text
stringlengths
41
14.1k
label
int64
0
45
n_verses
int64
2
411
de gloria y que pasaron Pirineos y Andes; por Lepanto y Otumba; por el Perú, por Flandes;
7
2
Vi la Circe tan cruel que me persigue, de las hojas y flor de mi esperanza, antes de tiempo y sin razón cortadas, hacer encantos duros.
15
4
Tu crítica majadera de los versos que escribí Pedancio, poco me altera. Más pesadumbre tuviera si te gustaran a ti.
26
5
Irene no conoce todavía la palabra resaca. Descentrada con el raro bullicio de la gente que hubo anoche en la casa, duerme poco, penetra ese olvido absoluto al que recurro en mañanas difíciles, salta por los barrotes de su horario, se anuncia con un grito de selva inexplorada, corre por el pasillo hasta la cama, de mi pelo se cuelga, con mi espalda fabrica una pista de baile, insiste repartida, telefónica, parece que se escapa por fin, pero regresa con urgencia de liebre despiadada. Irene no conoce todavía la palabra resaca. Están así las cosas... Es la primera vez que la ira no afecta al importuno. Juro que no repetiré, sé que no debo acostarme tan tarde, tan borracho, bajo un sol que ya tenga mala cara de sueño y aspirina.
45
26
Yo sólo, que nací para tormentos, estoy en todos estos elementos :
7
2
En un campo de rosas Tendrás tu cena mística Al final del camino: Pan sin acedo y vino De la viña eucarística. ¡Y en las palmas llagadas Habrá una rosa mística!
34
7
Dices que tienes corazón, y sólo lo dices porque sientes sus latidos; eso no es corazón... es una máquina que al compás que se mueve hace ruido.
40
4
Allá se aluenga el mar, allá se avengan los mal regidos súbditos del fiero Eolo con soberbios navegantes, que su furor desprecian.
15
4
Soleá del alma mía, tanto te quiero e noche como te quiero e día.
41
3
Parece como las flores en el tiempo del estío, a quien fallece rocío y fatigan las calores: perdió todos sus valores, perdiendo vuestra presencia, cuya imagen y prudencia vence buenas y mejores.
3
9
Y al punto dese por muerto si el alcalde lo bolea, pues ay nomás se le apea con una felpa de palos , y después dicen que es malo el gaucho si los pelea.
39
6
Si le envías recados, sea tu embajadora una parienta tuya; no sea servidora de tu dama y así no te será traidora: todo aquel que mal casa, después su mal deplora.
8
4
De cómo debilitas a todos y los dañas muchos libros se han hecho; de cómo los engañas con tus muchas zalemas y con tus malas mañas; siempre vences al fuerte; se cuenta en tus hazañas.”
8
4
La causa de sus enojos muy claro allí la mostraba; si lágrimas derramaba pregúntenlo a aquellos ojos con que a Sireno mataba. Si su amor era sin par su calor no lo encubría, y si la ausencia temía pregúntenlo a este cantar, que con lágrimas decía:
6
10
Al bello resplandor de vuestros ojos mi pecho abrasó Amor en dulce llama y desató el rigor de fría nieve, que entorpecía el juego de mi alma, y en los estrechos lazos de oro y hebras sentí preso y sujeto al yugo el cuello.
37
7
Maresita mía, ¡qué güena gitana! De un peasito e pan que tenía la mitá me daba.
32
4
A veces despoja de choza y apero al mayor cabrero; y a quien se le antoja, la cabra más coja parió dos cabritos. Cuando pitos, flautas, cuando flautas, pitos.
21
8
Abujitas y arfileres le clabaran a mi nobia cuando la yamo y no biene.
41
3
Grandes guerras se publican en la tierra y en el mar y al conde Sol le nombraron por capitán general. La condesa, como es niña, no hacía sino llorar: acaban de ser casados y se tienen que apartar. i Cuántos días, cuántos meses, piensas estar por allá? Deja los meses, condesa, por años debes contar; si a los tres años no vuelvo, viuda te puedes llamar. Pasan los tres y los cuatro, pasan seis y pasan más, y el conde Sol no volvía, ni nuevas suyas fué a dar; ojos de la condesita no dejaban de llorar. Un día estando a la mesa, su padre la empieza a hablar: Deja el llanto, condesita, nueva vida tomarás; condes y duques te piden, te debes, hija, casar. Carta en mi corazón tengo de que el conde vivo está; no lo quiera Dios del cielo que yo me vuelva a casar. Dadme licencia, mi padre, para salirle a encontrar. La licencia tienes, hija, mi bendición además. Se retiró a su aposento, llora que te llorarás; se quitó medias de seda, de lana las fué a calzar; dejó zapatos de raso, los puso de cordobán, un brial de seda verde que valía una ciudad, y encima del brial puso un hábito de sayal. Esportilla de romera sobre el hombro se echó atrás, cogió el bordón en la mano y se fué a peregrinar. Anduvo siete reinados, morería y cristiandad; anduvo por mar y tierra, no pudo al conde encontrar. Cansada va la romera que ya no puede andar más; subió a un puerto, miró a un valle, un castillo vio asomar. Si aquel castillo es de moros, allí me cautivarán; mas si es de buenos cristianos, ellos me han de remediar. Y bajando unos pinares, gran vacada fué a encontrar. Vaquerito, vaquerito, por la Santa Trinidad, que me niegues la mentira y me digas la verdad: ¿de quién llevas tantas vacas de un mismo hierro y señal? Del conde Sol son, señora, que en aquel castillo está. Vaquerito, vaquerito, por la Santa Trinidad, si es el conde Sol tu amo, más te quiero preguntar: ¿cómo vive por acá? De la guerra llegó rico, mañana se va a casar; ya están muertas las gallinas, ya están amasando el pan; muchas gentes convidadas de lejos llegando van. Vaquerito, vaquerito, por la Santa Trinidad, por el camino más corto me has de encaminar allá. Jornada de todo un día en medio la hubo de andar; llegado ha frente al castillo, al conde Sol fué a encontrar, y arriba vio estar la novia en un alto ventanal. Dame limosna, buen conde, por Dios y su caridad. ¡Oh qué ojos de romera, en mi vida los vi tal! Sí los habrás visto, conde, si en Sevilla estado has. ¿La romera es de Sevilla? ¿ qué se cuenta por allá ? Del conde Sol, mi señor, poco bien y mucho mal. Echó la mano al bolsillo, un real de plata le da. Para tan grande señor poca limosna es un real. Pues pida la romerica, que lo que pida tendrá. Yo pido ese anillo de oro que en tu dedo chico está. Abrióse de arriba abajo el hábito de sayal. ¿No me conoces, buen conde? Mira si conocerás el brial de seda verde que me diste al desposar. Al mirarla en aquel traje, cayóse el conde hacia atrás; ni con agua ni con vino no le pueden recordar, si no es con palabras dulces que la romera le da. La novia bajó llorando, al ver al conde mortal, y abrazado a la romera se lo ha venido a encontrar. Malas mañas sacas, conde, no las podrás olvidar, que en viendo una nueva moza, luego la vas a abrazar. Malhaya la romerica, quién te trajo por acá. No la maldiga ninguno que es mi mujer natural, con ella vuelvo a mi tierra; adiós, señores, quedad; que los amores primeros son muy malos de olvidar. Quédese con Dios, la novia, vestidica y sin casar, que quien de lo ajeno viste desnudo suele quedar.
28
141
¡Cuántas veces te esperó! ¡Cuántas veces te esperara, cara fresca, negro pelo, en esta verde baranda!
0
4
Todas envidian tu brío, y en tus galas, siempre iguales, aprenden cuidados todas de los descuidos que traes. Pareces la primavera, que las flores y las aves todas despiertan a verte y al sol de tus ojos salen.
21
8
Siempre tan necios andáis que, con desigual nivel, a una culpáis por cruel y a otra por fácil culpáis.
27
4
En Santa Águeda de Burgos, do juran los hijosdalgo, allí toma juramento el Cid al rey castellano. Villanos te maten, Alonso: villanos, que no hidalgos; de las Asturias de Oviedo, que no sean castellanos; caballeros vayan en yeguas, en yeguas, que no en caballos; las riendas traigan de cuerda y no con frenos dorados, abarcas traigan calzadas y no zapatos con lazo, las piernas traigan desnudas, no calzas de fino paño ; traigan capas aguaderas, no capuces ni tabardos, con camisones de estopa, no de holanda ni labrados. Mátente con aguijadas, no con lanzas ni con dardos; con cuchillos cachicuernos, no con puñales dorados. Mátente por las aradas, no por caminos hollados; sáquente el corazón por el derecho costado, si no dices la verdad de lo que te es preguntado: si tú fuiste o consentiste en la muerte de tu hermano. Allí respondió el buen rey, bien oiréis lo que ha hablado: Mucho me aprietas, Rodrigo; Rodrigo, mal me has tratado; mas hoy me tomas la jura eras me besarás la mano. Allí respondió el buen Cid como hombre muy enojado: Aqueso será, buen rey, como fuer galardonado, que allá en las otras tierras dan sueldo a los hijosdalgo. Por besar mano de rey no me tengo por honrado; porque la besó mi padre me tengo por afrentado. Vete de mis tierras, Cid, mal caballero probado; vete, no mentres en ellas hasta un año pasado. Que me place, dijo el Cid; que me place de buen grado por ser la primera cosa que mandas en tu reinado. Tú me destierras por uno, yo me destierro por cuatro. Ya se partía el buen Cid de Bivar esos palacios; las puertas deja cerradas, los alamudes echados, las cadenas deja llenas de podencos y de galgos; con él lleva sus halcones, los pollos y los mudados; con él van cien caballeros, todos eran hijos de algo; los unos iban a muía y los otros a caballo; por una ribera arriba al Cid van acompañando, acompañándolo iban mientras él iba cazando.
28
74
Otros te siguen, engañosa gloria, que allá en sus pueblos son pozos de ciencia, que creyéndose dignos de la historia, varones de gobierno y experiencia, ansiosos de alcanzar alta memoria o abusos corregir con su elocuencia, diputados al fin se hacen nombrar tontos de buena fe para callar.
22
8
Aquí mil nobles, rendidos A mis pies, nombre me dieron De su Príncipe, y sirvieron Galas, joyas y vestidos. La calma de mis sentidos Tú, trocaste en alegría. Diciendo la dicha mía. Que, aunque estoy desta manera, Príncipe en Polonia era. Buenas albricias tendría.
14
10
ven, y movida a mi ardoroso llanto, envuelve y llena en tu tiniebla fría el malicioso resplandor del día, testigo y causador de mi quebranto.
10
4
Ambos a dos se abrazaron; y esta fue la vez primera, y pienso fue la postrera, porque los tiempos mudaron el amor de otra manera. Y aunque a Diana le dio pena rabiosa y mortal la ausencia de su zagal, en ella misma halló el remedio de su mal.»
6
10
Enloquecidos trae a muchos tu saber; les estorbas el sueño, el comer y el beber, haces a muchos hombres a tanto se atrever por ti, que cuerpo y alma llegarán a perder.
8
4
¿Es tu palabra de fe? . Te la daré. . A mí nadie me creyó. . Yo. . ¿Cómo debo comer eso? Con queso. . Pues por ser conmigo obseso, si tú me engañaste a mí, mi reto no es baladí: ¡Te la daré yo con queso!
24
11
Es cuestión de palabras, y no obstante, ni tú ni yo jamás, después de lo pasado, convendremos en quién la culpa está.
40
4
Sigue, pues, sigue cuchillo, volando, hiriendo. Algún día se pondrá el tiempo amarillo sobre mi fotografía.
9
4
Con sus palomas Venus sube al cielo, pide a Mercurio, a Júpiter; y a Nido le ruega que corriendo el mundo a vuelo el destierro de Psique sea sabido. Él la pregona, y dice en su libelo que la hermosa Venus ha ofrescido siete besos a aquel que se la entregue y la muerte a cualquier que se la niegue.
21
9
No crio naturaleza ni Reyes ni Emperadores En la baja redondeza, Ni donas dignas de honores, Poetas ni sabidores, Que no vi ser aguardantes Aquellos estos dos ilustrantes, Dios y deesa de amores.
3
8
Tened aqueste conçepto, amadores, vos supplico, Cón quien riñen en público fasen la pas en secreto; dissimulan el entender, denuestan lo que desean, fingen de enoio plaser, lo que quieren non querer y dubdar quando más crean.
20
9
Ninfa, de Doris hija, la más bella adora, que vio el reino de la espuma. Galatea es su nombre, y dulce en ella el terno Venus de sus Gracias suma. Son una y otra luminosa estrella lucientes ojos de su blanca pluma; si roca de cristal no es de Neptuno, pavón de Venus es, cisne de Juno.
22
8
Consuelo de los que afligen Virgen. ¿Qué nombre mejor te cuadre? Madre Por castellana y risueña Alcarreña. Si Brihuega nos enseña a tener amores fijos, ¡Cuenta con todos tus hijos! Virgen, Madre y Alcarreña.
24
10
La pastora a esta sazón respondió con gran dolor: "Para dejarme, pastor, ¿cómo has hallado razón, pues que no la hay en amor? Mala señal es hallarse, pues vemos por experiencia que aquel que sabe en presencia dar disculpa de ausentarse, sabrá sufrir el ausencia.
6
10
Con asombro de mirarte, Con admiración de oirte. Ni sé qué pueda decirte. Ni qué pueda preguntarte: Solo diré que á esta parte Hoy el cielo me ha guiado Para haberme consolado, Si consuelo puede ser Del que es desdichado, ver Otro que es más desdichado.
14
10
Mi cante no es tu canto, qué más quisiera que enronquecerme en coplas cartageneras.
30
4
La zozobra de alma enamorada, la dulce vaguedad del sentimiento, la esperanza de nubes rodeada, de la memoria el dolorido acento, los sueños de la mente arrebatada, la fábrica del mundo y su portento, sin regla ni compás canta mi lira. ¡Sólo mi ardiente corazón me inspira!
22
8
Ya toda me entregué y dí, y de tal suerte he trocado, que mi Amado es para mí y yo soy para mi Amado.
9
4
De allí, volando al cielo, al gran Tonante ruega, porque de amor obrar se siente, que por mujer le dé a Psique, su amante. Él lo besa y abraza dulcemente; el águila de Júpiter volante tiene en el pico el fuego fiero ardiente; Mercurio, en el celeste territorio, todos los dioses llama a consistorio.
21
8
Porque quiere está de holgueta el poeta. La perdición del muchacho borracho. No come por falta de cobre el pobre. Aunque la razón me sobre lo direis en nuestros días que aquí tenéis a Matías poeta, borracho y pobre.
24
10
divisé seis personas religiosas, al parecer de honroso y grave aspecto, de luengas togas, limpias y pomposas.
43
3
Al ocioso y muy amigo de vivir sin trabajarlo si lo hallás no se le tarda el castigo bien que sea el castigarlo por demás.
16
6
Mi gala en las pulperías era en habiendo más gente, ponerme medio caliente pues cuando puntiao me encuentro me salen coplas de adentro como agua de la virtiente.
39
6
Mira que mala es mi mare; porque testoy manteniendo me echa la ropa a la caye.
41
3
dio el alma a quien se la dio (el cual la dio en el cielo en su gloria), que aunque la vida perdió, dejonos harto consuelo su memoria.
39
6
Así Inés desesperaba sin acabar de esperar, y su tez se marchitaba, y su llanto se secaba para volver a brotar.
26
5
Me perfilo. La espada. Los dedos mojo. Abanico y mirada. Clavel y antojo.
30
4
Y si él es Polifemo para qué finge que encerrar a los vientos traza es de viles Que cauto se salió por un lado. Llevaba todo el cuerpo de lana Y vea como deja la cueva
1
11
Rosita y mosquetas, claveles y nardos, en sus andares la mi compañera los va derramando.
32
4
Yo extraeré para ti la presuntuosa raíz de la columna vespertina Yo en fiel teorema de volumen rosa te expondré el caso de la mandolina Yo peces te traeré (entre crisantemos) tan diminutos que los dos lloremos
36
6
¿A dónde iré que no vaya mi perdición a buscar? Tu destino es de la playa y mi vocación del mar.
9
4
Esperanzas y deseo son en tan gran división que según la perfección de tu gran bondad, yo creo, aunque Dios te perdonase, y la gente no lo pudiese creer, que tu merced no pecase, solamente por tu virtud mantener.
12
10
Turbando la quietud de los espacios, de la Luna a los fúlgidos destellos, como de un cofre azul joyas brillantes, surgen de pronto del marino seno ejércitos de oceánidas hermosas de garzos ojos y rosados cuerpos que, con ramos de algas en las manos y perlas en los húmedos cabellos color de oro verdoso, quieren todas subir a consolar a Prometeo hasta el alto peñón, donde el heroico titán por levantarse hizo un esfuerzo y al mirarlas, después de oír sus cantos, así les dijo con viril acento.
29
14
Lo que esta mi trova reza no fue, señora, escusado, pues sirve de haber mostrado a do llega mi simpleza. Ya no dejará de ser invención de alguna cosa, pues os será nueva glosa de mi poquito saber.
4
8
Reina de Pafos y de amores madre. Tú que a las almas llenas de placeres, ¿Por qué no quieres que Dalmiro triunfe? Mándalo, Venus.
17
4
Ya por el leñador pasa grosero, sin que a cargar le ayuda, aunque lo pida. En tanto ya de Estigie al lago fiero llegó, y en la gran barca es ya metida. Del pasaje a Carón paga un dinero, y otro guarda, que pague a la salida. Ves el viejo que ruega y la conjura que lo embarque, mas Psique no se cura
21
8
para traer la Eurídice dormida hasta la superficie de la vida.
7
2
en sólo aquel cabello que en mi cuello volar consideraste; mirástele en mi cuello, y en él preso quedaste, y en uno de mis ojos te llagaste.
19
5
Este Pensil tranquilo nunca se ciega blandos céfiros siempre le lisonjean. El Cierzo causa su desconcierto y el Noto fiero atruena en sus cotos Abrego mete ruido en su pecho.
1
11
¿Mudanzas e ingratitudes, son el merecido premio de dolores tan crueles y de tan duros tormentos? ¿En nada, perjura, en nada estimas el juramento que de ser mía me hiciste en el valle de tu pueblo? Decías: querido amigo, juro por los altos cielos de ser tuya hasta que muera, sin conocer otro dueño.
28
13
Sire de ojos azules, gracias: por los laureles de cien bravos vestidos de honor; por los claveles
7
2
¿A quién daré mis rimas y amorosos cuidados, de aquella luz traslados, de aquella esfinge enigmas? ¿A quién mis escarmientos? ¿A quién mis castigados pensamientos?
38
6
Del monte en la ladera, por mi mano plantado tengo un huerto, que con la primavera de bella flor cubierto ya muestra en esperanza el fruto cierto.
19
5
Mas tengo gran confianza en el que esta devoción me puso en el corazón, que cumplirá mi esperanza y mi final intención; y mi seso determina de cavar en esta hoya, confiando que, aunque indina, verán mis ojos ahína esta riquísima joya.
6
10
Con penas macuesto con más malebanto; la curpa la tiene mi compañerita, por quererla tanto.
32
4
Quiéreme como te quiero; luego me berás morí como Cristo en er maero.
41
3
¡Cuántas noches, mi torre, no te he visto a la unción de la Luna melancólica despertar en mi pecho los recuerdos de tras la vida!
17
4
En aqueste raso suelo a guardar tu hermosa cara no basta sombrero o velo; que estando al abierto cielo, el sol morena te para. No escuchas dulces concentos, sino el espantoso estruendo, con que los bravosos vientos con soberbios movimientos van las aguas revolviendo.
6
10
un buscado imposible, una imposible hazaña, una América oculta que hallar, vivirá España!
7
2
De rubíes y diamantes era la masonería, y de gruesa perlería las liseras circunstantes: Esmeraldas rutilantes, y zafires orientales había tantos y tales, que no bastan consonantes.
3
8
«¡Santo Luque, yo te pido que ruegues a Dios por mí; y no pongas en olvido de me dar vino de ti!»
9
4
¿Quién a Morfeo echar osa? ¡Qué losa! ¿Quién destapa al frío mi mano? ¡Insano! ¿Quién me golpea con fragor? ¡Cuán dolor! El ingrato despertador que lucha con mi pereza y lo hace con tal dureza que se encumbra en vencedor.
24
10
¡Bullir en el pensamiento El bello ser de otro ser... Y ese roedor tormento, Que hemos bebido en el viento, En la voz de una mujer!
26
5
De flores matizadas se vista el verde prado, retumbre el hueco de voces deleitosas, olor tengan más fino las coloradas rosas, floridos ramos mueva el viento sosegado. El río apresurado sus aguas acresciente, y pues tan libre queda la fatigada gente del congojoso llanto moved, hermosas ninfas, regocijado canto.
20
9
En derredor de tu frente Leve soplo vuela apenas Muy callado, Y allí esparcido se siente Dulce aroma de azucenas Regalado,
16
6
Mis alegrías nunca las sabrás, hermanita, y mi dolor es ése, no te las puedo dar: vinieron como pájaros a posarse en mi vida, una palabra dura las haría volar.
35
4
Al rico que a los pobres los favorece, no le falta socorro cuando padece: que en este mundo, quien lo ageno pretende de antes lo suyo.
31
7
Llegó a mí triunfante: la vi, y la sorpresa como un licor grato mi alma embargó... ¿Quién eres?... le dije: ¿Divina princesa? ¿Hermoso fantasma? Su boca de fresa se abrió dulcemente y así musitó:
25
5
Jubón negro acuchillado, banda azul, lazo en la hombrera, y sin pluma al diestro lado el sombrero derribado tocando con la gorguera.
26
5
Éste se ata las espuelas se sale el otro cantando, uno busca un pellón blando, éste un lazo, otro un rebenque, y los pingos relinchando los llaman desde el palenque.
39
6
por el siniestro lado cada qual era ferido en el pecho, muy llagado, de grand golpe dolorido; por el cual fuego encendido salía, que los quemaba; presumid quien tal pasava si debiera ser nacido.
23
8
Una noche mi padre, siendo yo niño, mirando que la pena me consumía, con las frases que dicta sólo el cariño, lanzó de mi destino la profecía, una noche mi padre, siendo yo niño.
25
5
Es tu queré como er biento, y el mío como la piera, que no tiene movimiento.
41
3
Dirás que muchas barcas con el favor en popa, saliendo desdichadas, volvieron venturosas. No mires los ejemplos de las que van y tornan, que a muchas ha perdido la dicha de las otras.
21
8
Toíta la tierra la andaré cien veces, y volveré a andarla pasito a pasito, hasta que la encuentre.
32
4
¡Niño temido por los dioses y hombres! ¡Hijo de Venus! ¡Ciego de amor! ¡Tirano! ¿Con débil mano, vencedor del mundo! ¡Dulce Cupido!
17
4
Que se pique e cangrena la boca con que me riñes, la mano con que me pegas.
41
3
¡Que seso para discretos! ¡Qué gracia para donosos! ¡Qué razón! ¡Qué benigno a los sujetos! ¡A los bravos y dañosos, qué león!
39
6
Yo del todo he ya perdido saber, seso y discreción: fuerza, sentido, razón ya buscan otro partido. Placer de quien favorido era en aquella sazón que vos vi, con tal canción ya de mí se ha despedido:
3
9
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido —ya conocéis mi torpe aliño indumentario—, más recibí la flecha que me asignó Cupido, y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.
35
4
Sí, yo pequé. Señor, te lo confieso, culpable tu castigo me revela, mi vida sin sufrir ya no es mi vida, más... ¿por qué sufro?
17
4
Un pobre topo, el más mandria y apocado, barre el coro. ¡Hoy va a cantar la calandria, la calandria de voz de oro!
9
4
Trozos de barro, por la senda en penumbra, saltan los sapos.
18
3
Saliste de tu casa por venir a la mía, cuando salir quisiste hiciste una folía: piensas sin penitencia cumplir tal romería; no te agradecerá esto Santa María.»
8
4
Si me quitas la vida, tú te lo pierdes porque quedas entonces sin alfileres; porque el morirme puede que me acomode por verme libre.
31
7
Y porque mejor sea de todos escuchado, os hablaré por trovas y por cuento rimado, es un decir hermoso y es arte sin pecado, razón más placentera, hablar más delicado
8
4
Después de todo, para nada sirvió que lo intentáramos.
18
3