
crece más mi desear,
cuando más procuro olvido
entonces estoy metido
en más acuerdo de amar. | 12 | 11 |
Con er jaleo y el ole,
las muchachas de hoy en día
se lo isen a los hombres. | 41 | 3 |
Levanta, levanta del yelo de presto:
y ¿cómo desmayas?, me dice mi Guía;
signa tu frente por tal agonía,
que turba de dentro y de fuera tu gesto.
¿Y cómo?, ¿no sabes que tengo propuesto
de nunca dejarte por este caos?
Tengo la gracia muy alta de Dios,
que plácido puede hacerte de mesto;
por ende levanta, diciendo: ¡Teos! | 20 | 9 |
Es el amor que al mismo amor adora,
el que creó las sílfides y ondinas,
la sacra ninfa que bordando mora
debajo de las aguas cristalinas.
Es el amor que recordando llora
las arboledas del Edén divinas,
amor de allí arrancado, allí nacido,
que busca en vano aquí su bien perdido. | 22 | 8 |
Al galápago solo
tuvo por despreciable,
pero a los diez unidos
tuvo como a personas de carácter. | 13 | 4 |
Un fraile de su casa Giraldo era llamado,
antes que fuese monje no era muy enseñado,
De vez en vez hacía locuras y pecado
Como un hombre soltero que vive sin cuidado. | 8 | 4 |
Hacia Belén camina
una pastora,
la que del sol se viste
grata persona.
De estrellas,
adornada de perlas.
Lucero,
es la reina del cielo
que abraza
llena eres de gracia. | 1 | 10 |
Del cuerpo abandonado
al dulce peso hundido,
cual si de blanda pluma y raso fuera,
se plegaba su lecho de granito. | 40 | 4 |
Más de ciento que llegaban
uno no más iba sano,
porque aquel pueblo villano
no sentían ni gustaban
este sabor soberano;
que con su conoscimiento
no queda enfermo ninguno;
entonces con este ungüento
uno sanaba de ciento,
y ahora ciento por uno. | 6 | 10 |
Las manos sobre el pecho
y en las manos un libro,
una mujer hermosa reposaba
sobre la urna, del cincel prodigio. | 40 | 4 |
Venía en fin y por remate dellas
una resplandeciendo, como hace
el sol ante la luz de las estrellas; | 43 | 3 |
Ven, Jarifa; tú has sufrido
Como yo; tú nunca lloras;
Mas ¡ay triste! que no ignoras
Cuan amarga es mi aflicción.
Una misma es nuestra pena,
En vano el llanto contienes
Tú también, como yo, tienes
Desgarrado el corazón. | 23 | 8 |
Oración campesina
que temblaba en la azul
santidad matutina. | 42 | 3 |
Vivir, ¿qué cosa es la vida?
la amargura de la miel,
desencuentro de la piel
rota por una mordida
de fiera recién comida
por el orgasmo del llanto;
los ángeles del espanto
escarban en las raíces
de todas las cicatrices…
nadie quiere durar tanto. | 14 | 10 |
Pues ¿de cuánta diferencia
mi bienandanza sería,
cuán sin igual mi alegría,
cuán rica mi diligencia,
cuán gran ventura la mía?
¿Quién como la reina Elena,
quién tan digna de memoria,
quién de tales gozos llena,
quién tan extraña de pena,
quién tan vecina de gloria, | 6 | 10 |
aquel del vellocino ensortijado,
de alegres ojos y mirar gracioso,
por quien yo de ninguno fui envidioso
siendo de mil pastores envidiado; | 10 | 4 |
Sus frondes comunicaban
con el cielo de Diana;
e tan lejos se mostraban,
que naturaleza humana
non se falla nin esplana
por autores en letura
selva de tan gran altura,
o no Olimpio el de Toscana | 23 | 8 |
Haz a la dama un día la vergüenza perder
pues esto es importante, si la quieres tener,
una vez que no tiene vergüenza la mujer
hace más diabluras de las que ha menester. | 8 | 4 |
Pensaste tené alegría,
y estás bibiendo en er mundo
de la gente aborresía. | 41 | 3 |
Es dulce patria querida
La región apellidar
Do nacemos;
Pero, Sevilla perdida,
¿Cuál es la patria, el hogar
Que tenemos? | 16 | 6 |
Las ideas, que en ronda silenciosa
daban vueltas en torno a mi cerebro,
poco a poco en su danza se movían
con un compás más lento. | 40 | 4 |
de ti, en el mar sujeto
con lástima los ojos inclinando,
contemplaré el aprieto
del miserable bando,
que las saladas ondas va cortando: | 19 | 5 |
Contra sus derrumbamientos
de basílicas picudas,
necesitando está ayudas
que sostengan firmamentos.
¡Felices ayuntamientos!
entre ramajes y horquillas.
Nuevas glorias amarillas
nacen flores de sus bodas,
después de ser puras, ¡todas!
en actitud de cerillas. | 14 | 10 |
Allí del liviano mundo
Habrá fin la imbécil farsa;
Todos en montón inmundo,
Sin primero ni segundo,
Iremos en la comparsa. | 26 | 5 |
Cobra entonces movimiento
Todo el templo y se estremece,
Cual fantasma de un momento
Que alza el rostro macilento
Y al punto, se desvanece. | 26 | 5 |
Los placeres y dulzores
de esta vida trabajada
que tenemos,
no son sino corredores,
y la muerte, la celada
en que caemos:
No mirando a nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
des que vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar. | 16 | 12 |
Cuando Preciosa el panderete toca,
y hiere el dulce son los aires vanos,
perlas son que derrama con las manos;
flores son que despide de la boca. | 10 | 4 |
¡Pues habla tú, Cirra, y Nisa responda,
en el rudo pecho exhortando a pleno;
disuelva Polinia la cuerda a la sonda,
muy hondo es el lago y bajo el terreno!
Ni sé tal sentido en humano geno
que sin tal subsidio pueda colegir
tan alta materia, ni por describir,
servado el estilo con templado freno. | 2 | 8 |
Si hasta ahora ninguna concesión alcanzaste
de unas damas y de otras a las que adoraste,
échalo en culpa tuya, pues por ti fue que erraste
ya que a mí no viniste y ni me consultaste. | 8 | 4 |
Vuelas, oh tortolilla,
y al tierno esposo dejas
en soledad y quejas;
vuelves después gimiendo,
recíbete arrullando,
lasciva tú, si él blando;
dichosa tú mil veces,
que con el pico haces
dulces guerras de amor y dulces paces. | 20 | 9 |
Cata Francia Montesinos,
cata París la ciudad,
cata las aguas de Duero
do van a dar en la mar;
cata palacios del rey,
cata los de don Beltrán,
y aquella que ves más alta
y que está en mejor lugar
es la casa de Tomillas,
mi enemigo mortal:
por su lengua difamada
me mandó el rey desterrar. | 28 | 13 |
Reparad en mi dolor,
no me seáis inadvertida,
concededle a la mi vida
siquiera algún miramiento;
no dejéis que muera así
entre penas abatido,
miradme, por Dios, os pido,
¡miradme sólo un momento! | 23 | 8 |
Formaron un contingente
con los que del baile arriaron
con otros nos mesturaron
que habían agarrao también
Las cosas que aquí se ven
ni los diablos las pensaron. | 39 | 6 |
Si vos oviérades madre,
por el más solemne voto
non fablásedes tan roto
por la deshonor del padre.
Mas algún pastor de tierra,
mientra su ganado pace,
vos dió por madre la tierra
y sacóvos una perra
según mandrágola nace. | 20 | 9 |
Hay una flor que embalsama
El ambiente de la vida,
Y su fragancia perdida
Tan sólo no se derrama
En tu alma dolorida | 26 | 5 |
¿Qué presta a mi contento
si doy del vano dedo señalado;
si, en busca desde viento,
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado? | 19 | 5 |
¿Por qué me detengo ahora en hablar,
y dejo mil otras victorias primeras?
Que en este, forzando las ondas del mar,
obtuvo de Italia muy grandes riberas;
este manifiestas puso sus banderas
por todos los muros de los marsellanos;
este fue cometa de napolitanos
y sobró sus artes y cautas maneras. | 2 | 8 |
Decid, Reina esclarecida,
¿dónde vais a pie, cansada,
por el monte apresurada,
siendo por madre escogida
de Dios, y estando preñada?
Siendo señora del cielo,
¿cómo vais por este suelo
con tan poca autoridad?
¿Cómo en tanta soledad
no habéis miedo ni recelo? | 6 | 10 |
Pregunté sin dilación:
Señores, ¿dó es vuestra vía?
Mostrando gran afeción,
pospuesta toda fullía,
dijieron sin villanía:
A nos place que sepades
aqueso que preguntades,
usando de cortesía. | 23 | 8 |
Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti:
cortan lirios, cortan rosas,
cortan astros. Son así. | 9 | 4 |
Maresitar Carmen,
guiarme los pasos,
pa que me aparte de la mala senda
que vengo pisando. | 32 | 4 |
¡En llegando á esta pasión,
Un volcan, un Etna hecho.
Quisiera arrancar del pecho
Pedazos del corazon!
¿Qué ley, justicia ó razon
Negar á los hombres sabe
Prívilegio tan süave,
Excepcíon tan principal,
Que Dios le ha, dado á. un cristal,
A un pez, á un bruto y á, un ave? | 14 | 10 |
Bombacho gris guarnecido,
bota de ante, espuela de oro,
hierro al cinto suspendido,
y a una cadena, prendido,
agudo cuchillo moro. | 26 | 5 |
TRAS granizos y nieves importunas
El cierzo despejó los horizontes,
Y una bóveda inmensa de zafiro
Llenó con sus hermosos resplandores
Limpio y ardiente el sol. Las altas cumbres
De plata aparecieron, y del bosque,
Carámbanos en vez de verdes hojas,
En el yerto ramaje. Esclarecióse
La ribera de Arlanza con un dia
De los que en las hispánicas regiones
Brillan en medio del invierno crudo,
Y los mas claros son que admira el orbe.
Ya estaba en su palacio Gústios Lara,
Y á su fiel Ñuño pide le colocpie
Do al aire abierto los ardientes rayos
Del vivífico sol tranquilo goze.
Ñuño al momento fuera del postigo,
Ya escombrado de lefios y cascote,
Que era la sola entrada del palacio.
Un gran sillón de tosca encina, sobre
Blancas zaleas en lugar de alfombra,
Para dar gusto á su señor, dispone;
Y allí después del brazo le condujo,
Y con grande respeto acomodóle.
Sentado el ciego Lara, entrambas manos
Extendió en las rodillas, y gozóse
Con el dulce calor que difundia
Sobre él el padre de la luz, qne entónces
Caminaba al zenit. La espalda al muro
Y de pié quedó Ñuño, y cruza y pone
Sobre el pecho los brazos. Los contornos
La sombra oscura dibujó conformes
En los toscos sillares de ambos viejos,
A quienes largo espacio se Ies oye
Tansolo respirar. Lara afanoso
La faz alzó, tal vez los resplandores
Para buscar del astro refulgen Le
Esperando, infeliz ! la larga noclie
Moderar de sus ojos, y á lo menos
Ver tibia claridad. Desengañóle
Empero la experiencia : aunque á torrentes
Su lumbre, no ya un sol, sino mil soles
Derramaran sobre él, siempre su vista
Fuera mas insensible que los bronces .
Conociólo el anciano, y abaíido
Inclinando la frente, conformóse,
Y empezó á susurrar en voz sumisa
Sus rezos y continuas devociones.
Ñuño entre tanto inmóvil espaciaba
Los ojos por los llanos y los bosques,
O por la inmensa bóveda celeste;
Y varios pensamientos voladores
En su mente cruzaban. Ya recuerdos
De su primera edad, de los veloces,
Fugaces dias, cuando aquellos campos,
Floridas selvas y lejanos montes
Donde quiera contentos le ofrecían :
Ya de aquellos, que armado los furores
Del combate arrostró : ya aquellas horas,
En que educando á los Infantes nobles.
De la paz, de la guerra y de la caza
Desvelado les dio doctas lecciones ;
De que cogió tan regalados frutos,
En pos del lobo y jabalí feroces
Viéndolos recorrer aquellas cumbres.
Mostrarse en las batallas los mejores,
Y lucir en las justas y festines
De discreción y agilidad los dotes.
De tal meditación, en que sumido
Estuvo largo tiempo, al fin sacóle
Con abatida voz, así diciendo.
De su ciego señor el labio torpe. | 29 | 73 |
Su hermoso traje de seda
que el céfiro va a plegar,
deja sólo adivinar
lo que a la vista se veda;
y para que verse pueda
tanto hechizo soberano,
ha dicho un alfakí anciano
que es necesario morir,
y ser justo, y luego ir
al paraíso mahometano. | 14 | 10 |
Me boy por la calle arriba;
en biendo lo que yo quiero,
der sielo bengan fatigas. | 41 | 3 |
Alabar yo no la sé
su muy perfeta figura
aunque tengo más por qué,
pues le tengo tanta fe
por su muy gran hermosura;
y si alguno, por ventura,
tal dama loar podía
su lindeza, su mesura,
su discreción y cordura,
a mí solo convenía. | 12 | 11 |
Nubes de tempestad que rompe el rayo
y en fuego ornáis las desprendidas orlas,
arrebatado entre la niebla obscura,
¡llevadme con vosotras! | 40 | 4 |
En los mismos almimbares
Suele del leño brotar
Tierno llanto.
Los domésticos altares
Suspiran para mostrar
Su quebranto. | 16 | 6 |
Y con ojo avaro, ardiente,
Ver tanta mujer hermosa,
Con esa tez transparente,
Con esa tinta de rosa
Sobre la tranquila frente. | 26 | 5 |
Al espadachín que en vano
ambicioso de opinión
más se arroja
viéndole un pobre gusano
la fabricáis la prisión
por la hoja. | 16 | 6 |
Huye los soberbios mares,
ven, verás, como cantamos
tan deleitosos cantares
que los más duros pesares
suspendemos y engañamos;
y aunque quien pasa dolores
amor le fuerza a cantarlos,
yo haré que los pastores
no digan cantos de amores,
porque huelgues de escucharlos. | 6 | 10 |
Muchas noblezas tiene quien sirve a la mujer,
lozano y hablador y sincero ha de ser;
quien es bueno no debe a las damas temer,
que, si causan pesares, también causan placer. | 8 | 4 |
Por eso el Jansenismo
Farisaico penetra
los reales gabinetes,
por inspirar su tósigo contra ella. | 13 | 4 |
Yo me levantara, madre,
la mañana de San Juan,
vide estar una doncella
ribericas de la mar;
sola lava, sola tuerce,
sola tiende en un rosal;
mientras los paños se enjugan
dice la niña un cantar:
¿Dó los mis amores, dó los,
dó los andaré a buscar?
Mar arriba, mar abajo,
diciendo iba el cantar:
Dígasme tú, el marinero,
que Dios te guarde de mal,
si los viste mis amores,
si los viste allá pasar. | 28 | 17 |
Anda que te den un tiro,
que te jases mu persona
y a la cara no te miro. | 41 | 3 |
En la qual se demostrava
ser monarca de potentes
príngipes, que a sí levava,
e sabios muy trascendentes:
vi le de piedras fulgentes
muy lucífera corona,
más clara que non la zona
de los signos transparentes. | 23 | 8 |
Y tú, oh dichosa, en tu inmortal semblante,
Te sonreías: ¿Para qué me llamas?
¿Cuál es tu anhelo? ¿qué padeces ahora?
Me preguntabas. | 17 | 4 |
No seas ambiciosa
de mejor o más próspera fortuna,
que vivirás ansiosa
sin que pueda saciarte cosa alguna.
No anheles impaciente el bien futuro;
mira que ni el presente está seguro. | 38 | 6 |
Mas hora no hay tardía,
tanto nos es el cielo piadoso,
mientras que dura el día;
el pecho hervoroso
en breve del dolor saca reposo; | 19 | 5 |
Viene el hombre ciego al mundo
cuartiándolo la esperanza,
y a poco andar ya lo alcanzan
las desgracias a empujones;
¡Jue pucha! que trae liciones
¡el tiempo con sus mudanzas! | 39 | 6 |
Después que pasa la laguna muerta
y las malvadas tres rastrilladeras,
llega al honrado can, sobre la puerta,
que con tres bocas guarda crudas, fieras.
De dos panes que trae, el uno acierta
a dar al mostruo, y guarda muy de veras
el otro para darle a la tornada,
como fue de la torre amaestrada | 21 | 8 |
Consuma, ciñe, hiele, mate, estrecha
tenga otra la voluntad cuanto quisiere;
que por nardo, o por nieve, o red no espere
tener la mía en su calor deshecha. | 10 | 4 |
Oh! ¿Quién así pensaba
dejar pudiera deslizarse el tiempo?
¡Oh, si las flores duermen,
qué dulcísimo sueño! | 11 | 4 |
Tres renglones nada más:
tres arroyos de agua amarga
que van, cantando, a la mar. | 41 | 3 |
En mis versos aljamiados,
júbilo y dolor trenzados. | 7 | 2 |
Cuantas veces me brindan
tus ojos bellos,
como son de pimienta
bebo con ellos.
Mi forzado me dice
que no le sigo;
daré viento a las velas
con mis suspiros. | 21 | 8 |
Conoce, desdichado, tu fortuna
y prevén a tu mal, que la desdicha
prevenida con tiempo no penetra
tanto como la súbita. | 15 | 4 |
Moviéndose a compás, como una estúpida
máquina, el corazón;
la torpe inteligencia, del cerebro
dormía en un rincón. | 11 | 4 |
Ilustre Mauritania cesariense,
de heroicos hechos bélico teatro,
donde ha representado la fortuna
al mundo los sucesos más extraños,
y más ilustre ya desde que goza
por numen tutelar al grande Carlos,
aquel cuyos cruzados estandartes
asombro son del bárbaro africano.
(Cuántas aclamaciones este día
por ser vuestro natal, oh Rey amado,
os previniera, si de vuestro elogio
pudiese contemplar digno mi labio.
Mas tiempo llegará que convertido
en sonante epopeya el triste canto
el mundo os reverencie por mis versos
y por vuestra virtud de héroes dechado).
Hermosas damas, auditorio noble,
y vos, generosísimo Alvarado,
si digno nieto, imitador heroico
de tanto campeón americano;
pues si aquellos con ánimo invencible
en aquel nuevo mundo sujetaron
reyes e imperios, vos aquí igualmente
domáis montes, rendís altos peñascos.
Padrón que erige eterno a vuestro nombre
el celo vuestro contra quien en vano
combatirán los tiros de la envidia
y el poderoso impulso de los años.
Pues nada bastará para que deje
el remoto Orinoco de admiraros
estadista sutil, guerrero Italia,
África y Portugal segundo Mario;
escuchad de Melpómene española
los trágicos acentos, y entretanto
suspenderéis del público gobierno
el afán laborioso y el cuidado.
El suceso de amor más infelice
Raquel os representa, su quebranto
atentos escuchad, que si esto logra,
basta vuestra atención para su aplauso. | 29 | 40 |
También tiene el ingenio su codicia,
y nunca la alabanza se desprecia
que al bueno se le debe de justicia. | 43 | 3 |
Entran de dos en dos en la estacada,
con lento paso y grave compostura,
sobre negros caballos, ocho pajes,
negras la veste, la gualdrapa y plumas;
después cuatro escuderos enlutados,
y cuatro ancianos caballeros, cuyas
armas empavonadas y rodelas
con negras manchas que el blasón ocultan,
y cuyas picas que por tierra arrastran,
sin pendoncillo la acerada punta,
que son, van tristemente publicando,
de la casa de Lara y de su alcurnia. | 29 | 12 |
En Sevilla está una ermita
cual dicen de San Simón,
adonde todas las damas
iban a hacer oración.
Allá va la mi señora,
sobre todas la mejor,
saya lleva sobre saya,
mantillo de un tornasol,
en la su boca muy linda
lleva un poco de dulzor,
en la su cara muy blanca
lleva un poco de color,
y en los sus ojuelos garzos
lleva un poco de alcohol,
a la entrada de la ermita,
relumbrando como el sol.
El abad que dice misa
no la puede decir, no,
monacillos que le ayudan
no aciertan responder, no,
por decir: amén, amén,
decían: amor, amor. | 28 | 22 |
De las ventanas descienden
enredaderas vistosas
que en cadenas primorosas
en el aire se desprenden;
y ya de noche, se encienden
mil luces de mil colores
que con tibios resplandores
descompónense en cristales,
y en apacibles raudales
inundan rejas y flores. | 14 | 10 |
Reina bienaventurada,
de todos consolación
en todo tiempo y sazón
sed, pues sois nuestra abogada;
mas por gracia singular,
las rodillas por el suelo,
pedimos nuestro consuelo
mientra estamos en la mar. | 4 | 8 |
El ajenuz, por fuera, negro es más que caldera
y por dentro muy blanco, más que la peñavera
blanca, la harina yace so negra tapadera,
lo dulce y blanco esconde la caña azucarera. | 8 | 4 |