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411
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Uno de los del número hambriento
se puso en esto al borde de la nave,
al parecer mohíno y malcontento; | 43 | 3 |
aquí me tienen,
caminando solo
andando caminos extraños
sombríos y fríos
bajo emancipada lluvia
que moja mí todavía
impenitente avatar.
¿Dónde irá este pobre impenitente?
caminando solo
entre rosales espinosos
pero fragantes.
Percibo el aroma
de un amor perdido
¡Ay! amor
que esta impenitente rosa
nunca pierda su fragancia
aunque los surcos
marquen su irreverente cuerpo. | 45 | 18 |
Y pues ambos lo pecamos,
porque la mengua excusemos,
será bien que lo rasguemos
antes que lo descubramos.
Vuesamerced no le duela
darle un tajo y un revés,
pero, más seguro es
arrimarle una candela. | 4 | 8 |
Pues su hermano el inocente,
que en su vida sucesor
le hicieron,
¡qué corte tan excelente
tuvo y cuánto gran señor
le siguieron!
Mas, como fuese mortal,
metiole la Muerte luego
en su fragua.
¡Oh, juïcio divinal,
cuando más ardía el fuego,
echaste agua! | 16 | 12 |
Son métrica distinción
de los cuadrantes del día,
de cuya acorde harmonía
forman compases y son.
Son del tiempo y su vejez
la más corriente moneda.
Joyas de rica almoneda,
sellos del número diez. | 4 | 8 |
Acordad vuestra memoria,
vuestra poca contrición
robadora de mi gloria,
que venganza es la victoria
del vencido corazón;
haced ya satisfacción,
tornad lo suyo a su dueño,
confesad en confesión
la culpa de mi pasión
no como de mal pequeño. | 12 | 11 |
Con manjares en defensa,
Despensa
El niño corre que vuela,
Escuela
Es el más dichoso bar,
Hogar
El pueblo debe pensar
y la ciencia que no engaña
que no le falte a España·
Despensa, Escuela y Hogar. | 24 | 10 |
¡Con qué eficacia el pendolar ministro
reduce su registro
de la ley de escritura a la de gracia,
batida su eficacia
de un acicate de oro! El papel diga
a cuánto rasgo obliga
el dorado rasguño,
y qué overas cerró un cerrado puño. | 21 | 8 |
Con las horas los días, con los días
los años volarán,
y a aquella puerta llamarás al cabo...
¿Quién deja de llamar? | 40 | 4 |
Eneas ver ha podido
a la Cipriana, mas cuando
se le demostró, cazando
cerca los reinos de Dido:
Por cual casa mi sentido
a la Eneyda recordando,
las vi ser ellas del bando
de la madre de Cupido. | 3 | 8 |
Y aun diz que dió una doncella
con un espectro galán,
y que una devota bella
le alcanzó a ver después de ella
en casulla o balandrán. | 26 | 5 |
No fíes en señores
por su grandeza
que también los más grandes
tienen flaquezas;
pues en sus males
hace naturaleza
todos iguales | 31 | 7 |
Vínole al corazón, tal como estaba, un día,
al apóstol de España irse de romería;
y ajustaron el término que tomase su vía
Dispuso sus asuntos, buscó su compañía, | 8 | 4 |
Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y de aflicción. | 35 | 4 |
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de Ocaña
vino la Muerte a llamar
a su puerta | 39 | 6 |
Mal hayan los arroyuelos
si cuando por ellos pases
no murmuraren alegres
que tengas celos de nadie.
Siendo así, ¿por qué te ofendes
en presumir que me agrade
quien tiene envidia de ti
y se precia de imitarte? | 21 | 8 |
Otras veces se topaban
en esta verde ribera,
pero muy de otra manera
el toparse celebraban
que esta que fue la postrera.
Extraño efecto de amor,
verse dos que se querían
todo cuanto ellos podían,
y recibir más dolor
que al tiempo que no se vían. | 6 | 10 |
La bella mal maridada,
de las lindas que yo vi,
véote tan triste enojada;
la verdad dila tú a mí.
Si has de tomar amores
por otro, no dejes a mí,
que a tu marido, señora,
con otras dueñas lo vi,
besando y retozando:
mucho mal dice de ti;
juraba y perjuraba
que te había de ferir.
Allí habló la señora,
allí habló, y dijo así:
Sácame tú, el caballero,
tú sacásesme de aquí;
por las tierras donde fueres
bien te sabría yo servir:
yo te haría bien la cama
en que hayamos de dormir,
yo te guisaré la cena
como a caballero gentil,
de gallinas y capones
y otras cosas más de mil;
que a éste mi marido
ya no le puedo sufrir,
que me da muy mala vida
cual vos bien podéis oir.
Ellos en aquesto estando
su marido hélo aquí:
¿Qué hacéis mala traidora?
¡Hoy habedes de morir!
¿Y por qué, señor, por qué?
Que nunca os lo merecí.
Nunca besé a hombre,
mas hombre besó a mí;
las penas que él merecía,
señor, daldas vos amí;
con riendas de tu caballo,
señor, azotes amí;
con cordones de oro y sirgo
viva ahorques a mí.
En la huerta de los naranjos
viva entierres a mí,
en sepoltura de oro
y labrada de marfil;
y pongas encima un mote,
señor, que diga así:
Aquí está la flor de las flores,
por amores murió aquí;
cualquier que muere de amores
mándese enterrar aquí.
que así hice yo, mezquina,
que por amar me perdí. | 28 | 54 |
La su boca pequeña, así, de buena guisa,
su cara sea blanca, sin vello, clara y lisa;
conviene que la veas primero sin camisa
pues la forma del cuerpo te dirá: ¡esto aguisa! | 8 | 4 |
Sabed que los triunfantes
en grado tan superiores
honorables dominantes
Cupido, Venus, señores
de los nobles amadores,
delibraron su pasaje
por este espeso salvaje
con todos sus servidores. | 3 | 8 |
Diéronme a mí las infalibles Parcas
Un campo reducido, el blando aliento
De griega Musa, y de inconstante plebe
Despreciar los furores. | 15 | 4 |
El mismo Dios adoráis,
De la misma estirpe y planta
Procedéis;
¿Por qué, pues, no despertáis?
¿Por qué á vengar la ley santa
Nos os movéis? | 16 | 6 |
¡Ah, pastores que veláis,
Por guardar vuestro rebaño,
Mirad que os nace un Cordero,
Hijo de Dios Soberano! | 0 | 4 |
De Granada partió el moro
que se llama Ben Zulema;
allá se fuera a hacer salto
entre Osuna y Estepa.
Derribado ha los molinos
y los molineros lleva,
y del ganado vacuno
hecho había grande presa,
y de mancebos del campo
lleva las trahillas llenas;
por hacer enojo a Narváez
pasólos por Antequera;
los gritos de los cristianos
hacían temblar la tierra.
Oído lo había Narváez,
que está sobre la barrera,
y como era buen cristiano
el corazón le doliera.
Señor, no me desampares,
en esta empresa tan buena,
que por te hacer servicio
dejo yo sola Antequera.
Mandó apercebir su gente,
cuanta en la villa hubiera,
y por un jaral que él sabe
al encuentro le saliera.
De quinientos que eran los moros
sólo uno se les fuera,
que era el alcaide de Loja,
que buen caballo trujera.
Con la presa y cabalgada
vuélvase para Antequera. | 28 | 32 |
Que, aunque así, sin alegría,
me veis rico de pesar
abaxado a desear
lo que desechar solía;
aunque me veis sin estima,
en un rincón olvidado,
yo me vi ser bien amado,
mi deseo en alta cima. | 4 | 8 |
La segunda tarja de un balaje ardiente
era y de amarilla gema plomeada,
cuyo nombre dije no tácitamente;
y cada cual poma con nudos ligada,
de verde carbunclo, al medio esmaltada.
La tercera y cuarta castillo y león
eran a cuarteles; y dejo el blasón,
que nuestra materia no está comenzada. | 2 | 8 |
Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza
de cielo se abre como una boca de muerto.
Tiene mi corazón un llanto de princesa
olvidada en el fondo de un palacio desierto. | 35 | 4 |
O me quieres o me olvidas;
si me olvidas, ¿cómo vuelves?;
y si me quieres, zagala,
¿cómo gustas de mi muerte?
Por hablar con las serranas
acaso y sin detenerme,
¡ay Dios, qué duras venganzas
de culpas que no te ofenden! | 21 | 8 |
Y más hago en encubrir
por la honra de mi pena,
que no me duele sufrir
el mal que el Amor ordena. | 9 | 4 |
Ocurre que algún hombre comete gran traición
y una ley le condena a morir, con razón;
pero si hay personajes que sus amigos son
y ante el rey interceden, consigue su perdón. | 8 | 4 |
Agradécele mucho cuanto ella por ti hiciere,
ensálzalo en más precio de lo que ello valiere,
no te muestres tacaño en lo que te pidiere
ni seas porfiado contra lo que dijere. | 8 | 4 |
Tal es la mala virtud
del rayo que me rodea,
que voy a mi juventud
como la luna a mi aldea. | 9 | 4 |
Díjeles, en respondiendo
según modo cortesano,
humilmente proponiendo:
El Potente soberano
vos influya en el mundano
orbe de felicidad
premio de rica bondad,
que es el galardón humano. | 23 | 8 |
Y vosotros, caballeros,
Que en los bridones voláis
Tan valientes,
Y cual águilas ligeros,
entre las armas brilláis
Refulgentes; | 16 | 6 |
Era un suspiro lánguido y sonoro
la voz del mar aquella tarde...; el día,
no queriendo morir, con garra de oro
de los acantilados se prendía. | 35 | 4 |
Támaraz, que zon miel y oro,
támaraz, que zon oro y miel.
A voz, el cachopinito,
cara de roza,
la palma oz guarda hermoza
del Egito.
Támaraz, que zon miel y oro,
támaraz, que zon oro y miel | 21 | 8 |
de los rumbos hallado entre los claros
de los bosques del mar. Oh roja noche,
reábreme el sendero de tus vinos,
memorias de placer disuelto suave
mente suma al sumando de los cuerpos
en la cíclica agenda de las pieles. | 37 | 6 |
Compañera mía,
yo no sé qué tiene
la yerba buena e tu güertesito
que tan bien me huele. | 32 | 4 |
Cantarillo, cantarillo,
vamos teniendo paciencia;
pues la fuente no se apura,
tomemos lo que nos dejan.
Vais y venís a la fuente;
quien va y viene mucho a ella
¿de qué se espanta, si el asa
o la frente se le quiebra? | 21 | 8 |
Muchas por non descubrir
algunas faltas secretas,
a las personas discretas
non dexan al fin venir;
bien les demuestrean amar
y que bondad las detiene,
mas con aquello tratar,
han sus engannos lugar
lo que en secreto contiene. | 20 | 9 |
Esforzóse la fortuna
En obras de gran crueldad
Tanto, que el sol y la luna
Perdieron su claridad.
Vos por uno y yo por una,
Cada uno en su igualdad
Padecemos, bien lo sé. | 34 | 7 |
Como los gatos eres,
Si fiestas haces ,
Pues preparas las uñas
Para arañarme.
No seas gata ,
Pues la bolsa me tienes
Dien arañada. | 31 | 7 |
Con esta envidia que digo
y lo que paso en silencio,
a mis soledades voy,
de mis soledades vengo. | 0 | 4 |
Y sentao junto al jogón
a esperar que venga el día,
al cimarrón le prendía
hasta ponerse rechoncho,
mientras su china dormía
tapadita con su poncho. | 39 | 6 |
Cera y cáñamo unió (que no debiera)
cien cañas, cuyo bárbaro rüído,
de más ecos que unió cáñamo y cera
albogues, duramente es repetido.
La selva se confunde, el mar se altera,
rompe Tritón su caracol torcido,
sordo huye el bajel a vela y remo;
¡tal la música es de Polifemo! | 22 | 8 |
que mis vanos pensamientos,
que paz no saben hallar,
mejor supieran trovar
la invención de mis tormentos.
La de la Cruz de alegría
mal parece en mi poder;
porque yo no sé traer
a cuestas sino la mía. | 4 | 8 |
En dos edades vivimos
los propios y los ajenos:
la de plata los extraños
y la de cobre los nuestros. | 0 | 4 |
Entre la muerte y el frío
se queda un espacio roto
como un recuerdo en la foto
del antepasado mío,
frente a la muerte sonrío
sin temor a su tropel
y no dudo que por él
afán de talar mi vida
escoja para una herida
cualquier sitio de mi piel. | 14 | 10 |
Y ella dice: «No hubo intento;
yo me fui no sé por qué.
Por las olas por el viento
fui a la estrella y la corté». | 9 | 4 |
Como antes era rico,
y ahora soy pobre
aunque al rostro me miras
no me conoces:
no extraño esto
pues sé que la pobreza
muda de aspecto. | 31 | 7 |
Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atendido. | 19 | 5 |
Ese alegre murmullo que se acerca
Detrás de los floridos arrayanes,
Del limpio estanque perfumada cerca
Es que agitan las ondas de la alberca
De Zozaya y de Fátima los manes. | 25 | 5 |
¿Quién es un amigo fiel?
Manuel.
¿Y un cumplidor caballero?
Riguero.
¿De talento singular?
Aguilar.
Lo digo sin adular,
sin exagerar lo digo:
es un excelente amigo
Manuel Riguero Aguilar. | 24 | 13 |
También quiero deseoso
saber de vuestra excelencia,
por eso tened paciencia,
pues tenéis, Señora, esposo,
si venís con su licencia;
que no la debió dar él,
siendo sabio y tan fiel,
para ir sola una doncella;
y ya que vengáis con ella,
¿cómo viniste sin él? | 6 | 10 |
Al cual un fuego cercaba
en torno como fosado,
que por bien que remiraba
de cual guisa era labrado,
el humo desordenado
del todo me resistía
así que no discernía
cosa de lo fabricado. | 23 | 8 |
El viejo roble:
surcos en la corteza
camino al cielo. | 18 | 3 |
Jamás ha permitido
ni la más leve tregua
al Reino de las sombras,
confundiendo con luces sus tinieblas. | 13 | 4 |
Cultivo una rosa blanca,
en julio como en enero,
para el amigo sincero
que me da su mano franca. | 27 | 4 |
Y atiendan la relación
que hace un gaucho perseguido
que fue buen padre y marido
empeñoso y diligente,
y sin embargo la gente
lo tiene por un bandido. | 39 | 6 |
Mientras miras el agua silenciosa,
como un vuelo fugaz de mariposa
sientes sobre la nuca el cosquilleo,
la pasajera onda de un deseo,
el espasmo sutil, el calosfrío
de un beso ardiente cual si fuera mío... | 37 | 6 |
Y bien posó tu amargura
Al traerte a esta mansión,
Dando al hombre en su locura
Una soñada ventura
Que no está en tu corazón. | 26 | 5 |
la mayor hermosura se deshace
ante ella, y ella sola resplandece
sobre todas, y alegra y satisface. | 43 | 3 |
A razones de plata
Ríndense al punto
De las más firmes plazas
Los fuertes muros.
Mucho persuaden,
Porque más que de peso
Tienen de graves. | 31 | 7 |
No te pongas colorá;
que en er mejó paño cae
una mancha sin pensá. | 41 | 3 |
En la mitad del barranco
las navajas de Albacete,
bellas de sangre contraria,
relucen como los peces.
Una dura luz de naipe
recorta en el agrio verde,
caballos enfurecidos
y perfiles de jinetes.
En la copa de un olivo
lloran dos viejas mujeres.
El toro de la reyerta
se sube por las paredes.
Ángeles negros traían
pañuelos y agua de nieve.
Ángeles con grandes alas
de navajas de Albacete.
Juan Antonio el de Montilla
rueda muerto la pendiente,
su cuerpo lleno de lirios
y una granada en las sienes.
Ahora monta cruz de fuego,
carretera de la muerte.
El juez, con guardia civil,
por los olivares viene.
Sangre resbalada gime
muda canción de serpiente.
Señores guardias civiles:
aquí pasó lo de siempre.
Han muerto cuatro romanos
y cinco cartagineses.
La tarde loca de higueras
y de rumores calientes
cae desmayada en los muslos
heridos de los jinetes.
Y ángeles negros volaban
por el aire del poniente.
Ángeles de largas trenzas
y corazones de aceite. | 28 | 44 |
¡Oh llama santa!, ¡celestial anhelo!,
¡sentimiento purísimo!, ¡memoria
acaso triste de un perdido cielo,
quizá esperanza de futura gloria!
¡Huyes y dejas llanto y desconsuelo!
¡Oh mujer!, ¡que en imagen ilusoria
tan pura, tan feliz, tan placentera,
brindó el amor a mi ilusión primera...! | 22 | 8 |
Agua, amapola, rosal de sangre loca,
vida de música, gitana cristalina,
¡dale a mi boca la fruta de tu boca,
tu boca roja de sol y coralina! | 35 | 4 |
la que fue tan venturosa,
que, siendo un pastor su abuelo,
se vio reina de tres mundos
y madre del que es rey de ellos, | 0 | 4 |
Diviértete con todos,
haz lo que quieras,
y luego ven y pónme
las aguaderas;
y aun despues falta
que a la pila me lleves
a beber agua. | 31 | 7 |
En un sitial la dahalia
como priora se esponja,
mientras la tórtola monja
entra de sayo y sandalia. | 27 | 4 |
Tu pupila es azul, y si en su fondo
como un punto de luz radia una idea,
me parece en el cielo de la tarde
¡una perdida estrella! | 11 | 4 |
Tan penada por vos vengo.
Tan vencida de deseo,
tan llena de lo que veo,
que ante mis ojos os tengo,
y de gozo no lo creo;
gran ventura fue la vuestra,
gran dicha será la nuestra,
oh señora prima, en quien
Dios para fin de gran bien
tan gran maravilla muestra. | 6 | 10 |
Hay un temblor de aguas en la frente.
Y va emergiendo, exacta,
la limpia imagen, pensamiento,
marino casco, barca.
Arriba ideas en bandada,
albeantes. Pero abajo la intacta
nave secreta surge,
de un fondo submarino
botado invento, gracia. | 20 | 9 |
Más quisiera; mi vida,
Verte difunta,
Que no que otro mancebo
Te llame suya. | 30 | 4 |
En este fértil sitio
cultiva un huerto
que lleva todo el año
fruta de cestos.
Amena
llega siempre la espera
Milagro
que va en el hortelano
Castañas
fruto son de sus plantas. | 1 | 10 |
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta. | 43 | 3 |
En mi vida sígueme la quejumbre
De que mi trabajo de nada vale;
¡Óiganme! Alcanzaré pronta cumbre,
Ya veremos quién sí sobresale. | 35 | 4 |
Agua de claro
espejismo de muerte
de aquella apártate. | 18 | 3 |
Una falta le hallo al Amor poderoso
la cual a vos, señoras, descubrirla no oso;
pero no me toméis por decidor medroso,
aquí está: que el Amor es un gran mentiroso. | 8 | 4 |
Los ojos que me mataban,
decí, dorados cabellos,
¿qué culpa tuve en creellos
pues ellos me aseguraban?
¿No visteis vos que algún día
mil lágrimas derramaba,
hasta que yo le juraba
que sus palabras creía? | 4 | 8 |
Los placeres y dulzores
de esta vida trabajada
que tenemos,
no son sino corredores,
y la muerte, la celada
en que caemos. | 39 | 6 |
En otros siglos de ambiciones locas
fundaron esta torre mis abuelos;
diéronle base las gigantes rocas,
y a sus almenas pabellón los cielos. | 35 | 4 |
El alcázar en que mora
la bella ninfa oriental,
es alcázar sin igual
por lo mucho que atesora;
y cuando el cielo colora
el sol claro en mil reflejos,
se ven brillar desde lejos
en los muros, incrustados,
los arabescos dorados
y bruñidos como espejos. | 14 | 10 |
Haremos una floreta
siquiera, y la sotanilla
levantando a la rodilla,
sonaremos castañeta. | 27 | 4 |
El eco de un suspiro que conozco,
formado de un aliento que he bebido,
perfume de una flor, que oculta crece
en un claustro sombrío. | 40 | 4 |
Deseo mudar estado:
no de amor a desamor,
mas de dolor a dolor,
y todo en un mismo grado.
Y aunque fuese de una suerte
el mal, cuanto a la sustancia,
que en sola la circunstancia
fuese más o menos fuerte; | 4 | 8 |
Los cielos se desharán.
Y abajarse han los collados,
y los valles, rebajados,
con ellos se igualarán.
No habrá cosa alta en la tierra
que puedan ver los humanos;
igual a los campos llanos
serán los montes y sierra. | 4 | 8 |
Voz prorumpio, lanzando nn ay profundo :
" Es s u e ñ o ? es i i u s i o n ? . . . . ¿ mis plantas pisan
" E l palacio de Salas? ¿ Estoy l i b re
" D e la larga p r i s i ó n , donde las i r a s ,"
" Siempre justas, del cielo han castigado
Mis muchas culpas? ¿Y t u mano amiga,
Solo consuelo que á mis ansias queda,
Torna á estrechar la moribunda mia ?"
S í , s e ñ o r , " el segundo le responde,
E n l á g r i m a s b a ñ a d a s las mejillas,
Y á los labios llevándose la mano
Del otro viejo t r é m u l a y marchita :
" S í , señor, l i b r e e s t á s , y en los salones
Del palacio de Sálas, y benignas
Las estrellas permiten que á tu lado
Tengas en mí un esclavo que te s i r v a ,"
" Y que contigo l l o r e . " " O fiel amigo! "
E l primero repuso : " en mis desdichas
" Solo por ti no me es indiferente
" Estar aquí ó allá : cerrar mis dias"
i l E n l i b e r t a d , ó en l a p r i s i ó n . . . .¿ Q u é espero
E n este mundo y a ? . . . . ¿ Cómo la antigua
" Felicidad de que en aquesta casa ,
u Cercado de mis h i j o s ? " . . . .Confundida
Su voz t o r n ó s e en ásperos gemidos,
Que el a r t e s ó n oscuro r e p e t í a.
Mas sosegado luego, y recobrando
La palabra siguió : " N i aun de l a vista
" D e estos lugares, donde fui dichoso,
Me es dado d i s f r u t a r— Con tu divina
Voluntad, santo Dios, mi humilde pecho,
Y con t u providencia se resigna."
" A l ver esta mansión desierta y sola.
Mayores fueran, sí, las penas mias —
¿ E s t á el palacio muy mudado?.... d í m e . . ..
Dímelo, amigo tierno, por t u v i d a ."
E l segundo enjugando en su semblante
Las l á g r i m a s copiosas, le replica :
¿ Cómo ha de estar después de tantos años,
" E n que nadie lo cuida ni lo habita?"
" D i c e s b i e n , " dijo el de la barba blanca:
" A l pasar la escalera y galerías,
" Dieron el viento y l l u v i a en mi semblante,
" Y he notado, al pisar, losas hundidas
" Y escombros. Díme, ¿en q u é s a l ón eslamos?"
E l viejo r e s p o n d i ó de l a esclavina :
" S e ñ o r , en el salón de los festines."—
" A y . . . . . ¿ t e recuerdas del tremendo d i a
P r o s i g u i ó el o t r o , " en que asombrados vimos
" Los presagios a q u í , que predecían
<£Tanto desastre? Aquel i l u s t r e moro,
uQue como embajador vino á C a s t i l l a ,"
L o s p r e s e n c i ó t a m b i é n — Sácame, amigo,
De este salón infausto, y me encamina
A la estancia inmediata, en que otro tiempo
Mis dulces hijos habitar s o l í a n /
"Donde.. .Mas n o . . . Q u é busco en tal estancia?.
Sácame del palacio á toda prisa :
T ó r n a m e á l a p r i s i ó n , y en ella, y pronto
Terminen con la muerte mis desdichas." —
Así diciendo el venerable anciano,
Su turbada presencia, su expresiva
Faz y el temblor de sus helados miembros
Los tormentos horribles d e s c u b r í a n,
Que su angustiado pecho destrozaban.
Su a c o m p a ñ a n t e con dolor le mira,
Y haciendo esfuerzos por que no descubra
En su acento l a pena que le agita,
De consolarle trata, y así dice :
" E n ti vuelve, s e ñ o r : con l a divina
" V o l u n t a d es forzoso conformarse,
" P u e s que somos cristianos. L a a l e g r í a ,"
L a riqueza, el poder, los hijos, todo
Viene de Dios, y Dios lo da y lo quita.
Humilde resignarse debe el hombre
Con su misericordia ó su j u s t i c i a ."
T u s hijos con infieles peleando,
Cual cristianos murieron. Hoy habitan
E l cielo entre los m á r t i r e s gloriosos,
Y con palma y laui el, que no marchita",
" E l curso de los siglos, l a presencia
Del que los astros rige, el mar h u m i l la
Y enfrena el h u r a c á n , están gozando;
Y ¿ t ú su suerte l l o r a s ? . . . . H o y benigna"
" L a mano del Eterno te conduce
" A tu casa á m o r i r j ¿ y t ú q u e r r í as
uTornar á l a p r i s i ó n ? " — E l triste padre
De sí propio se espanta y se horroriza,
Tales reconvenciones escuchando,
í con la voz entera y mas tranquila
A su consolador así interrumpe:
"Tienes r a z ó n , amigo; no prosigas:"
" S o y pecador.,..Es cierto, todo, todo
Nos lo da Dios : como lo da, lo quita.
Bendigamos su nombre....Basta, basta:
Llévame del palacio á la c a p i l l a .
E n ella c e l e b r á r o n s e mis bodas—
También siete bautismos....dulces días I
Se c e l e b r a r o n . . . . M á r t i r e s gloriosos!
Mis ruegos elevád á las divinas"
" Plantas del alto Dios omnipotente,
Y pedidle que pronto me permita
Con vos unirme, y que me saque pronto
De este mar de desastres y desdichas."
Calló, y c a l l ó t a m b i é n el otro, y ambos
A l antiguo oratorio dirigían
E l tardo paso, cuando el ronco estruendo.
E l confuso rumor y g r i t e r ía
L l e n ó del pueblo el edificio todo,
Y entre las voces claras y distintas.
Que mas y mas cundiendo se acercaban.
Repetir se escucliaba : v i v a , viva. | 29 | 113 |
Se miente más de la cuenta
por falta de fantasía:
también la verdad se inventa. | 42 | 3 |
¡Los de Judá temerosos,
Los de Esparta y Macedonia,
Los de Oriente voluptuosos,
Los fecundos en colosos
De Menfis y Babilonia! | 26 | 5 |
Piensa con esta visión, o lector,
qué sentiría mi flaco sentido
súbitamente me vide caído
al pie de mi guía con grande temor.
Pierde mi rostro de todas mis venas
las dependientes crespadas melenas
de su cornuda corona mayor,
y de sus profundas y tártaras penas. | 20 | 8 |
Más allá de los vencejos
qué lejos
esa distancia es dolor,
amor,
más lejos cuan más espeso
tu beso.
Mientras avanza el proceso
de deconstrucción en vela
sólo hay una cantinela:
qué lejos, amor, tu beso. | 24 | 10 |
Al guardian le da cuenta,
Como quien dice:
Haga usted que Benito
Le resucite.
Fué con el pobre,
y dando al bruto vida,
Dió aliento al hombre. | 31 | 7 |
Toda vi la cobardía
conviene que desechemos,
y yo seré vuestra guía
hasta tanto que lleguemos
al lugar do fallaremos
la desconsolada gente,
que su deseo ferviente
les puso en tales extremos. | 23 | 8 |
¡Siempre igual! Necias mujeres,
Inventad otras caricias,
Otro mundo, otras delicias,
O maldito sea el placer.
Vuestros besos son mentira.
Mentira vuestra ternura.
Es fealdad vuestra hermosura,
Vuestro gozo es padecer. | 23 | 8 |
Triste sino nacer
Con algún don ilustre
Aquí, donde los hombres
En su miseria sólo saben
El insulto, la mofa, el recelo profundo
Ante aquel que ilumina las palabras opacas
Por el oculto fuego originario. | 33 | 7 |
K e r i m a , desdichada ! de sus siervas
Y nodriza en los brazos, los sentidos
Poco á poco cobro j mas, ay! hundida
E n m o r t í f e r a fiebre, que el maligno
Influjo en sus e n t r a ñ a s ejerciendo,
Entregando su mente á atroz d e l i r i o,
Y el c o r a z ó n q u e m á n d o l e , postrada
Dejóla y en g r a v í s i m o peligro.
Confusión nueva en el doliente alcázar
Este nuevo desastre repentino,
Y en Córdoba e s p a r c i ó pues l a doncella
E r a con gran respeto y gran c a r i ño
Adorada, no solo en su palacio,
Sinó t a m b i é n en l a ciudad. Reunidos
Fueron todos los físicos mas doctos,
Y los mas poderosos y exquisitos
Remedios practicados. A h ! diez veces
E l sol b a j ó al ocaso sin que alivio
Hallase l a i n f e l i z . . . . ¡ Cuántos trastornos
Empeoraron en tanto su destino !
L a pompa funeral con que el c a d á v er
Del Wacir fué al sepulcro conducido,
Se v i ó atacada por furiosa plebe,
Que en el cuerpo insensible saciar quiso
E l odio y el rencor, que le inspirara
Con sus atrocidades cuando vivo.;
Y dispersando el f ú n e b r e conejo,
Despedazó feroz los restos frios.
De alcaide y de W a c i r los graves cargas
A A b d i m e l i k , el sucesor y el hijo
Del Hagib A l m a n z o r , al punto fueron
P o r H i x c e n y Sabeya conferidos :
Ú l t i m o golpe al poderoso bando
De Giafar, y á su excelso p o d e r í o ,
Pues los primeros cargos del i m p e r io
R e u n i é r o n s e por fin en su enemigo.
E l opulento a l c á z a r sin cabeza
F u é escena de desorden inaudito,
Y su inmenso tesoro saqueado
P o r una turba v i l de advenedizos.
Que deudos se llamaban y parientes,
S i n haber quien pudiese r e p r i m i r l o s ;
A la par que dé esclavos y libertos
Codicioso e s c u a d r ó n , roto el prestigio
De obediencia y temor, dio larga rienda
A escándalo, insolencia y latrocinio.
La fiel nodriza y un liberto honrado,
De la familia servidor antiguo.
Sin poder oponerse á tal torrente
De iniquidad, l l o r á b a n l o , y aviso
Dieron á Osman, un respetable anciano,
Aunque contrario de Giafar, su primo.
Este, que retirado de la corte
Habitaba de Estepa en el castillo,
A mirar por la h u é r f a n a infclice,
Y á remediar tanto desorden, vino. | 29 | 57 |
Afligido con gran fiesta,
segundando los venados,
entrado en una floresta
de frescos y verdes prados,
dos corceles arrendados
cerca de una fuente estaban,
de los cuales nos distaban
los pajes muy arredrados. | 3 | 8 |
¡Cuántas veces me halló la clara Aurora
espíritu doliente, que anda errando
por solitarios y desiertos valles,
llorando mi ventura! | 15 | 4 |
¡Qué hermoso es ver el día
coronado de fuego levantarse,
y a su beso de lumbre
brillar las olas y encenderse el aire! | 40 | 4 |