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2
411
Uno de los del número hambriento se puso en esto al borde de la nave, al parecer mohíno y malcontento;
43
3
aquí me tienen, caminando solo andando caminos extraños sombríos y fríos bajo emancipada lluvia que moja mí todavía impenitente avatar. ¿Dónde irá este pobre impenitente? caminando solo entre rosales espinosos pero fragantes. Percibo el aroma de un amor perdido ¡Ay! amor que esta impenitente rosa nunca pierda su fragancia aunque los surcos marquen su irreverente cuerpo.
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18
Y pues ambos lo pecamos, porque la mengua excusemos, será bien que lo rasguemos antes que lo descubramos. Vuesamerced no le duela darle un tajo y un revés, pero, más seguro es arrimarle una candela.
4
8
Pues su hermano el inocente, que en su vida sucesor le hicieron, ¡qué corte tan excelente tuvo y cuánto gran señor le siguieron! Mas, como fuese mortal, metiole la Muerte luego en su fragua. ¡Oh, juïcio divinal, cuando más ardía el fuego, echaste agua!
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12
Son métrica distinción de los cuadrantes del día, de cuya acorde harmonía forman compases y son. Son del tiempo y su vejez la más corriente moneda. Joyas de rica almoneda, sellos del número diez.
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8
Acordad vuestra memoria, vuestra poca contrición robadora de mi gloria, que venganza es la victoria del vencido corazón; haced ya satisfacción, tornad lo suyo a su dueño, confesad en confesión la culpa de mi pasión no como de mal pequeño.
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11
Con manjares en defensa, Despensa El niño corre que vuela, Escuela Es el más dichoso bar, Hogar El pueblo debe pensar y la ciencia que no engaña que no le falte a España· Despensa, Escuela y Hogar.
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10
¡Con qué eficacia el pendolar ministro reduce su registro de la ley de escritura a la de gracia, batida su eficacia de un acicate de oro! El papel diga a cuánto rasgo obliga el dorado rasguño, y qué overas cerró un cerrado puño.
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8
Con las horas los días, con los días los años volarán, y a aquella puerta llamarás al cabo... ¿Quién deja de llamar?
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4
Eneas ver ha podido a la Cipriana, mas cuando se le demostró, cazando cerca los reinos de Dido: Por cual casa mi sentido a la Eneyda recordando, las vi ser ellas del bando de la madre de Cupido.
3
8
Y aun diz que dió una doncella con un espectro galán, y que una devota bella le alcanzó a ver después de ella en casulla o balandrán.
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5
No fíes en señores por su grandeza que también los más grandes tienen flaquezas; pues en sus males hace naturaleza todos iguales
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7
Vínole al corazón, tal como estaba, un día, al apóstol de España irse de romería; y ajustaron el término que tomase su vía Dispuso sus asuntos, buscó su compañía,
8
4
Plural ha sido la celeste historia de mi corazón. Era una dulce niña, en este mundo de duelo y de aflicción.
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4
después de tanta hazaña a que no puede bastar cuenta cierta, en la su villa de Ocaña vino la Muerte a llamar a su puerta
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6
Mal hayan los arroyuelos si cuando por ellos pases no murmuraren alegres que tengas celos de nadie. Siendo así, ¿por qué te ofendes en presumir que me agrade quien tiene envidia de ti y se precia de imitarte?
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8
Otras veces se topaban en esta verde ribera, pero muy de otra manera el toparse celebraban que esta que fue la postrera. Extraño efecto de amor, verse dos que se querían todo cuanto ellos podían, y recibir más dolor que al tiempo que no se vían.
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10
La bella mal maridada, de las lindas que yo vi, véote tan triste enojada; la verdad dila tú a mí. Si has de tomar amores por otro, no dejes a mí, que a tu marido, señora, con otras dueñas lo vi, besando y retozando: mucho mal dice de ti; juraba y perjuraba que te había de ferir. Allí habló la señora, allí habló, y dijo así: Sácame tú, el caballero, tú sacásesme de aquí; por las tierras donde fueres bien te sabría yo servir: yo te haría bien la cama en que hayamos de dormir, yo te guisaré la cena como a caballero gentil, de gallinas y capones y otras cosas más de mil; que a éste mi marido ya no le puedo sufrir, que me da muy mala vida cual vos bien podéis oir. Ellos en aquesto estando su marido hélo aquí: ¿Qué hacéis mala traidora? ¡Hoy habedes de morir! ¿Y por qué, señor, por qué? Que nunca os lo merecí. Nunca besé a hombre, mas hombre besó a mí; las penas que él merecía, señor, daldas vos amí; con riendas de tu caballo, señor, azotes amí; con cordones de oro y sirgo viva ahorques a mí. En la huerta de los naranjos viva entierres a mí, en sepoltura de oro y labrada de marfil; y pongas encima un mote, señor, que diga así: Aquí está la flor de las flores, por amores murió aquí; cualquier que muere de amores mándese enterrar aquí. que así hice yo, mezquina, que por amar me perdí.
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54
La su boca pequeña, así, de buena guisa, su cara sea blanca, sin vello, clara y lisa; conviene que la veas primero sin camisa pues la forma del cuerpo te dirá: ¡esto aguisa!
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4
Sabed que los triunfantes en grado tan superiores honorables dominantes Cupido, Venus, señores de los nobles amadores, delibraron su pasaje por este espeso salvaje con todos sus servidores.
3
8
Diéronme a mí las infalibles Parcas Un campo reducido, el blando aliento De griega Musa, y de inconstante plebe Despreciar los furores.
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4
El mismo Dios adoráis, De la misma estirpe y planta Procedéis; ¿Por qué, pues, no despertáis? ¿Por qué á vengar la ley santa Nos os movéis?
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¡Ah, pastores que veláis, Por guardar vuestro rebaño, Mirad que os nace un Cordero, Hijo de Dios Soberano!
0
4
De Granada partió el moro que se llama Ben Zulema; allá se fuera a hacer salto entre Osuna y Estepa. Derribado ha los molinos y los molineros lleva, y del ganado vacuno hecho había grande presa, y de mancebos del campo lleva las trahillas llenas; por hacer enojo a Narváez pasólos por Antequera; los gritos de los cristianos hacían temblar la tierra. Oído lo había Narváez, que está sobre la barrera, y como era buen cristiano el corazón le doliera. Señor, no me desampares, en esta empresa tan buena, que por te hacer servicio dejo yo sola Antequera. Mandó apercebir su gente, cuanta en la villa hubiera, y por un jaral que él sabe al encuentro le saliera. De quinientos que eran los moros sólo uno se les fuera, que era el alcaide de Loja, que buen caballo trujera. Con la presa y cabalgada vuélvase para Antequera.
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32
Que, aunque así, sin alegría, me veis rico de pesar abaxado a desear lo que desechar solía; aunque me veis sin estima, en un rincón olvidado, yo me vi ser bien amado, mi deseo en alta cima.
4
8
La segunda tarja de un balaje ardiente era y de amarilla gema plomeada, cuyo nombre dije no tácitamente; y cada cual poma con nudos ligada, de verde carbunclo, al medio esmaltada. La tercera y cuarta castillo y león eran a cuarteles; y dejo el blasón, que nuestra materia no está comenzada.
2
8
Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza de cielo se abre como una boca de muerto. Tiene mi corazón un llanto de princesa olvidada en el fondo de un palacio desierto.
35
4
O me quieres o me olvidas; si me olvidas, ¿cómo vuelves?; y si me quieres, zagala, ¿cómo gustas de mi muerte? Por hablar con las serranas acaso y sin detenerme, ¡ay Dios, qué duras venganzas de culpas que no te ofenden!
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8
Y más hago en encubrir por la honra de mi pena, que no me duele sufrir el mal que el Amor ordena.
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4
Ocurre que algún hombre comete gran traición y una ley le condena a morir, con razón; pero si hay personajes que sus amigos son y ante el rey interceden, consigue su perdón.
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4
Agradécele mucho cuanto ella por ti hiciere, ensálzalo en más precio de lo que ello valiere, no te muestres tacaño en lo que te pidiere ni seas porfiado contra lo que dijere.
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Tal es la mala virtud del rayo que me rodea, que voy a mi juventud como la luna a mi aldea.
9
4
Díjeles, en respondiendo según modo cortesano, humilmente proponiendo: El Potente soberano vos influya en el mundano orbe de felicidad premio de rica bondad, que es el galardón humano.
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8
Y vosotros, caballeros, Que en los bridones voláis Tan valientes, Y cual águilas ligeros, entre las armas brilláis Refulgentes;
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6
Era un suspiro lánguido y sonoro la voz del mar aquella tarde...; el día, no queriendo morir, con garra de oro de los acantilados se prendía.
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4
Támaraz, que zon miel y oro, támaraz, que zon oro y miel. A voz, el cachopinito, cara de roza, la palma oz guarda hermoza del Egito. Támaraz, que zon miel y oro, támaraz, que zon oro y miel
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8
de los rumbos hallado entre los claros de los bosques del mar. Oh roja noche, reábreme el sendero de tus vinos, memorias de placer disuelto suave mente suma al sumando de los cuerpos en la cíclica agenda de las pieles.
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6
Compañera mía, yo no sé qué tiene la yerba buena e tu güertesito que tan bien me huele.
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Cantarillo, cantarillo, vamos teniendo paciencia; pues la fuente no se apura, tomemos lo que nos dejan. Vais y venís a la fuente; quien va y viene mucho a ella ¿de qué se espanta, si el asa o la frente se le quiebra?
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Muchas por non descubrir algunas faltas secretas, a las personas discretas non dexan al fin venir; bien les demuestrean amar y que bondad las detiene, mas con aquello tratar, han sus engannos lugar lo que en secreto contiene.
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Esforzóse la fortuna En obras de gran crueldad Tanto, que el sol y la luna Perdieron su claridad. Vos por uno y yo por una, Cada uno en su igualdad Padecemos, bien lo sé.
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7
Como los gatos eres, Si fiestas haces , Pues preparas las uñas Para arañarme. No seas gata , Pues la bolsa me tienes Dien arañada.
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Con esta envidia que digo y lo que paso en silencio, a mis soledades voy, de mis soledades vengo.
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Y sentao junto al jogón a esperar que venga el día, al cimarrón le prendía hasta ponerse rechoncho, mientras su china dormía tapadita con su poncho.
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6
Cera y cáñamo unió (que no debiera) cien cañas, cuyo bárbaro rüído, de más ecos que unió cáñamo y cera albogues, duramente es repetido. La selva se confunde, el mar se altera, rompe Tritón su caracol torcido, sordo huye el bajel a vela y remo; ¡tal la música es de Polifemo!
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8
que mis vanos pensamientos, que paz no saben hallar, mejor supieran trovar la invención de mis tormentos. La de la Cruz de alegría mal parece en mi poder; porque yo no sé traer a cuestas sino la mía.
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8
En dos edades vivimos los propios y los ajenos: la de plata los extraños y la de cobre los nuestros.
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4
Entre la muerte y el frío se queda un espacio roto como un recuerdo en la foto del antepasado mío, frente a la muerte sonrío sin temor a su tropel y no dudo que por él afán de talar mi vida escoja para una herida cualquier sitio de mi piel.
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Y ella dice: «No hubo intento; yo me fui no sé por qué. Por las olas por el viento fui a la estrella y la corté».
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Como antes era rico, y ahora soy pobre aunque al rostro me miras no me conoces: no extraño esto pues sé que la pobreza muda de aspecto.
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Despiértenme las aves con su cantar sabroso no aprendido; no los cuidados graves de que es siempre seguido el que al ajeno arbitrio está atendido.
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Ese alegre murmullo que se acerca Detrás de los floridos arrayanes, Del limpio estanque perfumada cerca Es que agitan las ondas de la alberca De Zozaya y de Fátima los manes.
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5
¿Quién es un amigo fiel? Manuel. ¿Y un cumplidor caballero? Riguero. ¿De talento singular? Aguilar. Lo digo sin adular, sin exagerar lo digo: es un excelente amigo Manuel Riguero Aguilar.
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También quiero deseoso saber de vuestra excelencia, por eso tened paciencia, pues tenéis, Señora, esposo, si venís con su licencia; que no la debió dar él, siendo sabio y tan fiel, para ir sola una doncella; y ya que vengáis con ella, ¿cómo viniste sin él?
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Al cual un fuego cercaba en torno como fosado, que por bien que remiraba de cual guisa era labrado, el humo desordenado del todo me resistía así que no discernía cosa de lo fabricado.
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El viejo roble: surcos en la corteza camino al cielo.
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Jamás ha permitido ni la más leve tregua al Reino de las sombras, confundiendo con luces sus tinieblas.
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Cultivo una rosa blanca, en julio como en enero, para el amigo sincero que me da su mano franca.
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4
Y atiendan la relación que hace un gaucho perseguido que fue buen padre y marido empeñoso y diligente, y sin embargo la gente lo tiene por un bandido.
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Mientras miras el agua silenciosa, como un vuelo fugaz de mariposa sientes sobre la nuca el cosquilleo, la pasajera onda de un deseo, el espasmo sutil, el calosfrío de un beso ardiente cual si fuera mío...
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6
Y bien posó tu amargura Al traerte a esta mansión, Dando al hombre en su locura Una soñada ventura Que no está en tu corazón.
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5
la mayor hermosura se deshace ante ella, y ella sola resplandece sobre todas, y alegra y satisface.
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3
A razones de plata Ríndense al punto De las más firmes plazas Los fuertes muros. Mucho persuaden, Porque más que de peso Tienen de graves.
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No te pongas colorá; que en er mejó paño cae una mancha sin pensá.
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3
En la mitad del barranco las navajas de Albacete, bellas de sangre contraria, relucen como los peces. Una dura luz de naipe recorta en el agrio verde, caballos enfurecidos y perfiles de jinetes. En la copa de un olivo lloran dos viejas mujeres. El toro de la reyerta se sube por las paredes. Ángeles negros traían pañuelos y agua de nieve. Ángeles con grandes alas de navajas de Albacete. Juan Antonio el de Montilla rueda muerto la pendiente, su cuerpo lleno de lirios y una granada en las sienes. Ahora monta cruz de fuego, carretera de la muerte. El juez, con guardia civil, por los olivares viene. Sangre resbalada gime muda canción de serpiente. Señores guardias civiles: aquí pasó lo de siempre. Han muerto cuatro romanos y cinco cartagineses. La tarde loca de higueras y de rumores calientes cae desmayada en los muslos heridos de los jinetes. Y ángeles negros volaban por el aire del poniente. Ángeles de largas trenzas y corazones de aceite.
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¡Oh llama santa!, ¡celestial anhelo!, ¡sentimiento purísimo!, ¡memoria acaso triste de un perdido cielo, quizá esperanza de futura gloria! ¡Huyes y dejas llanto y desconsuelo! ¡Oh mujer!, ¡que en imagen ilusoria tan pura, tan feliz, tan placentera, brindó el amor a mi ilusión primera...!
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8
Agua, amapola, rosal de sangre loca, vida de música, gitana cristalina, ¡dale a mi boca la fruta de tu boca, tu boca roja de sol y coralina!
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4
la que fue tan venturosa, que, siendo un pastor su abuelo, se vio reina de tres mundos y madre del que es rey de ellos,
0
4
Diviértete con todos, haz lo que quieras, y luego ven y pónme las aguaderas; y aun despues falta que a la pila me lleves a beber agua.
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En un sitial la dahalia como priora se esponja, mientras la tórtola monja entra de sayo y sandalia.
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4
Tu pupila es azul, y si en su fondo como un punto de luz radia una idea, me parece en el cielo de la tarde ¡una perdida estrella!
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Tan penada por vos vengo. Tan vencida de deseo, tan llena de lo que veo, que ante mis ojos os tengo, y de gozo no lo creo; gran ventura fue la vuestra, gran dicha será la nuestra, oh señora prima, en quien Dios para fin de gran bien tan gran maravilla muestra.
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Hay un temblor de aguas en la frente. Y va emergiendo, exacta, la limpia imagen, pensamiento, marino casco, barca. Arriba ideas en bandada, albeantes. Pero abajo la intacta nave secreta surge, de un fondo submarino botado invento, gracia.
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Más quisiera; mi vida, Verte difunta, Que no que otro mancebo Te llame suya.
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En este fértil sitio cultiva un huerto que lleva todo el año fruta de cestos. Amena llega siempre la espera Milagro que va en el hortelano Castañas fruto son de sus plantas.
1
10
En mis manos levanto una tormenta de piedras, rayos y hachas estridentes sedienta de catástrofes y hambrienta.
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3
En mi vida sígueme la quejumbre De que mi trabajo de nada vale; ¡Óiganme! Alcanzaré pronta cumbre, Ya veremos quién sí sobresale.
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4
Agua de claro espejismo de muerte de aquella apártate.
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3
Una falta le hallo al Amor poderoso la cual a vos, señoras, descubrirla no oso; pero no me toméis por decidor medroso, aquí está: que el Amor es un gran mentiroso.
8
4
Los ojos que me mataban, decí, dorados cabellos, ¿qué culpa tuve en creellos pues ellos me aseguraban? ¿No visteis vos que algún día mil lágrimas derramaba, hasta que yo le juraba que sus palabras creía?
4
8
Los placeres y dulzores de esta vida trabajada que tenemos, no son sino corredores, y la muerte, la celada en que caemos.
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En otros siglos de ambiciones locas fundaron esta torre mis abuelos; diéronle base las gigantes rocas, y a sus almenas pabellón los cielos.
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El alcázar en que mora la bella ninfa oriental, es alcázar sin igual por lo mucho que atesora; y cuando el cielo colora el sol claro en mil reflejos, se ven brillar desde lejos en los muros, incrustados, los arabescos dorados y bruñidos como espejos.
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10
Haremos una floreta siquiera, y la sotanilla levantando a la rodilla, sonaremos castañeta.
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4
El eco de un suspiro que conozco, formado de un aliento que he bebido, perfume de una flor, que oculta crece en un claustro sombrío.
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Deseo mudar estado: no de amor a desamor, mas de dolor a dolor, y todo en un mismo grado. Y aunque fuese de una suerte el mal, cuanto a la sustancia, que en sola la circunstancia fuese más o menos fuerte;
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Los cielos se desharán. Y abajarse han los collados, y los valles, rebajados, con ellos se igualarán. No habrá cosa alta en la tierra que puedan ver los humanos; igual a los campos llanos serán los montes y sierra.
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8
Voz prorumpio, lanzando nn ay profundo : " Es s u e ñ o ? es i i u s i o n ? . . . . ¿ mis plantas pisan " E l palacio de Salas? ¿ Estoy l i b re " D e la larga p r i s i ó n , donde las i r a s ," " Siempre justas, del cielo han castigado Mis muchas culpas? ¿Y t u mano amiga, Solo consuelo que á mis ansias queda, Torna á estrechar la moribunda mia ?" S í , s e ñ o r , " el segundo le responde, E n l á g r i m a s b a ñ a d a s las mejillas, Y á los labios llevándose la mano Del otro viejo t r é m u l a y marchita : " S í , señor, l i b r e e s t á s , y en los salones Del palacio de Sálas, y benignas Las estrellas permiten que á tu lado Tengas en mí un esclavo que te s i r v a ," " Y que contigo l l o r e . " " O fiel amigo! " E l primero repuso : " en mis desdichas " Solo por ti no me es indiferente " Estar aquí ó allá : cerrar mis dias" i l E n l i b e r t a d , ó en l a p r i s i ó n . . . .¿ Q u é espero E n este mundo y a ? . . . . ¿ Cómo la antigua " Felicidad de que en aquesta casa , u Cercado de mis h i j o s ? " . . . .Confundida Su voz t o r n ó s e en ásperos gemidos, Que el a r t e s ó n oscuro r e p e t í a. Mas sosegado luego, y recobrando La palabra siguió : " N i aun de l a vista " D e estos lugares, donde fui dichoso, Me es dado d i s f r u t a r— Con tu divina Voluntad, santo Dios, mi humilde pecho, Y con t u providencia se resigna." " A l ver esta mansión desierta y sola. Mayores fueran, sí, las penas mias — ¿ E s t á el palacio muy mudado?.... d í m e . . .. Dímelo, amigo tierno, por t u v i d a ." E l segundo enjugando en su semblante Las l á g r i m a s copiosas, le replica : ¿ Cómo ha de estar después de tantos años, " E n que nadie lo cuida ni lo habita?" " D i c e s b i e n , " dijo el de la barba blanca: " A l pasar la escalera y galerías, " Dieron el viento y l l u v i a en mi semblante, " Y he notado, al pisar, losas hundidas " Y escombros. Díme, ¿en q u é s a l ón eslamos?" E l viejo r e s p o n d i ó de l a esclavina : " S e ñ o r , en el salón de los festines."— " A y . . . . . ¿ t e recuerdas del tremendo d i a P r o s i g u i ó el o t r o , " en que asombrados vimos " Los presagios a q u í , que predecían <£Tanto desastre? Aquel i l u s t r e moro, uQue como embajador vino á C a s t i l l a ," L o s p r e s e n c i ó t a m b i é n — Sácame, amigo, De este salón infausto, y me encamina A la estancia inmediata, en que otro tiempo Mis dulces hijos habitar s o l í a n / "Donde.. .Mas n o . . . Q u é busco en tal estancia?. Sácame del palacio á toda prisa : T ó r n a m e á l a p r i s i ó n , y en ella, y pronto Terminen con la muerte mis desdichas." — Así diciendo el venerable anciano, Su turbada presencia, su expresiva Faz y el temblor de sus helados miembros Los tormentos horribles d e s c u b r í a n, Que su angustiado pecho destrozaban. Su a c o m p a ñ a n t e con dolor le mira, Y haciendo esfuerzos por que no descubra En su acento l a pena que le agita, De consolarle trata, y así dice : " E n ti vuelve, s e ñ o r : con l a divina " V o l u n t a d es forzoso conformarse, " P u e s que somos cristianos. L a a l e g r í a ," L a riqueza, el poder, los hijos, todo Viene de Dios, y Dios lo da y lo quita. Humilde resignarse debe el hombre Con su misericordia ó su j u s t i c i a ." T u s hijos con infieles peleando, Cual cristianos murieron. Hoy habitan E l cielo entre los m á r t i r e s gloriosos, Y con palma y laui el, que no marchita", " E l curso de los siglos, l a presencia Del que los astros rige, el mar h u m i l la Y enfrena el h u r a c á n , están gozando; Y ¿ t ú su suerte l l o r a s ? . . . . H o y benigna" " L a mano del Eterno te conduce " A tu casa á m o r i r j ¿ y t ú q u e r r í as uTornar á l a p r i s i ó n ? " — E l triste padre De sí propio se espanta y se horroriza, Tales reconvenciones escuchando, í con la voz entera y mas tranquila A su consolador así interrumpe: "Tienes r a z ó n , amigo; no prosigas:" " S o y pecador.,..Es cierto, todo, todo Nos lo da Dios : como lo da, lo quita. Bendigamos su nombre....Basta, basta: Llévame del palacio á la c a p i l l a . E n ella c e l e b r á r o n s e mis bodas— También siete bautismos....dulces días I Se c e l e b r a r o n . . . . M á r t i r e s gloriosos! Mis ruegos elevád á las divinas" " Plantas del alto Dios omnipotente, Y pedidle que pronto me permita Con vos unirme, y que me saque pronto De este mar de desastres y desdichas." Calló, y c a l l ó t a m b i é n el otro, y ambos A l antiguo oratorio dirigían E l tardo paso, cuando el ronco estruendo. E l confuso rumor y g r i t e r ía L l e n ó del pueblo el edificio todo, Y entre las voces claras y distintas. Que mas y mas cundiendo se acercaban. Repetir se escucliaba : v i v a , viva.
29
113
Se miente más de la cuenta por falta de fantasía: también la verdad se inventa.
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3
¡Los de Judá temerosos, Los de Esparta y Macedonia, Los de Oriente voluptuosos, Los fecundos en colosos De Menfis y Babilonia!
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5
Piensa con esta visión, o lector, qué sentiría mi flaco sentido súbitamente me vide caído al pie de mi guía con grande temor. Pierde mi rostro de todas mis venas las dependientes crespadas melenas de su cornuda corona mayor, y de sus profundas y tártaras penas.
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8
Más allá de los vencejos qué lejos esa distancia es dolor, amor, más lejos cuan más espeso tu beso. Mientras avanza el proceso de deconstrucción en vela sólo hay una cantinela: qué lejos, amor, tu beso.
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10
Al guardian le da cuenta, Como quien dice: Haga usted que Benito Le resucite. Fué con el pobre, y dando al bruto vida, Dió aliento al hombre.
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7
Toda vi la cobardía conviene que desechemos, y yo seré vuestra guía hasta tanto que lleguemos al lugar do fallaremos la desconsolada gente, que su deseo ferviente les puso en tales extremos.
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¡Siempre igual! Necias mujeres, Inventad otras caricias, Otro mundo, otras delicias, O maldito sea el placer. Vuestros besos son mentira. Mentira vuestra ternura. Es fealdad vuestra hermosura, Vuestro gozo es padecer.
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8
Triste sino nacer Con algún don ilustre Aquí, donde los hombres En su miseria sólo saben El insulto, la mofa, el recelo profundo Ante aquel que ilumina las palabras opacas Por el oculto fuego originario.
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7
K e r i m a , desdichada ! de sus siervas Y nodriza en los brazos, los sentidos Poco á poco cobro j mas, ay! hundida E n m o r t í f e r a fiebre, que el maligno Influjo en sus e n t r a ñ a s ejerciendo, Entregando su mente á atroz d e l i r i o, Y el c o r a z ó n q u e m á n d o l e , postrada Dejóla y en g r a v í s i m o peligro. Confusión nueva en el doliente alcázar Este nuevo desastre repentino, Y en Córdoba e s p a r c i ó pues l a doncella E r a con gran respeto y gran c a r i ño Adorada, no solo en su palacio, Sinó t a m b i é n en l a ciudad. Reunidos Fueron todos los físicos mas doctos, Y los mas poderosos y exquisitos Remedios practicados. A h ! diez veces E l sol b a j ó al ocaso sin que alivio Hallase l a i n f e l i z . . . . ¡ Cuántos trastornos Empeoraron en tanto su destino ! L a pompa funeral con que el c a d á v er Del Wacir fué al sepulcro conducido, Se v i ó atacada por furiosa plebe, Que en el cuerpo insensible saciar quiso E l odio y el rencor, que le inspirara Con sus atrocidades cuando vivo.; Y dispersando el f ú n e b r e conejo, Despedazó feroz los restos frios. De alcaide y de W a c i r los graves cargas A A b d i m e l i k , el sucesor y el hijo Del Hagib A l m a n z o r , al punto fueron P o r H i x c e n y Sabeya conferidos : Ú l t i m o golpe al poderoso bando De Giafar, y á su excelso p o d e r í o , Pues los primeros cargos del i m p e r io R e u n i é r o n s e por fin en su enemigo. E l opulento a l c á z a r sin cabeza F u é escena de desorden inaudito, Y su inmenso tesoro saqueado P o r una turba v i l de advenedizos. Que deudos se llamaban y parientes, S i n haber quien pudiese r e p r i m i r l o s ; A la par que dé esclavos y libertos Codicioso e s c u a d r ó n , roto el prestigio De obediencia y temor, dio larga rienda A escándalo, insolencia y latrocinio. La fiel nodriza y un liberto honrado, De la familia servidor antiguo. Sin poder oponerse á tal torrente De iniquidad, l l o r á b a n l o , y aviso Dieron á Osman, un respetable anciano, Aunque contrario de Giafar, su primo. Este, que retirado de la corte Habitaba de Estepa en el castillo, A mirar por la h u é r f a n a infclice, Y á remediar tanto desorden, vino.
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57
Afligido con gran fiesta, segundando los venados, entrado en una floresta de frescos y verdes prados, dos corceles arrendados cerca de una fuente estaban, de los cuales nos distaban los pajes muy arredrados.
3
8
¡Cuántas veces me halló la clara Aurora espíritu doliente, que anda errando por solitarios y desiertos valles, llorando mi ventura!
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¡Qué hermoso es ver el día coronado de fuego levantarse, y a su beso de lumbre brillar las olas y encenderse el aire!
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