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411
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¡Maldita, hermosa, mi estrella!
¿Qué ha de valerme la vida,
Si no he de hallarte con ella
Ni en Granada la florida
Ni en mi Córdoba la bella? | 26 | 5 |
Los suspiros son aire y van al aire.
Las lágrimas son agua y van al mar.
Dime, mujer: cuando el amor se olvida,
¿sabes tú adónde va? | 11 | 4 |
Pero véate yo y muera;
Que no sé, rendido ya.
Si el verte muerte me da.
El no verte qué me diera.
Fuera, mas que muerte fiera,
Ira, rabia y dolor fuerte;
Fuera muerte: desta suerte
Su rigor he ponderado.
Pues dar vida á un desdichado
Es dar á un dichoso muerte. | 14 | 10 |
¿Quién puede llamarnos vieja?
La espeja.
¿Y qué nos pule el carrillo?
El brillo.
¿Si en la mirada no hay cruce?
Reduce.
De tal forma nos seduce
la apariencia en el cristal,
que cuando nos vemos mal
la espeja el brillo reduce. | 24 | 11 |
Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé... | 35 | 4 |
En la aurora feliz de tus amores,
sólo querías el dinero en flores; | 7 | 2 |
¡Cuántos silbos, cuántas voces
la nava oyó, de Zuheros,
sentidos bien de sus valles,
guardadas mal de sus ecos!
Vaqueros las dan, buscando
la hermosa, por lo menos,
cerrera, luciente hija
del toro que pisa el cielo. | 21 | 8 |
Profetas que rasgasteis inspirados
del porvenir el velo misterioso:
al que sacó la luz de las tinieblas
rogadle por nosotros. | 40 | 4 |
Si tú haces que oya
debajo desta hiedra
mis lágrimas, que siguen tu armonía,
octavo muro a Troya
renacer piedra a piedra
hará tu son de su ceniza fría,
que es más posible caso
convocar piedras que enfrenalle el paso. | 21 | 8 |
Para emprender la jornada
desta ciudad, que ya tiene
nombre de Ciudad Real,
juntó el gallardo maestre
dos mil lucidos infantes
de sus vasallos valientes,
y trescientos de a caballo
de seglares y de freiles.... | 28 | 9 |
Porque si es verdad que llora
mi captiverio en tu arena,
bien puedes al mar del Sur
vencer en lucientes perlas. | 0 | 4 |
En la interior bodega
de mi amado bebí, y cuando salía,
por toda aquesta vega,
ya cosa no sabía
y el ganado perdí que antes seguía. | 19 | 5 |
¡Cuán diversas sendas
se suelen seguir
en el repartir
honras y haciendas!
A unos da encomiendas,
a otros, sambenitos.
Cuando pitos, flautas,
cuando flautas, pitos. | 21 | 8 |
Y tímida ante el mundo, de manera
que encerrada en silencio no salía,
sino cuando en la dulce primavera
era la hora de la melodía... | 35 | 4 |
Y cantará la poesía plena
en sus arpegios de brillantes alas
y lucirá su rozagantes galas
¡Mi poesía! | 17 | 4 |
Y oyen seres terrestres y habitantes marinos
la voz de los crinados cuadrúpedos divinos. | 7 | 2 |
De la Luna la unción por arte mágica
derrite la materia de las cosas,
y su alma queda así, flotante y libre,
libre en el sueño. | 17 | 4 |
Deténte, cierzo muerto;
ven, austro, que recurdas los amores,
aspira por mi huerto,
y corran sus olores,
y pacerá el amado entre las flores. | 19 | 5 |
Atormentado el can, tanto camina
por la casa infernal, toda ahumada,
que hallando a la bella Proserpina,
de Venus le recuenta la embajada.
Ni a reposarse ni a sentarse inclina,
ni a comer, ni a otra cosa, aunque rogada;
mas la bujeta espera con gran pena,
que luego se la da, cerrada y llena. | 21 | 8 |
techo pajizo, adonde
jamás hizo morada el enemigo
cuidado, ni se asconde
invidia en rostro amigo,
ni voy perjura, ni mortal testigo; | 19 | 5 |
Por las noches me desvelo
entre sueño y poesía
de colores.
Así, la luna y el cielo
me acompañan hasta el día
sin actores. | 16 | 6 |
segura navegabas,
que por la tierra propia
nunca el peligro es mucho
adonde el agua es poca.
Verdad es que en la patria
no es la virtud dichosa,
ni se estimó la perla
hasta dejar la concha. | 21 | 8 |
Presa soy de vos solo, y por vos muero
(mi bella Luz me dijo dulcemente),
y en este dulce error y bien presente,
por vuestra causa sufro dolor fiero. | 10 | 4 |
¡Rosas inocentes,
formas transparentes
conceptos lucientes! | 42 | 3 |
Mas no cabe presunción
en toda vuestra morada;
que aunque os veis ya declarada
de tan alta condición,
no sois por eso mudada.
Si os alteran los favores
de los divinos amores,
por la respuesta parece,
la mi ánima engrandece
al señor de los señores. | 6 | 10 |
Cierre mi mano piadosa
Tus ojos al blando sueño,
Y empape suave beleño
Tus lágrimas de dolor:
Yo calmaré tu quebranto
Y tus dolientes gemidos,
Apagando los latidos
De tu herido corazon. | 23 | 8 |
¡Oh, canas de los viejos criminales
que en medio de las lóbregas prisiones
blanquearon vuestros cráneos infernales,
al morir vuestras dulces ilusiones!,
¡oh, canas de los viejos criminales! | 25 | 5 |
En conjeturas varias divertido
Aun Lara estaba en su sillón de roble.
Disputando con Ñuño, y rodeado
De escuderos y armados servidores
Pero el vecino estruendo de herraduras.
El crujir de las armas, los rumores
De la confusa muchedumbre oyendo,
A retirarse cauto se dispone;
Y por dos escuderos sostenido
Estaba ya de pié, cuando en desórden
Ante él la mora y castellana gente,
Y la caterva popular paróse.
Lo advirtió, y levantando la cabeza,
Vistió de dignidad su aspecto noble ,
Y el anciano andaluz en él los ojos
Clavando ansioso, en resonantes voces
Dijo al tierno mancebo : Este es tu padre:
" Ante sus plantas á arrojarte corre,
" Y absorto el mundo al verte entre sus brazos,
" La Providencia omnipotente adore. "
No había terminado estas palabras,
Cuando el mozo, dejando los arzones.
Exclamó : Padre! y prosternado en tierra,
Del ciego á las rodillas abrazóse.
Al mismo tiempo conociendo Ñuño
Al anciano, cual fuera de sí, rompe :
" O Zaide!... ó bienhechor!...ó tierno amigo!"
Y se arroja en sus brazos. Yerto, inmoble
Lara quedó : la falta de los ojos
Le sumerge en un mar de confusiones.
De ambos moros la voz no le es extraña...
Mas cuando al docto Zaide nombrar oye,
Y siente que le estrechan unos brazos,
Y repetir de padre el dulce nombre,
Y que en sus manos trémulas se imprimen
Unos labios de fuego; reconoce
Toda su dicha, y embargada el alma,
En el sillón sin fuerzas derribóse.
Mudarra, Zaide, Ñuño, el arcipreste
A darle auxilio en derredor se ponen ;
Callando el pueblo, que asombrado mira
Prodigios donde quiera y confusiones.
Mas no volviendo Lara del desmayo,
Retirarle de allí Ñuño dispone ;
Y él y Mudarra del sillón asiendo,
Al palacio le suben. Varios hombres
De cuenta, el arcipreste y los hidalgos
Le siguieron en pos. Zaide la orden
De entrar en el gran patio da á los suyos,
Y Ñuño, de que al punto se coloquen
En el postigo aquel dos hombres de armas
Y que á la multitud el paso estorben. | 29 | 52 |
Quien duda, que los reyes,
(si soberanos sean)
no por eso se eximen
de errar, como hombres, que es común miseria. | 13 | 4 |
Que bienes son de Fortuna
que revuelven con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una
ni estar estable ni queda
en una cosa. | 39 | 6 |
Pasó un día y otro día,
un mes y otro mes pasó,
y el tercer año corría;
Diego a Flandes se partió,
mas de Flandes no volvía. | 26 | 5 |
La muerte ha sido tan mala
que yo no quisiera verla
porque no quiero tenerla
como lámpara en mi sala.
La muerte donde se instala
se lleva al grande y al chico
como un ave que a su pico
le abre en sí para su cumba
y la puerta de la tumba
es para el pobre y el rico. | 14 | 10 |
El alma en primavera tiene flores;
Y aquellos versos míos, los primeros,
Eran la floración de mis amores,
Brotaron espontáneos y sinceros...
El alma en primavera tiene flores. | 25 | 5 |
¡Ved que es instante supremo
Este, en que de mí os burláis!
¡Ved que ardéis, y me quemáis!
¡Ved morir! ¡Ved que me quemo!
¡Morir de desdichas temo!
¡Pensara yo que de arder!
¡Miradme ya estremecer!
¡Miradme casi quemando!
¡Vedme de amor expirando!
¡Vedme de miedo correr! | 14 | 10 |
El cuerpo de Lulú sin par en siglos,
será un manjar de dioses cuyo guiso
hará recordar la terrestre vida,
aun en el seno de la negra muerte,
que si en el orbe sólo existe hambre,
grato es el sueño de mudar las sobras. | 37 | 6 |
Nace el pez, que no respira,
Aborto de ovas y lamas;
Y, apénas bajel de escamas
Sobre las ondas se mira,
Cuando á todas partes gira,
Midiendo la inmensidad
De tanta capacidad
Como le da el centro frío:
¿Y yo, con más albedrío.
Tengo menos libertad? | 14 | 10 |
Tiraba cierta dama
un cuerno al aire
y el marido la dijo
mira lo que haces
no andes con fiestas
porque pegarme puedes
en la cabeza. | 31 | 7 |
¿Dónde volaron, ¡ay!, aquellas horas
de juventud, de amor y de ventura,
regaladas de músicas sonoras,
adornadas de luz y de hermosura?
Imágenes de oro bullidoras,
sus alas de carmín y nieve pura,
al sol de mi esperanza desplegado,
pasaban, ¡ay!, a mi alrededor cantando. | 22 | 8 |
¡dejadme subir!, dejadme
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua. | 0 | 4 |
Morada de grandeza,
templo de claridad y hermosura,
el alma, que a tu alteza
nació, ¿qué desventura
la tiene en esta cárcel baja, escura? | 19 | 5 |
Va cayendo la noche: La bruma
ha bajado a los montes el cielo:
Una lluvia menuda y monótona
humedece los árboles secos.
El rumor de sus gotas penetra
hasta el fondo sagrado del pecho,
donde el alma, dulcísima, esconde
su perfume de amor y recuerdos.
¡Cómo cae la bruma en en alma!
¡Qué tristeza de vagos misterios
en sus nieblas heladas esconden
esas tardes sin sol ni luceros!
En las tardes de rosas y brisas
los dolores se olvidan, riendo,
y las penas glaciales se ocultan
tras los ojos radiantes de fuego.
Cuando el frío desciende a la tierra,
inundando las frentes de invierno,
se reflejan las almas marchitas
a través de los pálidos cuerpos.
Y hay un algo de pena insondable
en los ojos sin lumbre del cielo,
y las largas miradas se pierden
en la nada sin fe de los sueños.
La nostalgia, tristísima, arroja
en las almas su amargo silencio,
Y los niños se duermen soñando
con ladrones y lobos hambrientos.
Los jardines se mueren de frío;
en sus largos caminos desiertos
no hay rosales cubiertos de rosas,
no hay sonrisas, suspiros ni besos.
¡Como cae la bruma en el alma
perfumada de amor y recuerdos!
¡Cuantas almas se van de la vida
estas tardes sin sol ni luceros! | 29 | 36 |
Y allí iremos los cantores
Falsas flores del Edén
Que en vez de santos loores
Cantamos himnos de amores
A las puertas de un harén. | 26 | 5 |
La color tienes marrida,
el corpanzon regibado,
andas de valle en collado
como res que va perdida,
y no oteas si te vas
adelante o caratrás,
zanqueando con los pies,
dando trancos al través
que no sabes dó te estás. | 20 | 9 |
El bulto vio y, haciéndolo dormido,
librada en un pie toda sobre él pende
(urbana al sueño, bárbara al mentido
retórico silencio que no entiende);
no el ave reina, así, el fragoso nido
corona inmóvil, mientras no desciende
rayo con plumas al milano pollo
que la eminencia abriga de un escollo, | 22 | 8 |
Y como el polvo en nubes que levanta
en remolinos rápidos el viento,
formas sin forma, en confusión que espanta,
alza el sueño en su vértigo violento:
del vano reino el límite quebranta
vago escuadrón de imágenes sin cuento,
y otros mundos al viejo aparecían,
y esto los ojos de su mente vían. | 22 | 8 |
y muy siglo diez y ocho y muy antiguo
y muy moderno; audaz, cosmopolita;
con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo,
y una sed de ilusiones infinita. | 35 | 4 |
El que más teme el deshonor y oprobio
que el trance del morir, y está dispuesto
a dar la vida por la Patria amada:
¡ese es feliz y grande! | 15 | 4 |
Penacho de su yelmo de granito,
la hiedra que colgaba en derredor
daba sombra al escudo, en que una mano
tenía un corazón. | 40 | 4 |
Pasaba arrolladora en su hermosura
y el paso le dejé;
ni aun a mirarla me volví, y, no obstante,
algo a mi oído murmuró: «ésa es». | 11 | 4 |
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando
y ella no puede mirarlas. | 0 | 4 |
Una cana muy triste, es una cana
de una cabeza que ha quedado calva. | 7 | 2 |
Porque quiero creer que no hay demonios.
Son hombres los que pagan al gobierno,
los empresarios de la falsa historia,
son hombres quienes han vendido al hombre,
los que le han convertido a la pobreza
y secuestrado la salud de España. | 37 | 6 |
¿No miras los blancos cirios
de plateadas escamas?
Son encarrujados lirios,
y de mirto son las llamas. | 9 | 4 |
Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien se la dio
el cual la ponga en el cielo
en su gloria,
que aunque la vida perdió,
dejonos harto consuelo
su memoria. | 16 | 12 |
Desde la rama,
la gota de rocío,
cristal Swaroski. | 18 | 3 |
Sol de la tarde, buen amigo de los viejos
Aldeanos, que dan a los mozos consejos
Y dirimen contiendas de riegos y forales,
Sentados en los poyos que hay bajo los parrales,
Como jueces del tiempo en que jueces no había,
Y era la tradición toda sabiduría. | 37 | 6 |
Mira lo que andan jablando;
sin tené naíta contigo,
la bía mestán quitando. | 41 | 3 |
Anda y que te den un tiro...
con pórbora e mis ojos
y balas e mis suspiros. | 41 | 3 |
Donde lo intente yo dejar
mi corazón no se ha de estar. | 7 | 2 |
El falso transformose en ángel verdadero;
parósele delante en medio de un sendero.
«Seas el bienvenido —le dijo a este romero—;
me parece; de veras simple como un cordero, | 8 | 4 |
Fétido, como el vientre de los grajos
al salir del inmundo estercolero
donde, bajo mortíferas miasmas,
amarillean los roídos huesos
de leprosos cadáveres; viscoso,
como la baba que en sus antros negros
destilan los coléricos reptiles
al retorcer sus convulsivos cuerpos
entre guijarros húmedos; estéril,
como los senos que en helados lechos
ofrecen las impúdicas rameras
al ardor genital de los mancebos
que, frenéticos, caen en sus brazos,
como loco rebaño de corderos,
al sentir inflamados sus vellones,
en cenagoso manantial; abyecto
como el alma del pérfido soldado
que, desertando al enemigo ejército,
expira acribillado por las balas
de los que un día sus hermanos fueron,
sin tener quien le vende las heridas,
ni le enjugue las lágrimas; cruento
como el capricho de feroz tirano
que, bajo el palio de su trono excelso,
hundida entre las manos la cabeza
y cerrados los ojos soñolientos,
sueña en ver asoladas las naciones,
para alfombrar con polvo de esqueletos,
rociado por la sangre de las víctimas,
la ruta que han de recorrer sus pueblos
al proclamarle victorioso; débil
como la planta que en hediondo estiércol
ya se abrasa a los rayos del estío,
ya se quiebra a los soplos de los céfiros,
tal es, ¡oh, Dios!, el cuerpo miserable
que arrastro del vivir por los senderos,
como el mendigo la pesada alforja
que ya se cansan de llevar sus miembros | 29 | 38 |
mas, después que pasó tu ardor primero;
sólo quieres las flores en dinero. | 7 | 2 |
Meresía esa serrana
que la fundieran de nuebo,
como funden las campanas. | 41 | 3 |
Aristóteles dijo, y es cosa verdadera,
que el hombre por dos cosas trabaja: la primera,
por el sustentamiento, y la segunda era
por conseguir unión con hembra placentera. | 8 | 4 |
Desvanecido un pelón,
y aun a título aspirante,
cera gasta de Levante
mientras enristra blandón.
Tan superflua ostentación
si no pretensión tan necia,
cera alumbre, de Venecia,
y a mí de Génova acero, | 21 | 8 |
Hipólito fue llamado
y morí según murieron
otros, no por su pecado,
que por fenbras padecieron.
Y los dioses, que sopieron
como yo no fui culpable,
danme siglo deletable
como a los que dignos fueron | 23 | 8 |
Y a su movimiento enorme
Rueda en el cóncavo hueco
De la bóveda el informe
Postrer quejido del eco
Con vibración uniforme. | 26 | 5 |
Pártese el moro Alicante
víspera de san Cebrián;
ocho cabezas llevaba,
todas de hombres de alta sangre.
Sábelo el rey Almanzor;
a recibirlo sale;
aunque perdió muchos moros,
piensa en esto bien ganar.
Manda hacer un tablado
para mejor las mirar;
mandó traer un cristiano
que estaba en captividad;
como ante sí lo trujeron,
empezóle de hablar,
díjole: Gonzalo Gustos,
mira quién conocerás
que lidiaron mis poderes
en el campo de Almenar;
sacaron ocho cabezas,
todas son de gran linaje.
Respondió Gonzalo Gustos:
Presto os diré la verdad.
Y limpiándolas la sangre
asaz se fuera a turbar;
dijo llorando agrámente:
¡Conózcolas por mi mal!
La una es de mi carillo,
¡las otras me duelen más!
De los infantes de Lara
son, mis hijos naturales.
Así razona con ellos
como si vivos hablasen:
¡Dios os salve, el mi compadre,
el mi amigo leal!
¿Adonde son los mis hijos
que yo os quise encomendar?
Muerto sois como buen hombre,
como hombre de fiar.
Tomara otra cabeza
del hijo mayor de edad.
Sálveos Dios, Diego González,
hombre de muy gran bondad,
del conde Fernán González
alférez el principal,
a vos amaba yo mucho
que me habíades de heredar.
Alimpiándola con lágrimas,
volviérala a su lugar,
y toma la del segundo,
Martín Gómez que llamaban.
Dios os perdone, el mi hijo,
hijo que mucho preciaba,
jugador era de tablas
el mejor de toda España,
mesurado caballero,
muy buen hablador en plaza.
Y dejándola llorando,
la del tercero tomaba.
Hijo Suero Gustos,
todo el mundo os estimaba,
el rey os tuviera en mucho
sólo para la su caza,
gran caballero esforzado,
muy buen bracero a vantaja
¡Ruy Gómez, vuestro tío,
estas bodas ordenara!
Y. tomando la del cuarto,
lasamente la miraba.
¡Oh hijo Fernán González,
(nombre del mejor de España,
del buen conde de Castilla
aquel que vos baptizara),
matador de puerco espín,
amigo de gran compaña!
Nunca con gente de poco
os vieran en alianza.
Tomó la de Ruy Gómez,
de corazón la abrazaba.
¡Hijo mío, hijo mío!
¿ Quién como vos se hallara ?
Nunca le oyeron mentira,
nunca por oro ni plata;
animoso, buen guerrero,
muy gran feridor de espada,
que a quien dábades de lleno,
tullido o muerto quedaba.
Tomando la del menor,
el dolor se le doblara.
¡ Hijo Gonzalo González!
¡Los ojos de doña Sancha!
¡Qué nuevas irán a ella,
que a vos más que a todos ama!
Tan apuesto de persona,
decidor bueno entre damas,
repartidor de su haber,
aventajado en la lanza.
¡Mejor fuera la mi muerte
que ver tan triste jornada!
Al duelo que el viejo hace
toda Córdoba lloraba. | 28 | 100 |
Para los barcos de vela
Sevilla tiene un camino;
por el agua de Granada
sólo reman los suspiros. | 0 | 4 |
¡hoy! vivo preso en este mundo
donde el cielo se cae a pedazos,
el aire purpura
contamina mis pupilas,
agónicas lágrimas
resbalan como ríos caudalosos
entre los surcos ya imborrables
de la faz de mi cara.
el manto albo de pureza idílica
que habitaba en ¡mi!
ya no existe.
Naufrago entre penas,
intento no obrar mal,
sigo buscando entre níveos algodones
la redondez de tus auroras.
Mis noches quedan ciegas,
mis días ya no son tus días,
mi mundo ya no es tu mundo,
mi cielo ya no es azul,
mis sueños indiferencia tallada
de tu alma, tus sueños, exequias de tu olvido,
mi vida, una lágrima mustia
que resbala sumisa
por el nacarado velo de tu idilio. | 45 | 24 |
A la Reina mi señora
dije tu mandato y gusto,
y responde que no es justo
que eso le mandes agora; | 27 | 4 |
Recortando y pegando
frases que escucho,
voy a hacer la reseña.
Qué cucurucho. | 30 | 4 |
Adónde irás,
ahora, si tu cuerpo
se desvanece | 18 | 3 |
Quieres guardar las noches en la noche,
mil en una, plegada en seda suave.
Fue muy duro zarpar de tantas pieles,
de las bahías hondas de los cuerpos.
Algún día serán agrios los vinos
y los mares, negreará el más claro | 37 | 6 |
Así como no es persona
un miembro, ni una facción
ni la unidad por razón
por número se pregona.
Así pues las horas fueron
términos fundamentales
de tiempos immemoriales
que en siglos se convirtieron. | 4 | 8 |
Y vi que un peregrino,
Bello como Santiago,
Iba por mi camino. | 42 | 3 |
Prueba el queso, que es extremo,
el de Pinto no le iguala;
pues la aceituna no es mala
bien puedes bogar su remo.
Haz, pues, Inés, lo que sueles,
daca de la bota llena
seis tragos; hecha es la cena,
levántese los manteles. | 4 | 8 |
El enemigo antiguo siempre fue gran traidor,
es de toda enemiga maestro sabedor;
Unas veces semeja un ángel del criador
y es en vez diablo fino, de gran sonsacador. | 8 | 4 |
Arde la casa encendida
de besos y sombra amante.
No puede pasar la vida
más honda y emocionante. | 9 | 4 |
Mi libertad no la cedo,
ni la embargo por quererte
Es mi sustento , mi credo,
mi luz ,mi vida , mi muerte
y aunque me lleve perderte,
no dejaré que tu boca,
con su enredo,
que provoca,
acalle mi risa loca | 20 | 9 |
Pregunté sin dilación:
Señores, ¿cuál es la vía?
Mostrando gran afición,
pospuesta toda bullía,
dijeron sin villanía:
A nos place que sepáis
aquello que preguntáis,
usando de cortesía. | 3 | 8 |
Marchando con su madre, Inés resbala,
cae al suelo, se hiere, y disputando
se hablan así después las dos llorando:
¡Si no fueras tan mala! No soy mala.
¿Qué hacías al caer?. Iba rezando. | 25 | 5 |
Tengo yo una queja
con los artos sielos;
cómo sin frío ni calenturita,
yo me estoy muriendo. | 32 | 4 |
Y como, así las cosas, yo con ella no hablaba,
puse de mensajero, por ver si la ablandaba,
a un compañero mío; ¡buena ayuda me daba!
Él se comió la carne en tanto yo rumiaba. | 8 | 4 |
y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara y pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera,
es locura. | 39 | 6 |
Pues si son perecederos
y tan caducos y vanos
los tales bienes mundanos,
procura los soberanos
para siempre duraderos;
que son los grandes estados
y riquezas,
hartas hallarás tristezas
y cuidados. | 20 | 9 |
Vino un día, y otro día,
y vino un mes, y otro mes,
y año tras año venía;
el segundo concluía,
y pasaron hasta tres. | 26 | 5 |
La luz, del templo señora,
Por el templo derramada,
Saluda al Dios que ella adora
Por las losas prosternada
Ante el ara que colora. | 26 | 5 |
Chiquiya, ¡cómo mhas puesto!
Con un arfilé de a chabo
se puée pasá me mi cuerpo. | 41 | 3 |
El cual se hizo plantado
árbol de gran presunción,
y desde aquella sazón
duró hasta ser cortado
en tiempo de Salomón;
que a vueltas del muy precioso
cedro que allí se cortaba,
fue traído este dichoso
para el templo muy famoso
que a la sazón se labraba. | 6 | 10 |
Señora muy acabada:
tened vuestra gente presta,
que la triste hora es llegada
de la muy solemne fiesta. | 9 | 4 |
Siendo, pues, la llaga tal,
nadie culpe mi dolor.
¿Cuál es el bruto pastor
que no le duela su mal?
¿Quién es así negligente
que descuida en su cuidado?
¿Quién no llora lo pasado
viendo cuál va lo presente? | 4 | 8 |
Breve combate de importuna guerra,
en mi defensa, soy peligro sumo;
y mientras con mis armas me consumo,
menos me hospeda el cuerpo, que me entierra. | 10 | 4 |
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga. | 0 | 4 |
Sólo más tarde se darían cuenta
de que los dos buscaban una historia
no demasiado cerca del amor,
tal vez alguna excusa
para mirar los árboles de enero
temblando sobre el parque,
atravesar las calles
de una ciudad tomada por los himnos
y la ropa de invierno
o verse acompañados
—ilusionadamente—
sobre el cristal celeste de los escaparates. | 45 | 12 |
Al compas de un canto de artista de Italia
que en la brisa errante la orquesta deslie,
junto a los rivales la divina Eulalia,
la divina Eulalia rie, rie, rie. | 35 | 4 |
Quisiera que te emplearas
con otra mejó que yo
y de mí no tacordaras. | 41 | 3 |
Hoy que dejo mis huellas en la nieve
Al volver al paraje preferido,
Como es invierno y nada me conmueve
Quiero hacer unos versos al olvido,
Hoy que dejo mis huellas en la nieve... | 25 | 5 |
que fulge y huele a vida, con el vino
que guardaste en los odres de las pieles
caminadas, translúcidas y suaves,
embriágalos con vino puro y claro,
úngelos en lo alto de la noche:
la Memoria embalsama nuestros cuerpos. | 37 | 6 |
Las copas de los verdes sicomoros,
mecidas por los vientos del desierto,
mezclaban su rumor a los sonoros
mugidos prolongados de los toros
huyendo de la margen del Mar Muerto | 25 | 5 |