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411
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Dilusté a mi mare
que no yore más;
sino que ande toítos los pasos
pa mi libertá. | 32 | 4 |
Y, volviéndome a Apolo con denuedo
mayor del que esperaba de mis años,
con voz turbada y con semblante acedo | 43 | 3 |
¡Oh Cruz de consolación,
única esperanza nuestra,
Dios te salve, pues te muestra
en tiempo de tal pasión!
Acrecienta la justicia
a los justos sin pecados,
y a los míseros culpados
da perdón de su malicia. | 4 | 8 |
Mula de viaje andino
Tendido frailejón de suave mano,
Llanada con molino
Y en caballo aldeano
dos y dos, pasitrote y pasollano. | 19 | 5 |
Se desmorona hablando,
se desmorona,
medrará porque tiene
lengua de alfombra. | 30 | 4 |
La celestial belleza de vuestra alma
mi alma enlaza en sus eternas hebras,
y penetra la luz de ardientes ojos,
con divino valor, la helada nieve,
y lleva al alto cielo alegre el cuello
que enciende el limpio ardor inmortal llama. | 37 | 6 |
Nubes de tempestad que rompe el rayo
y en fuego ornáis las desprendidas orlas,
arrebatado entre la niebla obscura,
¡llevadme con vosotras! | 11 | 4 |
Yo te confieso, ¡oh bárbaro!, y no niego
que algunos de los muchos que escogiste
sin que el respeto te forzase o el ruego, | 43 | 3 |
Yo me partiera de Burgos
para ir a Valladolid;
me encontré con un palmero
que me habló y me dijo así:
¿Dónde vas, el caballero?
¿Dónde vas, triste de ti?
Muerta es tu linda amiga,
muerta es, que yo la vi;
las andas en que la llevan
de luto las vi cubrir;
los responsos que le rezan
yo los ayudé a decir.
Duques y condes la llevan,
todos por amor a ti.
Al llegar al camposanto
una sombra blanca vi:
cuanto más me retiraba,
más se acercaba ella a mí.
No te espantes, caballero,
¿por qué me huyes así?;
yo soy la tu enamorada
que me vengo a despedir.
Si eres mi enamorada,
¿cómo no me abrazas?, di.
Brazos con que te abrazaba
en la mortaja envolví;
boca con que te besaba
a la tierra se la di.
Acógeme, mi señora,
en la huesa a par de ti.
Vive, vive, enamorado,
vive, pues que yo morí. | 28 | 32 |
Gorjeaban los dulces ruiseñores,
el sol iluminaba mi alegría,
el aura susurraba entre las flores,
el bosque mansamente respondía,
las fuentes murmuraban sus amores.
¡Ilusiones que llora el alma mía!,
¡oh!, ¡cuán süave resonó en mi oído
el bullicio del mundo y su ruïdo! | 22 | 8 |
que si este agravio no me turba el tino,
siete trovistas desde aquí diviso,
a quien suelen llamar de torbellino, | 43 | 3 |
No crió naturaleza
reyes ni enperadores
en la baja redondeza,
ni dueñas dignas de honores,
poetas nin sabidores,
que non vi ser aguardantes
a estos dos ilustrantes,
dios y diesa de amores. | 23 | 8 |
No enamore quien tenga
poco dinero
que aunque sea buen mozo
quedará feo
pues las mujeres
huyen como del diablo
del que no tiene. | 31 | 7 |
¡Ay!, en el mar del mundo, en ansia ardiente
de mayor volaba, el sol de la mañana
llevaba yo sobre mi tersa frente,
y el alma pura de su dicha ufana.
Dentro de ella el amor, cual rica fuente
que entre frescuras y arboledas mana,
brotaba entonces abundante río
de ilusiones y dulce desvarío. | 22 | 8 |
Ya se han acabado
los tiempos alegres.
Las florecitas que hay en tu ventana
para mí no huelen. | 32 | 4 |
Entre bien y mal doblado
pasa un gran río caudal;
yo estó en cabo del mal
y el río no tiene vado.
Galardón, que era la puente,
es ya quebrada por medio;
¿qué me daréis por remedio,
que al andar no lo consiente? | 20 | 8 |
Fuerza da tanta, y valor,
este Pan, que en virtud de él,
huyendo de Jezabel,
llegó al monte del Señor
profeta en cuyo favor
fuego llovió el cielo airado,
y escuadrón de acero armado
resistencia hizo, de plomo. | 21 | 8 |
Que trenue la profecía
en su palabra de fuego;
que cual sacrosanto riego
esparza la poesía;
que en la miel de la armonía
dé el filtro de la verdad
que muestre a la humanidad
lo luminoso y lo santo;
y que se escuche su canto
por toda la eternidad. | 14 | 10 |
¿Qué puedo ya ver, señora,
habiéndote visto en mí?
que el que te vido y te adora
no puede vivir un hora
más que cuando vive en ti;
mas pues que con mis gemidos
no puedo ya detener,
no se acabe el padecer,
ni suenen á mis oídos
cosas que les den placer. | 6 | 10 |
Ven y sigamos el sendero agreste
Que aún guarda unidas nuestras propias huellas,
Que he besado las huellas de tu veste:
¡Es templo del Amor! Con luz celeste
Lo iluminan temblando las estrellas. | 25 | 5 |
Cabe un río caudaloso,
Ezla, por nombre llamado,
andaba el pastor cuitado,
de ausencia muy temeroso,
repastando su ganado.
Y a su pastora aguardando
está con grave pasión,
que estaba aquella sazón
su ganado apacentando
en los montes de León. | 6 | 10 |
Antonio Pío en clemencia;
Marco Aurelio en igualdad
del semblante;
Adriano en elocuencia,
Teodosio en humanidad
y buen talante; | 39 | 6 |
He aquí que renacen los lauros milenarios;
vuelven a dar su lumbre los viejos lampadarios; | 7 | 2 |
De los astros la más bella
estrella.
En el cielo sólo hay una
luna.
Alumbra en el mundo entero
lucero.
Hoy no hay ciencia ni dinero
y los sabios se hacen cruces.
¿Quién apaga esas tres luces
estrella, luna y lucero? | 24 | 10 |
Pasaba arrolladora en su hermosura,
y el paso le dejé;
ni aun a mirarla me volví, y no obstante,
algo a mi oído murmuró: «Ésa es». | 40 | 4 |
Atención que ha salido
la luna clara
desterrando tinieblas
dando esperanzas.
Lo dice
la librea que viste,
de tarde,
saca galas la madre,
decían
Dios te salve María. | 1 | 10 |
recíbeme en tu cumbre,
recíbeme, que huyo perseguido
la errada muchedumbre,
el trabajar perdido,
la falsa paz, el mal no merecido; | 19 | 5 |
Cambian los tiempos
rodean azaleas
los adoquines | 18 | 3 |
Cuando te beo bení,
son jachares pa mi bata
y alegría para mí. | 41 | 3 |
En su boca ardiente yo bebí los vinos,
Y pinzas rosadas, sus dedos divinos,
Me dieron las fresas y los langostinos. | 44 | 3 |
Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura. | 9 | 4 |
Que yo bien sé que el mundo no adelanta
un paso más en su inmortal carrera,
cuando algún escritor, como yo, canta
lo primero que le salta en su mollera,
pero no es eso lo que más me espanta,
ni lo que acaso espantará a cualquiera
terco escribo en mi loco desvarío
sin ton ni son, y para gusto mío. | 22 | 8 |
A la guerra me lleva
mi necesidad.
Si tuviera dineros,
no fuera, en verdad. | 30 | 4 |
¡Lástima que el amor un diccionario
no tenga donde hallar
cuándo el orgullo es simplemente orgullo
y cuándo es dignidad! | 11 | 4 |
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche se puso íntima
como una pequeña plaza. | 0 | 4 |
E noche no duermo,
e día tampoco;
sólo en pensán la mía compañera
me güerbo yo loco. | 32 | 4 |
No hay quien en la nobleza a mí me exceda
sobrepujo a los Cerdas y Quiñones.
Los Requesens, los Laras, y aun Borbones
y al fin contrarrestarme no hay quien pueda. | 10 | 4 |
Irá el corrompido juez
Tras la víctima inocente,
Y en torno suyo a la vez
Clamarán en voz doliente
La orfandad y la viudez. | 26 | 5 |
Y no faltó una vieja que en el torno
dijese, a la mañana,
que de algún sacristán muerto en pecado
acaso era yo el alma. | 40 | 4 |
Por cosas de este mundo
Nunca te apures,
Que no hay bien que no acabe,
Ni mal qua dure. | 30 | 4 |
Este de su peligro
ya receloso
viendo que Polifemo
le trae sobre ojo.
Le dijo:
Eres ya mi enemigo
Y guarda
que no están las espaldas
seguras
de quien traiciones usa. | 1 | 11 |
Era blanco el tejado, y se posan aún
de día las palomas
y sus ojos nos miran como un fuego tardío
cada vez que salimos huyendo de la casa.
Yo he buscado su piel en todas mis amantes,
la marejada rubia de sus hombros,
la formación de almendras que estallaba en su boca
y que luego ponía en las manos de él,
él, que estaba allí,
allí también entre nosotros,
como un inmenso capitán de plomo. | 45 | 11 |
DUÉRMETE, NIÑO Mío,
flor de mi sangre,
lucero custodiado,
luz caminante. | 30 | 4 |
Sin duda, buen amador,
él murió por mi concierto,
mas quedó por sucessor
un hijo suyo encubierto;
el qual, en pena de errores,
de mi culpa se ha vengado;
de este tal serés llagado,
que eredó tales ardores
que queman más que el pasado. | 20 | 9 |
¡Cuántas veces mirándome tan triste
la piedad de mi dolor la empujó
verter amargas y piadosas lágrimas,
con que adornó los flores! | 15 | 4 |
Del fondo del pecho mío
Vuela a ti suspiro tierno
con mi acento;
En él, mi Elisa, te envío
El fuego de amor eterno,
Que yo siento. | 16 | 6 |
Hoy me he tendido junto a una joven pura
como a la orilla de un océano blanco,
como en el centro de una ardiente estrella
de lento espacio. | 17 | 4 |
Costumbre antigua fue de los que intentan
de algún grande varón cantar los hechos
dignos de fama, de memoria dignos,
voces ciento pedir y lenguas ciento;
mas, si por suerte se me concediera
el poder desatar con arte nuevo
la multitud de lenguas docta y rara
que deposito en mi callado seno,
sin duda en vano, oh Príncipe benigno,
intentaría mi agradecimiento
manifestaros, si de libros llena,
mucho más llena de los dones vuestros.
Pues, ¿quién podrá expresar con dignas voces
las repetidas honras que os merezco,
los beneficios grandes, excedidos
a cada instante de otros de más precio,
con que pródigamente la indulgencia
de vuestra mano real subió a un extremo
la suerte mía, que pudiera nunca
en la esfera caber de mis deseos?
¿No fue bastante haberme enriquecido
grabado en oro ese semblante regio,
luego que nuevo sol amanecisteis
a iluminar el horizonte hesperio?
¿No me bastaba para entera gloria
de mi riqueza antigua el fundamento
acrecentado tan copiosamente
con las que antes a Roma ennoblecieron?
¿No era bastante, en fin, haber honrado
a los sabios varones de mi gremio
con los insignes libros que retratan
tanto docto real descubrimiento?
Mas, no admitiendo términos ni fines
vuestra munificencia (que contemplo
ser su grandeza sólo comparable
con la vasta extensión de vuestro imperio),
nuevo regio esplendor, dijo, te adorne
desde hoy, oh Biblioteca, pues pretendo
en ti perficionar del gran Filipo
la heroica empresa y paternal empeño;
seguir quiero del próvido Fernando
en protegerte el fraternal ejemplo,
única seas, y de Carlos digna
la fama te proclame al universo.
Colmando entonces de expresivos lazos
de estas voces los últimos acentos,
sus tesoros me ofrece y sus riquezas
con franca mano y amoroso pecho.
Honras y bienes de diversas clases
derramando acredita sus esmeros,
el número de alumnos me acrecienta,
y a mis rentas concede nuevo aumento.
Con títulos y honores me distingue,
e ilustrada también con nuevos fueros,
parte me nombra de su Augusta Casa,
siendo de su favor medida el cetro.
Más dijera si no me arrebatara
la admiración la voz, reconociendo
mi suerte venturosa, y que el asombro
extiende hasta los dioses sus efectos.
Al ver mi dicha y contemplar la suya,
se admira Apolo que el dorado Tejo
su precioso raudal mezcle gustoso
en los claros cristales pegaseos;
que broten ya del Pindo en los vergeles,
agradecidos al felice riego,
los sagrados laureles nuevas ramas
con más vivo verdor y alegre aspecto;
y que a porfía, Príncipe glorioso,
acudan sus coronas a ofreceros,
y de ceñir primero vuestra frente
se estén todos la gloria compitiendo.
También se admira que en las ricas aguas,
bañados nuevamente los ingenios,
con vena mas copiosa distribuyan
la sublime armonía de sus versos;
y ya sus voces a ensayar se atrevan
en elogio, señor, de vuestros hechos,
que obligan a la fábula por grandes
a envidiar de la historia los sucesos.
Mirad, Carlos, también, cómo al gran Marte
igual admiración le alcanza, viendo
que si a su bando vuestro celo asiste,
al de las artes atendéis no menos;
pues cuando con aliento belicoso
revuelve graves guerras vuestro pecho,
cuando fortificáis antiguos muros
y el mar espera formidables leños;
cuando de bronce transportáis los rayos
para estrago de alcázares soberbios,
juntáis por todas partes escuadrones,
y ejércitos ponéis en movimiento;
cuando abiertos, en fin, vuestros erarios
a tan crecido bélico dispendio,
ya la tierra, ya el mar experimentan
de vuestra providencia los extremos.
Advierte que igualmente de las musas
al auge y distinción contribuyendo,
obsequiáis sus pacíficas deidades,
y auxilio las prestáis por todos medios;
que siguen a porfía sus banderas,
y estimulados de un impulso mesmo,
se alistan escogidos campeones
bajo la sombra del auspicio regio;
que, gozando el sudor de sus tareas
magníficos y prontos estipendios,
de la docta milicia el ejercicio
abrazan con intrépido denuedo;
y alentados de nuevos galardones
al desempeño más feliz propuestos,
a mayores empresas se previenen
y reduplican su primer esfuerzo.
También se asombra al ver que se franquea
numerosa armería a los ingenios,
donde tome el bisoño y veterano
armas de igual firmeza y lucimiento;
y que un Etna segundo se descubre
que, en estudios solícitos ardiendo,
al español de ciencias ilustrado
le añada nueva luz y esplendor nuevo.
Pero dejad, oh dioses, de admiraros,
ni de esto que advertís quedéis suspensos,
pues con razón de Príncipe tan grande
mayores cosas esperar debemos.
Obras más altas emprender bien puede
quien a sí cada vez se va excediendo,
como el ínclito Carlos generoso,
vida, honor y delicias de su reino.
Carlos, que a letras y armas inclinado,
repartiendo su amor con sabio celo,
solicita igualmente por entrambas
el más claro esplendor del nombre ibero.
Carlos, que juzga ser el mayor timbre,
la mayor gloria de su augusto empleo,
que sus vasallos donde quiera sean
en méritos y fama los primeros.
A quien Minerva y Marte a competencia
cada cual de su rama está tejiendo
corona, y sobre cual antes la ciña,
entre sí mueven generosos duelos;
aunque mucho más grata se la ofrece
la misma patria llena de contento,
y dichosa en tener por rey a Carlos,
o bien por padre con mejor derecho.
Vos, pacífico Febo y bravo Marte,
con la lira y clarín de igual acuerdo,
llenad el orbe de las alabanzas
que son debidas a tan altos hechos.
Entretanto, a mi voz agradecida
ejercicio será dulce y perpetuo
celebrar tanto don, y el amor grande
superior al don mismo que celebro.
Y antes los doctos Manes que en mí habitan
sus lenguas soltarán en claros ecos,
que calle yo las gracias recibidas
de la pródiga mano de mi dueño.
Guardaré a las edades venideras
entre mis más preciosos monumentos,
grabado con eternos caracteres,
a merced tanta mi agradecimiento.
Ni al tiempo ni a la fama la memoria
de acción tan alta encomendar pretendo;
pues, siendo yo custodia de uno y otro,
en mí se archivará con más acierto.
Y pues que de los ínclitos Borbones
hazañas tan sin número conservo,
ésta guardar con más razón me toca,
siendo vos el mayor de todos ellos. | 29 | 168 |
La carnavalesca noche luminosa
Dió á mi triste espíritu la mujer hermosa,
Sus ojos de fuego, sus labios de rosa. | 44 | 3 |
Ministro tan excelente
hoy no le tiene, sospecho,
ningún rey
cortés, piadoso, prudente,
solícito y al fin hecho
a la ley. | 16 | 6 |
Otras veces, el hombre que el crimen cometió,
al rey, en su algún caso, de tal modo sirvió
que el rey, agradecido, a piedad se movió
y a los yerros pasados cumplido perdón dio. | 8 | 4 |
Hoy celebra esta prieta,
gozosa piña
entre amigas y amigos
tu alternativa. | 30 | 4 |
A cazar iba don Pedro
por esos montes arriba;
caminara siete leguas
sin encontrar cosa viva,
si no fuera cuervos negros,
que los perros no querían.
Apeóse a descansar
al pie de una seca encina;
caía la nieve a copos
y el agua menuda y fría,
Allegósele la Muerte
a tenerle compañía.
Don Pedro vuelve hacia casa,
el alma en penas metida.
¡Albricias, hijo don Pedro,
que dármelas bien podías,
pues tu querida doña Alda
un varón parido había!
Albricias pedís, mi madre,
tristes albricias serían;
mala caza es la que traigo:
la Muerte en mi compañía!
Hágame, madre, la cama
en sala más escondida;
que nada sienta doña Alda
de este mal que yo traía,
y no le digan mi muerte
hasta los cuarenta días.
Mientras le hacen la cama
entrara a ver la parida:
¡Dios te bendiga, doña Alda,
y al infante que tenías!
Dios te bendiga en mi ausencia,
que el rey a llamarme envía.
A eso de la media noche
la casa se estremecía:
en el cuarto de don Pedro
grandes lamentos hacían;
en el cuarto de doña Alda,
al niño hacen alegrías.
Diga, diga, la mi suegra,
dígame, mi siempre amiga,
¿por quién tocan las campanas,
que suenan tan doloridas?
No tocan sino por ti,
que con bien parido habías.
Paréceme oír responsos,
¿a quién enterrar irían?
Es la fiesta del patrono
y hay procesión en la villa.
Llegara Pascua de Flores;
doña Alda quiere ir a misa:
Diga, diga, la mi suegra,
¿qué vestido me ponía?
Como eres rubia y muy blanca
lo negro bien te estaría.
¡Viva, viva mi don Pedro,
la prenda que más quería!,
que para vestir de luto
bastante tiempo tendría.
Las doncellas van de negro,
ella de oro y grana fina.
Encontraron un pastor
que de su hato volvía:
iQué viudita tan hermosa;
viuda y de grana vestida!
Diga, diga, la mi suegra,
ese pastor, ¿qué decía?
Que caminemos, doña Alda,
que perderemos la misa.
Al entrar para la iglesia,
al tomar agua bendita:
Diga, diga, la mi suegra,
diga la mi siempre amiga,
¿por quién son esos hachones
que arden en nuestra capilla?
Dirételo, doña Alda,
pues de saberlo tenías:
aquí se entierran los grandes
caballeros de Castilla,
aquí se enterró don Pedro,
la prenda que más querías.
¡ Llorar como ella lloraba!
¡plañido el que ella plañía!;
los anillos de sus dedos
con sus dientes retorcía;
vestidos de grana y oro,
en pedazos los rompía,
¡Desgraciado de mi hijo,
sin padre y madre sería!
¡Cuídesmelo tú, mi suegra;
yo con don Pedro me iba! | 28 | 92 |
Y aunque, en desdichas tan graves,
La política he estudiado,
De los brutos enseñado.
Advertido de las aves,
Y de los astros suaves
Los círculos he medido:
Tú solo, tú, has suspendido
La pasión á mis enojos.
La suspensión á mis ojos.
La admiración á mi oído. | 14 | 10 |
Bien así semejaba cual se ofrece
entre líquidas perlas y entre rosas
la Aurora que despunta y amanece; | 43 | 3 |
¡La paz!... ¡La dulce paz! Mi cara Honduras:
He allí el poderoso talismán
Para todas tus crueles desventuras;
Y como huyen del sol nieblas oscuras,
A la vista de aquél, éstas huirán. | 25 | 5 |
Llueve como si llorara
raudales un ojo inmenso,
un ojo gris, desangrado,
pisoteado en el cielo. | 0 | 4 |
Ya veo de tu corona
la brillantez, y veo
que unidos te rodean
tus caros hijos, una vez dispersos. | 13 | 4 |
Noche lunar
un ajedrez de sombras
en la terraza | 18 | 3 |
Clamó la gente mísera y el cielo
escondió los clamores y gemidos
entre los rayos y espantosos truenos
de su turbada cara. | 15 | 4 |
Y sus villas y sus tierras
ocupadas de tiranos
las halló;
mas por cercos y por guerras
y por fuerza de sus manos
las cobró.
Pues nuestro rey natural,
si de las obras que obró
fue servido,
dígalo el de Portugal
y en Castilla quien siguió
su partido. | 16 | 12 |
Juramento llevan hecho,
todos juntos a una voz,
de no volver a Castilla
sin el conde su señor.
La imagen suya de piedra
llevan en un carretón,
resueltos, si atrás no vuelve,
de no volver ellos, no,
y el que paso atrás volviese
que quedase por traidor.
Alzaron todos las manos
en señal que se juró.
Acabado su homenaje,
pusiéronle su pendón
y besáronle la mano
desde el chico hasta el mayor,
y como buenos vasallos
caminan para Arlanzón,
al paso que andan los bueyes
y a las vueltas que da el sol.
Desierta dejan a Burgos
y pueblos alrededor;
solas quedan las mujeres
y aquellos que niños son.
Tratando van del concierto
del caballo y el azor,
si ha de hacer libre a Castilla
del feudo que da a León.
Y antes de entrar en Navarra
toparon, junto al mojón,
al conde Fernán González,
en cuya demanda son,
con su esposa doña Sancha,
que con astucia y valor
lo sacó de Castroviejo
con el engaño que usó.
Con sus hierros y prisiones
venían juntos los dos,
y al estruendo de las armas
el conde se alborotó;
mas conociendo a los suyos,
de esta suerte les habló:
¿Dó venis, mis castellanos?
Digádesmelo, por Dios.
¿Cómo dejáis mis castillos
a peligro de Almanzor?
Allí habló Ñuño Laínez:
íbamos, señor, por vos,
a quedar presos o muertos
o a sacaros de prisión. | 28 | 51 |
¿Es más que un breve punto
el bajo y torpe suelo, comparado
con ese gran trasunto,
do vive mejorado
lo que es, lo que esrá, lo que ha pasado? | 19 | 5 |
Y si mudare mi fe
por otro nuevo cuidado,
caiga del mejor estado
que la fortuna me dé,
en el más desesperado.
No me encargues la venida,
muy dulce señora mía,
porque asaz de mal sería
tener yo en algo la vida
fuera de tu compañía." | 6 | 10 |
Es una hermosa noche de verano.
Tienen las altas casas
abiertos los balcones
del viejo pueblo á la anchurosa plaza.
En el amplio rectángulo desierto
bancos de piedra, evónimos y acacias,
simétricos dibujan
sus negras sombras en la arena blanca.
En el cenit, la luna y en la torre,
la esfera del reloj iluminada.
Yo en este viejo pueblo paseando,
solo, como un fantasma. | 40 | 12 |
De mi malogrado amor
es la suerte tan contraria
que muere por no entendido
y siendo entendido acaba. | 0 | 4 |
Mostrose en vos tan sutil,
naturaleza, y tan diestra,
que una sola facción vuestra
hará hermosas cien mil.
La que llega a pareceros
en lo menos que en vos vi,
ni puede pasar de allí
ni el que os mira sin quereros. | 4 | 8 |
Vestido con su túnica de pieles,
de pieles negras de salvajes cabras,
como blandos susurros de laureles,
y teniendo las nubes escabeles,
elevó hacia el Eterno sus palabras. | 25 | 5 |
Tú que al hombre formaste, ¡Oh mi Dios y Señor!
ayuda al Arcipreste, infúndele valor;
que pueda hacer aqueste Libro de Buen Amor
que a los cuerpos dé risa y a las almas vigor. | 8 | 4 |
Aquiles armado no fue tan ligero,
ni fue un Alexandre tal cabalgador,
jamás es fallado sino verdadero,
igual, amoroso, cauto, sufridor;
más quiere ser dicho que honrado, honrador,
y muy más que fiero, benigno y piadoso;
este de clemencia es silla y reposo,
y de los aflictos muro y defensor. | 2 | 8 |
Si lo dijera yo, se podría tachar
mas lo dice un filósofo, no se me ha de culpar.
De lo que dice el sabio no debemos dudar,
pues con hechos se prueba su sabio razonar. | 8 | 4 |
¡Infantil por edad y estatura,
sorprende ostentando sazón prematura;
elásticos bultos de tetas opimas;
y a juzgar por la equívoca traza,
no semeja sino una rapaza
que reserva en el seno dos limas! | 37 | 6 |
¡Soy culpable, Señor, no sé mi culpa;
soy misesrable esclavo de mi obras;
no sé qué hacer de esta mi pobre vida;
tu voz espero! | 17 | 4 |
Esta ciudad me mira con tus ojos,
parpadea,
porque ahora después de tanto tiempo
veo otra vez el piano que sale de la casa
y me llega de forma diferente,
huyendo del salón,
abordando las calles
de esta ciudad antigua y tan hermosa
que sigue solitaria como tú la dejaste,
cargando con sus plazas,
entre el cauce perdido del anhelo
y al abrigo del mar. | 45 | 12 |
¡Una mujer!, en el templado rayo
de la mágica luna se colora,
del sol poniente al lánguido desmayo,
lejos entre las nubes se evapora.
Sobre las cumbres que florece el mayo,
brilla fugaz al despuntar la aurora,
cruza tal vez por entre el bosque umbrío,
juega en las aguas del sereno río. | 22 | 8 |
Es la forma; es el arte que de un mármol
Una figura celestial arranca;
El alma de infinitas religiones;
Atenas floreciente y decantada;
El abultado pecho de la hermosa;
El altivo palacio y la montaña;
La obra que Dios, artífice supremo,
Fabricó, poderoso, de la nada:
El espectro que llora en las ruinas;
El plano entero de la hermosa Italia;
La lluvia, en fin, cuyo cincel de gotas
La verde espiga de la tierra saca. | 29 | 12 |
¿Qué tienes que decirle? ¡Vamos, habla!
Confiésate, confiésale tu angustia,
dile el dolor de ser, ¡cosa terrible!
siempre tú mismo. | 17 | 4 |
Lo cual, precedentes recomendaciones,
las humiles fijas a ti recordamos,
por cuanto las graves estimulaciones,
no somos silvestres que no las sintamos;
mas cuando en aquellas constantes llamamos
la gracia de Aquel que fizo a Balán
mudar el intento, y tuvo el Jordán,
a todas estrellas y fados sobramos. | 2 | 9 |
¿Para qué quieres bienes
si no lo gastas?
Mira que hay muchos pobres
que los aguardan:
abre tus cofres,
y no guardes serpientes
que te devoren. | 31 | 7 |
Ya no es tiempo de callar,
Virgen bienaventurada,
con el hurto sois tomada;
venistes a saludar,
y quedastes saludada.
Descubierto es el secreto;
hombre parirá perfeto
Isabel, vos hombre y Dios;
que en vos sola caben dos
contrarios en un sujeto. | 6 | 10 |
Cuando entre la sombra oscura
perdida una voz murmura. | 7 | 2 |
Te vi un punto, y, flotando ante mis ojos,
la imagen de tus ojos se quedó,
como la mancha oscura, orlada en el fuego,
que flota y ciega si se mira al sol. | 40 | 4 |
En cuevas habitaban, .
i Qué lindas celdas!
Aunque para verano
No es mala fresca,
Dicha es y mucha,
Tomar la penitencia
Con tal frescura. | 31 | 7 |
Pudiera la pluma
del menos bizarro
conducir el carro
de la que fue espuma.
En beldad, no en suma,
lucido caudal,
ellos visten nieve,
él corre cristal. | 21 | 8 |
Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión;
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón. | 35 | 4 |
Un monte era de miembros eminente
este que, de Neptuno hijo fiero,
de un ojo ilustra el orbe de su frente,
émulo casi del mayor lucero;
cíclope, a quien el pino más valiente,
bastón, le obedecía, tan ligero,
y al grave peso junco tan delgado,
que un día era bastón y otro cayado. | 22 | 8 |
Este pastor se moría
por amores de Diana,
una pastora lozana,
cuya hermosura excedía
la naturaleza humana.
La cual jamás tuvo cosa
que en sí no fuese extremada,
pues ni pudo ser llamada
discreta por no hermosa,
ni hermosa por no avisada. | 6 | 10 |
Pues me hacéis casamentero,
Ángela de Mondragón,
escuchad de vuestro esposo
las grandezas y el valor.
Él es un Médico honrado,
por la gracia del Señor,
que tiene muy buenas letras
en el cambio y el bolsón.
Quien os lo pintó cobarde
no lo conoce, y mintió,
que ha muerto más hombres vivos
que mató el Cid Campeador.
En entrando en una casa
tiene tal reputación,
que luego dicen los niños:
«Dios perdone al que murió».
Y con ser todos mortales
los Médicos, pienso yo
que son todos venïales,
comparados al Dotor.
Al caminante, en los pueblos
se le pide información,
temiéndole más que a la peste
de si le conoce, o no.
De Médicos semejantes
hace el Rey nuestro Señor
bombardas a sus castillos,
mosquetes a su escuadrón.
Si a alguno cura, y no muere,
piensa que resucitó,
y por milagro le ofrece
la mortaja y el cordón.
Si acaso estando en su casa
oye dar algún clamor,
tomando papel y tinta
escribe: «Ante mí pasó».
No se le ha muerto ninguno
de los que cura hasta hoy,
porque antes que se mueran
los mata sin confesión.
De envidia de los verdugos
maldice al Corregidor,
que sobre los ahorcados
no le quiere dar pensión.
Piensan que es la muerte algunos;
otros, viendo su rigor,
le llaman el día del juicio,
pues es total perdición.
No come por engordar,
ni por el dulce sabor,
sino por matar la hambre,
que es matar su inclinación.
Por matar mata las luces,
y si no le alumbra el sol,
como murciégalo vive
a la sombra de un rincón.
Su mula, aunque no está muerta,
no penséis que se escapó,
que está matada de suerte
que le viene a ser peor.
Él, que se ve tan famoso
y en tan buena estimación,
atento a vuestra belleza,
se ha enamorado de vos.
No pide le deis más dote
de ver que matáis de amor,
que en matando de algún modo
para en uno sois los dos.
Casaos con él, y jamás
vïuda tendréis pasión,
que nunca la misma muerte
se oyó decir que murió.
Si lo hacéis, a Dios le ruego
que os gocéis con bendición;
pero si no, que nos libre
de conocer al Dotor. | 28 | 94 |
Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró. | 40 | 4 |
Incendio vivo y fugaz
Pinta aquí vuestro amor ciego:
Si os lo extingue todo el fuego
Abrasador y voraz,
Restos para amarme en paz
Del fuego no habrán quedado,
Y ¿qué he de hacer, malhadado,
Si el fuego arrecia y atiza,
Con un galán Don Ceniza
Consumido y chamuscado? | 14 | 10 |
Otro, guapo y petimetre
va con acetre e hisopo,
y el hisopo de su acetre
es un pompón de heliotropo. | 9 | 4 |
Los ojos entreabre, aquellos ojos
tan claros como el día,
y la tierra y el cielo, cuanto abarcan,
arden con nueva luz en sus pupilas. | 40 | 4 |
la luna cómo mueve
la plateada rueda, y va en pos della
la luz do el saber llueve,
y la graciosa estrella
de amor la sigue reluciente y bella; | 19 | 5 |
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada. | 35 | 4 |
¡Ay! es verdad lo que me dijo entonces.
Verdad que el corazón
lo llevará en la mano... en cualquier parte,
pero en el pecho, no. | 11 | 4 |
Poeta, ven y cantemos
A una voz nuestros amores;
En un arpa los lloremos,
Que bien cobijarse vemos
A un árbol dos ruiseñores. | 26 | 5 |
Como una planta llena de estéril jugo
que ahoga de sus ramas la florescencia,
de tu propia alegría serás verdugo
y morirás ahogado por la impotencia
como una planta llena de estéril jugo. | 25 | 5 |
El eco de un suspiro que conozco,
formado de un aliento que he bebido,
perfume de una flor, que oculta crece
en un claustro sombrío. | 11 | 4 |
Estrellas hay que saben mi cuidado
y que se han regalado con mi pena;
que, entre tanta beldad, la más ajena
de amor tiene su pecho enamorado. | 10 | 4 |
Me asomé a la negra reja
buscando tus verdes ojos
y sólo encontré los rojos
clavelitos de la queja.
¿A dónde huye tu mirada
por esa abierta ventana?
Ay, mi niña enamorada,
rocío de la mañana
sobre mi alma deshojada. | 20 | 9 |