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411
Dilusté a mi mare que no yore más; sino que ande toítos los pasos pa mi libertá.
32
4
Y, volviéndome a Apolo con denuedo mayor del que esperaba de mis años, con voz turbada y con semblante acedo
43
3
¡Oh Cruz de consolación, única esperanza nuestra, Dios te salve, pues te muestra en tiempo de tal pasión! Acrecienta la justicia a los justos sin pecados, y a los míseros culpados da perdón de su malicia.
4
8
Mula de viaje andino Tendido frailejón de suave mano, Llanada con molino Y en caballo aldeano dos y dos, pasitrote y pasollano.
19
5
Se desmorona hablando, se desmorona, medrará porque tiene lengua de alfombra.
30
4
La celestial belleza de vuestra alma mi alma enlaza en sus eternas hebras, y penetra la luz de ardientes ojos, con divino valor, la helada nieve, y lleva al alto cielo alegre el cuello que enciende el limpio ardor inmortal llama.
37
6
Nubes de tempestad que rompe el rayo y en fuego ornáis las desprendidas orlas, arrebatado entre la niebla obscura, ¡llevadme con vosotras!
11
4
Yo te confieso, ¡oh bárbaro!, y no niego que algunos de los muchos que escogiste sin que el respeto te forzase o el ruego,
43
3
Yo me partiera de Burgos para ir a Valladolid; me encontré con un palmero que me habló y me dijo así: ¿Dónde vas, el caballero? ¿Dónde vas, triste de ti? Muerta es tu linda amiga, muerta es, que yo la vi; las andas en que la llevan de luto las vi cubrir; los responsos que le rezan yo los ayudé a decir. Duques y condes la llevan, todos por amor a ti. Al llegar al camposanto una sombra blanca vi: cuanto más me retiraba, más se acercaba ella a mí. No te espantes, caballero, ¿por qué me huyes así?; yo soy la tu enamorada que me vengo a despedir. Si eres mi enamorada, ¿cómo no me abrazas?, di. Brazos con que te abrazaba en la mortaja envolví; boca con que te besaba a la tierra se la di. Acógeme, mi señora, en la huesa a par de ti. Vive, vive, enamorado, vive, pues que yo morí.
28
32
Gorjeaban los dulces ruiseñores, el sol iluminaba mi alegría, el aura susurraba entre las flores, el bosque mansamente respondía, las fuentes murmuraban sus amores. ¡Ilusiones que llora el alma mía!, ¡oh!, ¡cuán süave resonó en mi oído el bullicio del mundo y su ruïdo!
22
8
que si este agravio no me turba el tino, siete trovistas desde aquí diviso, a quien suelen llamar de torbellino,
43
3
No crió naturaleza reyes ni enperadores en la baja redondeza, ni dueñas dignas de honores, poetas nin sabidores, que non vi ser aguardantes a estos dos ilustrantes, dios y diesa de amores.
23
8
No enamore quien tenga poco dinero que aunque sea buen mozo quedará feo pues las mujeres huyen como del diablo del que no tiene.
31
7
¡Ay!, en el mar del mundo, en ansia ardiente de mayor volaba, el sol de la mañana llevaba yo sobre mi tersa frente, y el alma pura de su dicha ufana. Dentro de ella el amor, cual rica fuente que entre frescuras y arboledas mana, brotaba entonces abundante río de ilusiones y dulce desvarío.
22
8
Ya se han acabado los tiempos alegres. Las florecitas que hay en tu ventana para mí no huelen.
32
4
Entre bien y mal doblado pasa un gran río caudal; yo estó en cabo del mal y el río no tiene vado. Galardón, que era la puente, es ya quebrada por medio; ¿qué me daréis por remedio, que al andar no lo consiente?
20
8
Fuerza da tanta, y valor, este Pan, que en virtud de él, huyendo de Jezabel, llegó al monte del Señor profeta en cuyo favor fuego llovió el cielo airado, y escuadrón de acero armado resistencia hizo, de plomo.
21
8
Que trenue la profecía en su palabra de fuego; que cual sacrosanto riego esparza la poesía; que en la miel de la armonía dé el filtro de la verdad que muestre a la humanidad lo luminoso y lo santo; y que se escuche su canto por toda la eternidad.
14
10
¿Qué puedo ya ver, señora, habiéndote visto en mí? que el que te vido y te adora no puede vivir un hora más que cuando vive en ti; mas pues que con mis gemidos no puedo ya detener, no se acabe el padecer, ni suenen á mis oídos cosas que les den placer.
6
10
Ven y sigamos el sendero agreste Que aún guarda unidas nuestras propias huellas, Que he besado las huellas de tu veste: ¡Es templo del Amor! Con luz celeste Lo iluminan temblando las estrellas.
25
5
Cabe un río caudaloso, Ezla, por nombre llamado, andaba el pastor cuitado, de ausencia muy temeroso, repastando su ganado. Y a su pastora aguardando está con grave pasión, que estaba aquella sazón su ganado apacentando en los montes de León.
6
10
Antonio Pío en clemencia; Marco Aurelio en igualdad del semblante; Adriano en elocuencia, Teodosio en humanidad y buen talante;
39
6
He aquí que renacen los lauros milenarios; vuelven a dar su lumbre los viejos lampadarios;
7
2
De los astros la más bella estrella. En el cielo sólo hay una luna. Alumbra en el mundo entero lucero. Hoy no hay ciencia ni dinero y los sabios se hacen cruces. ¿Quién apaga esas tres luces estrella, luna y lucero?
24
10
Pasaba arrolladora en su hermosura, y el paso le dejé; ni aun a mirarla me volví, y no obstante, algo a mi oído murmuró: «Ésa es».
40
4
Atención que ha salido la luna clara desterrando tinieblas dando esperanzas. Lo dice la librea que viste, de tarde, saca galas la madre, decían Dios te salve María.
1
10
recíbeme en tu cumbre, recíbeme, que huyo perseguido la errada muchedumbre, el trabajar perdido, la falsa paz, el mal no merecido;
19
5
Cambian los tiempos rodean azaleas los adoquines
18
3
Cuando te beo bení, son jachares pa mi bata y alegría para mí.
41
3
En su boca ardiente yo bebí los vinos, Y pinzas rosadas, sus dedos divinos, Me dieron las fresas y los langostinos.
44
3
Cada nuevo día es más raíz, menos criatura, que escucha bajo sus pies la voz de la sepultura.
9
4
Que yo bien sé que el mundo no adelanta un paso más en su inmortal carrera, cuando algún escritor, como yo, canta lo primero que le salta en su mollera, pero no es eso lo que más me espanta, ni lo que acaso espantará a cualquiera terco escribo en mi loco desvarío sin ton ni son, y para gusto mío.
22
8
A la guerra me lleva mi necesidad. Si tuviera dineros, no fuera, en verdad.
30
4
¡Lástima que el amor un diccionario no tenga donde hallar cuándo el orgullo es simplemente orgullo y cuándo es dignidad!
11
4
Un carámbano de luna la sostiene sobre el agua. La noche se puso íntima como una pequeña plaza.
0
4
E noche no duermo, e día tampoco; sólo en pensán la mía compañera me güerbo yo loco.
32
4
No hay quien en la nobleza a mí me exceda sobrepujo a los Cerdas y Quiñones. Los Requesens, los Laras, y aun Borbones y al fin contrarrestarme no hay quien pueda.
10
4
Irá el corrompido juez Tras la víctima inocente, Y en torno suyo a la vez Clamarán en voz doliente La orfandad y la viudez.
26
5
Y no faltó una vieja que en el torno dijese, a la mañana, que de algún sacristán muerto en pecado acaso era yo el alma.
40
4
Por cosas de este mundo Nunca te apures, Que no hay bien que no acabe, Ni mal qua dure.
30
4
Este de su peligro ya receloso viendo que Polifemo le trae sobre ojo. Le dijo: Eres ya mi enemigo Y guarda que no están las espaldas seguras de quien traiciones usa.
1
11
Era blanco el tejado, y se posan aún de día las palomas y sus ojos nos miran como un fuego tardío cada vez que salimos huyendo de la casa. Yo he buscado su piel en todas mis amantes, la marejada rubia de sus hombros, la formación de almendras que estallaba en su boca y que luego ponía en las manos de él, él, que estaba allí, allí también entre nosotros, como un inmenso capitán de plomo.
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11
DUÉRMETE, NIÑO Mío, flor de mi sangre, lucero custodiado, luz caminante.
30
4
Sin duda, buen amador, él murió por mi concierto, mas quedó por sucessor un hijo suyo encubierto; el qual, en pena de errores, de mi culpa se ha vengado; de este tal serés llagado, que eredó tales ardores que queman más que el pasado.
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9
¡Cuántas veces mirándome tan triste la piedad de mi dolor la empujó verter amargas y piadosas lágrimas, con que adornó los flores!
15
4
Del fondo del pecho mío Vuela a ti suspiro tierno con mi acento; En él, mi Elisa, te envío El fuego de amor eterno, Que yo siento.
16
6
Hoy me he tendido junto a una joven pura como a la orilla de un océano blanco, como en el centro de una ardiente estrella de lento espacio.
17
4
Costumbre antigua fue de los que intentan de algún grande varón cantar los hechos dignos de fama, de memoria dignos, voces ciento pedir y lenguas ciento; mas, si por suerte se me concediera el poder desatar con arte nuevo la multitud de lenguas docta y rara que deposito en mi callado seno, sin duda en vano, oh Príncipe benigno, intentaría mi agradecimiento manifestaros, si de libros llena, mucho más llena de los dones vuestros. Pues, ¿quién podrá expresar con dignas voces las repetidas honras que os merezco, los beneficios grandes, excedidos a cada instante de otros de más precio, con que pródigamente la indulgencia de vuestra mano real subió a un extremo la suerte mía, que pudiera nunca en la esfera caber de mis deseos? ¿No fue bastante haberme enriquecido grabado en oro ese semblante regio, luego que nuevo sol amanecisteis a iluminar el horizonte hesperio? ¿No me bastaba para entera gloria de mi riqueza antigua el fundamento acrecentado tan copiosamente con las que antes a Roma ennoblecieron? ¿No era bastante, en fin, haber honrado a los sabios varones de mi gremio con los insignes libros que retratan tanto docto real descubrimiento? Mas, no admitiendo términos ni fines vuestra munificencia (que contemplo ser su grandeza sólo comparable con la vasta extensión de vuestro imperio), nuevo regio esplendor, dijo, te adorne desde hoy, oh Biblioteca, pues pretendo en ti perficionar del gran Filipo la heroica empresa y paternal empeño; seguir quiero del próvido Fernando en protegerte el fraternal ejemplo, única seas, y de Carlos digna la fama te proclame al universo. Colmando entonces de expresivos lazos de estas voces los últimos acentos, sus tesoros me ofrece y sus riquezas con franca mano y amoroso pecho. Honras y bienes de diversas clases derramando acredita sus esmeros, el número de alumnos me acrecienta, y a mis rentas concede nuevo aumento. Con títulos y honores me distingue, e ilustrada también con nuevos fueros, parte me nombra de su Augusta Casa, siendo de su favor medida el cetro. Más dijera si no me arrebatara la admiración la voz, reconociendo mi suerte venturosa, y que el asombro extiende hasta los dioses sus efectos. Al ver mi dicha y contemplar la suya, se admira Apolo que el dorado Tejo su precioso raudal mezcle gustoso en los claros cristales pegaseos; que broten ya del Pindo en los vergeles, agradecidos al felice riego, los sagrados laureles nuevas ramas con más vivo verdor y alegre aspecto; y que a porfía, Príncipe glorioso, acudan sus coronas a ofreceros, y de ceñir primero vuestra frente se estén todos la gloria compitiendo. También se admira que en las ricas aguas, bañados nuevamente los ingenios, con vena mas copiosa distribuyan la sublime armonía de sus versos; y ya sus voces a ensayar se atrevan en elogio, señor, de vuestros hechos, que obligan a la fábula por grandes a envidiar de la historia los sucesos. Mirad, Carlos, también, cómo al gran Marte igual admiración le alcanza, viendo que si a su bando vuestro celo asiste, al de las artes atendéis no menos; pues cuando con aliento belicoso revuelve graves guerras vuestro pecho, cuando fortificáis antiguos muros y el mar espera formidables leños; cuando de bronce transportáis los rayos para estrago de alcázares soberbios, juntáis por todas partes escuadrones, y ejércitos ponéis en movimiento; cuando abiertos, en fin, vuestros erarios a tan crecido bélico dispendio, ya la tierra, ya el mar experimentan de vuestra providencia los extremos. Advierte que igualmente de las musas al auge y distinción contribuyendo, obsequiáis sus pacíficas deidades, y auxilio las prestáis por todos medios; que siguen a porfía sus banderas, y estimulados de un impulso mesmo, se alistan escogidos campeones bajo la sombra del auspicio regio; que, gozando el sudor de sus tareas magníficos y prontos estipendios, de la docta milicia el ejercicio abrazan con intrépido denuedo; y alentados de nuevos galardones al desempeño más feliz propuestos, a mayores empresas se previenen y reduplican su primer esfuerzo. También se asombra al ver que se franquea numerosa armería a los ingenios, donde tome el bisoño y veterano armas de igual firmeza y lucimiento; y que un Etna segundo se descubre que, en estudios solícitos ardiendo, al español de ciencias ilustrado le añada nueva luz y esplendor nuevo. Pero dejad, oh dioses, de admiraros, ni de esto que advertís quedéis suspensos, pues con razón de Príncipe tan grande mayores cosas esperar debemos. Obras más altas emprender bien puede quien a sí cada vez se va excediendo, como el ínclito Carlos generoso, vida, honor y delicias de su reino. Carlos, que a letras y armas inclinado, repartiendo su amor con sabio celo, solicita igualmente por entrambas el más claro esplendor del nombre ibero. Carlos, que juzga ser el mayor timbre, la mayor gloria de su augusto empleo, que sus vasallos donde quiera sean en méritos y fama los primeros. A quien Minerva y Marte a competencia cada cual de su rama está tejiendo corona, y sobre cual antes la ciña, entre sí mueven generosos duelos; aunque mucho más grata se la ofrece la misma patria llena de contento, y dichosa en tener por rey a Carlos, o bien por padre con mejor derecho. Vos, pacífico Febo y bravo Marte, con la lira y clarín de igual acuerdo, llenad el orbe de las alabanzas que son debidas a tan altos hechos. Entretanto, a mi voz agradecida ejercicio será dulce y perpetuo celebrar tanto don, y el amor grande superior al don mismo que celebro. Y antes los doctos Manes que en mí habitan sus lenguas soltarán en claros ecos, que calle yo las gracias recibidas de la pródiga mano de mi dueño. Guardaré a las edades venideras entre mis más preciosos monumentos, grabado con eternos caracteres, a merced tanta mi agradecimiento. Ni al tiempo ni a la fama la memoria de acción tan alta encomendar pretendo; pues, siendo yo custodia de uno y otro, en mí se archivará con más acierto. Y pues que de los ínclitos Borbones hazañas tan sin número conservo, ésta guardar con más razón me toca, siendo vos el mayor de todos ellos.
29
168
La carnavalesca noche luminosa Dió á mi triste espíritu la mujer hermosa, Sus ojos de fuego, sus labios de rosa.
44
3
Ministro tan excelente hoy no le tiene, sospecho, ningún rey cortés, piadoso, prudente, solícito y al fin hecho a la ley.
16
6
Otras veces, el hombre que el crimen cometió, al rey, en su algún caso, de tal modo sirvió que el rey, agradecido, a piedad se movió y a los yerros pasados cumplido perdón dio.
8
4
Hoy celebra esta prieta, gozosa piña entre amigas y amigos tu alternativa.
30
4
A cazar iba don Pedro por esos montes arriba; caminara siete leguas sin encontrar cosa viva, si no fuera cuervos negros, que los perros no querían. Apeóse a descansar al pie de una seca encina; caía la nieve a copos y el agua menuda y fría, Allegósele la Muerte a tenerle compañía. Don Pedro vuelve hacia casa, el alma en penas metida. ¡Albricias, hijo don Pedro, que dármelas bien podías, pues tu querida doña Alda un varón parido había! Albricias pedís, mi madre, tristes albricias serían; mala caza es la que traigo: la Muerte en mi compañía! Hágame, madre, la cama en sala más escondida; que nada sienta doña Alda de este mal que yo traía, y no le digan mi muerte hasta los cuarenta días. Mientras le hacen la cama entrara a ver la parida: ¡Dios te bendiga, doña Alda, y al infante que tenías! Dios te bendiga en mi ausencia, que el rey a llamarme envía. A eso de la media noche la casa se estremecía: en el cuarto de don Pedro grandes lamentos hacían; en el cuarto de doña Alda, al niño hacen alegrías. Diga, diga, la mi suegra, dígame, mi siempre amiga, ¿por quién tocan las campanas, que suenan tan doloridas? No tocan sino por ti, que con bien parido habías. Paréceme oír responsos, ¿a quién enterrar irían? Es la fiesta del patrono y hay procesión en la villa. Llegara Pascua de Flores; doña Alda quiere ir a misa: Diga, diga, la mi suegra, ¿qué vestido me ponía? Como eres rubia y muy blanca lo negro bien te estaría. ¡Viva, viva mi don Pedro, la prenda que más quería!, que para vestir de luto bastante tiempo tendría. Las doncellas van de negro, ella de oro y grana fina. Encontraron un pastor que de su hato volvía: iQué viudita tan hermosa; viuda y de grana vestida! Diga, diga, la mi suegra, ese pastor, ¿qué decía? Que caminemos, doña Alda, que perderemos la misa. Al entrar para la iglesia, al tomar agua bendita: Diga, diga, la mi suegra, diga la mi siempre amiga, ¿por quién son esos hachones que arden en nuestra capilla? Dirételo, doña Alda, pues de saberlo tenías: aquí se entierran los grandes caballeros de Castilla, aquí se enterró don Pedro, la prenda que más querías. ¡ Llorar como ella lloraba! ¡plañido el que ella plañía!; los anillos de sus dedos con sus dientes retorcía; vestidos de grana y oro, en pedazos los rompía, ¡Desgraciado de mi hijo, sin padre y madre sería! ¡Cuídesmelo tú, mi suegra; yo con don Pedro me iba!
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92
Y aunque, en desdichas tan graves, La política he estudiado, De los brutos enseñado. Advertido de las aves, Y de los astros suaves Los círculos he medido: Tú solo, tú, has suspendido La pasión á mis enojos. La suspensión á mis ojos. La admiración á mi oído.
14
10
Bien así semejaba cual se ofrece entre líquidas perlas y entre rosas la Aurora que despunta y amanece;
43
3
¡La paz!... ¡La dulce paz! Mi cara Honduras: He allí el poderoso talismán Para todas tus crueles desventuras; Y como huyen del sol nieblas oscuras, A la vista de aquél, éstas huirán.
25
5
Llueve como si llorara raudales un ojo inmenso, un ojo gris, desangrado, pisoteado en el cielo.
0
4
Ya veo de tu corona la brillantez, y veo que unidos te rodean tus caros hijos, una vez dispersos.
13
4
Noche lunar un ajedrez de sombras en la terraza
18
3
Clamó la gente mísera y el cielo escondió los clamores y gemidos entre los rayos y espantosos truenos de su turbada cara.
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Y sus villas y sus tierras ocupadas de tiranos las halló; mas por cercos y por guerras y por fuerza de sus manos las cobró. Pues nuestro rey natural, si de las obras que obró fue servido, dígalo el de Portugal y en Castilla quien siguió su partido.
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12
Juramento llevan hecho, todos juntos a una voz, de no volver a Castilla sin el conde su señor. La imagen suya de piedra llevan en un carretón, resueltos, si atrás no vuelve, de no volver ellos, no, y el que paso atrás volviese que quedase por traidor. Alzaron todos las manos en señal que se juró. Acabado su homenaje, pusiéronle su pendón y besáronle la mano desde el chico hasta el mayor, y como buenos vasallos caminan para Arlanzón, al paso que andan los bueyes y a las vueltas que da el sol. Desierta dejan a Burgos y pueblos alrededor; solas quedan las mujeres y aquellos que niños son. Tratando van del concierto del caballo y el azor, si ha de hacer libre a Castilla del feudo que da a León. Y antes de entrar en Navarra toparon, junto al mojón, al conde Fernán González, en cuya demanda son, con su esposa doña Sancha, que con astucia y valor lo sacó de Castroviejo con el engaño que usó. Con sus hierros y prisiones venían juntos los dos, y al estruendo de las armas el conde se alborotó; mas conociendo a los suyos, de esta suerte les habló: ¿Dó venis, mis castellanos? Digádesmelo, por Dios. ¿Cómo dejáis mis castillos a peligro de Almanzor? Allí habló Ñuño Laínez: íbamos, señor, por vos, a quedar presos o muertos o a sacaros de prisión.
28
51
¿Es más que un breve punto el bajo y torpe suelo, comparado con ese gran trasunto, do vive mejorado lo que es, lo que esrá, lo que ha pasado?
19
5
Y si mudare mi fe por otro nuevo cuidado, caiga del mejor estado que la fortuna me dé, en el más desesperado. No me encargues la venida, muy dulce señora mía, porque asaz de mal sería tener yo en algo la vida fuera de tu compañía."
6
10
Es una hermosa noche de verano. Tienen las altas casas abiertos los balcones del viejo pueblo á la anchurosa plaza. En el amplio rectángulo desierto bancos de piedra, evónimos y acacias, simétricos dibujan sus negras sombras en la arena blanca. En el cenit, la luna y en la torre, la esfera del reloj iluminada. Yo en este viejo pueblo paseando, solo, como un fantasma.
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12
De mi malogrado amor es la suerte tan contraria que muere por no entendido y siendo entendido acaba.
0
4
Mostrose en vos tan sutil, naturaleza, y tan diestra, que una sola facción vuestra hará hermosas cien mil. La que llega a pareceros en lo menos que en vos vi, ni puede pasar de allí ni el que os mira sin quereros.
4
8
Vestido con su túnica de pieles, de pieles negras de salvajes cabras, como blandos susurros de laureles, y teniendo las nubes escabeles, elevó hacia el Eterno sus palabras.
25
5
Tú que al hombre formaste, ¡Oh mi Dios y Señor! ayuda al Arcipreste, infúndele valor; que pueda hacer aqueste Libro de Buen Amor que a los cuerpos dé risa y a las almas vigor.
8
4
Aquiles armado no fue tan ligero, ni fue un Alexandre tal cabalgador, jamás es fallado sino verdadero, igual, amoroso, cauto, sufridor; más quiere ser dicho que honrado, honrador, y muy más que fiero, benigno y piadoso; este de clemencia es silla y reposo, y de los aflictos muro y defensor.
2
8
Si lo dijera yo, se podría tachar mas lo dice un filósofo, no se me ha de culpar. De lo que dice el sabio no debemos dudar, pues con hechos se prueba su sabio razonar.
8
4
¡Infantil por edad y estatura, sorprende ostentando sazón prematura; elásticos bultos de tetas opimas; y a juzgar por la equívoca traza, no semeja sino una rapaza que reserva en el seno dos limas!
37
6
¡Soy culpable, Señor, no sé mi culpa; soy misesrable esclavo de mi obras; no sé qué hacer de esta mi pobre vida; tu voz espero!
17
4
Esta ciudad me mira con tus ojos, parpadea, porque ahora después de tanto tiempo veo otra vez el piano que sale de la casa y me llega de forma diferente, huyendo del salón, abordando las calles de esta ciudad antigua y tan hermosa que sigue solitaria como tú la dejaste, cargando con sus plazas, entre el cauce perdido del anhelo y al abrigo del mar.
45
12
¡Una mujer!, en el templado rayo de la mágica luna se colora, del sol poniente al lánguido desmayo, lejos entre las nubes se evapora. Sobre las cumbres que florece el mayo, brilla fugaz al despuntar la aurora, cruza tal vez por entre el bosque umbrío, juega en las aguas del sereno río.
22
8
Es la forma; es el arte que de un mármol Una figura celestial arranca; El alma de infinitas religiones; Atenas floreciente y decantada; El abultado pecho de la hermosa; El altivo palacio y la montaña; La obra que Dios, artífice supremo, Fabricó, poderoso, de la nada: El espectro que llora en las ruinas; El plano entero de la hermosa Italia; La lluvia, en fin, cuyo cincel de gotas La verde espiga de la tierra saca.
29
12
¿Qué tienes que decirle? ¡Vamos, habla! Confiésate, confiésale tu angustia, dile el dolor de ser, ¡cosa terrible! siempre tú mismo.
17
4
Lo cual, precedentes recomendaciones, las humiles fijas a ti recordamos, por cuanto las graves estimulaciones, no somos silvestres que no las sintamos; mas cuando en aquellas constantes llamamos la gracia de Aquel que fizo a Balán mudar el intento, y tuvo el Jordán, a todas estrellas y fados sobramos.
2
9
¿Para qué quieres bienes si no lo gastas? Mira que hay muchos pobres que los aguardan: abre tus cofres, y no guardes serpientes que te devoren.
31
7
Ya no es tiempo de callar, Virgen bienaventurada, con el hurto sois tomada; venistes a saludar, y quedastes saludada. Descubierto es el secreto; hombre parirá perfeto Isabel, vos hombre y Dios; que en vos sola caben dos contrarios en un sujeto.
6
10
Cuando entre la sombra oscura perdida una voz murmura.
7
2
Te vi un punto, y, flotando ante mis ojos, la imagen de tus ojos se quedó, como la mancha oscura, orlada en el fuego, que flota y ciega si se mira al sol.
40
4
En cuevas habitaban, . i Qué lindas celdas! Aunque para verano No es mala fresca, Dicha es y mucha, Tomar la penitencia Con tal frescura.
31
7
Pudiera la pluma del menos bizarro conducir el carro de la que fue espuma. En beldad, no en suma, lucido caudal, ellos visten nieve, él corre cristal.
21
8
Otra juzgó que era mi boca el estuche de su pasión; y que me roería, loca, con sus dientes el corazón.
35
4
Un monte era de miembros eminente este que, de Neptuno hijo fiero, de un ojo ilustra el orbe de su frente, émulo casi del mayor lucero; cíclope, a quien el pino más valiente, bastón, le obedecía, tan ligero, y al grave peso junco tan delgado, que un día era bastón y otro cayado.
22
8
Este pastor se moría por amores de Diana, una pastora lozana, cuya hermosura excedía la naturaleza humana. La cual jamás tuvo cosa que en sí no fuese extremada, pues ni pudo ser llamada discreta por no hermosa, ni hermosa por no avisada.
6
10
Pues me hacéis casamentero, Ángela de Mondragón, escuchad de vuestro esposo las grandezas y el valor. Él es un Médico honrado, por la gracia del Señor, que tiene muy buenas letras en el cambio y el bolsón. Quien os lo pintó cobarde no lo conoce, y mintió, que ha muerto más hombres vivos que mató el Cid Campeador. En entrando en una casa tiene tal reputación, que luego dicen los niños: «Dios perdone al que murió». Y con ser todos mortales los Médicos, pienso yo que son todos venïales, comparados al Dotor. Al caminante, en los pueblos se le pide información, temiéndole más que a la peste de si le conoce, o no. De Médicos semejantes hace el Rey nuestro Señor bombardas a sus castillos, mosquetes a su escuadrón. Si a alguno cura, y no muere, piensa que resucitó, y por milagro le ofrece la mortaja y el cordón. Si acaso estando en su casa oye dar algún clamor, tomando papel y tinta escribe: «Ante mí pasó». No se le ha muerto ninguno de los que cura hasta hoy, porque antes que se mueran los mata sin confesión. De envidia de los verdugos maldice al Corregidor, que sobre los ahorcados no le quiere dar pensión. Piensan que es la muerte algunos; otros, viendo su rigor, le llaman el día del juicio, pues es total perdición. No come por engordar, ni por el dulce sabor, sino por matar la hambre, que es matar su inclinación. Por matar mata las luces, y si no le alumbra el sol, como murciégalo vive a la sombra de un rincón. Su mula, aunque no está muerta, no penséis que se escapó, que está matada de suerte que le viene a ser peor. Él, que se ve tan famoso y en tan buena estimación, atento a vuestra belleza, se ha enamorado de vos. No pide le deis más dote de ver que matáis de amor, que en matando de algún modo para en uno sois los dos. Casaos con él, y jamás vïuda tendréis pasión, que nunca la misma muerte se oyó decir que murió. Si lo hacéis, a Dios le ruego que os gocéis con bendición; pero si no, que nos libre de conocer al Dotor.
28
94
Asomaba a sus ojos una lágrima y a mi labio una frase de perdón; habló el orgullo y se enjugó su llanto, y la frase en mis labios expiró.
40
4
Incendio vivo y fugaz Pinta aquí vuestro amor ciego: Si os lo extingue todo el fuego Abrasador y voraz, Restos para amarme en paz Del fuego no habrán quedado, Y ¿qué he de hacer, malhadado, Si el fuego arrecia y atiza, Con un galán Don Ceniza Consumido y chamuscado?
14
10
Otro, guapo y petimetre va con acetre e hisopo, y el hisopo de su acetre es un pompón de heliotropo.
9
4
Los ojos entreabre, aquellos ojos tan claros como el día, y la tierra y el cielo, cuanto abarcan, arden con nueva luz en sus pupilas.
40
4
la luna cómo mueve la plateada rueda, y va en pos della la luz do el saber llueve, y la graciosa estrella de amor la sigue reluciente y bella;
19
5
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera mi verso, como deja el capitán su espada: famosa por la mano viril que la blandiera, no por el docto oficio del forjador preciada.
35
4
¡Ay! es verdad lo que me dijo entonces. Verdad que el corazón lo llevará en la mano... en cualquier parte, pero en el pecho, no.
11
4
Poeta, ven y cantemos A una voz nuestros amores; En un arpa los lloremos, Que bien cobijarse vemos A un árbol dos ruiseñores.
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Como una planta llena de estéril jugo que ahoga de sus ramas la florescencia, de tu propia alegría serás verdugo y morirás ahogado por la impotencia como una planta llena de estéril jugo.
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5
El eco de un suspiro que conozco, formado de un aliento que he bebido, perfume de una flor, que oculta crece en un claustro sombrío.
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4
Estrellas hay que saben mi cuidado y que se han regalado con mi pena; que, entre tanta beldad, la más ajena de amor tiene su pecho enamorado.
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Me asomé a la negra reja buscando tus verdes ojos y sólo encontré los rojos clavelitos de la queja. ¿A dónde huye tu mirada por esa abierta ventana? Ay, mi niña enamorada, rocío de la mañana sobre mi alma deshojada.
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