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2
411
¡Qué hermoso es, tras la lluvia del triste otoño en la azulada tarde, de las húmedas flores el perfume aspirar hasta saciarse!
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4
Miré anillas cortesanas, Vestidas de la librea De aquellas flechas mundanas, Que enastaron a Medea: Vi a la Pentesilea, Clitemnestra y Adriana, Vi la discreta troyana, Brocada, Dafne Penea,
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8
Y si lo queréis oír, consiste esta suma ciencia en un subido sentir de la divinal Esencia; es obra de su clemencia hacer quedar no entendiendo, toda ciencia trascendiendo.
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7
E maguer que yo dubdase el camino ynusitado, cuydé, si lo refusase, que me fuesse rreprovado; le dixe luego: "Pagado soy, señor, de vos seguir non gessando de servir. Amor, a quien me soy dado.
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8
Salió al cabo y cual suelen formar estruendo si se embisten furiosos Notos y Cierzos Cual rayo de la nube arrojados que deja del azufre las señas Fogata todo el humo en la cara.
1
10
Por nosotros no abandona, corona Le ponen por tres ochavos, clavos Lleva con fuerza y reluz, Cruz El lucero de más luz por salvar a pecadores le ponen esos traidores corona, clavos y cruz.
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10
Todo eso por mantener esta cintura de avispa tan gallarda, pues ya dejé de comer y no bebo ni una chispa, aunque arda.
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6
Negros pastores, quietos en los tolmos, adivinan la hora en las estrellas. Cantan todas las hojas de los olmos, la mano azul del viento va entre ellas.
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4
Donde lo deba yo poner Mi corazón no ha de querer.
7
2
Dicha es soñar cuando despierto sueña el corazón del hombre su esperanza, su mente halaga la ilusión risueña, y el bien presente al venidero alcanza. Y tras la aérea y luminosa enseña del entusiasmo, el ánimo se lanza bajo un cielo de luz y de colores, campos pintando de fragantes flores.
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8
Los ojillos e tu cara, tan bonitos son e noche como son por la mañana.
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3
La vida de entre las manos se nos escurre veloz. Se me atraganta la voz de ver como los humanos perdemos en hechos vanos el sentido de la esencia, haciendo que la presencia en este terreno hogar sea un venir, divagar y perder nuestra existencia.
14
10
Escribió sus hazañas oh gran Teresa que si tu pecho es julio tu mano es César: Doctora, fue esta divina monja, y muchas hay que serlo presuman, más ellas, solo son bachilleras.
1
10
¡Ah, yo siempre te adoro como un hermano, no sólo porque todo los juzgas vano y la expresión celeste de tu belleza, sino porque en ti veo ya la tristeza de los seres que deben morir temprano!
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5
Mirando estoy los sepulcros cuyos mármoles eternos están diciendo sin lengua que no lo fueron sus dueños.
0
4
Como en un libro abierto leo de tus pupilas en el fondo; ¿a qué fingir el labio risas que se desmienten con los ojos?
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4
Buitres voraces de potentes garras cerníanse en las fértiles campiñas, y se oía la voz de las cigarras cantar entre los troncos de las parras que florecían de Engadí en las viñas
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5
No me mire usté a la cara, que me da mucha bergüensa de lo que la gente jabla.
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3
Con firmeza judicial usías pues la regia vara y sin pasión castigando siempre igual aunque sea de Guevara al ladrón.
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6
¡Cuánto hoy hijo de Eva, afectando lo galán, se desmiente en un Jordán que ondas de tinta lleva, forma sacando tan nueva que la extrañan por lo sucio! Rocín que, parando rucio, morcillo a correr comienza
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8
Rodeada en rededor de celestiales compañas, con Dios dentro en las entrañas no hay afrenta ni pavor que temer por las montañas. Entre los robles y pinos no carecéis de vecinos, porque a sus ángeles Dios tiene mandado de vos que os guarden por los caminos.
6
10
mas los buenos religiosos gánanlo con oraciones y con lloros; los caballeros famosos, con trabajos y aflicciones contra moros.
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6
Velas tú por el día, enajenada, confundida en la luz que en sí te sume, y en las oscuras noches te sumerges en la inconciencia.
17
4
No hay tormento más grande que la memoria, porque pone presentes pasadas glorias.
30
4
El penitente alzó los ojos Inclinados sobre el misal Y saludó haciendo tres cruces Con reverente cortedad. En sueños le fuera anunciado El retorno de San Gundián.
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6
Mas pues yo vos he contado el mi fecho enteramente, querría ser informado, señor, si vos es plaziente, a por qual ynconviniente venistes, o qué fortuna vos traxo sin causa alguna a este siglo presente.
23
8
Sentí tu mano en la mía, tu mano de compañera, tu voz de niña en mi oído como una campana nueva,
0
4
Vino un día, y otro día, y vino un mes, y otro mes, y el tercer año corría; el segundo concluía, y pasaron hasta tres.
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5
¡Y el poeta en su misión Apurando su tormento! Sin alivio el corazón, ¡Sin más que una maldición Escrita en el pensamiento!
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5
Sin pleito, sin disgusto, la muerte nos divorcia; ¡ay de la pobre barca que en lágrimas se ahoga! Quedad sobre la arena, inútiles escotas, que no ha menester velas quien a su bien no torna.
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8
No creades, mi senhora, el mar dizer de las gentes, ca la muerte m´es llegada si en ello paredes mentes; ay snhora, noble rosa, mercede vos vengo pidir, avede de mi dolor e no me dexedes morir Yo con cuidado de amores...
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9
Las culebras y serpientes y las cosas enconadas son muy blandas y pintadas y a la vista muy plazientes; mas un secreto venino dexando pueden llegar, cual, según que yo adevino, dexarías en el camino que comigo quies llevar.
20
9
«¡Oh tú», dijo, «traidor, que los poetas canonizaste de la larga lista, por causas y por vías indirectas!
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3
Preguntéle a Mercurio: «¿Por qué efecto aquéllos no parecen y se encubren, y muestran ser personas de respecto?»
43
3
Si al fuego natural no se le pone materia que en la tierra le sustente, volverase a su esfera fácilmente, que así naturaleza lo dispone.
10
4
aquel que con su Nombre imitó los ejemplos de quien murió enclavado en la cruz por salvar al universo.
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4
Patriarcas que fuisteis la semilla del árbol de la fe en siglos remotos: al vencedor divino de la muerte rogadle por nosotros.
40
4
No fue el primero Teucro que su flecha al aire disparase, ni fue Troya solo una vez cercada, cuando el griego hundiola tristemente.
15
4
Ahora cuando el destino ya no es una excusa sino la soledad, y los cielos están bajo el tejado como tú los dejaste, todo recuerda un sueño sucio de madrugada.
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7
¿Qué quieres que yo le jaga? Una pena sin alibio sólo la muerte la acaba.
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3
Sufro el castigo de mi culpa y callo, pero mira, Señor, ve cómo lloro; ¿de conocer la culpa del castigo dame el consuelo!
17
4
Al lado de tu pelo, capital de los vientos, la historia en dos, el ruido de las lágrimas, tienen que ser pasado necesario, alejada miseria, cosas para contar después de algunos años, si es que alguien pregunta por nosotros.
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¡O, mate mala ponzoña a pastor de tal manera, que tiene cuerno con miera y no les unta la roña! Vee los lobos entrar y los ganados balar; él risadas en oyllo, ni por esto el caramillo nunca dexa de tocar.
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9
Mucho me encoleriza vuestra mala partida, y mirar por vosotros mi forma escarnecida. Matasteis mi romero con mentira sabida, y ahora veo además su alma mal traída
8
4
Er queré que me mostrabas ere porbito y arena que el aire se los yebaba.
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3
Aquí pues por la causa de antiguos odios en su ciudad tenía rezo a Pedonio. Bizarro de la naval soldado. valiente pues a todo se atreve. Y triste le cogieron al irse.
1
10
Siguieron por el rastro todos la fuga pero él va viento en popa y es la otra chusma y vuela por los mares de seda pues listo no perdona lo lindo por bravo nadie le echa la mano.
1
11
Pues mis penas os fío, ecos suaves, ¡óigalas Amarilis porque se ablande!
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4
Dejé la luz a un lado, y en el borde de la revuelta cama me senté, mudo, sombrío, la pupila inmóvil clavada en la pared.
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4
Sabemos que en el mundo jamás se encuentran el gusto y el contento cual se desean; y es nuestro daño, que aun seguimos al mundo con tanto engaño.
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7
Nunca lozana a su primer contento La planta vuelve que truncó el arado, Por más que al cielo le merezca agrado Y que amoroso la acaricie el viento.
10
4
Desde aquí mi potro avisto, bruto ligero y sin tacha que por su brío y su facha ninguno como él se ha visto: brioso, rápido y listo para surcar el desierto, verás de sudor cubierto su ijar, su boca de espuma, mas lo mirarás, en suma, antes que cansado, muerto.
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La ensalada y salpicón hizo fin: ¿qué viene ahora? La morcilla, ¡oh gran señora, digna de veneración! ¡Qué oronda viene y qué bella! ¡Qué través y enjundia tiene! Paréceme, Inés, que viene para que demos en ella.
4
8
Nunca fuera caballero de damas tan bien servido como fuera Lanzarote cuando de Bretaña vino, que dueñas curaban de él, doncellas del su rocino. Esa dueña Quintañona, ésa le escanciaba el vino, la linda reina Ginebra se lo acostaba consigo; y estando al mejor sabor, que sueño no había dormido, la reina toda turbada un pleito ha conmovido: Lanzarote, Lanzarote, si antes hubieras venido, no hablara el orgulloso las palabras que había dicho, que a pesar de vos, señor, se acostaría conmigo. Ya se arma Lanzarote de gran pesar conmovido, despídese de su amiga, pregunta por el camino. Topó con el orgulloso debajo de un verde pino, combátense de las lanzas, a las hachas han venido. Ya desmaya el orgulloso, ya cae en tierra tendido. Cortárale la cabeza, sin hacer ningún partido; vuélvese para su amiga donde fue bien recibido
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¿por qué tiembla el sepulcro, y desquiciadas sus sempiternas losas de repente, al pálido brillar de las antorchas los justos y la tierra se conmueven? El luto se derrama por el suelo, al ángel entregado de la muerte, que a la virtud persigue: ella medrosa al túmulo volóse para siempre, que el campeón ya no muestra el rostro altivo fatal a los tiranos, ni la hueste repite de la Patria el sacro nombre, decreto de victoria tantas veces.
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12
Oigan, oigan los mortales, oigan e prendan espanto, oigan este triste canto de las batallas campales, quel amor tan desiguales ordenó, por me prender: oigan, si quieren saber los mis ynfinitos males.
23
8
Cuando sea primavera florecerá cada rosa con luz fina y poderosa tan capaz de cortar todo desde el silencio y estío; veré la magia y rosal justo en harinas de cal y así creciendo en el lodo.
23
8
¿Es ley de piedra o libertad de ensueño lo que al volver las almas a encontrarse las unirá para formar la eterna torre de gloria?
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4
En verte regocijada celos me hacen acordar de Europa , ninfa preciada, del toro blanco engañada en la ribera del mar. Y el ordinario cuidado hace que piense contino de aquel desdeñoso alnado orilla el mar arrastrado, visto aquel monstruo marino.
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10
Bodas se hacían en Francia, allá dentro de París ¡Cuán bien que guía la danza esta doña Beatriz! ¡Cuán bien que se la miraba el buen conde don Martín! ¿Qué miráis aquí, buen conde? conde, ¿qué miráis aquí? Decid si miráis la danza o si me miráis a mí. Que no miro yo a la danza, porque muchas danzas vi, miro yo vuestra lindeza que me hace penar a mí. Si bien os parezco, conde, conde, saquéisme de aquí, que un marido me dan viejo y no puede ir tras de mí.
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18
Todos los mis bienes los pongan en benta; pero la chaqueta e los alamares por Dios no la bendas.
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4
Antonio Torres Heredia, hijo y nieto de Camborios, con una vara de mimbre va a Sevilla a ver los toros. Moreno de verde luna anda despacio y garboso. Sus empavonados bucles le brillan entre los ojos. A la mitad del camino cortó limones redondos, y los fue tirando al agua hasta que la puso de oro. Y a la mitad del camino, bajo las ramas de un olmo, guardia civil caminera lo llevó codo con codo. El día se va despacio, la tarde colgada a un hombro, dando una larga torera sobre el mar y los arroyos. Las aceitunas aguardan la noche de Capricornio, y una corta brisa, ecuestre, salta los montes de plomo. Antonio Torres Heredia, hijo y nieto de Camborios, viene sin vara de mimbre entre los cinco tricornios. Antonio, ¿quién eres tú? Si te llamaras Camborio, hubieras hecho una fuente de sangre con cinco chorros. Ni tú eres hijo de nadie, ni legítimo Camborio. ¡Se acabaron los gitanos que iban por el monte solos! Están los viejos cuchillos tiritando bajo el polvo. A las nueve de la noche lo llevan al calabozo, mientras los guardias civiles beben limonada todos. Y a las nueve de la noche le cierran el calabozo, mientras el cielo reluce como la grupa de un potro.
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51
Mil veces me vi de suerte, que quise volver por ella, aunque de volver a vella me resultara la muerte.
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4
La sombra dentro uno mismo; duda que infunde temor; en el pecho el torcedor y en la cabeza el abismo. Cáncer del escepticismo, ya no despedaces más las conciencias en que estás. El hombre en el mundo errante, lleva la tumba adelante y la negra noche atrás.
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10
Digo que más el hombre, pues otras criaturas tan sólo en un época se juntan, por natura; el hombre, en todo tiempo, sin seso y sin mesura, siempre que quiere y puede hace esa locura.
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4
pues no merecemos vida, aunque con seguridad, pues que por nuestra maldad fue la muerte merecida.
27
4
Negro el cabello, imitador undoso de las obscuras aguas del Leteo, al viento que lo peina proceloso, vuela sin orden, pende sin aseo; un torrente es su barba impetüoso, que (adusto hijo de este Pirineo) su pecho inunda, o tarde, o mal, o en vano surcada aun de los dedos de su mano.
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8
Bellos vergeles para tí despiden Puros aromas de trebol lozano, Dulces perfumes de clavel y rosa, Blandos jazmines.
17
4
del dulce Laso la feliz llaneza, del grave Herrera la sonante lira, del gran León el gusto y la belleza vengan, y cuantos Cintio afable inspira, los trinos que mi cítara suspira.
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5
En er simenterio entré, lebanté una losa negra, me encontré con tu queré.
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3
Polifemo le habita rey poderoso un gigante que tiene no más que un ojo. Que mira a traición con sus niñas, y ostenta, muy confusas las cejas, pestañas que guarecen su entrada.
1
10
Clama en su auxilio al cielo y pronto lo consuela, siendo, en carro de luces, Elias arrebatado de la tierra.
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4
En este día cualquiera párate a ver cómo canta, antes que me vaya fuera,
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3
Hubo una selva y un nido y en ese nido un jilguero que alegre y estremecido, tras de un ensueño querido cruzó por el mundo entero.
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5
Vamos al templo. Hoy es fiesta. Tulipán dirá el sermón; en la misa, gran orquesta; y en la tarde, procesión.
9
4
De púrpura vestido en los palacios entra, por dar a la mentira color y autoridad en la apariencia.
13
4
Un palafrén cavalgava muy ricamente guarnido; la su silla demostrava ser fecha de oro bruñido; un capirote vestido sobre una rropa bien fecha, traía la manga estrecha a guisa de omme entendido.
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8
Dado el seguro, por diversas partes Vinieron al alcázar de don Sancho Rui Velázquez y Gústios. Yo y los mios, Con otros extranjeros, convidados" " Fuimos á presenciar la ceremonia. Celebrada del modo mas extraño En el salón del trono, do asistieron Todos los ricos hombres castellanos." " En su dosel sentóse el jóven conde, El Ulema de Roma al diestro lado ; Y por distintas puertas en la sala Los dos caudillos á la par entraron. " "Por la que estaba al frente, al mismo tiempo Con cuatro dueñas y catorce hidalgos Presentóse doña Ava, blancas tocas Y ricas negras ropas arrastrando. Entró también con ella el arzobispo, Con todas las insignias de su cargo, Y dos pajes en pos. Uno traía. De oro en salvilla y entre lienzos blaneos," Un pan pequeño el otro una gran taza De oro y piedras preciosas, rebosando Ardiente vino y á los pies del trono Todos en gran silencio se acercaron." " Allí tomó la copa la condesa, Y el conde tomó el pan, y en tres pedazos En el vino lo echó ; y el arzobispo. Haciendo ciertos signos con la mano," " Murmuró varios salmos y oraciones, A todos los presentes demostrando, Que en la copa no había ni conjuro, Ni veneno entíubierto, ni otro engaño." " Un pedazo del pan mojado en vino Comió con gravedad el conde Sancho Y mandó á Rui Velázquez y al de Lara, Que cada cual comiera otro pedazo. " " Hiciéronlo al momento, una rodilla Hincada en tierra; luego se abrazaron, Al templo fueron á jurar las paces, Y en seguida un festín hubo en palacio. Tornó Castilla á verse en quieta calma, Mas fué calma de mar, que pronto airado Turba el austro otra vez, y en que el piloto De otra mayor borrasca ve el presagio." Quedó en silencio Zaide, y en silencio Quedó también Mudarra, que pasmado, La relación á descubrir no acierta, Que con él tienen lances tan extraños.
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estando conmigo a solas me viene un antojo loco de burlar con causa un poco de las trovas españolas al presente; de aquellas principalmente muy altas, encarecidas, excellentes y polidas, que mucho estima la gente.
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9
¡Cuántas veces me vistes y me vio llorando Cintia, en mi cuidado el tibio celo con que adoraba su belleza un buen pastor dormido!
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De la su gran hermosura no conviene que más fable, y por bien que la escritura quisiese lo razonable recontar, inestimable era su cara, luciente, como el sol en oriente hace su curso agradable.
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Maestro era de esgrima Campuzano, de espada y daga diestro a maravilla, rebanaba narices en Castilla y siempre le quedaba el brazo sano.
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Miraba como el alba pura; sonreía como una flor. Era su cabellera obscura hecha de noche y de dolor.
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¡Maldición! al eco infausto. El sentenciado maldijo La madre que como a hijo A sus pechos le crió; Y maldijo el mundo todo, Maldijo su suerte impía, Maldijo el aciago día Y la hora en que nació.
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8
Cuentan de un sabio que un día tan pobre y mísero estaba que sólo se sustentaba de unas yerbas que cogía. "¿Habrá otro entre sí decía más pobre y triste que yo?" Y cuando el rostro volvió halló la respuesta, viendo que iba otro sabio cogiendo las hojas que él arrojó.
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Aunque es mi vena anciana te felicita; y hace este corto obsequio a tú venía; primita el cielo vivas; ilustre Duque, un siglo enter
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pero mudo y absorto y de rodillas, como se adora a Dios ante su altar, como yo te he querido..., desengáñate, ¡así no te querrán!
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Y que por los poderíos de este madero preciado sería por su pecado el reino de los judíos destruido y asolado; y con don de profecía alumbrado su sentido, dijo que en él se pondría un hombre por quien sería todo el mundo redimido.
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Estas sus viejas historias que con su brazo pintó en juventud, con otras nuevas victorias ahora las renovó en senectud.
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Niña de los ojos negros, niña, no te desconsueles; mis más deleitosas miles son para tus labios rojos; soy siervo de tus antojos, y para ti ha de cantar con acento singular tu poeta enamorado... Pero, niña, ten cuidado, no me vayas a engañar.
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¿Qué se hicieron de sus pompas y la corte tan crecida que tuviera? Ya no le siguen sus trompas, porque es cosa conocida que muriera.
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Y las sus claras hazañas que hicieron en las guerras y en las paces, cuando tú, cruda, te ensañas, con tu fuerza las aterras y deshaces.
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Celos mortales han sido la causa injusta de todo, y porque lo aprenda dice con lágrimas y sollozos:
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Si no tomas mi consejo, Mingo, de aquesta vegada habrás tal pestorejada que te escueza el pestorejo. Vete si quieres, hermano, al pastor del cerro fano, dile toda tu conseja, espulgarte ha la pelleja, podrá ser que vuelvas sano.
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«¿Cuál es la causa, mi Damón, que estando en la lucha de amor juntos trabados con lenguas, brazos, pies y encadenados cual vid que entre el jazmín se va enredando
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Hay noches y días y madrugadas también en que nos salva del abismo sin fin del sacrificio la voz quebrada y rota que entona una taranta la queja lastimera de alguna siguiriya y ese vaso de vino que lentamente apuro con la vida lentamente y suena una guitarra luz y sangre cobijo y compasión —tantas fatigas— en esta noche de cieno y fuente clara.
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¡Pobre Carolina mía! ¡Nunca la podré olvidar! Ved lo que el mundo decía viendo el féretro pasar:
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A la puerta de un sordo cantaba un mudo, y un ciego lo miraba con disimulo
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Está la perra Justilla que viste tan denodada, muerta, flaca, trasijada, juro a diez que habrás mancilla: con su fuerza y corazón cometíe al bravo leon y mataba el lobo viejo: hora un triste de un conejo te la mete en un rincón.
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O ya libre se contempla, Y el aire puro respira, Y oye de amor que suspira La mujer que á un tiempo amó, Bella y dulce cual solia, Tierna flor de primavera, El amor de la pradera Que el abril galan mimó.
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